El 7 de marzo de 2010 el lesboodio se cristalizó en asesinato. A Pepa Gaitán, una joven lesbiana de 27 años, la mataron por ser quien era. Daniel Torres, el padrastro de su novia, la ejecutó de un escopetazo en Córdoba porque no toleraba su relación. Su crimen, impulsado por el odio y la impunidad, marcó un antes y un después: convirtió el 7 de marzo en el Día de la Visibilidad Lésbica en Argentina. Quince años después, la historia de Pepa sigue siendo un grito de lucha, la violencia contra las lesbianas no se detiene.
Cuando ser lesbiana es un factor de riesgo
El 5 de mayo de 2024, Andrea, Pamela y Roxana murieron en un incendio intencional en su casa en Barracas. Sus cuerpos fueron hallados calcinados tras recibir múltiples amenazas lesboodiantes. Sus vecinos denunciaron que eran hostigadas por su orientación sexual. Pero, a casi un año del hecho, la justicia sigue sin dar respuestas. No fue un accidente, no fue un hecho aislado: fue un crimen de odio.
Este caso no es solo una muestra de la violencia estructural contra las lesbianas, sino también de la complicidad estatal. La falta de respuestas, la ausencia de una investigación profunda y el desinterés en esclarecer los hechos reflejan una justicia patriarcal que protege a los agresores y desoye a las víctimas. Es el mismo sistema que liberó a los asesinos de Natalia Gaitán y el que encarceló a Higui por defenderse de una violación correctiva.

Cuatro ataques en dos semanas: la escalada del lesboodio
En febrero de 2025 se evidenciaron cuatro casos de lesbianas que fueron atacadas brutalmente en distintos puntos del país. En Salta, Mariana Oliver, militante LGBTIQ+, fue apuñalada por un hombre que irrumpió su casa mientras dormía. En Mendoza, dos mujeres fueron golpeadas por besarse en público. En Buenos Aires, una pareja fue atacada al salir de una asamblea feminista. También había sido atacada en Cañuelas una pareja cuando un vecino les incendió la casa.
El mensaje es claro: quieren que volvamos al clóset, que dejemos de existir, que vivamos con miedo. Pero no lo vamos a permitir. Estos ataques son la consecuencia de un gobierno que no para de despotricar odio contra nuestras existencias.
Un poco de historia lésbica
La historia de las lesbianas en Argentina se trata de una historia de resistencia constante, no solo contra el sistema patriarcal y heteronormativo, sino también contra el capitalismo, que perpetúa la opresión y explotación de nuestros cuerpos. Ser lesbiana nunca se trató de solo una cuestión de identidad sexual, sino de luchar por la igualdad y la transformación de un sistema explotador.
El primer registro de organización política fue en 1972, el grupo Safo de activistas lesbianas que integraban el Frente de Liberación Homosexual (FLH), se organizaban desde el anonimato y publicaban artículos en la revista “Somos”. Hacia el 76’, producto de la persecución de la Triple A y los milicos, el FLH tuvo que disolverse.
En los años de la dictadura, las lesbianas, al igual que el resto de la comunidad LGBT, y los luchadores, activistas y militantes, fueron objeto de persecución y represión. La dictadura no solo atentaba contra nuestras libertades sexuales, sino que también nos trataba como “enemigas” del orden social. Las “prácticas homosexuales” eran consideradas subversivas y quienes desafiaban el sistema eran perseguidas, detenidas, torturadas y, en muchos casos, desaparecidas. Surgieron espacios clandestinos de encuentro, como el Sótano de San Telmo, un refugio fundado por Marta Ferro, militante socialista de nuestro viejo PST, que representó no solo un espacio para la comunidad LGBT, sino un acto de resistencia frente a la dictadura.

A partir de la vuelta a la democracia, en los años 80’ y 90’, el activismo LGBT comenzó a ganar terreno en la pelea por nuestros derechos. La lucha de las Madres de Plaza de Mayo dio el puntapié para el movimiento de los derechos humanos en nuestro país y la enseñanzas de Jáuregui nos hicieron comprender que lo que no se nombra no existe. En 1987, se lanzó “Cuadernos de Existencia Lesbiana”, la primera publicación periodística dedicada exclusivamente a la temática lésbica en el país, con Ilse Fuskova, la lesbiana dandy que años más tarde sería la primera mujer en salir del closet en televisión. En 1995, surgía también “Lesbianas en Resistencia” un colectivo que fusionaba arte y política y acompañaba las marchas por los DDHH.

El movimiento LGBT se nutrió de organización y logró conquistas importantes como la ESI, la Ley de Identidad de Género, entre otras. El Matrimonio Igualitario se conquistó en el 2010, gracias a la lucha en unidad a pesar de los antiderechos y el entonces arzobispo Bergoglio que hicieron campaña contra nuestro derecho. Así y todo, el primer matrimonio igualitario entre mujeres se celebró el 9 de abril de 2010, previo a la sanción de la ley. Desde Libre Diversidad y el MST junto a la Federación Argentina LGBT fuimos parte de cada una de las peleas y conquistas, con nuestro compañero Pablo Vasco a la cabeza.

Si bien el matrimonio igualitario fue un hito histórico, al mismo tiempo nos demostró que no basta con que se nos reconozca como parejas legales. El acceso a la reproducción asistida, la ESI, salud sexual y el derecho a vivir nuestras vidas sin ser objeto de discriminación estructural siguen siendo desafíos pendientes.
Milei, la ultraderecha y los discursos de odio
Desde la llegada de Milei al gobierno, los discursos de odio se convirtieron en política de Estado. Eliminaron el Ministerio de Género, ya vaciado por el gobierno de Alberto Fernández, atacan la ESI y desfinancian políticas de diversidad mientras que los grupos antiderechos ganan terreno. El ajuste brutal golpea con más fuerza a las mujeres y diversidades: despidos, precarización laboral, tarifazos y desfinanciamiento de refugios para víctimas de violencia. Es un ataque directo a nuestros derechos y a nuestras vidas, propio del modelo capitalista que las mercantiliza.
A esto se suma la criminalización de la protesta, como lo venimos viendo con nuestres jubilades que con el protocolo represivo de Bullrich. Salir a la calle a exigir derechos puede costarnos la libertad o la vida. Quieren reinstalar la moral conservadora, el disciplinamiento de los cuerpos disidentes y el miedo como forma de control.
Los ataques a lesbianas no son un “exceso” de individuos aislados, sino la expresión de un proyecto reaccionario que busca reinstalar el patriarcado más rancio. Quieren arrebatarnos nuestras conquistas, borrar nuestra existencia del espacio público, imponer nuevamente el silencio y la vergüenza. Pero no lo vamos a permitir. La resistencia es urgente y es colectiva.
“Lesbiana, lesbiana, lesbiana. Decirlo tantas veces como las que se calló”
Las lesbianas seguimos en pie y organizadas. No somos recién llegadas al escenario político, traemos con nosotras la historia de tantas que fueron calladas y obligadas a vivir otra vida. Ser lesbiana es ser disidente e irrumpir con la ecuación de la reproducción obligatoria, binaria y heterosexual de este sistema explotador, desigual y decadente. Es poner nuestra sexualidad al servicio de nuestro deseo y la verdadera libertad.
Por eso, el 7M es nuestro, porque no nos escondemos más. El 8M también, porque somos trabajadoras y parte del feminismo que lucha en las calles y enfrenta el ajuste. La lucha no es solo simbólica, es una necesidad para sobrevivir. Exigimos justicia por Pepa, por Andrea, Pamela y Roxana, por Mariana y por todas las víctimas del odio lesbofóbico. Porque mientras exista impunidad, la violencia seguirá cobrándose vidas. Nuestra lucha es por una sociedad libre de violencia, por una vida digna y sin miedo.
Frente a un gobierno que nos quiere invisibilizar, besarnos, desearnos y amarnos es un acto de rebeldía. Frente a un sistema capitalista y patriarcal, luchar por el socialismo es la receta para construir un mundo en el que seamos socialmente iguales, humanamente diferente y totalmente libres.
Micaela Escobar, lesbiana / Libre Diversidad