viernes, 22 noviembre 2024 - 12:59

Día mundial del ambiente. ¿Quién puede frenar la crisis ambiental?

Desde el 5 de junio de 1974 se conmemora el día mundial del ambiente. La fecha surge tras los debates dados en 1972 en la Conferencia de Estocolmo, sobre Ambiente,  se crea  el Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente  (PNUMA). Desde ese momento al presente todos los indicadores ambientales han empeorado.

El cambio climático es una realidad que solamente una persona irracional se atreve a negar, esa es la primera certeza de este texto. No vamos a intentar polemizar con quienes aún persisten en la negación,  son pocos y en su mayoría no están dispuestos a reconocerlo ya que hacerlo implicaría poner en cuestión sus propios privilegios.

Lo que si vamos a exponer es una serie de aportes al enorme y diverso activismo ambiental que conscientemente lucha en defensa de la biodiversidad y por reconstruir el mundo. Con ellos queremos debatir sobre ¿Cuáles pueden ser las mejores e indicadas coordenadas para ganar la batalla contra los que propician el colapso ambiental como política? y de ese modo responder a la pregunta que inaugura este artículo: ¿Quién puede frenar la crisis ambiental?.

Datos alarmantes

Karl Marx en “La Ideología Alemana”, uno de los tantos textos en los que hace referencia a la relación del hombre con la naturaleza, plantea que “en cierto desarrollo de las fuerzas productivas, se llega a un estadio en el que las mismas en el marco de las relaciones existentes se transforman en fuerzas destructivas”. La realidad da cuenta de la vigencia de dicha hipótesis. De esta forma, Marx se anticipó y dejó en claro que el capital agota las dos fuentes fundamentales de la riqueza social: la fuerza humana y la naturaleza.

A principios del 2021 un grupo de diecisiete científicos de las universidades de Stanford, de Flinders y de California escribió un informe en el que alerta de subestimar los desafíos ambientales puede resultar en un “futuro espantoso” para la humanidad. Y afirman que “la escala de las amenazas a la biosfera y todas sus formas de vida, incluida la humanidad, es tan grande difícil de entender incluso para expertos bien informado“.

A lo largo del texto señalan que los síntomas que veremos, de no revertirse la actual situación serían: extinción masiva de especies, migración sin precedentes, más pandemias, clima extremo y escasez de alimentos, y de agua. Es decir,  se pone de manifiesto la necesidad de fortalecer la organización, el reagrupamiento y los programas políticos para una revolución integral de la sociedad.

En la investigación señalan un aspecto clave para orientar nuestra brújula: “La formulación de políticas globales está muy lejos de abordar las amenazas existenciales”. El análisis indica que el creciente choque de intereses nacionales y corporativos hace que la situación climática empeore y que sea casi nula la intervención al nivel internacional para evitar los devastadores cambios que señalan.

La reciente cumbre climática convocada por Joe Biden y que contó con la participación de Alberto Fernández que resulta ser para algunos sectores un factor de esperanza, no lo es. Por más que los defensores de las corporaciones hayan anunciado que pedirán a las industrias que pagan sus campañas electorales y de las cuales reciben enormes regalías económicas que reduzcan el daño ambiental, todo sería muy lento y poco efectivo.

Lo que necesitamos es una revolución en todos los sentidos, una de tipo socialista y con un eje productivo ecosocialista y la única forma de poder lograrse es si logramos empalmar a la mayoría del activismo ambiental con las y los trabajadores ocupados y desocupados, con el movimiento feminista y disidente, con la lucha por los derechos humanos y la defensa étnica, entre otros frentes.

La situación en Argentina

A pesar de los discursos de Alberto Fernández y de algunas legislaciones referidas a la cuestión ambiental, el extractivismo es la columna estructural del 99,9% del sistema productivo argentino. No lo decimos nosotros, es una realidad poco discutible.

En nuestro país aún persisten las reformas del menemato y una de ellas ha sido clave en la extranjerización de nuestros bienes comunes y ha beneficiado a las multinacionales enormemente. Por ejemplo, la provincialización de los mal llamados recursos naturales fue la clave para la expansión de la megaminería a cielo abierto en el país, junto a los códigos mineros que se reformaron y quitaron limitaciones en los tamaños que hicieron que las concesiones sean eternas.  Los resultados están a la vista, miseria, dolor, contaminación y criminalización de la protesta.

Con la llegada en 1996 de los primeros vegetales genéticamente modificados se inauguró también una era de ingreso de miles y miles de litros de agroquímicos. En los años posteriores las multinacionales hicieron lobby para que cada uno de los venenos que se necesitan para mantener el sistema intensivo de siembra sea aprobado sin ningún reparo por parte de los gobiernos y de ese modo mantener sus bolsillos llenos.

A pesar de que en el año 2015 la Agencia Internacional para la investigación del Cáncer haya catalogado el glifosato, biocida que se utiliza a gran escala en nuestro país, como probablemente cancerígeno, aún sigue siendo comercializado de modo libre. Eso que los defensores del agronegocio se empeñan en llamar “aplicaciones”, como si pudieran controlar, ha triplicado los casos de cáncer, malformaciones, perdida de suelo, envenenamientos. La extensión de la frontera de la soja ha provocado cambios en los territorios por demás de significativo y numerosos estudios señalan que llevara décadas que el suelo se limpie de tanto químico.

Por eso, ahora los grandes dueños del comercio exterior argentino analizan a quién le entregan la administración del dragado y el balizamiento del río Paraná, lugar por donde se trasladan la totalidad de las exportaciones de la agroindustria y la megaminería, entre otras actividades que asientan toda su rama productiva en el extractivismo y la precarización laboral para sostener sus enormes ganancias.

¿Qué hacer?

En 1876, Federico Engels describió de modo brillante el accionar de los capitalistas en cuanto al modo en que se relacionan con la naturaleza, dijo:  “En relación con la naturaleza, como con la sociedad, el modo de producción actual se preocupa predominantemente sólo por el resultado inmediato y más tangible; y luego se expresa sorpresa de que los efectos más remotos de las acciones dirigidas a este fin resulten ser bastante diferentes, sean en su mayoría de carácter opuesto; que la armonía de la oferta y la demanda se transforma en todo lo contrario”.

Por lo tanto, la definición central que debe orientar la política es que por más que se vistan de verdes, son todos extractivistas. Los anuncios de futura transición a las energías renovables por parte de corporaciones carboníferas como Shell son eso, meros anuncios.  En dicha lista debemos agregar a Amazon, Coca-Cola y Microsoft que también anunciaron que se podrán a trabajar en la disminución del uso de carbono en sus productos.

Los anuncios de un cambio en el enfoque de la clase dominante se vuelven vacíos en la realidad y de ser genuinos puede ser muy tarde debido a que toda su lógica se asienta sobre la búsqueda de la ganancia. A eso le tenemos que sumar las rivalidades interimperialistas que hacen que el trabajo coordinado e internacional sea escaso. Las multinacionales seguirán aprovechándose de las leyes vigentes y de los gobiernos títeres que legislan a su favor.

La posibilidad de acumular tecnología climática y esfuerzos colectivos con el horizonte de frenar  el aumento de las temperaturas globales, que se considera sería de 1,5 ° C entre 2030 y 2052, y que para muchos puede ser catastrófico, requiere de una reorganización de la sociedad sobre otras bases y para nosotros son:

  • Poner en marcha la transición energética de las actuales a otras de menor impacto ambiental o también llamadas renovables y desatollar otras formas de energías aun no descubiertas.
  • Reconvertir el transporte individual por un amplio sistema transporte público sin que ello implique pérdida de empleos en la industria del automóvil.
  • Volver a recuperar ferrocarriles para reducir al máximo el transporte de camiones. Junto al desarrollo de nuevas formas de combustibles puede ser clave.
  • Urbanización bajo una lógica ecológica y no de lucro.
  • Prohibición de los agroquímicos y del agronegocio, reforma agraria integral y reforestación a gran escala del planeta. Remplazar el monocultivo por otros métodos de sembrado locales y que no requieran del uso de biocidas.
  • Prohibición de la megaminería a cielo abierto y planificación de la extracción de minerales en función de un plan de mínimo uso y la inversión en ciencia y tecnología para buscar materiales que requieran menos extracción.
  • Destinar el esfuerzo colectivo e internacional para la inversión en investigación científica orientadas a producir sobre la lógica de lo socialmente necesario y no sobre la base del mantener las ganancias de los capitalistas y la lógica del mero consumo.
  • Transformación de la dieta alimentaria.

Los desafíos del movimiento son enormes, pero para concretarse necesitamos empalmar de manera urgente con las y los trabajadores, incluso con aquellos que trabajan en las industrias contaminantes, explicarles pacientemente que nuestra intención no es que pierdan el único trabajo que tienen, todo lo contrario. Decirles una y otras vez que nuestra búsqueda es una solución a largo plazo de las injusticias, de la explotación capitalista y de la contaminación.

Triunfar va a depender de la mayor unidad como jamás antes se haya visto, de enormes sectores en lucha junto a las y los trabajadores, ejemplos de cómo podría hacerse tenemos. Construyendo poder para cambiar el rumbo. Que exista futuro depende en gran medida de los esfuerzos que hagamos en el presente para lograr ganarles a los ecocidas capitalistas y sus gobiernos. A esa lucha nosotros la llamamos “hacer una verdadera revolución socialista, feminista, disidente y ecologista”, adelante compañeras y compañeros.

Fuentes consultadas:

  • Golpe de Estado Climatico. Mark Alizart

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