Un día después de la muerte de Diego Armando Maradona la noticia fue el velorio a realizarse en Casa Rosada. Cientos de miles con su tristeza a cuesta fueron a despedir a uno de los jugadores más importantes de la historia del fútbol y un símbolo que, con contradicciones varias, también fue el espíritu de irreverencia plebeya contra los más poderosos. Sin embargo, el dolor de gran parte del pueblo, entrecruzado con los intereses de un gobierno que buscó apropiarse de la significación más progresista de Maradona, fue reprimido. Claro, en el medio y hasta el día de hoy continúan las acusaciones entre el gobierno de Fernández y el de Larreta por la responsabilidad del caso.
Maradona y la resistencia
El miércoles 25 de noviembre quedará marcado en la retina del mundo por el fallecimiento de Maradona, una de las figuras más destacadas del siglo XX dentro y fuera de la cancha. La figura deportiva que con sus gambetas logró llegar a la cima, como consecuencia directa, también se trasladó al ámbito público donde varias veces dejó su opinión sobre hechos políticos importantes.
Sus goles a los ingleses como reparación simbólica de la Guerra de Malvinas, sus Scudettos en el Napoli vengando el proceso eterno de segregación de la burguesía del norte italiano contra las franjas populares del sur, su defensa hacia los jubilados que fueron estafados en los ´90 y su espíritu antiimperialista, entre otros hechos, grabaron a fuego en una generación un sentimiento de defensa de lo popular, de los oprimidos.
Este sentimiento complejo, dado que el mismo Maradona fue quien vivió la vida de un millonario desde su llegada al estrellato, sintetizó el sueño de millones que quisieron sortear el destino que este sistema propone a las grandes mayorías, la pobreza.
De esta idea popular, rebelde y justiciera, el gobierno quiso hacer uso de la imagen de Maradona para, de alguna forma, suturar las heridas que viene dejando en un año de gestión donde se reprimió a las familias sin techo de Guernica.
Dolor popular, apropiación Estatal
El día de la muerte de Maradona, Alberto Fernández y Cristina Kirchner se ofrecieron como los anfitriones del velorio a llevarse a cabo un día después en la Casa Rosada. La tristeza fotografiada en la fila que llevaba a despedir a Diego, no sólo resultaba del rito popular del último saludo, si no de la represión monumental efectuada por fuerzas federales y de la Ciudad de Buenos Aires.
La intentona de recuperar algo de la relación perdida entre el gobierno y las masas, cuando la crisis política y económica del país no para de arrojar mes tras mes a nuevos trabajadores a la pobreza terminó en un nuevo episodio de represión.
Intentando exculparse, a partir de un twit de Wado de Pedro, el oficialismo responsabilizó a Larreta del operativo policial que baleó con proyectiles de goma a los grandes contingentes que fueron a despedir a Maradona. Un nuevo acto de cinismo del equipo de Fernández cuando se vio en todas las transmisiones televisivas que las fuerzas federales, como Gendarmería, participaron del hecho.
Con responsabilidades compartidas, la política tradicional volvió a demostrar desprecio por un sentimiento popular. No sólo son presupuestos de ajuste los que imponen para recrudecer el empeoramiento de las condiciones de vida, si no que tampoco respetan el dolor colectivo en el día que millones intentaron decirle “adiós” a su ídolo.
Mitos que no encajan
Por más que se intente imprimir una pose progresista no hay manera de hacer encajar ese imaginario en un gobierno que, como lo hizo ayer, volvió a proponer en el parlamento el tratamiento de un nuevo robo a los jubilados. La apropiación de la muerte de Maradona no funciona cuando el imaginario del mismo encarnaba un espíritu de resistencia donde los de abajo podían ganar.
Al contrario de esta idea, Fernández sólo impulsa un modelo donde la única ascendencia reside en las arcas de los grandes empresarios y sectores concentrados de la economía. El deseo de trascendencia y ascenso de las familias pobres, con el Frente de Todos, hasta el momento sólo se vio acompañado de represión y no de una reparación de su situación de miseria.
Sin dejar de marcar los comportamientos contradictorios y repudiables de Maradona, donde residen sus actos patriarcales y algunos acercamientos y amistades con figuras del poder, su obra de barro y de oro sigue motivando el sentimiento de justicia social.
Tal vez, las próximas generaciones tenemos el desafío, partiendo de los legados de esta historia, de construir un mito colectivo que nos permita no sólo alcanzar una reparación simbólica como la de Diego con los ingleses, si no una concreta donde los pobres terminemos con la miseria del capitalismo.