Compartimos a continuación el artículo publicado originalmente en el sitio web de la LIS (Liga Internacional Socialista).
Al momento de escribir este artículo, el recuento de votos de las elecciones legislativas de Estados Unidos sigue en desarrollo. Aún quedan por definirse disputas importantes que decidirán el control del Senado y la Cámara de Representantes. Todo indica que ésta última quedará en manos de los Republicanos, mientras el control de la cámara alta podría quedar en manos de cualquiera de los dos partidos por la mínima diferencia.
En la víspera de las elecciones había expectativa de que se produjera una ola republicana. La baja popularidad de Joe Biden (que ronda el 40%) y las dificultades de la economía, fundamentalmente la elevada inflación, alimentaban la perspectiva de una dura derrota de los demócratas. Sin embargo, la ola republicana no se ha materializado. Aun cuando lograran controlar una o ambas cámaras del legislativo, los resultados han quedado por detrás de sus expectativas. Del otro lado, el Partido Demócrata y el gobierno de Biden salen golpeados, pero evitando una paliza.
Elementos de análisis
Algunos puntos clave ayudan a comprender este resultado electoral. En primer lugar, está claro que, si bien no sale duramente derrotado, el gobierno de Biden y el Partido Demócrata están en un mal momento. La situación económica marcada por la inflación récord, la desaceleración del rebote económico post-pandemia, y la perspectiva de una recesión en puertas explica en gran parte el descontento que reina. Tal como señala Micheal Roberts en un reciente artículo, los ingresos reales de los asalariados han sufrido una importante caída y los niveles de desigualdad se encuentran en máximos históricos.
Otro elemento que estaba en juego en esta contienda era la dinámica interna del Partido Republicano y el peso de Trump a su interior. Si bien éste no ha lanzado aún su candidatura presidencial para 2024, participó activamente de la campaña y jugó fuerte en las primarias legislativas logrando imponer sus candidatos en muchos distritos. La suerte de estos ha sido variada. Sus candidatos lograron varias victorias, pero también sufrieron derrotas importantes que pueden impactar negativamente sobre el resultado global de los republicanos. La más notoria de ellas fue la de la carrera de senadores por Pennsylvania, donde el candidato apoyado por Trump, Mehmet Oz, perdió contra el demócrata John Fetterman. Se trata de una disputa clave que puede definir el control del Senado. En resumen, Trump obtuvo resultados mixtos, y no hubo festejos en su residencia de Mar-a-Lago.
En contraste con esto, el gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, obtuvo una contundente victoria en su pelea por la reelección, derrotando a su contendiente demócrata por 20 puntos. Esto puede marcar la emergencia de un liderazgo opositor a Trump dentro del Partido Republicano. DeSantis es un reaccionario que ha logrado resonancia nacional por sus cruzadas contra los derechos reproductivos, sexuales y de género.
Otro aspecto central de esta elección ha sido la cuestión del derecho al aborto. A partir de que la corte suprema revirtió el fallo de Roe v. Wade, este se ha convertido en uno de los puntos centrales de la política nacional. Los demócratas lo utilizaron como argumento para lograr energizar a una parte de su base mayormente desencantada. Esto parece haber sucedido. En las encuestas realizadas sobre los votantes, el aborto apareció como el segundo punto mas importante en las prioridades politicas, luego de la inflación. En la jornada electoral hubo referendums vinculados al derecho al aborto en Kentucky, California, Vermont y Michigan. En todos los casos ganaron las posiciones que en defensa de este derecho reproductivo, ya sea dándole rango constitucional, como en Michigan, o derrotando intentos de avanzar en su prohibición como en Kentucky. Lamentablemente, estas demostraciones de apoyo a los derechos reproductivos contrastan con el hecho de que no se ha podido ganar masivamente las calles para derrotar a la decisión reaccionaria de la corte, en gran parte porque las principales organizaciones vinculadas al Partido Demócrata canalizaron la energía hacia lo electoral.
El impasse continua
El escritor y activista socialista Kim Moody ha descrito la situación de la política electoral en EEUU como un impasse, “una situación política definida en parte por el bloqueo legislativo entre los dos principales partidos del país, y en parte por las limitaciones económicas y las dependencias de clase percibidas por los líderes y actores dentro de ambos partidos, en la cual ninguna reforma importante ha sido posible.”[1] Debajo de esta expresión electoral, tal como lo señala Moody, se encuentra una polarización política que, a su vez, hunde sus raíces en las crisis recurrentes del capitalismo.
Es importante señalar que esta polarización política es asimétrica. Mientras el polo derecho ha encontrado una expresión política para su radicalización en un Partido Republicano que se ha movido cada vez más hacia la derecha, el polo opuesto no ha encontrado una expresión política duradera. Esto último puede verse en el ascenso y caída de Sanders, hoy asimilado al establishment del Partido Demócrata. Esto genera una polarización estancada entre la derecha y el centro.
Las elecciones legislativas han confirmado la continuidad de este impasse. Los próximos dos años estarán marcados por un gobierno trabado y dividido, en el marco de una economía que se acerca a una recesión y una situación política nacional e internacional de volatilidad y polarización.
Ante este escenario, la izquierda necesita reorientarse de manera urgente. La orientación estratégica hacia la competencia electoral dentro del Partido Demócrata ha conducido a un camino de capitulaciones hacia el centro. Las luchas y procesos de organización dentro de la clase trabajadora, como hemos visto en Amazon o Starbucks, marcan un camino para una reorientación estratégica de la izquierda. Es construyendo estos procesos, y otros, como la lucha en defensa de los derechos reproductivos y de género y las luchas anti contra el racismo estructural, que la izquierda puede emerger como una alternativa tanto a la derecha como al centro y romper el impasse.
Luis Meiners