La danza de declaraciones cruzadas en el oficialismo no cesa. Todas las semanas funcionarios de las distintas facciones que integran el Frente de Todos, son partícipes de algún debate que denota una coalición fracturada. Abordamos una mirada hacia el interior del frente pejotista, las razones de sus disputas y una cuestión clave: ¿Hay posibilidad de luchar desde dentro del mismo por un proyecto progresivo para la clase trabajadora?
“Con estos niveles de desocupación y pobreza, tendríamos que haber tenido lo de Chile y Ecuador. No tuvimos lo de Chile y Ecuador porque el clima electoral empezó temprano, al principio del año. Todo 2019 la gente fue mordiendo el freno de esperar la elección, y el acto catártico fue la elección, ganar en primera vuelta”. Esas palabras de José Luis Manzano que se hallan en El Peronismo de Cristina, de Diego Genoud, pueden funcionar como una consideración central de las condiciones estructurales en las que nace el Frente de Todos y, a la misma vez, su tarea política: contener la furia callejera del movimiento de masas nacido al calor del desastre macrista.
El cometido logrado con creces en 2019, sin embargo, se consiguió bajo un relato que prefiguraba la eliminación de cualquier herencia dejada por Cambiemos. Entiéndase: reducción de la pobreza y el fin del ajuste; reparación de las jubilaciones y salarios en contraposición a la especulación financiera y, una ferviente denuncia a la estafa de la deuda contraída con el FMI.
Todas estas promesas, por el momento, fueron incumplidas y, en muchos casos, se agravaron los males preexistentes. Sumado a eso, la derrota electoral de 2021 y la legalización de la estafa de Macri con el Fondo, tras votar un nuevo acuerdo con el organismo de crédito, agravaron la situación del frente pejotista. Así aquel dispositivo que nació como un “Frente para la victoria”, según Genoud, hoy cruje por dentro.
En los últimos días la renuncia de Roberto Felleti a la Secretaría de Comercio, reavivó la llama de la interna. La discusión sobre la espiral inflacionaria y la traslación de los precios exteriores al comercio interno, motivó la renuncia del ex funcionario que responde al ala kirchnerista. Sin embargo, su gestión, lejos estuvo de ser una contraposición al rumbo económico fondomonetarista que imprime Martín Guzmán. De todas formas, el fuego cruzado volvió a sobrevolar. Por ejemplo, Andrés Larroque declaró: “Más allá de que existan diversas charlas y buenas intenciones, es muy necesario que se resuelvan los problemas de fondo porque si no, no hay política social que alcance”. Y, también agregó: “sin la unidad no se puede y con la unidad no alcanza”.
Todo el bombardeo mediático expuesto por Larroque, como también se puede considerar de la misma forma a las declaraciones de Sergio Massa en pedido del aumento del mínimo no imponible de “Ganancias”, no residen en una mera pelea de subjetividades que componen el frente. El problema mayúsculo que conjuga la interna oficialista, se halla en el desastre económico que persiste en el país. Las denuncias de carácter epistolar realizadas por Cristina Fernández sobre el ajuste en curso en 2021, como el reconocimiento de la existencia de “trabajadores pobres, algo que nunca había pasado”, son los fundamentos centrales de las polémicas internistas. Y, a la misma vez, la razón que motiva el desmarcamiento de la política oficial de Alberto Fernández, para no quedar contaminados de ajuste.
De la jugada maestra, al presidente desconocido
Cuando Alberto fue anunciado como presidente por Cristina en 2019, se consideró una táctica de carácter histórico para un gran contingente que quería sacarse a Macri de encima. Sin embargo, esa elección, es el punto de partida de la actual “moderación” o, mejor dicho, de la concreción del co-gobierno con el FMI. El camino transcurrido por el Frente de Todos hasta el momento, no puede considerarse como un desvío de su estrategia política, es la expresión máxima de su marca de nacimiento.
La unión por parte del kirchnerismo con el presidente actual, alguien que tiene como prontuario haber formado parte de las listas encabezadas por Domingo Cavallo, como la confluencia con el dirigente del Frente Renovador, quien posee grandes lazos con la embajada norteamericana, no prefiguraban una radicalización del espacio conducido por CFK, sino todo lo contario.
Hoy el desconocimiento del presidente reside en las cifras del 60% de inflación interanual, la retracción de los salarios en la participación de la renta nacional y un acuerdo con el FMI que ordena la economía local para que nunca ocurra la tan aludida “redistribución de ingresos”.
En este marco, vale hacer una aclaración. Lo que empieza a traslucirse, teniendo en cuenta que el frente no se va a romper, según las expresiones de sus integrantes, es una lucha por la dirección del mismo y su futuro armado electoral de cara a los comicios de 2023. Las encuestas que refractan un oficialismo diezmado por la crisis económica y política, habilita la discusión para que cada parte integrante quiera hacerse de una eventual futura presidencia. Conjuntamente, desde el ala kirchnerista, otra vez, en una especie de revival del “hay 2019”, su función de crítica discursiva trabaja como chaleco de fuerza al descontento de las bases que votaron al Frente de Todos.
Vociferación y pasividad callejera
La votación del acuerdo con el FMI, la suba reciente de los aumentos de gas y luz y la negativa al aumento de las retenciones, fueron hechos que encontraron al kirchnerismo confrontando discursivamente al gobierno.
En el primer caso, fue el hijo de la vicepresidenta quien estuvo en primera plana por presentar la renuncia a la presidencia del bloque oficialista en la Cámara de Diputados. En el segundo, Federico Basualdo por la confrontación a las nuevas subas en contraposición a lo que requería Guzmán y, en el tercero, el renunciado Feletti.
Todos estos episodios que, más allá de las declaraciones que se impartieron por los antes mencionados, mostraron un espíritu compartido: hacer prevalecer las políticas de Alberto Fernández. La renuncia de Máximo fue en ese sentido y no sólo ocurrió eso, sino que el bloque referenciado con la vicepresidenta no participó de las comisiones para que el acuerdo con el Fondo no tenga ni reparos verbales. Tampoco los diputados y senadores participaron de las sesiones e incluso esta expresión tuvo su sumun con la senadora chaqueña María Inés Pilatti Vergara quien dijo en alusión a su voto negativo: “Si mi voto era decisivo, votaba a favor”. Días más tarde, La Cámpora, el 24 de marzo, desplegó una movilización numerosa denunciando la pérdida de soberanía…
El caso de Federico Basualdo, actual subsecretario de Energía, famoso por contradecir al Ministro de Economía, es similar. Éste sin renunciar, pero denunciando verbalmente las nuevas subas de las tarifas energéticas, fue cómplice de la medida al firmar los documentos que permitían las audiencias públicas como paso previo para el posterior tarifazo.
Por último, la declaración de Feletti tras su renuncia dejó expuesta esta política del ala kirchnerista en el gobierno. El ex secretario de Comercio, cuando abandonó su cargo, expresó: “Considero que la actitud más razonable y profesional de mi parte es facilitar que el Ministro Martín Guzmán tenga libertad para seleccionar funcionarios y funcionarias que compartan el rumbo definido y el programa fijado”.
Una comprobación del cinismo político desplegado por el kirchnerismo quien, siendo gobierno, no confronta realmente las políticas con las que dice estar en desacuerdo. En el espectro de esta denuncia también entran las direcciones sindicales que están bajo el manto político de Cristina, como la de Hugo Yasky y Sergio Palazzo, quienes también despotrican sin realizar un plan de lucha concreto.
En síntesis, como la ruptura no es una opción para ellos, por omisión, les caben las responsabilidades del ajuste que no enfrentan en las calles a pesar de quejarse del mismo.
Unidad sin contornos para enfrentar a la derecha en 2023
El comportamiento del gobierno, que en los hechos no está siendo más que una continuidad de las políticas neoliberales del macrismo, afirmación que no basamos en un simplismo analítico, sino en la contrastación de los indicadores sociales, es tierra fértil para la aparición de nuevos fenómenos por derecha. Milei es el ejemplo más claro. De todas formas, no abordaremos aquí las causas del crecimiento del reaccionario que va ganando terreno en un marco de polarización política y social. Pero sí nos parece importante rescatar que, en este clima político, la lógica posibilista vuelve a imperar en la discusión pública.
Así como en 2019 fue “necesaria” la unión con Alberto y Massa para sacar a Macri, ahora se produce una nueva maniobra del mismo carácter. El acto realizado en Mendoza hace unas semanas donde figuraba el lema “hay futuro para el 2023”, encontró una palestra variada de personalidades del peronismo. A tal punto que el llamado a “recuperar el peronismo” por parte de Anabel Fernández Sagasti, líder de la Cámpora de Mendoza y responsable de la convocatoria, se permitió la presencia del ex gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey. Un nombre que, conjuntamente con Massa y los integrantes de la liga de los gobernadores, fueron quienes permitieron la sobrevida del gobierno de Cambiemos entre 2015 y 2019, votándole cualquier paquete de leyes.
La asistencia a este acto no fue lo único, sino que, como lo hicieron público algunos medios, el mismo Urtubey se reunió con Wado De Pedro, quien sostiene la máxima de que “se necesita una amplia participación que permita competir en internas”. Todos estos manotazos de ahogado, que reviven lo más conservador que se halla en el peronismo, no reside en una táctica para vencer a la derecha y pelear contra su posible retorno. Es una orientación que responde a recuperar la sangría de votos producida en 2021, donde el frente oficialista vio cómo se le fugaron más de cuatro millones de electores.
Volvamos al principio, a la cita del empresario José Luis Manzano. Con el Frente de Todos en el poder: ¿es posible que el freno al malestar con el gobierno sea una denuncia medida hacia sí mismo, prometiendo nuevamente una salida electoral en 2023, después de haber incumplido todas sus promesas de la campaña de 2019? Considerando la negativa obvia a la respuesta, si existe una posibilidad de que Juntos por el Cambio o los “libertarios” se hagan de la presidencia, es por la dinámica política impresa por el gobierno actual, quien sigue defendiendo a los sectores más concentrados de la economía y ajustando a los trabajadores, frustrando todas sus propias promesas de campaña de 2019.
La alternativa que necesitamos los trabajadores
Ante la lógica del posibilismo surge una discusión central: ¿hay posibilidad de luchar desde dentro del mismo frente, como lo plantea el kirchnerismo, por un proyecto progresivo para la clase trabajadora? Desde la izquierda sostenemos que no, por el carácter que tiene el mismo y por su sentido estratégico.
En un mundo en decadencia, con afirmaciones en este sentido como las entregadas por el Foro de Davos, quien sostiene que el mundo se enfrenta al mayor desafío después de la Segunda Guerra Mundial, queda claro que el problema es sistémico: el problema es el capitalismo.
Sin embargo, desde Alberto hasta la vicepresidenta, absolutamente todos, no se han cansado de defender a este sistema social decadente como lo mejor que le ha pasado a la humanidad, sin importar que gobiernan un país con más del 40% de pobreza; sin importar que si se anuncian hambrunas en el mundo, es por responsabilidad de la estructura productiva del neoliberalismo que ellos no están de acuerdo en modificar y garantiza las ganancias para unas 8 empresas, mientras millones padecen el hambre; sin importar que el país está despojado de su soberanía, con el FMI visitando al país cada tres meses para ver si se cumplen las metas de ajuste y austeridad. Todos fenómenos representantes del capitalismo que defienden.
Ante el peso de la crisis que nos enfrentamos, se necesitan medidas de carácter radical. Para terminar con el panorama descripto, no se puede pensar en conformarse con lo “posible”, sino que es urgente hacer posible lo necesario. Para esto urge recorrer un camino que, como contraposición al fracaso del gobierno del Frente de Todos, pregone la unidad de las y los trabajadores y la juventud precarizada. Y esta audacia política sólo reside en el espacio que integramos con el MST, el FIT-Unidad.
Este es el camino que invitamos a transitar de manera conjunta, sin obviar las discusiones pertinentes que requiere el frente que integramos para poder ser opción ante la decepción de cientos de militantes con el gobierno actual. Discusiones que no son programáticas, ya que la orientación por una salida anticapitalista y socialista es lo necesario para terminar con esta situación agobiante, pero sí es adecuado pensar cómo ubicar mejor nuestra herramienta política para afrontar la crisis en curso.
Sólo así vamos a lograr fortalecer, contra el posibilismo y la oposición de derecha, la única opción que discute realmente cómo terminar con el yugo del FMI y dar por tierra la herencia neoliberal que dejó la última dictadura, profundizada por los sucesivos gobiernos y que, con independencia política de los empresarios y los burócratas sindicales, se plantea un gobierno para las mayorías trabajadoras y populares.