viernes, 22 noviembre 2024 - 22:36

Un cumpleaños de diván. A 165 años del nacimiento de Sigmund Freud

“la ciencia moderna no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como unas pocas palabras bondadosas”

Sigmund Freud

El 6 de mayo del 2021 se cumplen 165 años del nacimiento de Sigmund Freud, conocido como “el padre del psicoanálisis”, término que al mismo Freud le traería sospechas y algunos desagrados. Nacido en 1856 en Pribor, en el seno de una familia judía de clase media, vivió casi toda su vida en Viena, donde estudió medicina y se especializó en neurología. En un camino de intensas teorizaciones y re-elaboraciones, y en el marco de una comunidad de colegas cuyos nombres quedan siempre opacados por el del mismísimo Freud, construyó al psicoanálisis como una disciplina para abordar la vida anímica y el padecimiento psíquico. La conceptualización de un sistema inconsciente en la determinación de nuestros actos, lleno de parajes incomprensibles a la razón cotidiana, fue su principal aporte. Y no solo al campo de la psicología, sino también al conjunto de las ciencias dedicadas a lo humano. La invitación al despliegue de un saber que se construye, elemento por elemento, en el diálogo con el analista, fueron la base para construir una de las teorías más complejas que ha visto la modernidad.

Un hombre, una obra, un contexto

La mirada sobre la obra de Sigmund Freud nos advierte la subversión de muchas “verdades” del pensamiento occidental, el descentramiento respecto del ser absoluto e indiviso, la apertura a nuevos horizontes de visibilidad. En palabras de Freud, se trata de “la tercera herida narcisista” al amor propio de la humanidad, que acabó por desmitologizar al hombre mismo; la primera herida fue infringida por Galileo, cuando nos dijo que la tierra no es el centro del mundo, y la segunda, por Darwin, que demostró que los humanos no somos creaciones divinas. Tal afirmación a su vez implica, una lectura que examine las líneas de atravesamiento que la evidencian como testimonio del siglo XIX, en tanto el ángulo en el que Freud apunta su mirada para concebir el psicoanálisis se encuadra en una mentalidad histórica, que inscribe sus puntos más inflexibles aun para el propio autor. 

Ese mismo ángulo, es el que recorta en buena parte de su teoría una filiación al contexto científico de la época; donde se tratará de deconstruir las textualidades del Romanticismo y evidenciar los encapsulamientos que embrujaban a los círculos científicos con concepciones mágicas y espiritualistas, inscribiendo al psicoanálisis en la tensión histórica entre ciencia y religión, debate que producía grandes arrebatos en su época.

Freud se convierte así en un escéptico a toda metafísica. Observando bajo la lente de sus escuelas directrices -que se evidencian en su formación médica y neurológica- se comanda en la ardua tarea de hacer que elpsicoanálisis sea aceptado por el positivismo victoriano. Concibe así una metapsicología que explicita términos psicológicos y fundamentos racionales, allí donde antes era pensado el ocultismo, lo religioso. Con este proyecto, se aferra a los principios aprehendidos en su juventud, en el laboratorio de fisiología de Brückey a los preceptos aprendidos de los padres del positivismo en las ciencias naturales: Du-Bois Raymond y Von Helmholtz.

Muchxs psicoanalistas contemporáneos, se sorprenderían al leer en Proyecto de psicología para neurólogos la idea de postular al psicoanálisis como “ciencia natural”. El término “quantum de afecto” es uno de los que expresan este emprendimiento pionero de Freud. Ya en su definición, sus propias palabras expresan la intencionalidad de una aproximación condicionada hacia lo fáctico de su escuela madre: ¨(…) tal idea es la de que en las funciones psíquicas debe distinguirse algo (montaje del afecto, magnitud de excitación), que tiene todas las propiedades de una cantidad –aunque no poseamos medio alguno de medirlo- algo susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, que se extiende por las huellas mnémicas de las representaciones como una carga eléctrica por la superficie de los cuerpos”[1]Se trata entonces de descubrir regularidades, leyes intrínsecas a los fenómenos.

El marco vivencial del siglo vislumbra una perspectiva que apunta hacia el progreso, un ahínco inminente hacia el avance de la ciencia, una voluntad tendiente hacia el equilibrio. El principio del placer, en un momento posterior de elaboración en la obra psicoanalítica, continuará como testigo de la búsqueda de homeóstasis.

En su célebre libro La interpretación de los sueños, escrito unos años antes del comienzo del nuevo siglo pero publicado en el 1900 como signo de una nueva etapa, será cuando Freud ensaya un nuevo pensamiento, la “historia oficial” sobre psicoanálisis. La fuerte propuesta antropológica de Freud es que existe un inconsciente, una legalidad propiamente dicha, una regularidad en los fenómenos de las rupturas discursivas, de las grietas en la lógica, de los sueños, de la extrañeza que ensaya la persona sobre sí misma cuando no entiende como “eso” le es propio. Esta es la fuerte apuesta de Freud, el modo de ver al inconsciente como excéntrico, al sujeto como “sujetado”, la determinación propia experimentada como ajena.

Los parámetros científicos de la época lo esfuerzan a buscar un objeto que sea equivalente con algún modelo propuesto por las ciencias naturales, pero nociones como el inconsciente se le escurrirán constantemente del paradigma experimental. Formula las leyes regulares del inconsciente, condensación y desplazamiento, pero un resto no estaría sujeto a ninguna regularidad. A su vez irá ensayando un quiebre de lo fáctico y tangible cada vez más profundamente en su obra. No obstante, el positivismo solo dará crédito a lo demostrable por los hechos, por la ciencia experimental. Los escritos Psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y su relación con el inconsciente, La interpretación de los sueños, serán textos argumentativos en lugar de una tentativa por demostrar la hipótesis del inconsciente. Es como si el mismo Freud, al elaborar un cuerpo teórico basado en la sexualidad, se viera permanentemente expuesto a la castración.

Lo que irrumpe

Dice Freud de Nietzsche: “en una época posterior me rehusé el elevado goce de las obras de Nietzsche con ésta motivación consciente, no quise que representación-expectativa de ninguna clase viniese a estorbarme en la elaboración de las impresiones psicoanalíticas”.  [2]

Friedrich Nietzsche será uno de los pensadores que con mayor convicción había insistido en que la razón juega un papel secundario en la vida del hombre. Este pensador crítico hasta lo corrosivo, asistemático hasta lo contradictorio, sostiene una profunda crítica.

Es por esta vía como Freud se encontrará con lo irreductible. La nueva teoría pulsional reformulará su visión sobre los procesos inconscientes, la irrupción traumática de la sexualidad y de la muerte romperá toda búsqueda de equilibrio. En ese sentido, será la repetición a la que empuja Tanhatos (pulsiones de muerte) la que romperá el encuadre positivista tan exigido a su propia obra, como resto que se resiste al sometimiento de la lógica, incluso de la lógica analítica.

El aparato psíquico ya no podrá concebirse con el objeto modelo de las ciencias naturales, ya no podrá ser pensado en términos homeostáticos ni encontrar metáforas suficientes en la ciencia moderna. Algo que carece de “ligadura” irrumpe el campo de las representaciones. Mezcla y desmezcla, devenir pulsional, viraje último de la obra de Freud. Y por más que el autor conscientemente no resigna su intención de fidelidad con el discurso científico, la exploración del inconsciente lo alejaría cada vez más de dicha perspectiva.

A bien, ¿cómo es posible que luego de tal ruptura epistemológica el autor haya confiado hasta los últimos días de su vida, en que un desarrollo ulterior de las ciencias podría demostrar algún día la existencia real y comprobable, es decir positiva, de lo que su metapsicología había puesto en escena? ¿Por qué la esperanza en que la ciencia viniese a iluminar aquello que emergía de las propias contradicciones y oscuridades de lo científico?

¿Hasta qué punto este Freud, atravesado por la discursividad de su épocaha experimentado, a su vez, por la vía del inconsciente y de su status epistemológico, la apertura hacia una nueva discursividad? Al parecer, algo del orden de la creación delimita gran parte de las respuestas posibles.

El psicoanálisis en el nuevo paisaje

El vislumbro psicoanalítico sobre el “devenir sujeto” invita a preguntarnos: ¿cuál es el estatuto del sujeto en nuestro vivencial contemporáneo? Entendiendo al sujeto como acto, ¿de qué manera esta sombra del contexto se inscribe en la emergencia de la subjetividad?

La sociedad posmoderna, montada sobre toda una superestructura de pensamiento, hoy es la encargada del intento permanente por maniobrar los hilos discursivos, dando oscuridad sobre aquellas cosas que evidencien la insoportable incompletud de los paradigmas vigentes. Contradictoriamente hoy parece primar la fragmentación de paradigmas, las múltiples contradicciones y disociaciones que se revuelven hasta lo más profundo de los pensamientos en busca de articulaciones posibles que cobrarán carácter hegemónico en la medida que se anuden a la cuestión del poder. De este modo, muchas veces se cree que se es pionero en una nueva ideología, cuando en realidad ese camino a seguir, esa libertad restringida, son reproducidos como cómplices ciegos de aquellas marcas que los determinan.

Esta cognición “medida” es sometida a la regulación de los centros de control social e institucional, dueños de un sinfín de articulaciones de poder que se sostienen dentro de la multiplicidad del universo simbólico. De ese modo logran anudar deseos resistiéndose, por estructura, al acto creativo y liberador. Ahora bien, ¿cómo proponer nueva grieta consecuente de la innovación? Freud, ¿logró rupturas por obra de su pensamiento o porque la escena que sostenía al paradigma experimental no resistiría por mucho más tiempo sus propias contradicciones? Pareciera que el movimiento mismo de la historia misma se inscribe en una eterna dialéctica de reproducción y creación. La creación emerge denotando la incompletud del universo.

Un aporte del psicoanálisis, entre tantos, es seguir incomodando, interrogando y nombrando el malestar. Y si bien hoy no es un campo homogéneo y en las prácticas, aún más, se registra la pluralidad y fragmentación de la disciplina, presenta el desafío de superar los supuestos cis-hetero-normativos en la explicación de la constitución subjetiva, y la deconstrucción de miradas endogenistas para la incorporación de la dimensión socio-histórica en la determinación del sujeto, incluso del propio inconsciente. No tiene ningún sentido exigir esa búsqueda en la obra del propio Freud, sino pensar los aportes y constructos que nos permitan pensar, alojar y curar, ante la subjetividad de nuestra época.

Caro Dome

Bibliografía:

Sigmund Freud, Las neuropsicosis de defensa, Ed. Biblioteca Nueva, 3era edición, Madrid, 1973, pág. 176,177

Sigmund Freud, Contribución a la historia del movimiento picoanálitico. Op cit.

F. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, Alianza, Madrid, 1973, pàg. 242

A.Comte Curso de filosofía positiva, Aguilar, Bs. As. 1973.

F. Nietzsche, El ocaso de los ídolos, Siglo XX, Bs. As. 1976.

Mario Elkin Ramírez Ortiz, Documenta Laboris N° 6, La investigación en Psicoanálisis, Buenos Aires, 2002.

Foucault, M.: Vigilar y castigar, México, Siglo XXI, 1987; Cap. III. “Las disciplinas”.

Ramírez Ortiz (2002). Freud y el positivismo científico. Documenta Laboris N° 6, La investigación en Psicoanálisis, Buenos Aires, 2002.


[1] Sigmund Freud, “Las neuropsicosis de defensa”, Ed. Biblioteca Nueva, 3era edición, Madrid, 1973, pág. 176,177.

[2] Sigmund Freud, Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico.

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