jueves, 21 noviembre 2024 - 21:31

28 de septiembre de 1864. El nacimiento de la Primera Internacional

En 1848 Marx y Engels culminaban la redacción del Manifiesto Comunista con un llamamiento: «Proletarios de todos los países, uníos». Dieciséis años después, se concretaba ese llamado fundando la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), la Primera Internacional.

Durante el siglo XIX el capitalismo se consolidaba en Inglaterra y extendía por Europa. Junto al crecimiento de la gran industria, la clase obrera aumentaba en número y organización. A la lucha por demandas gremiales se sumaron también reclamos políticos como el derecho al voto para los obreros impulsado por el cartismo. Pero fue durante las revoluciones de 1848 donde el proletariado libró grandes batallas que, aunque fueron derrotadas, dejaron importantes lecciones. Luego de un período de reflujo, a partir de la gran crisis económica de 1857, el movimiento obrero se reanimó y construyó nuevas organizaciones. En Inglaterra, el país con mayor desarrollo capitalista, surgió un nuevo sindicalismo joven que daría nacimiento al Congreso de las Trade-Unions, la primera federación sindical.

El internacionalismo

Ya antes de 1864 hubo intentos de organización internacional – la Sociedad de Demócratas Fraternales, la Liga Comunista y el Comité Internacional-, sin embargo es a partir de fines de la década del 50 cuando, junto al reanimamiento de las luchas, el sentimiento internacionalista toma peso en la vanguardia obrera. Por un lado, ante los reclamos por la reducción de la jornada laboral o aumentos salariales, la burguesía británica respondía con la contratación de obreros franceses, belgas o alemanes, lo que fue haciendo crecer la conciencia de la necesidad de librar una batalla común más allá de las fronteras nacionales. Por otro lado, el proletariado europeo seguía con atención y se solidarizaba con procesos políticos como la guerra civil norteamericana (apoyando al norte contra el sur esclavista) o la insurrección polaca por su independencia. Fue en ese marco que en ocasión de la Exposición Mundial de 1862, trabajadores ingleses y franceses estrecharon relaciones y el 28 de septiembre de 1864, representantes de Inglaterra, Francia y otros países europeos realizaron un mitin conjunto en el Saint Martin´s Hall de Londres donde decidieron poner en pie una organización obrera internacional.

El nacimiento de la AIT

Allí se resolvió crear un Consejo General para redactar los estatutos y convocar un congreso. Los Estatutos y el Manifiesto Inaugural fueron redactados por Marx y expresaban el programa y los objetivos de la nueva organización. Comenzaban considerando que «la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos», definiendo la importancia de la independencia de clase frente a corrientes que todavía actuaban como furgón de cola de la burguesía liberal. El Manifiesto Inaugural, además de una denuncia contra el sistema capitalista, planteaba la necesidad de que el proletariado constituyera su propio partido independiente de la burguesía, así como la lucha por la revolución social y la conquista del poder político. Era esencialmente el contenido del Manifiesto Comunista con otra forma.

Debates internos

La Primera Internacional agrupó a las principales corrientes del movimiento obrero de la época, ya que el objetivo fundamental era constituir la unidad de los trabajadores para enfrentar en mejores condiciones a la burguesía. Las principales corrientes eran las Trade-Unions inglesas, que aportaban la base fundamental de la militancia; los Proudonhianos (seguidores de Pierre Joseph Proudhon), los lasalleanos (seguidores de Ferdinand Lasalle) y los marxistas, que provenían en su mayoría de la vieja Liga de los Comunistas. Se expresaban al interior diferentes concepciones sobre el carácter y los objetivos, por lo que los debates ideológicos atravesaron la vida de la AIT. Las primeras polémicas fueron contra los proudonhianos. Este era uno de los sectores con más peso en los primeros años y su programa se basaba en el fomento del mutualismo y el cooperativismo. No se proponía destruir el sistema capitalista sino una transformación evolutiva a partir del desarrollo de las asociaciones obreras. Rechazaba el movimiento sindical, la lucha de clases y la huelga como método de lucha, además de la acción política del proletariado. También hubo batallas ideológicas con los lasalleanos, que eran sectarios hacia los sindicatos que no tenían su programa y por otro lado terminaban haciendo acuerdos con Bismark. Sin embargo, la polémica más importante fue con Bakunin, que se incorporó a la Internacional en 1868. La batalla ideológica entre el marxismo y el anarquismo atravesó todos los debates de la AIT hasta su final.

El rol de la Internacional

La actividad de la Internacional fue muy importante para dotar de un programa a la clase obrera y por su acción militante. Fue parte de la lucha por la obtención de derechos políticos en Inglaterra, impulsó la pelea por la reducción de la jornada laboral y desarrolló campañas de apoyo y solidaridad con las huelgas en cualquier país donde estallaran. Intervino activamente en la Comuna de París y contribuyó al desarrollo de la organización sindical y a la elevación del nivel político de los trabajadores. Y sobre todo, dejó sembrada en la clase obrera la semilla del internacionalismo.

Disolución y legado

Luego de La Comuna de París se produjo un nuevo reflujo de las luchas del proletariado y un auge de la expansión capitalista. En ese marco la Internacional fue debilitándose, y la clase obrera fue retrayéndose hacia el interior de sus propios países. Sin embargo, la disolución en 1874 no significó el fin de la experiencia y la conciencia internacional, por el contrario sentaría un importante precedente que se retomaría años después. Por eso el optimismo de Marx cuando escribía: «Demos a nuestros camaradas trabajadores de Europa algún tiempo para reforzar sus organizaciones nacionales y pronto ellos serán bastante fuertes para derribar las barreras que se han levantado entre ellos y los obreros de las otras partes del mundo.» El acierto de esas palabras se confirmaría pocos años después. En la última parte del siglo, el marxismo fue ganando peso entre el proletariado, lo que contribuyó a la formación de importantes partidos socialistas que fueron la base para la fundación en 1889 de la Segunda Internacional.

El internacionalismo como necesidad presente

La socialdemocracia se ha transformado desde 1914 en parte del régimen burgués. La III Internacional fundada por Lenin y Trotsky fue copada por el stalinismo en la década de 1920 para ser finalmente disuelta por Stalin en 1943 como parte de los acuerdos de posguerra con el imperialismo. Y las direcciones que encabezaron las revoluciones de posguerra, como el castrismo o el maoísmo, nunca impulsaron la construcción de una dirección internacional. En la actualidad, el trotskismo es la única corriente obrera que levanta el internacionalismo militante como necesidad imperiosa de la clase obrera y los pueblos explotados del mundo. La crisis sistémica actual, la existencia de un mercado mundial y fuertes instituciones imperialistas como el FMI, el Banco Mundial, la OCDE y otras reafirman la necesidad de construir una organización revolucionaria de la clase obrera, no sólo para llevar adelante la solidaridad de clase, sino para enfrentar a la burguesía en todos los países y construir el Estado Mayor de la revolución mundial. El MST, junto a la Liga Internacional Socialista, asumimos ese desafío y aportamos nuestra fuerza militante para esa tarea.

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