Hace 39 años la CGT Brasil, liderada por Saúl Ubaldini, llama a una huelga nacional con movilización contra la dictadura militar. Si bien la CGT conducida por el dirigente cervecero tenía menor peso entre los gremios más poderosos que el otro sector en que estaba dividida la organización sindical -la dialoguista CNT -20 – conducida por el burócrata del plástico Jorge Triaca, su llamado tuvo una importante repercusión, logrando un significativo paro y fundamentalmente una importante movilización que llevó a nuclear alrededor de 50 mil trabajadores en Capital y distintas expresiones en el interior del país.
La acción fue duramente reprimida por la policía que llegó a detener a 3.000 manifestantes, entre ellos a la cúpula de la central. En Mendoza, provincia en la cual la medida de fuerza fue importante, fue asesinado el dirigente del sindicato minero.
Los militantes de nuestra corriente, Partido Socialista de los Trabajadores (PST), participaron activamente de las acciones de esta jornada de lucha.
Un duro golpe al gobierno de Galtieri
La huelga tuvo como antecedentes una lista de luchas defensivas contra los planes económicos que, delineados por el ex ministro Martínez de Hoz, significaron un salto en la explotación de los trabajadores y la entrega del país a las multinacionales. Planes que luego continuaron los ministros de los dictadores que le siguieron, Lorenzo Sigaut y Roberto Alemann. En esta oportunidad el respaldo y la simpatía popular a la medida fueron muy superiores al de otras veces, reflejando la aguda crisis en que se encontraban el Proceso de Reorganización Nacional y la Junta de Comandantes, encabezada por el general Fortunato Galtieri (1).
La dictadura había perdido su base de sustentación social: una parte de la clase media argentina que la apoyó en un comienzo, beneficiada en los primeros años por maniobras de tipo especulativo con el dólar e ilusionada con que los militares iban a superar la aguda crisis en que se encontraba el país con el último gobierno de Isabel Perón. La famosa época de la “plata dulce” terminó generando, luego de cinco años en el poder, una crisis mucho mayor que se llevó puesto al gobierno de la Junta encabezada por Videla primero y al de su inmediato sucesor -el “dialoguista” Viola – después. Este último no pudo contener la profunda depresión de la economía argentina que llevó a un retroceso del 9 % del PBI en 1981. Galtieri y su junta de comandantes, en un golpe de carácter interno al régimen militar, desplazó a Viola en diciembre de ese año, intentando superar la crisis en que se encontraba la dictadura.
Durante 1981 una ola de quiebras sacudió diversas ramas industriales: empresas metalúrgicas, textiles, automotrices, etc. En febrero de ese año se hablaba de un record de quebrantos. En varios casos se produjeron tomas de fábricas en defensa de las fuentes de trabajo. El SMATA, dirigido por el burócrata colaboracionista de la dictadura José Rodríguez, convocó a dos paros nacionales de los mecánicos contra estos despidos.
Esta grave situación económica llevó a que la huelga convocada para el 30 de marzo de 1982 contara con una movilización de magnitud, a diferencia de otras acciones, como el primer ensayo de paro general convocado por “los 25” el 27 de marzo de 1979.
Las crónicas de la época manifiestan el desconcierto de los efectivos militares, que no estaban acostumbrados a reprimir movilizaciones multitudinarias, sino a una sorda y dura represión selectiva contra la vanguardia, efectuada muchas veces al amparo de las horas de la noche. Desconcierto que se hizo más grande por la importante resistencia de los manifestantes, que desde hora temprana colmaron el centro y formaban grupos de protesta, que se disolvían ante la cercanía de las fuerzas represivas y volvían a reconstituirse para seguir protestando.
La resistencia obrera y la actitud de los partidos y la CGT
La medida de protesta que fue llamada tras la consigna de Paz, pan y trabajo, fue entonces la más importante de una larga cadena de protestas obreras, muchas de ellas que no pasaron de medidas defensivas como el quite de colaboración o trabajo a tristeza, o una serie de paros por reclamos salariales, de condiciones de trabajo y contra los despidos.
Al primer intento de 1979 llamado por la “Comisión de los 25”, que luego sería la base para la constitución de la CGT Brasil, podemos sumarle la más exitosa huelga llamada por la misma central para el 22 de julio de 1981, que no tuvo una continuidad inmediata en un fuerte plan de lucha, sino en una movilización a San Cayetano, reflejando la influencia de la Iglesia sobre este nucleamiento sindical y las inconsecuencias del gremialismo que había sido calificado como “confrontativo”, por oposición a la “dialoguista” CNT-20 de Triaca.
En ese año se había formado, a instancias de la Unión Cívica Radical y con la participación de los partidos patronales de ese entonces, la comisión multipartidaria. Esta, lejos de llamar a terminar con la dictadura por la movilización popular, dialogaba con ella intentando llegar a una salida electoral consensuada con los militares. Los radicales pretendían elecciones acordadas para 1984, y el PJ declaraba a través de su jefe de entonces, Deolindo Felipe Bittel, en forma previa a una entrevista con el ministro del Interior, el general Liendo: “Nuestra actitud no está dirigida a desestabilizar al Proceso”.
Es por eso que nuestro antecesor, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), que se encontraba en la clandestinidad acompañando las luchas de resistencia que surgían en los trabajadores, después de señalar la actitud de la CNT-20 como carnera, criticaba así las acciones de la central dirigida por Ubaldini: “El 22 de julio se realizó la jornada de protesta convocada por la CGT. Ya han transcurrido más de cuarenta días de esa fecha y la dirección cegetista solo se ha limitado a exigir un ‘verdadero y legítimo pacto social’. Muy poca cosa…” (2).
Refiriéndose a la movilización llamada por esa conducción gremial el 7 de agosto a San Cayetano, que tras la consigna de pan y trabajo reunió – según los medios de la época – a cerca de medio millón de personas, señalaba: “creemos que esa enorme y silenciosa manifestación ha sido una muestra elocuente de la angustia y desesperación que ahoga a nuestro pueblo… si hoy cientos de miles recurren a él (San Cayetano) es porque, en medio de una desenfrenada ofensiva patronal, los dirigentes sindicales no garantizan ni orientación, ni organización, ni dirección […] para conseguir pan y trabajo lo que hace falta es un plan de lucha” (3).
La jornada del 30 de marzo de 1982
Tras las consignas de Paz, pan y trabajo y Luche y se van fue convocado el paro y movilización. El Ministerio del Interior presionó para que la marcha no se hiciera con el argumento de que la CGT no había solicitado la autorización correspondiente y la acción se prestaba para que se violara “la seguridad y el orden público”. Preparaba así los argumentos de la posterior represión.
Ese día los diarios matutinos reflejaban el conflicto militar con los ingleses en las Georgias del Sur, que días después terminó en la sorpresiva ocupación de las Islas Malvinas, y los aprestos represivos para impedir la marcha convocada por la CGT. La ciudad apareció custodiada por un fuerte operativo represivo en el que podían observarse carros de asalto, hidrantes, la montada de la policía federal, militares en traje de fajina, efectivos fuertemente armados por todo el centro de la ciudad.
Los trabajadores empezaron a nuclearse desde temprano en Av. 9 de Julio , Av. de Mayo y otros puntos de la ciudad con el objetivo de marchar encolumnados a la Casa Rosada y entregar un petitorio.
Al grito de Se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar se produjeron tres horas de enfrentamientos de la policía contra los manifestantes que pretendían llegar a Plaza de Mayo. Había también focos de combate en la zona de Tribunales, Paseo Colón, el Puente Pueyrredón y distintos puntos del centro, que se extendieron hasta horas de la tarde. Hubo alrededor de 2.000 heridos y 3.000 detenidos, entre ellos el Secretario General de la CGT, Saúl Ubaldini y cinco integrantes de la Comisión Directiva, además del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel e integrantes de Madres de Plaza de Mayo.
Fuerte movilización y represión en Mendoza
La jornada de lucha en el interior del país tuvo repercusión en varias ciudades como Rosario, Neuquén, Tucumán o Mar del Plata. Fue en Mendoza, uno de los epicentros de la jornada, donde se produjo uno de los mayores operativos represivos. Allí, una numerosa columna de trabajadores que se aproximaba por las calles céntricas a la Casa de Gobierno para entregar un petitorio al gobernador de la dictadura, el político del Partido Demócrata Bonifacio Cejuela, fue brutalmente baleada.
Una reciente investigación periodística relata que sobre las 17:45 horas, un camión de Gendarmería sorprendió a los manifestantes de contramano, los que atinaron solo a cantar el himno y flamear banderas argentinas. Unos veinte gendarmes bajaron rápidamente con sus fusiles FAL y un disparo impactó sobre la persona que sostenía la bandera, quién quedó tendido en el suelo, como lo registraron las cámaras de canal 9. Hubo corridas, gritos, gente queriendo escapar de la represión, otros que arrojaron piedras; mientras la Gendarmería abría fuego con efectivos parapetados entre los pinos y los árboles, primero hacia la copa de los mismos y luego hacia el piso. Algunas de las balas que rebotaran allí hirieron a varios trabajadores de distinta consideración (4). El herido en el pecho, no pudo sobrevivir a la herida. Se trataba del Secretario General de AOMA, José Benedito Ortiz.
El balance de la jornada
Algunos artículos sobre este paro general lo califican como la acción que hirió de muerte a la dictadura. Es probable que esta consideración coincida con la negativa de quienes lo plantean a considerar la guerra y derrota de Malvinas como el elemento clave en la crisis final y desbarranque del régimen militar. Sin embargo, siendo un duro golpe contra el ya en crisis gobierno de Galtieri y la Junta militar, el paro no tuvo la magnitud de los “azos” como los de que voltearon al anterior régimen militar.
Así lo describía el periódico de nuestra corriente Palabra Socialista de abril de 1982, en el artículo titulado Hay que seguirla con un plan de lucha de la CGT y la CNT: “¡Por fin una victoria! Aunque se expresara con muchas otras palabras (algunas irreproducibles), así podemos resumir el sentimiento que se iba difundiendo horas después del 30. Al otro día, por primera vez en muchos años, comenzaba a haber entusiasmo en los comentarios que se cruzaban en la fábrica o la oficina. Eso, junto con los insultos, la indignación y el odio que hacía hervir en la gente la represión de esta dictadura salvaje […] la dictadura ha recibido un buen golpe. No fue un ‘porteñazo’ ni un ‘mendozazo’, porque aún el grueso de las masas obreras y populares no participaron. Pero, al mismo tiempo, la movilización del 30 demostró que comienza a haber condiciones más que suficientes para eso”.
La crisis de la dictadura y el reanimamiento de las luchas obreras y populares, le plantearon a los milicos la necesidad de dar un salto hacia adelante para tratar de zafar de una encerrona que iba a terminar con ellos. La invasión a las islas tres días después de esta lucha obrera, la guerra de Malvinas, y fundamentalmente la enorme movilización anti imperialista que desató la misma, terminaron de derrotarla y enterrarla.
- Leopoldo Fortunato Galtieri, general que encabezó la tercera Junta Militar, integrada también por el almirante Anaya y el brigadier Lami Dozo.
- Revista Opción, n° 31, Setiembre de 1981.
- Ídem.
- Artículo Mendoza: homenaje a 30 años de la muerte del gremialista José Benedicto Ortiz, publicado por la Agencia Paco Urondo el 13/04/2012.