Falleció el 4 de mayo de 1980. Dirigente de la República Soviética de Yugoslavia desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta su muerte, se presentó como algo distinto al estalinismo pero no fue tan diferente. Su historia en estas líneas.
En mayo de 1892, en la actual Croacia que por entonces era una región del imperio Austro-húngaro bajo el dominio del emperador Francisco José, nacía Josip Broz, a quien el mundo conocería luego como el mariscal Tito.
Su infancia y juventud están plagadas de historias y leyendas, muchas incomprobables y otras creadas posteriormente para magnificar o disminuir su imagen. Podemos hablar de la versión que decía que en realidad había nacido en Rusia y era un agente infiltrado del Partido Comunista de la Unión Soviética, basada en que su pelotón durante la Primera Guerra Mundial había sido capturado por el ejército zarista y que en la lucha por su libertad se habría integrado al Ejército Rojo en la zona de Siberia. O que siendo perseguido por el gobierno yugoslavo habría escapado de los Balcanes hacia nuestro país, viviendo durante dos años en la localidad de Berisso bajo el nombre de Walter, trabajando en el frigorífico Swift. Completando esta leyenda, se dice que era fiel seguidor de Estudiantes de La Plata. Un mural en el bar “Sportman” en dicha localidad, lo tiene como personaje ilustre, dándole más forma a esta versión.
De cualquier manera, lo que ya empieza a ser clave en la historia de Tito, es que para 1940 es elegido como secretario general del PC Yugoslavo, gracias a su cercanía con la burocracia soviética en tiempos del Komintern estalinista que subyugaba a todas las secciones bajo la dirección absoluta de la U.R.S.S.
El mariscal
En 1941, el vergonzoso pacto Molotov-Ribbentrop1 se había roto y los nazis avanzaban contra todo el este europeo. En Yugoslavia, con la invasión nazi, había 3 grandes movimientos en pugna. Por un lado los ustachas, un grupo nacionalista y racista croata, aliado a los nazis y quienes organizaron el país bajo el “protectorado alemán”. En segundo lugar los chetniks, quienes eran el antiguo ejército leal a la monarquía yugoslava. Por último, el ejército popular, más conocido como partisanos, una guerrilla organizada por el Partido Comunista. Desde el liderazgo de los partisanos, Tito comenzó a enarbolar una política de unidad en defensa de las nacionalidades que eran víctimas de las limpiezas raciales perpetradas por los ustachas. Esto le valió el reconocimiento de amplios sectores que se materializó en la creación del Consejo Antifascista de Liberación Nacional de Yugoslavia, el cual proclamó a Tito como mariscal de Yugoslavia. El Consejo comenzó a funcionar como un nuevo gobierno en las zonas que eran liberadas del control de las fuerzas del eje, y su influencia y poder se fue acrecentando a lo largo de todo el país. Uno de los elementos que más tarde marcarían sus diferencias con la U.R.S.S es la defensa de la idea de “nacionalidad”, especialmente en territorios como Yugoslavia, que más que una nacionalidad propia era una sumatoria de diferentes nacionalidades bajo una misma división administrativa. Para los momentos finales de la guerra, Tito era reconocido por el pueblo como el líder de la liberación yugoslava y padre de la nueva nación. El 7 de marzo de 1945 se reunió el gobierno provisional yugoslavo convocando a elecciones, que ganarían abrumadoramente los partisanos.
Estalinismo sin Stalin
El gobierno de Broz, alimentado por el prestigio de ser Yugoslavia, junto a Albania, uno de los países donde los comunistas habían llegado al poder por su propia victoria ante los nazis, comenzó una serie de reformas, partiendo de la abolición de la vieja monarquía y la transformación de la economía, que pasó a ser centralizada por el Estado. Sin embargo, el control de la misma no recaía sobre organismos obreros democráticos, sino sobre la vieja estructura militar partisana. Desde el inicio, la burocracia tenía el control.
La reconstrucción de Yugoslavia iba a necesitar de muchos recursos externos que la U.R.S.S no estaba dispuesta a entregarle a Tito sino era a cambio de subordinarse a la política de la coexistencia pacífica, a la cual desobedecía permanentemente, enfrentándose con Estados Unidos por recuperar territorios que no habían sido acordados por las potencias en Yalta y Potsdam. Estas tensiones, sumado al cada vez más marcado nacionalismo de Tito, marcarían la ruptura entre Yugoslavia y la U.R.S.S.
Desamparado por la esta, aceptó dinero proveniente del Plan Marshall aunque sin aceptar las condiciones draconianas que planteaba el acuerdo. Tito encontró la manera de pivotear entre las dos superpotencias, una forma a la que el mismo se refirió como “el camino yugoslavo al socialismo”. Consecuente con esa línea, se sumó a formar la organización internacional de “países no alineados” como forma de presión a ambas potencias y sosteniendo una política de neutralidad con respecto a la guerra fría, con la intención de dejar a su país fuera del campo de batalla de las dos potencias. Irónicamente, la política de Tito era similar a la de socialismo en un solo país de Stalin; internamente había tomado la misma política de relocalizaciones territoriales forzadas de las diferentes etnias para acabar con los conflictos raciales, tal como había hecho Stalin durante fines de las décadas del 20 y principios del 30. Mientras tanto se enfrentaba con el líder soviético.
Yugoslavia y sus últimos años
Mientras estuvo bajo su control, las tensiones étnicas entre croatas y serbios habían disminuido. En cambio, la represión a opositores y la existencia de campos de trabajo forzados como el de Goli Otok fueron en aumento. Los yugoslavos tenían ciertas libertades que el resto de los países bajo control soviético no tenían, como por ejemplo la posibilidad de salir del país, pero sufrían un control totalitario con respecto a la libertad de pensamiento y organización.
La década de los 70 golpearía muy duro a Yugoslavia con la crisis del petróleo, poniendo fin a las exportaciones que sostenían la economía del país, produciendo una recesión brutal. Comenzaron a aflorar luchas nacionalistas como la de los kosovares, reclamando su independencia. Casi como síntoma de esto, la salud de Tito comenzó a declinar rápidamente. En 1980, el “héroe” de Yugoslavia fallecería en Liubliana.
La muerte de Josip Broz significó para Yugoslavia el estallido de todas las tensiones que había logrado disminuir artificialmente, con una combinación de represión brutal y culto a la imagen del mariscal como unificador del país, demostrando que nunca había aplicado ninguna medida de fondo para acabar con los problemas concretos de la clase obrera. Su sucesión siguió por el mismo camino, la organización de la burocracia con su sistema de partido único allanó el camino para el surgimiento de movimientos de derecha nacionalistas que terminarían provocando las guerras civiles balcánicas.
Tito, aun cuando se enfrentó públicamente con Stalin, fue un dirigente profundamente estalinista en sus métodos y sus políticas. Y a los ojos de occidente fue extremadamente más exitoso en sus resultados, jamás supuso una amenaza para el capitalismo mundial.
Notas:
- https://mst.org.ar/2020/08/23/pacto-molotov-ribbentrop-cuando-el-estalinismo-funciono-como-catalizador-del-nazismo/
Germán Gómez