El 8 de agosto de 1978, en plena dictadura cívico -eclasiastico-militar, fue desaparecida Beatriz Perosio, quien a sus 31 años se desempeñaba como presidenta de la Asociación de Psicolos de Buenos Aires (APBA) y de la Federación de Psicólogos de la República Argentina (FePRA). Su desaparición, como la de los 30.000, respondió a un plan sistemático de represión para concretar un plan político y económico que cambio la fisionomía de nuestro país y tuvo altos impactos psicológicos en toda la población.
Las desapariciones, las torturas, la represión, la censura y las contantes violaciones a los derechos humanos, tuvieron efectos, también, en el ejercicio profesional de la psicología
Desde el exilio, el silencio, el cierre de dispositivos comunitarios, el desmantelamiento de servicios públicos en salud mental y la despolitización de la teoría en las universidades y centros de estudios.
La recuperación de la democracia, fue también ocasión para reanudar luchas históricas, como la conquista de la ley de incumbencias profesional, que amplió el radio de acción de la psicología, a la par que se realizó una producción teórica inédita en el mundo.
Diversos psicologxs se pusieron al servicio de la memoria, la verdad y la justicia, acompañando procesos de re-elaboración de lo traumático y de restitución de derechos.
Todas experiencias que ampliaron los márgenes de nuestra práctica, estallaron los muros de la práctica privada.
Al día de hoy, las tensiones y disputas entre una práctica individualista o una verdadera política pública en salud mental, con sentido interdisciplinario y de derechos humanos, siguen a la orden del día.