Un día como hoy, hace tres décadas, el ex presidente Menem, completaba una segunda tanda de indultos a los genocidas. Perdonaba a los principales responsables de los crímenes de lesa humanidad más graves de nuestra historia. Permitía la liberación de Videla, Massera, Agosti, Viola, Lambruschini. También los indultos incluían a Camps y Riccheri. Su plan, y el de la burguesía argentina, era reconstituir a las FFAA como una institución clave del sistema institucional capitalista. Fracasó. Miles, cientos de miles, millones…se lo impidieron. Fuimos los que protagonizamos y las generaciones que siguieron, a la enorme revolución democrática que tiró a la dictadura.
Alfonsín, no pudo parar la indignación popular contra los militares y optó por condenar a las cúpulas en el “Juicio a las Juntas”, para así intentar proteger a los subordinados con la ley del Punto Final primero y luego, con la traición al pueblo movilizado en Semana Santa. Una enorme traición y una enorme mentira, compartida con el PJ, de que “la casa está(ba) en orden”, le permitió hacer pasar la otra ley de impunidad, la de Obediencia Debida.
Menem optó por una salida directa, indultar directamente a todos los jefes militares y genocidas que no habían sido alcanzados por estas leyes del perdón. Como Alfonsín se encargó de utilizar la teoría de los “dos demonios” (1). Los indultos a los jefes del genocidio, también alcanzaron a los jefes de Montoneros y de las organizaciones armadas condenados, los que ha su vez cumplieron un vergonzoso papel al reivindicarlos y aceptarlos.
Pese a su carácter parcial, la condena a la cúpula genocida en el Juicio a las Juntas, fue un enorme triunfo popular. Se condenaba a los máximos responsables de las 30.000 desapariciones, de la tortura y cárcel de miles de argentinos, del exilio forzoso de un millón y medio obligados a emigrar, de los planes de hambre, miseria y entrega al imperialismo más grandes de la historia del país. Los autores de una espantosa masacre. Delegados obreros, estudiantes, docentes, periodistas, bancarios y hasta niños y monjas fueron asesinados en secreto. La mayoría de los cuales no pertenecía a organizaciones armadas, eran luchadores sindicales, sociales, militantes de izquierda.
Las leyes de impunidad no alcanzaron para tranquilizar la interna de las FFAA que exigía la reivindicación de sus jefes. Se trataba de lograr la “reconciliación” como pregonaba la Iglesia. Menem que en el pasado había declarado que “el único punto final para los asesinos es la cárcel” ahora empujaba el perdón. Así lo explicaba su Ministro de Defensa, Ítalo Luder: “el objetivo es la unidad de las Fuerzas Armadas. Eso es muy importante pues divididas no cumplen el rol específico que tienen” (…) “ Hay que mostrar un país ordenado, sin focos de resistencia interna en ningún área, con seguridad jurídica, porque el inversor es un empresario que privilegia principalmente la seguridad, la garantía, el orden interno, la posibilidad de calcular la rentabilidad”. (Clarín 31/07/89)
Las dos tandas de decretos
Si bien el más resonante fue el 2741/90 que indultó a las Juntas, fueron dos tandas de indultos los que el que luego calificado como “el innombrable” sancionó. La primera fue anunciada el 7 de octubre de 1989 en la Sociedad Rural de Chamical, provincia de La Rioja, por los cuales se indultó a a 280 militares y a los jefes de las organizaciones guerrilleras. Fueron perdonados todos los militares de alto rango procesados que no fueron alcanzados por las leyes del Punto Final y la Obediencia Debida, excepto Suarez Mason, que había sido extraditado a EEUU. Fueron indultados todos los procesados por haber participado en las rebeliones militares carapintadas contra el gobierno de Alfonsín y los ex miembros de la Junta condenados por su actuación al frente de la Guerra de Malvinas, Galtieri, Anaya y Lami Dozo.
La segunda tanda, luego de largos meses, el 29 de diciembre de 1990, incluyó el decreto de indulto a las primeras Juntas Militares que comentamos, a Suarez Mason, al ex ministro de economía Alfredo Martínez de Oz, a dos integrantes de la asesina Triple A, Norma Kennedy y Duilio Brunello, y al jefe y dirigente político de los Montoneros, Mario Firmenich.
La movilización
Desde el anuncio mismo de la intención de Menem de lanzar los indultos se inicio un amplio proceso de movilización. El partido que integraba nuestro actual MST, el “viejo” MAS, fue uno de los puntales en el llamado a realizar una importante respuesta unitaria. El 8 de setiembre de 1989 cientos de miles, quizás millones, se movilizaron a Plaza de Mayo y en las principales ciudades y pueblos del país. El repudio era total y fue reflejado por los principales medios periodísticos del mundo. Luego de una larga campaña, otra marcha muy importante se realizó el 21 de diciembre de 1990 en las vísperas de los nuevos indultos.
La resistencia no cesó en ningún momento y cada 24 de marzo multitudinarias movilizaciones exigieron la anulación de los indultos y las leyes del Punto Final y Obediencia Debida. Pasó Menem, pasó la Alianza y todos los “progres” que la integraron participaron en un gobierno que mantuvo las leyes de impunidad.
Pero el Argentinazo cambió la historia. En primer lugar porque las FFAA se negaron a participar de cualquier acción represiva, el pueblo argentino no los había indultado. El plan de Menem, el PJ, la UCR, la Iglesia y la burguesía argentina, de reconstituir las FFAA había fracasado. Pasó Duhalde derribado por la respuesta popular a la Masacre del Puente Pueyrredón y el kirchnerismo tuvo que ceder ante la gran movilización democrática de nuestro pueblo, las organizaciones de DDHH y la izquierda. Tuvo que reemplazar su proyecto original por el de la anulación de las leyes de impunidad que desde Izquierda Unida veníamos empujando.
La anulación del Punto Final y la Obediencia Debida, no incluyó los Indultos. El kirchnerismo no quiso contradecir las decisiones de Menem y el PJ. Aunque los jefes del genocidio volvieron a prisión por el robo de bebés, la declaración de inconstitucionalidad de los indultos y la ratificación de las condenas de los juicios a las Juntas Militares, tuvo que esperar varios años más para que la Cámara de Casación Penal y luego la Suprema Corte lo decidieran. Esta última en el 2010.
La razón es sencilla. Con un discurso diferente a la derecha más clásica como el macrismo, el kirchnerismo que levantó la defensa de los DDHH, siempre aspiró a reconstituir las FFAA. Defendió genocidas y represores como Milani o Berni. Basta escuchar las declaraciones del actual Ministro de Defensa, el kirchnerista Agustín Rossi, que en su búsqueda de reconstitución del aparato militar, no menciona que todavía existen cientos de militares participantes de la dictadura sin proceso y revistiendo en forma activa. Es que en las luchas que se vienen en este país, no le van a bastar con Berni y la bonaerense. Se vienen Guernicas multiplicadas por 100 y necesitan un aparato represivo eficaz. Las luchas del pueblo argentino se los han impedido y seguramente se los seguirá impidiendo en el futuro.
- La teoría de los “dos demonios” pretendía justificar los crímenes de lesa humanidad, el terrorismo de Estado de la dictadura militar, con la excusa de que había dos bandos en guerra, en referencia al accionar de las organizaciones guerrilleras, la mayoría de las cuales se encontraban dispersas y desarticuladas en gran medida, cuando los militares dieron el golpe militar de 1976. Esta justificación inaceptable, ocultaba aparte, que la inmensa mayoría de los desaparecidos y víctimas del genocidio fueron trabajadores, estudiantes, intelectuales y miembros de organizaciones sociales o políticas no combatientes.