Vecines de la Asamblea Luna Roja de Chapadmalal denunciaron que se estaban vertiendo desechos cloacales directamente en el arroyo Lobería, provenientes de un complejo de cabañas construidas frente al mar que ya habían sido clausuradas en el 2020 por cuestiones similares.
Durante el fin de semana largo de octubre, las playas se llenaron de turistas y fue en este período donde las irregularidades del balneario salieron a la luz y comenzaron a ser denunciadas. Ante la nula respuesta de los empresarios y con un asunto que olía muy mal, el miércoles 20 les vecines tomaron la iniciativa, se manifestaron frente a la delegación municipal y presionaron a que los agentes correspondientes analizaran las aguas sospechosas.
Los resultados de los análisis se conocieron el viernes 22 de octubre y revelaron lo que ya todes sabíamos. Hay materia fecal en las aguas del arroyo y la problemática se extiende hasta las arenas de la zona: escherichia coli, enterococo, coliformes y formaciones de colonias en una proporción abismalmente superior a las permitidas por el Ministerio de Salud.
El gobierno determina que para una muestra aislada los parámetros son 33 NMP/100 ml de enterococos 126 NMP/100 E. coli. “En Luna Roja se superaron estos niveles máximos permitidos de enterococos unas 350 mil veces“, destacaron les vecines. Esto representa un gran riesgo para la salud de les bañistas y un grave impacto ambiental en la reserva forestal que allí se encuentra.
La buena noticia es que, nuevamente, el balneario fue clausurado, demostrando la importancia de la organización vecinal.
La usurpación del espacio público
Este episodio en Luna Roja, vuelve a poner en cuestionamiento la privatización de las playas y la calidad de los permisos que se dan a estos establecimientos. Cada verano, vecines y turistas nos encontramos con una menor cantidad de playa pública. En muchos casos la marea alta baña las carpas de los sectores privados, dejando sin ni un mínimo espacio al sector público, problemática contra la cual venimos luchando desde la Red Ecosocialista Mar del Plata junto a diversas asambleas y activistas independientes. Durante el verano pasado, se dio un proceso de lucha muy importante, en el que vecines autoconvocades desarmaron las carpas de los emprendimientos privados, indignades porque en medio de la pandemia habían ocupado prácticamente toda la arena pública.
Alejarse del centro hacia las playas del sur suele ser una de las alternativas, pero allí también la avaricia de unos pocos está robando espacios de todes. Y sí, robando porque justamente las aguas grises que fueron a desembocar en el arroyo provienen de cabañas construidas sobre terrenos en los que, según se comenta, no tenían permiso para hacerlo.
Nuestros mares en peligro
La usurpación del espacio público y la contaminación por efluentes cloacales son problemas evitables, pero el EMTUR y otros entes reguladores tanto municipales como provinciales no se muestran muy interesados en hacer su trabajo, dejando en evidencia que su verdadero rol es garantizar las ganancias de los empresarios. Solo funcionan bajo la presión de las organizaciones ambientalistas que tenemos que velar constantemente por los espacios públicos y el medio ambiente. Incluso ahora, luego de este desastre ecológico, en la entrada del complejo de cabañas no se observa una faja de clausura, sino un discreto cartelito en el que informan “Estamos cerrados preventivamente para re adecuar nuestra estructura de cara al inicio de temporada para sorprenderlos con una nueva forma de disfrute de nuestro mágico espacio”.
Estas cuestiones responden al mismo modelo extractivista que avala y promueve el gobierno nacional como única opción para acumular dólares y pagar la fraudulenta deuda externa. En Mar del Plata, la Red Ecosocialista junto a activistas independientes y otras organizaciones conformamos la Asamblea por un Mar Libre de Petroleras para dar batalla a la instalación de las plataformas off shore y la exploración sísmica por el grave impacto que representan hacia toda la vida marítima.
Te invitamos a organizarte con nosotres porque sólo la lucha colectiva es capaz de de ponerle freno a este ecocidio.
Magalí Molina Pelayes