El próximo domingo 30 de octubre se realiza la elección de segunda vuelta en Brasil. Se enfrentan en las urnas el actual presidente Bolsonaro, que en estos últimos cuatro años encabezó un gobierno que declaró la guerra al pueblo trabajador, llevó adelante un plan de depredación y destrucción del medio ambiente e impulsó una política sanitaria directamente criminal durante la pandemia; contra el frente amplio encabezado por Lula y el PT, que lleva como candidato a vicepresidente a un político burgués, profundamente conservador y reaccionario como Geraldo Alckmin. Ninguno de los dos proyectos políticos que se enfrentan en Brasil representan los intereses de la clase trabajadora, de las mujeres y las disidencias, de la juventud y del pueblo pobre. Pero es una tarea necesaria y urgente derrotar a Bolsonaro y a la extrema derecha en las calles y en las urnas.
Es imposible entender la política brasileña de las últimas décadas, sin analizar los 14 años de gobiernos del PT, primero con los gobiernos de Lula y después con los de Dilma. La llegada de Lula y el PT al gobierno despertaron un gigantesco apoyo y simpatía en amplias franjas de trabajadores, de sectores populares, de las mujeres y las disidencias y de todos los sectores que venían sufriendo los ataques de gobiernos neoliberales y de derecha. Lula y el PT no solo tenían un enorme apoyo popular para desarrollar medidas a favor de los trabajadores y el pueblo y cambiar de raíz la estructura de desigualdad social y miseria que azotó Brasil por larguísimas décadas, sino que gobernaron en un contexto latinoamericano y mundial donde podrían haber impulsado grandes cambios sociales y políticos en el país más grande del continente.
Pero Lula y el PT hicieron todo lo contrario. Durante 14 años gobernaron al servicio de los bancos, del agronegocio y de las grandes empresas nacionales y multinacionales. Aplicaron planes de ajuste y ataques a los trabajadores, a los campesinos y a la seguridad social. Todo esto regado con una tremenda corrupción que atravesó a todos los sectores de la dirigencia del PT. Estos 14 años de un gobierno que no solucionó ninguno de los graves problemas de los trabajadores y el pueblo, fue sembrando desconfianza y desmoralización en los sectores populares y fue responsable directo de la aparición y crecimiento de una nueva derecha, vinculada a sectores militaristas y reaccionarios, misóginos y racistas, que fue creciendo de la mano de un discurso anti-sistema.
Bolsonaro y el Partido Liberal crecieron por responsabilidad del PT
Jair Bolsonaro fue un capitán retirado del ejército que nació a la vida política como concejal de Rio de Janeiro por el Partido Demócrata Cristiano en 1988. En el año 1990 fue elegido diputado por el Partido Progresista. Nunca se destacó por su labor parlamentaria pero ante la bronca y la decepción que generaron en amplias capas de la población los 14 años de gobierno del PT, emergió en el año 2018 con el Partido Social Liberal, después de la crisis que llevó al impeachment y destitución de Dilma y la causa judicial contra Lula que le impidió ser candidato, y en las elecciones generales de ese año, ganó con el 55,13% de los votos contra el 44,87% de Fernando Hadad del PT. En el año 2021 el Partido Social Liberal se disolvió y Bolsonaro se afilió al Partido Liberal.
Que un ex militar con un discurso violento y de ataques a los trabajadores y a sus organizaciones, al movimiento feminista y LGBTI, a los sectores negros y afrodescendientes, y con partidos políticos que venían siendo bastante marginales en la política brasileña haya podido ganar las elecciones del 2018 con el 55% de los votos no tiene otra explicación que el rol nefasto que juegan fuerzas políticas que se autodenominan “progresistas” o “populares” que no solo no sirven para enfrentar a la derecha, sino que directamente les abren las puertas.
En Brasil, al igual que en muchos otros países del mundo, se está expresando un enorme proceso de polarización social y política, donde los partidos definidos como de “centroizquierda” como el PT, muestran el fracaso del reformismo y el posibilismo, se niegan a cambiar la estructura social y política del país, y terminan aplicando planes de ajuste y abriendo las puertas a salidas que con un discurso anti-sistema se proponen aplicar ataques violentos a los trabajadores y a los pueblos, de la mano del FMI y las multinacionales.
Unirse a la derecha para enfrentar a la extrema derecha. Otro fracaso anunciado
Después de cuatro años de gobierno fue quedando demostrado que detrás de ese falso discurso anti-sistema, Bolsonaro y el PL fueron fieles aplicadores de las políticas de ajuste y depredación del medio ambiente impulsadas por EEUU y el FMI. Y ante la pandemia que azotó al mundo, Bolsonaro se convirtió en uno de los primeros negacionistas y responsable directo de decenas de miles de muertes que se podrían haber evitado con una política sanitaria que estuvo ausente.
En el año 2018 hubo un poderoso movimiento popular liderado por las mujeres para enfrentar el surgimiento de Bolsonaro y su acceso a la presidencia. Este movimiento conocido mundialmente con “Ele Nao” ganó las calles de las principales ciudades de Brasil y tuvo repercusión mundial. Pero ni el PT ni la central sindical que dirige, la CUT, se pusieron a la cabeza de este movimiento ni se jugaron a su impulso y desarrollo.
También en el año 2021, después de una pandemia que causó una tragedia de vidas en Brasil, se desarrollaron importantes y masivos actos con la consigna de “Fora Bolsonaro” en todas las grandes ciudades. Una vez más el PT faltó a la cita y puso todas sus fichas en el armado de un gran frente amplio para el 2022 y así ganarle las elecciones a Bolsonaro.
Y para lograrlo, Lula y el PT empezaron a armar un frente amplio con sectores de la burguesía y de la derecha clásica. Escogieron de candidato a vicepresidente a Alckmin, dos veces gobernador de San Pablo por el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), un conservador vinculado al Opus Dei y represor en ocupaciones de tierras y movilizaciones. También es parte del frente amplio el ex presidente neoliberal Fernando Henrique Cardoso, antiguo rival de Lula y ahora aliado. Y Henrique Meirelles, un gran empresario que fue ministro del gobierno ajustador de Temer.
La elección de la primera vuelta, el 2 de octubre pasado, mostró que el frente amplio con sectores de la derecha tradicional impulsado por Lula y el PT, no alcanzó para ganar la elección y mostró la enorme polarización que atraviesa a Brasil. El frente amplio de Lula sacó el 48,43% de los votos y el PL de Bolsonaro obtuvo el 43,20%, pero con sus aliados obtuvo la mayoría de las bancas en el Senado y en Diputados.
Enfrentar a Bolsonaro en las calles y en las urnas. Votamos críticamente a Lula
En las elecciones del 30/10 la tarea fundamental de los trabajadores y el pueblo de Brasil es impedir que Bolsonaro siga gobernando el país por otros 4 años. Sin depositar ni un gramo de confianza en el PT, ni en Lula ni en el frente amplio, y sin dejar de decir que ese proyecto integrado hoy junto a partidos de la derecha tradicional no va a solucionar los problemas del pueblo brasileño, votamos críticamente a Lula y llamamos a la izquierda clasista de Brasil a unirse, a defender un programa anticapitalista ahora y después de las elecciones, a ocupar las calles por todos los derechos postergados y a enfrentar cualquier tipo de ataques a los mismos, venga de donde venga.
Acompañamos a nuestras compañeras y compañeros del Comité de Enlace entre Lucha Socialista y Alternativa Socialista, con quienes integramos la Liga Internacional Socialista, en este llamado a votar muy críticamente al PT y a Lula y a seguir construyendo el partido revolucionario que Brasil tanto necesita.
Carlos Maradona