En el día de ayer, el presidente comunicó de manera poco ortodoxa que Argentina habría comprado 25 millones de dosis de la vacuna rusa. Desde los medios afines al gobierno quieren instalar que la vacunación y, por lo tanto, el fin del problema coronavirus está cada vez más cerca. Otros más cautos hicieron observaciones sobre la seguridad de la vacuna que aún no completa la fase 3. En estas líneas expresamos nuestra opinión al respecto.
Ayer, 2 de noviembre, en una entrevista concedida a la agencia rusa Sputnik, Alberto Fernández confirmó que Argentina habría comprado 25 millones de dosis de la denominada “vacuna rusa”. Que por ello habría viajado a Rusia en forma secreta, la viceministra Carla Vizzotti. También trascendió que se trata de una compra a riesgo, es decir, como la vacuna aún no pasó la prueba de fase 3 (su aplicación en un gran universo de personas, donde se pueden sacar conclusiones mucho más certeras de su eficacia y seguridad), puede suceder que una vez probada en miles la vacuna no resulte segura o eficiente y entonces se habrá perdido el dinero. Eso sí, Vizzotti, ante las suspicacias que esto podía acarrear, se apresuró a decir que “lo mismo estamos haciendo con la vacuna de Pfizer y la de AstraZeneca”.
El presidente, que dijo tener 2 dosis para él pero que no se la aplicaría aún, se ocupó de aclarar que la vacuna estaría disponible a partir de diciembre o enero y que la primera mitad de dosis llegaría en esos meses y en marzo el resto. También que pondría 3 mil puestos de vacunación en el AMBA para vacunar a todos, empezando por el personal de la salud. Y que pretende que en poco tiempo más de la mitad de la población del país esté vacunada. Axel Kicillof ya sacó las cuentas de que necesitaría vacunar en primera instancia cerca de 6 millones de personas, contando a los trabajadores de la salud y personas de riesgo.
La repercusión mediática
No es de extrañar que semejante noticia haya hecho explotar todos los titulares de la prensa escrita y audiovisual. Como siempre en estos tiempos, las aguas se dividieron entre los medios amigos del gobierno que, siguiendo la línea de Alberto presentaron la noticia como la gran esperanza a corto plazo; y los medios de la vereda de enfrente que, sin poder omitir la noticia en sí, hicieron eje en los puntos flacos, como que la vacuna solo ha pasado la fase 1 y 2 en no más de 400 voluntarios, ninguno de ellos con comorbilidades o de alto riesgo. Señalaron además el problema que significa comprar por adelantado algo que todavía no se sabe si va a funcionar o no. Otros pusieron en duda la vacuna por el solo hecho de ser de origen ruso, lo que supuestamente la haría no confiable.
El problema no es la vacuna rusa
Cuando Putin dijo que la aplicaría aún sin estudios de bioseguridad, fijamos nuestra posición respecto de la vacuna Sputnik V. Se trata de una vacuna de tipo vectorial (usa dos tipos de adenovirus para transportar las espículas antigénicas del coronavirus), que es un método reconocido y confiable de vacunación. También sostuvimos que el laboratorio que la elaboró inicialmente tiene trayectoria y tecnología para hacerlo. Y señalamos como muy nocivo, riesgoso y equivocado el promover la vacunación de poblaciones sin haber pasado todos los ensayos exigidos por la ciencia médica.
Sostenemos que, desde el punto de vista científico, no hay un cambio cualitativo en este aspecto. La vacuna ha sido probada en unos 400 voluntarios, mayormente sanos y los datos presentados muestran que tiene pocos efectos colaterales y confiere buena inmunización, en esta población. Lo que no quiere decir que esto se pueda extrapolar a sujetos con enfermedades concomitantes o con factores de riesgo para Covid-19. Eso es precisamente de lo que se trata la fase 3 de los estudios, que aún no pasó. En ese sentido está en las mismas condiciones que el resto de las vacunas como las de Pfizer o AstraZeneca, las más conocidas y adelantadas.
¿Por qué entonces tanto bombo, si en definitiva no estamos mucho más adelantados que hace 3 meses atrás? Para nosotros, la respuesta pasa por la necesidad del gobierno de Fernández, ante los malos resultados obtenidos por el manejo de la pandemia en el país, de comunicar buenas noticias para intentar fortalecerse. Pero fundamentalmente lo que busca el presidente, al igual que el resto de los mandatarios del mundo, es llevar la idea de que la solución a la pandemia, y por lo tanto el inicio de la recuperación económica ansiada por los grandes capitalistas, está a la vuelta de la esquina. Tratan de inyectar confianza en los mercados y también en la gente para que salga a consumir y a trabajar, ya que la solución está cerca.
La vacuna rusa puede o no funcionar, como la yanqui, inglesa o china. Lo importante es reactivar la destruida economía mundial, aun abreviando u omitiendo pasos fundamentales de la investigación científica. Poniendo en riesgo a la población mundial ya sea porque no inmunice bien o tenga efectos colaterales a largo plazo, ya que las vacunas convencionalmente no se aprobaban hasta después de 2 años de evaluación de efectos a largo plazo. No olvidemos que la propia OMS ha permitido liberar una vacuna que solo tenga un 50% de efectividad, frente al 75% requerido en el pasado.
Socializando pérdidas, privatizando ganancias
Otra mención requiere el hecho que hayamos comprado la vacuna pagando por adelantado, algo así como pague ahora y viaje mañana. En esto Fernández tampoco es original, lo mismo hace Trump en Estados Unidos. México habría comprado 32 millones de dosis y 50 millones Brasil. De lo que se trata, es de hacer que los países financiemos por adelantado la producción de los grandes laboratorios. A diferencia de lo que sucede con otras drogas, correrán poco riesgo. Es decir, si las vacunas fallan, los que habrán perdido son los países imperiosamente necesitados de las vacunas y no los grandes pulpos farmacéuticos del capitalismo. En cambio, si las vacunas funcionan, los que ganarán serán ellos. Como siempre decimos el capitalismo socializa las pérdidas, pero privatiza las ganancias.
Nosotros, por el contrario, siempre sostuvimos que lo que hay que hacer es priorizar de verdad la salud de la gente. Tomando las medidas de aislamiento estrictas y necesarias, aumentando los testeos para focalizar el riesgo, subsidiando no a las grandes empresas sino a los trabajadores para que puedan mantenerse hasta tanto se llegue a una vacuna segura y sin los apuros anticientíficos del mercado capitalista. Decimos que hay que declarar de utilidad pública mundial y nacional toda la salud en pandemia, estatizando todo el sistema y también, lógicamente, la producción de vacunas y medicamentos de todos los laboratorios en danza. Para que se llegue adecuadamente al resultado esperado y las vacunas estén a disposición de toda la población en forma gratuita, financiada por los Estados. Por eso no es la vacuna rusa el problema central, es el sistema capitalista que, en su sed de preservar sus ganancias, pone en riesgo la vida de millones apurando la salida al mercado de vacunas y drogas sin las pruebas de seguridad apropiadas.
(*) El autor de esta nota es médico cardiólogo de la ciudad de Mendoza.