jueves, 19 diciembre 2024 - 03:56

Malvinas. Omar Romero, excombatiente: “La guerra se podía haber ganado”

Entrevistamos al ex combatiente, militante del MST, Omar Jesús Romero. Sus anécdotas y consideraciones políticas son de gran utilidad tanto para las nuevas generaciones, como para aquellas que maduraron soportando una propaganda infernal que, tras formas pacifistas y a veces contra la sangrienta dictadura, desparrama un mensaje derrotista sobre esa enorme gesta antiimperialista. Sostienen equivocadamente que aquella movilización contra la flota inglesa estaba destinada al fracaso. Un mensaje del “no se puede” enfrentar al imperio que, incluso desde filas que se autodefinen “progresistas”, se repiten hoy para intentar descalificar a los que sostenemos que “si se puede” enfrentar al imperio y romper con el FMI.

PdI: ¿Cómo recordás el 2 de abril?

OR: Es un proceso que empezó un poco antes. Había un proceso político donde nosotros, si bien estábamos embarcados, percibimos como en el país con altos índices inflacionarios y problemas en la economía, se empezaran a producir muchos conflictos sociales. En forma previa a la toma de Malvinas hubo una movilización importante a la Plaza de Mayo donde hubo represión. Era una dictadura feroz que cortaba todas las libertades e hizo algo, que después nos enteramos nosotros, empezó a discutir la recuperación de las Islas Malvinas para tratar de desviar el foco de atención. La dictadura empezó a entrar en crisis con Viola y luego con Galtieri, con la crisis económica y las movilizaciones, por eso deciden invadir las Malvinas.

Yo estaba embarcado en el buque de desembarco Cabo San Antonio que transportaba infantes de marina, pertrechos militares y todas esas cosas. Un buque que fue hecho en los Astilleros Río Santiago. Estábamos fondeados en la base naval de Puerto Belgrano, la más grande de la Armada. Allí estaban muchos barcos, portaaviones, destructores… Era cabo de la Marina, había ingresado a los 15 años y estuve primero en el portaviones 25 de Mayo y luego fui transferido al buque de desembarco Cabo San Antonio. Mi rol era en la sala de máquinas del buque y también cumplía otro rol de desembarco con las lanchas de rescate.

Nosotros en el mes de febrero, realizamos ejercicios de desembarco en Punta Pirámides. Empezamos a embarcar, luego de que se cortaron todas las licencias, el 26 y 27 de marzo, tropas de infantería de marina, llevamos anfibios de desembarco en nuestras bodegas… Zarpamos pensando que íbamos para Buenos Aires, por el proceso de agitación que se esperaba y pensamos que las tropas que llevábamos eran para que reprimieran a la gente.

En la navegación hicimos guardias y tuvimos las luces apagadas en el medio del mar. Teníamos una flota de mar bastante importante. Teníamos dos buques misilísticos que fueron montados en Inglaterra,  llevábamos comandos anfibios… y el 30 a la noche, nos comunican que íbamos a Malvinas…

Para nosotros fue una sorpresa y ahora no se cómo expresar la sensación que tuvimos, que no fue de alegría, sino como de mucha satisfacción. Había un espíritu de ir a defender lo nuestro. El primero de abril a la noche entramos a una especie de bahía que tenía una isla en el medio. Había una cierta resistencia inglesa que nos tiraba desde la costa con morteros, algo que no aparece mucho en los diarios de la época. A las 4 o 5 de la mañana del 2 de abril bajan los buques anfibios, las lanchas y las tropas de infantería de marina. Mi rol de combate en el San Antonio era en la cubierta, donde se bajaba la rampa para bajar o subir los anfibios. Desde allí podía observar todo lo que estaba sucediendo en el desembarco. Se tomaron las islas. Nosotros entramos a Puerto Argentino. Estuvimos dos días ahí. Bajamos todos los pertrechos militares, dejamos las tropas de infantería de marina y nos fuimos.

Después nos informamos que había una gran algarabía en el país, que mucha gente se había movilizado a Plaza de Mayo a festejar la recuperación de las islas, en la que hubo un discurso de Galtieri que dijo “si quieren venir, que vengan, le presentaremos batalla”. Había mucha solidaridad. Nosotros volvimos a puerto, empezamos a embarcar de nuevo y a los ocho días salimos para el sur, llevábamos más pertrechos.

En mi opinión los militares no se jugaron a fondo. Buscaron la vía diplomática. Hacer la toma de las islas para luego salir a negociar. Nosotros estábamos embarcados y nos enteramos de alguna de esas negociaciones… y la verdad, esa negociación no servía para nada. Aquello era una humillación para el imperio por parte de una colonia y había una decisión política tomada de Inglaterra, sobre todo por la crisis que tenía el gobierno de Margaret Thatcher, estaba muy cuestionada. En esa época hubo una huelga muy importante de mineros que estaba jaqueando al gobierno. También en EEUU había otro gobierno conservador como el de Reagan. Imponían barreras para que pudieran levantarse países periféricos como nosotros. Veníamos de una revolución en el 79 en Nicaragua, donde la dictadura argentina mandó oficiales para intervenir en la contra insurgencia que armaron los yanquis, para intervenir contra la revolución. Por eso, Galtieri pensó que EEUU iba a ayudar en la negociación. Pero cuando la flota inglesa zarpó ya quedó claro lo que pasaba con la negociación.

Nosotros hasta que llegó la flota, fuimos llevando tropas y pertrechos militares a Tierra del Fuego, fundamentalmente a Río Grande. También a  Río Gallegos y Puerto San Julián. La dictadura tenía cierto temor de que la dictadura de Chile -país con quien tuvimos un conflicto en 1978 por el canal de Beagle- iba a aprovechar la oportunidad para atacarnos.

El 1° de mayo cuando hunden al Belgrano, cerca de las cuatro de la tarde, a nosotros nos ataca el mismo submarino, cuando navegábamos por el golfo San Jorge rumbo a Río Grande, a las doce de la noche, llevando equipamiento, armas, municiones, tropas, tanques, de todo un poco… El buque San Antonio no tiene quilla, en una situación de conflicto cuando se navega de noche, se navega mucho en zig zag. Cuando hunden al Belgrano nos pegamos lo más cerca de la costa posible para que no haya profundidad submarina. Sin embargo esa misma noche, a las doce, navegando en zig zag, nos dicen al otro día, que habíamos sido torpedeados, y que no impactaron los torpedos que dispararon.

Teníamos amigos en el Belgrano. Nos informan del torpedeo a las seis de la tarde, dicen que había sobrevivientes y empieza a aparecer la lista. Cuando zarpamos para Malvinas, en forma previa al 2 de abril, el único buque que no salió y quedó en el puerto fue el crucero Belgrano, que estaba en reparaciones. Cuando volvimos de Malvinas, después del desembarco, fuimos con los camaradas del crucero a tomar algo. Yo conocía a un tal Gómez que estuvo conmigo y que murió en el crucero. Nos visitábamos cuando estábamos en la dársena. De hecho luego de haber vuelto del desembarco en Malvinas, fuimos al crucero porque querían que les cuente. Había compañeros de mi misma promoción, que nos recibimos juntos. Me acuerdo de Gómez y tres o cuatro más, que nunca volvieron.

Llegamos a Río Grande, bajamos la tropa y pertrechos y volviendo cerca del golfo de San Jorge, en Puerto Deseado, se había eyectado un piloto de un avión de la aeronáutica derribado y estaba en el medio del mar. Un Aviso, que es un buque pequeño, con 40 o 50 tripulantes, sale a buscarlo. Este buque fue interceptado por dos helicópteros ingleses en el medio del mar. Llevaba una bandera de la cruz roja y al ser sobrevolado por los helicópteros ingleses, les dispara. Baja esa bandera, sube una argentina y empieza un combate con los helicópteros. Hasta que aparecen dos Sea Harriers y destruyen el puente de comando donde se maneja todo el barco. Hubo muertos y heridos.

Nosotros estábamos por la zona y salimos a buscarlos, ya que no tenían radio, ni tenían nada. Teníamos la preocupación de que pudiera haber un ataque de submarinos o de los aviones ingleses que estaban por la zona. Lo buscamos dos días hasta que nos dan la posición. Lo ubicamos, bajamos con las lanchas y lo remolcamos hasta Puerto Deseado. Había sobrevivientes. Murieron entre 8 y 10 tripulantes, entre ellos el capitán y los que estaban en el puente de comando. Tuvimos que sacar los cuerpos de nuestros camaradas, luego los pusimos en cajones, cuando llegamos a Puerto Deseado. Los sobrevivientes volvieron en nuestro buque San Antonio.

Una anécdota que recuerdo es que mientras estábamos navegando -imagínate que estábamos varios días embarcados- teníamos víveres, pero poco abrigo. Habían llegado un montón de cosas del Fondo Patriótico donados por la gente, chocolates, cigarrillos. Cuando llegamos a Puerto Deseado, en condiciones difíciles, mucha niebla, nos enteramos que los oficiales tenían en sus camarotes chocolates, cigarrillos y  muchas de esas cosas. Eso provocó una revuelta en la que nos empezamos a juntar varios suboficiales y conscriptos. En la Marina no había mucha diferencia entre los conscriptos y el personal de la suboficialidad. Si la hay entre oficiales y suboficiales. Los oficiales son muy elitistas, tienen camarotes, nosotros estamos en los lugares comunes con las literas, con las camas marineras y ahí dormimos todos juntos, tanto los conscriptos como los cabos y cabos primeros. Nos quisieron hacer una especie de movimiento vivo en la cubierta, nos quedamos varios. Luego nos dieron 45 días de arresto, que consistían en que no podíamos bajar del barco en el puerto. Al final, nos dieron dos cartones de cigarrillos a cada uno, chocolates y otras cosas.

PdI: ¿Qué recordás de los militares y los políticos de aquellos años?

OR: Cuando estalla la guerra, estalla el conflicto y hunden al Belgrano, fue una repercusión enorme en todos los países latinoamericanos. Perú mandó aviones Mirage con pilotos peruanos para combatir en la guerra y los dejaron ahí, guardados en medio del conflicto; varios aviones de la aeronáutica habían sido arreglados y la dictadura no los usó; Nicaragua ofreció combatientes y así varios países latinoamericanos que se solidarizaron, algunos ofreciendo  poner el cuerpo y otros más de palabra.

No hubo una organización de las tres fuerzas para enfrentarlos directamente. De hecho la noche de la rendición, que fue el 14 de junio, hubo un batallón de Río Grande, el BIM 5, entrenado en soportar el frío, que de hecho contuvo a los ingleses y no los dejó avanzar en monte Tumbledown, que son las alturas que rodean a Puerto Argentino. Fue un día antes de la rendición y después le dan la orden de replegarse, cuando se acabaron todas las municiones. No mandaron tropas mejor preparadas para pelear porque no tenían la intención de ganar la guerra. Gran parte de los pibes que mandaron, tenían 18 años. No tenían experiencia para bancarse el frío, no tenían suficientes elementos de abrigo, no tenían comida, muchos fueron estaqueados. Eso fue así. Nosotros cuando terminó el conflicto trajimos todos los pibes al continente en el barco hacia Puerto Santa Cruz. Fue una cosa tremenda.

Otro dato, yo estuve en el portaviones hasta el año ‘81. Los aviones Super Etendard empezaron a aparecer en esa época, recién comprados. De hecho a fines del ‘81 llegaron cuatro Super Etendard con sus cuatro misiles Exocet, de la compra de catorce, en total. Para utilizar los misiles Exocet al empezar el conflicto faltaba descifrar el código del cerebro del Super Etendard. Es un código rastreador. Acá los códigos fueron descifrados por los técnicos argentinos, lo que fue una sorpresa. La guerra empezó en abril, cuando en junio o julio estaba pautado que llegaran 10 aviones más, con sus respectivos misiles. Podían haber esperado hasta julio. Aparte, programar la invasión en otoño, cuando se venía el invierno encima, refleja que sólo querían desviar la atención de la situación interna y no se planteaban ir a la guerra.

Los dirigentes políticos de aquel momento, Bittel del PJ, Contín o Alfonsín de los radicales, formaron una especie de concertación, primero para tratar de frenar la movilización por Malvinas, apoyando el camino de la negociación y tirando para atrás el conflicto. En forma posterior, hubo una campaña del alfonsinismo para “desmalvinizar” y ocultar todo lo que fue Malvinas.

Cuando el conflicto termina nos agarra a nosotros en medio del mar. Mal. Porque nosotros vimos los aviones peruanos, vimos la solidaridad de Latinoamérica y estabamos convencidos que se podía ganar. De hecho, para más datos, hundimos ocho barcos ingleses de los más importantes. Averiamos el buque insignia, el portaaviones Invencible, algo que ocultan hasta ahora.  Ocho hundidos, ocho averiados, hay cinco inutilizados y hay ocho que salieron fuera de combate, ya que los aviones argentinos, al tener que volar muy bajo para no ser detectados por los radares, cuando llegaban al objetivo tenían que tomar altura para descargar sus bombas, eso impidió que muchas no explotaran, pero dejaron averías en los barcos. Hubo más de treinta buques de la flota inglesa fuera de combate, entre los más importantes, Se hundió el Atlatic Conveyor que transportaba aviones Sea Harrier y helicópteros. Los Sea Harrier ya casi no sobrevolaban las islas, como lo hacían al principio.

Habían posibilidades tremendas de ganar si hubiera habido otra política. Si hubieran utilizado los aviones peruanos, con la flota argentina, que la Armada mandó a resguardar cerca de la costa, con los destructores misilísticos que teníamos, se podría haber presentado combate. Fue una decisión política no ganar la guerra. Tomaron la decisión de invadir para tapar la crisis social y política que había en el país.  Buscaron una negociación vía EEUU y no se jugaron. No se utilizó todo el apoyo latinoamericano y de la población en general. Se ofrecieron incluso muchos aviadores civiles. No fue una campaña en la que, en función de la guerra y de derrotar a los ingleses, se pone todo. Y pese a todo esto, a pesar de la conducción, se pudo frenar a los ingleses y casi les ganamos.  Cuando se firma la rendición se había parado el avance inglés y dicho por sus propios generales tenían para dos o tres días más de pertrechos.

En medio de eso aparece el Papa. Unos días antes de la rendición. Tratando de pacificar, lanzando ondas de paz. De hecho, a los dos días se firmó la rendición y había todavía posibilidades de seguir combatiendo. No hubo decisión política de ganar la guerra. El Papa vino para ayudar a la dictadura a entregar las islas y firmar la rendición. Su presencia estuvo al servicio de los intereses del imperialismo inglés y yanqui, para intentar confundir a un sector de la población con su mensaje pacifista e ir contra la enorme movilización democrática contra el imperialismo.

PdI: ¿Cómo viviste la posguerra?

OR: Nosotros hicimos el traspaso de los buques hospitales que iban a buscar los soldados y los dejábamos en un puerto de Santa Cruz, en Punta Elisa. Sentíamos mucha impotencia, mucha bronca. La derrota duele y más cuando sentíamos que teníamos posibilidad de ganar. Cuando terminó el conflicto nosotros volvimos al Sur. Por toda la costa del Sur fuimos a traer todos los pertrechos y nosotros, recién después, creo que el 23 de agosto, pudimos volver a salir de licencia. Yo era cabo segundo y en la Marina se firma contrato por cuatro años para subir a cabo primero. Decidí pedir la baja, lleno de impotencia y de bronca. En realidad nos fuimos una camada importante de la fuerza. Entre un 40 y un 50% del personal de cuadros de la Armada pidió la baja voluntaria a partir de 1982.

Al mes y medio conseguí trabajo en el Hospital Italiano. Vino la apertura democrática y los jóvenes de esa época teníamos una avidez política tremenda. Empezamos a juntarnos con algunos sectores que habíamos participado del conflicto, conscriptos, personal de cuadros que nos habíamos dado de baja. En el hospital, el antecesor de nuestro MST, el MAS, había empezado a tener una influencia importante y a través de los compañeros del partido nos contactamos con una organización que se llamaba Malvinizar. Una organización de ex combatientes que quería empezar a organizarnos de conjunto y empezar a reclamar.

Nos borraron completamente. Muchos que estaban sin laburo en esa época vendían la revista Malvinizar. Empezamos a organizar los centros de ex combatientes. El partido nuestro organizó varios centros. Se formó una coordinadora y organizamos una movilización a Plaza de Mayo para reclamar. Pedíamos atención médica, porque muchos ex combatientes habían quedado con secuelas. De hecho muchos compañeros traumados se suicidaron. Nosotros fuimos dejados de lado. Yo entré en el Italiano porque apenas terminado el conflicto las empresas empezaron a tomar ex combatientes. Hubo una indicación de la dictadura y las empresas nos tomaron.

Todo eso se cortó con Alfonsín. Hubo toda una campaña de desmalvinización. Nos ocultaron. Para poder conseguir una pensión tuvimos que hacer varias movilizaciones a  Plaza de Mayo, montar una carpa. Primero nos dieron una pensión miserable, honorífica.

Hasta el día de hoy nos seguimos organizando en los centros. Hace poco hubo una movilización al PAMI en la que fueron reprimidos ex combatientes, por el tema de la Salud. En el PAMI a los veteranos se los dejó de lado y la atención es pésima. No le dan los medicamentos y porque las autorizaciones para las familias tardan mucho en salir.  Se reclama mucho por la falta de medicamentos psiquiátricos. Se peleó para que los ex combatientes fueran incorporados, en lo que nosotros llamamos el anexo 40,  para que se reconozca la discapacidad, que hasta hoy no salió para todos, que tienen secuelas.

Nosotros con Malvinizar logramos organizar varios centros y lograr distintas reivindicaciones en la época de Alfonsín. Después vino Menem que desguazó toda la flota, el portaaviones. Con la liquidación del plan Cóndor se liquidó la posibilidad de tener un misil de fabricación propia cediendo a  presiones del imperialismo.

Cuando terminamos la desgrabación de esta extensa entrevista, Romerito, como le llaman con cariño los compañeros del Hospital Italiano, del que fue delegado general de la interna por muchos años, ya había pasado el día recorriendo escuelas junto a otros ex combatientes en su pueblo natal San Luis del Palmar, a 25 km de la ciudad de Corrientes capital. A la noche, terminaba su larga jornada con una vigilia en el Centro de ex combatientes, que según sus palabras tanto esfuerzo les costó formar ante las trabas de las autoridades. Así son muchos ex combatientes. Siguen peleando por sus derechos y por mantener viva la memoria de una de las gestas antiimperialistas más heroicas de nuestra historia contemporánea.

Entrevistó Gustavo Giménez

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