jueves, 19 diciembre 2024 - 04:20

Diferentes posturas frente a la guerra. El PST: una política principista 

En algo más de dos meses del año 1982 quedó a la vista la enorme voluntad antiimperialista del movimiento de masas, el cinismo de las direcciones políticas burguesas, la cobardía y brutalidad de los jefes militares, el heroísmo de la juventud plebeya argentina en armas y lo que trataremos en este artículo: la actuación de la izquierda. Especialmente del único partido que tuvo una política revolucionaria consecuente frente a la guerra, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST).  

La guerra fue una prueba de fuego también para la izquierda. El país se conmocionó. La dictadura que había comenzado a hacer agua con la crisis económica de 1980 y por la reacción de lucha de sectores del movimiento obrero y popular, se vio impactada por la movilización obrera del 30 de marzo de 1982, en la que hubo duros enfrentamientos entre las columnas de trabajadores y la represión, que dejaron un trabajador muerto. Se pasó de la resistencia defensiva a los militares, al ascenso obrero contra el gobierno, hasta que se abrió, con la recuperación de las islas, una enorme movilización nacional antiimperialista en días. Este cambio brusco en la realidad puso a la izquierda a probar sus apoyos teóricos, sus análisis y políticas. 

Causa justa y antiimperialista 

La primera definición acertada del PST fue la que ordenaba el debate: la recuperación de las Islas Malvinas era una causa justa y antiimperialista. Y esto es así independientemente de que la cúpula de las fuerzas armadas que conducían la dictadura pretendiera utilizar la acción militar para eludir la crisis que amenazaba con ponerla en jaque. El PST sin llamar a confiar en ese régimen genocida, se asentó en una definición de Trotsky, quién en una conversación con el dirigente obrero argentino Mateo Fosa hacía una definición de una situación similar, aunque hipotética. Si el Brasil semifascista de la dictadura de finales de los años 30 entraba en guerra con el Imperio Británico, según el fundador del Ejército Rojo, no habría ninguna duda en colocarse del lado del Brasil “fascista” pero dependiente contra la “democrática”, pero imperialista Inglaterra. 

Apoyado en esta definición el partido ordenó su política. Esquemáticamente, estudiando los materiales de la época del PST, se puede concluir que su política giró alrededor de un claro eje antiimperialista. 

La exigencia de desconocimiento de la deuda externa con los agresores, de la expropiación de los bienes imperialistas en el país como empresas, corporaciones, fabricas, bancos, etcétera. La organización desde las fábricas, empresas y sindicatos de la clase trabajadora para facilitar las donaciones de todo tipo, y reclamar el armamento de los obreros, y una participación activa de la CGT en la organización de la movilización obrera. Lo mismo que reclamaba la democratización de la vida y la sociedad en el país. En sus periódicos de la época que se distribuían en ese momento semi clandestinamente, plantea por ejemplo la necesidad de la legalización y actuación democrática de los partidos, sindicatos y otras organizaciones de masas. 

Movilización para ganar la guerra 

Al mismo tiempo, proponía aquellas medidas para debilitar económicamente al imperialismo, y denunciaba medidas económicas de la dictadura como una propuesta del ministro de Economía Aleman que planteaba en plena guerra la privatización de gran parte de las empresas estatales como por ejemplo Segba (la eléctrica después descuartizada por Menem) y el asombroso caso de pagar la deuda externa en medio de la guerra con los organismos internacionales y acreedores imperialistas. E intentaba avanzar en la democratización a caballo del proceso antiimperialista desatado en el país. Desarrolló una política de que fueran la clase obrera y los sectores populares los que encabezaran la movilización nacional para ganar la guerra. Así informaba cómo mientras patronales imperialistas como Renault suspendían a miles de trabajadores, esos mismos trabajadores hacían millonarias colectas para apoyar la lucha y al mismo tiempo que exigía duros castigos para esas corporaciones llamaba a emular a esos obreros. 

Otra parte importante del PST y de la corriente internacional a la que pertenecía, desarrolló una campaña de solidaridad internacional que tenía una base de masas importantes en países como Perú, Venezuela y otros de América Latina, que consistía en acompañar las movilizaciones que se estaban desarrollando en esos países y difundir las conductas ejemplares de militantes revolucionarios de esos países que se anotaban como voluntarios para combatir contra Inglaterra en la guerra. Por otra parte, también llamaba a reclamar al gobierno a que exigiera ayuda militar a la URSS, cuba y otros países de lo que entonces era el movimiento de países del tercer mundo. 

Así el PST desarrolló una política y propuso un método consecuentemente revolucionario para ganar la guerra. 

El PC y el Papa 

En una gran concentración, realizada el 11 de junio de 1982, el Papa aprovechó su ascendiente sobre una parte importante de la población para imponer su visión de rechazo a la recuperación de las Malvinas. Enmascarada bajo una reivindicación supuesta de la Paz, Juan Pablo II llamo terminar rápidamente el conflicto. Lo que sucedió 3 días después, cuando el gobernador militar de las Islas Mario Benjamín Menéndez, se rindió miserablemente al comando inglés. 

haber desarrollado una política correcta. Hizo una importante campaña de agitación llamando a no participar de la concentración denunciando su carácter pro imperialista. Denunciando así mismo la capitulación del antecesor del actual Partido Obrero, que participó de esa misa de la rendición, con el insólito argumento de “cambiarle el contenido”. 

Pero el engaño del pacifismo no lo usó solamente el Papa, fue la política oficial del Partido Comunista Argentino durante todo el conflicto armado. Llegando a plantear que la solución la encuentre las Naciones Unidas, lo que de hecho significaba devolver las islas a los ingleses. 

La capitulación desencadenó una revolución 

Al contrario de la opinión de otros sectores de la izquierda como el sociólogo Matías Maielo de La Izquierda Diario que sostiene en el final de un largo artículo que la caída de la dictadura no provocó ningún cambio en el país y que prácticamente fue una transición pactada entre los militares y los partidos burgueses, la realidad es que la caída de la dictadura fue provocada por una reacción enorme del movimiento de masas que cuando se conoció la capitulación obligó de manera revolucionaria a la renuncia de Galtieri, el comandante que cumplía el rol de presidente, y del conjunto de la Junta Militar, dejando por 15 días el poder político del país en el aire.

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