domingo, 24 noviembre 2024 - 02:20

Cine. Avatar II: La comodidad de la repetición

Este jueves 15 de diciembre llega a los cines la tan ¿esperada? secuela de “Avatar” (2009), una de las películas más taquilleras de todos los tiempos, dirigida nuevamente por James Cameron (“Titanic”, “Terminator”, “Terminator II: Judgement Day”, “Aliens”, “True Lies”, etc), y ¿protagonizada? luego de 13 años por Sam Worthington (“Clash Of The Titans”, “Wrath Of The Titans”, “Everest” y más) en la piel de Jake Sully, Zoe Saldaña (“Guardians Of The Galaxy”, “Pirates Of The Caribbean”, “Star Trek” entre otras”) regresando como Neytiri, e incluso dignarse a recastear a pesar de haber fallecido en la primera entrega a Sigourney Weaver (“Alien”, “Ghostbusters”, “Annie Hall”…) siendo Kiri, la hija de Grace, su personaje humano en la película predecesora, Stephen Lang (“Don’t Breathe”, “The Lost City”, “Manhunter” ) siendo un clon de sí mismo y obviamente otra vez villano, además de varios regresos más y la inclusión que nadie se enteró de Kate Winslet (“Titanic”, “Eternal Sunshine Of The Spotless Mind”, “Contagion” ) como Ronal, la jefa de un nuevo clan, y un largo etcétera que se plantea en esta segunda producción del universo de Avatar y el planeta Pandora, que al parecer, regresó para quedarse anunciando ya 3 entregas más.

Realmente pido disculpas por tanto signo de pregunta en la introducción de esta nota, pero es que se me hace imposible no querer afrontar estas líneas de alguna manera sarcástica debido a contextos contemporáneos, claros intereses económicos de productoras multinacionales e intérpretes, como esta necesidad inevitable de refritar cosas ya hechas y revivir nostalgias dormidas que no quieren despertar. Vamos a ser más concisos.

¿Vieron Avatar? Sucede en el bosque y en la tierra. Bueno, “Avatar II: The Way Of Water”, sucede en el agua. Y el desarrollo es exactamente el mismo.

En parámetros de guión, volvemos a esta historia cuasi Pocahontas distópica en donde esta vez planteamos que la Tierra está extinguiéndose y pudriéndose lentamente, y Pandora parece un gran lugar para colonizar y que pasen unas buenas centenas de años y explotar todo tipo de recursos.

El hecho de no contar con tanto humano en pantalla hace que se preste una atención desmedida a cuánto rostro alienígena azuloso y ahora verdoso se presente, para poder diferir y recordar nombres nuevos que sentarán las bases del futuro de esta saga forzada. Si debo recalcar una escena en particular que promulga y pregona el mensaje ecologista que tan perdido se vio en el film y que su anterior película pudo plasmar de una forma más cómoda, es cuando un grupo de científicos se dedica a extraer un líquido del cerebro de un “tul’kun”, una suerte de ballena de Pandora, que al parecer segrega un menjungue dorado que hace que los humanos no envejezcan. Durante esa escena, se plantea una incomodidad cruda hacia como el ser humano en el mundo real se encarga de asesinar a sangre fría miles de animales por día para abastecerse de cosas innecesarias y atentar contra la liberación animal.

El excesivo uso de CGI hace que muchas veces pensemos que estamos mirando una cinemática de algún videojuego de ciencia ficción para Playstation, y el hecho de volver a arremeter con la idea de que el 3D es “cool”, los 192 minutos de la película se vuelven avasallantes.

Avatar II: The Way Of Water” tiene algunos picos, sobre todo en la segunda hora donde se presenta el mundo de los Na’vi acuáticos que vislumbra unos destellos hermosos visuales pero que terminan haciendo agua (cuac) al no contar con profundidad en los personajes y muchos tropiezos de continuidad que se vuelven densos e inconclusos.

Conclusión: una opinión es meramente una opinión. De poco y nada sirve un punto de vista escrito por un periodista atrás de su computadora frente a una producción multimillonaria que romperá taquilla tranquilamente, más que para simplemente compartir la visión de que todo lo entregado en masa no es oro. A veces es mejor cuestionarse qué hacemos con nuestro tiempo e indagar en los lugares más recónditos del arte. Y cuando me refiero a “a veces”, me refiero a SIEMPRE.

Matías Digiano

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