El nuevo masivo cacerolazo del 28 de diciembre del 2001 terminó con el precario gobierno de Rodríguez Saá. El caudillo puntano renunciaba el día 30, luego de fracasar en su intento de obtener el apoyo de los principales gobernadores y líderes del PJ. Un nuevo vacío de poder, que dura hasta que el 1° de enero una nueva Asamblea Legislativa nomina a Eduardo Duhalde como nuevo presidente. La crisis es tan aguda que pese al cerrado apoyo burgués, un nuevo cacerolazo masivo cuestiona su designación en horas de la noche de ese día.
Esta vez, las 48 horas que pasaron entre la presentación de la renuncia de Rodríguez Saá y la designación de Duhalde por parte de la Asamblea Legislativa, fueron cubiertas por la presidencia provisoria de Eduardo Camaño, el presidente de la Cámara de Diputados. Al que le correspondía asumir por la línea sucesoria, el presidente provisional del Senado, Ramón Puerta, había renunciado previamente a este cargo. Con Duhalde ya sumaban cinco los presidentes que tuvo la Argentina en apenas 12 días.
Al mediodía de ese 1° de enero el MST e Izquierda Unida estaban concentrados frente al Congreso. A las tres de la tarde el PJ lanzó una patota, que ante la complicidad policial, agredió la columna con la intención de desplazarla del lugar. No lo consiguió. Al grito de “la izquierda unida jamás será vencida” recibieron una fuerte respuesta que los obligó a retroceder, protegidos por gases y balas de goma de la policía, que abandonando su inicial pasividad, disparaba contra nuestra columna. En la noticia que reflejaba aquellos hechos, El Cronista tituló: “La izquierda presentó batalla al PJ en todos los frentes”.
Los enfrentamientos de aquella tarde precedieron a un nuevo masivo cacerolazo que en horas de la noche cuestionó la designación de Duhalde. Así lo reflejó Página 12: “La Asamblea Legislativa no había comenzado a votar a Eduardo Duhalde para que ocupe el lugar dejado dos veces vacante en menos de diez días –la Presidencia de la Nación– cuando comenzaron a escucharse los primeros ruidos. Ruidos conocidos por los porteños, ruidos casi amigos. Las cacerolas comenzaron a sonar tímidamente en el barrio de Palermo, Barrio Norte y Belgrano. Igual génesis tuvieron en Villa Crespo, Caballito y Almagro. En Congreso, a pesar de la custodia policial, los primeros vecinos se animaron casi coralmente con las otras barriadas. Duhalde no era aún Presidente; el cacerolazo ya estaba, nuevamente, retumbando en la Capital Federal. Cada vez más ensordecedor.”
La elección de Duhalde, es una jugada mucho más sólida, que la designación de apuro de Rodríguez Saá. Este último tenía el apoyo de los gobernadores del PJ de las provincias más chicas y de los restos del menemismo. En cambio Duhalde refleja al aparato del PJ de la provincia de Buenos Aires e intenta un gobierno de “unidad nacional”.
Su acto de asunción, realizado el día 2, es acompañado por los presidentes de ambas cámaras legislativas, por gobernadores del PJ como Ruckauff de la provincia de Bs. As., Marín de la Pampa, Kirchner de Santa Cruz. Cuenta con el aval de Reuteman de Santa Fe y hasta De la Sota que pelea por elecciones inmediatas como salida, termina asistiendo a su asunción. El radicalismo se hizo presente en la figura del ex presidente Raúl Alfonsín y de varios de sus máximos referentes nacionales. El Frepaso lo hizo a través del alcalde de la Ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra. Estuvieron además los jueces de la Suprema Corte y dignatarios eclesiásticos que llevaron el abierto apoyo de la Iglesia.
Duhalde es elegido para completar el mandato inconcluso de De la Rúa, aunque sin intenciones de cumplirlo promete al PJ no presentarse como candidato en el próximo turno electoral. Sube con la promesa de que “El que depositó dólares recibirá dólares…” para intentar calmar la desesperación de miles de ahorristas expropiados por el corralito y por los bancos.
Aunque mantiene la suspensión de los pagos de la deuda externa que decretó Rodriguez Saá, comienza una negociación con el FMI. Con su ministro de economía Remes Lenicov, pone en marcha un plan que va a abandonar la convertibilidad, devaluando el peso al principio en una proporción de 1 dólar = 1,40 pesos, que luego va a llegar hasta tocar los 4 pesos por dólar. Genera una pesificación de los depósitos asimétrica, que subsidia las deudas de los grandes bancos a los que beneficia con el cambio de 1 peso por dólar. El “corralito”, transformado en “corralón”, retiene los depósitos de los ahorristas por un año, antes del comienzo de una devolución en pesos, escalonada y devaluada.
En el primer año de su mandato, producto de estas medidas completa una importante depreciación del salario que, junto al resto de las disposiciones económicas señaladas, termina en una enorme transferencia de ingresos de los trabajadores y sectores medios, hacia los responsables de la crisis, los bancos y grandes empresas. Se imponen las cuasi monedas para poder cumplir los compromisos del Estado. Estos “papeles pintados” tienen distintos nombres, “Lecop” a nivel nacional, “patacones” los emitidos por la provincia de Bs. As., “Lecor” en Córdoba, etc.
Al final del 2002, la economía argentina va a caer en un 10% y para enfrentar esta enorme recesión y la consiguiente desocupación, en respuesta a las importantes luchas de las organizaciones de desocupados, lanza un plan masivo de asistencia social, el “Jefes y jefas de hogar” para dos millones de argentinos.
Un gobierno débil
En un país que se incendia, cruzado por luchas, movilizaciones y cacerolazos, por peleas contra los despidos y la falta de pago de salarios, por cortes de los desocupados, por acciones de la clase media y los ahorristas en defensa de sus ahorros confiscados, las medidas de Duhalde van a producir un nuevo e importante cacerolazo el 10 de enero, fecha en que miles de personas salieron otra vez a las calles.
Así lo relataba Alternativa Socialista N° 321: “el ruido empezó a eso de las 22 horas. Para la medianoche, había gente en infinidad de cruces de calles y mucha más marchaba hacia la Plaza de Mayo. También se juntaron varios miles en Congreso. El nombre de Duhalde se incorporó a la conocida lista de ‘compadres’. Los canales de televisión y las radios apenas informaron de lo que estaba sucediendo, pero la efervescencia que venía de los barrios se fue transmitiendo y contagiando lo mismo. A la madrugada llegaron los infaltables gases lacrimógenos.”
En aquellos días nuestro MST calificó tanto al gobierno de Rodríguez Saá como al de Duhalde como gobiernos “kerenkistas”. Existía un doble poder en el país. Por un lado, el del gobierno y las instituciones del cuestionado régimen democrático burgués, por el otro el de una movilización permanente en las calles, una movilización que cuestionaba no sólo al gobierno de turno, sino a todas las instituciones del régimen, a sus partidos tradicionales como el PJ y la UCR, al Parlamento a la Corte Suprema de Justicia, cuyo grito de guerra era el “que se vayan todos”. Un poder popular que comenzó a organizarse en la experiencia de las Asambleas Vecinales y la Interbarrial, en la que la izquierda y nuestro MST tuvieron un gran peso.
Nuestra política
Las caídas de los presidentes, los vacíos de poder que ocasionaron a los que llamamos en lenguaje marxista “crisis revolucionarias”, plantearon la cuestión del poder. Así lo explicábamos en Correspondencia Internacional N°17, de enero del 2002: “una vez producida la crisis que volteó al gobierno, las consignas centrales eran positivas.” Había que “encontrar una propuesta de gobierno concreta para el pueblo trabajador, que a esa altura ya empalmaba con gran parte del programa alternativo para salir de la crisis, como el no pago de la deuda externa y la reestatización de las privatizadas y que avanzo hasta el punto de plantearse la nacionalización de la banca. Al no existir nuevos organismos democráticos del movimiento de masas y al estar directamente traicionando las centrales sindicales, había que utilizar lo existente. Y la institución que estaba por decidir quién iba a gobernar era la Asamblea Legislativa.” (…)
“Frente a que el PJ era más de lo mismo que la UCR, nuestro planteo arrancaba de que gobernará un diputado de izquierda con un gabinete de trabajadores. Ya en la segunda asamblea legislativa lo hicimos más preciso y planteamos la fórmula Zamora-Walsh para el gobierno. Por supuesto mantuvimos la propuesta de plan económico alternativo y se le dio mucha importancia a una consigna democrática: Asamblea Constituyente Libre y Soberana para que fuera el pueblo el que decidiera todo.” Luego con el desarrollo del proceso de las asambleas y la Interbarrial esta consigna pudo materializarse en “Gobierno de los trabajadores y de las Asambleas barriales”.
Otras corrientes
Frente a un gobierno que tras un discurso tramposo gobernaba para las grandes empresas, las privatizadas y los acreedores de la deuda externa, con miles y miles en las calles cuestionando todo, la CTA y los que integraban el Frenapo, se reunieron con Duhalde para hacerlo dos pedidos: que se implemente un seguro de empleo para los desocupados y que llame a una Consulta Popular que ellos ya habían hecho extraoficialmente. Alentaban expectativas en Duhalde, como antes lo habían hecho la CCC, Madres de Bonafini, etc. con el gobierno de Rodríguez Saá.
El Partido Comunista se negaba a levantar consignas de fuera el gobierno, ya que argumentaba que vendría otro gobierno del PJ. No levantaba la huelga general porque decía que no estaban dadas las condiciones. Su única propuesta por la positiva era elecciones generales.
El Partido Obrero que venía levantando desde un año atrás la consigna de Fuera De la Rúa, no hizo ninguna formulación concreta de gobierno de los trabajadores. Solo planteó la consigna democrática de Asamblea Constituyente, porque no estarían dadas las condiciones “subjetivas” para plantear una consigna de gobierno de la clase. Con esta política desconocía que justamente la situación objetiva de la crisis, la movilización revolucionaria de las masas, había generado un vacío de poder, y era una obligación plantear una alternativa de clase.
El principio del fin del gobierno de Duhalde
Duhalde intentó surfear sobre las aguas del Argentinazo con el proyecto de encaminar el proceso revolucionario abierto hacia un régimen de normalidad burguesa y se postulaba para presentarse en el futuro proceso electoral. Intentó frenar las luchas abiertas en la Argentina con la preparación de una dura represión al movimiento piquetero, lo que después se conoció como la Masacre del Puente Pueyrredón.
El tiro le salió por la culata. Los asesinatos de Santillán y Kostequi y las decenas de heridos que dejó la brutal represión de aquel 26 de junio de 2002, no pudieron ser ocultados por las mentiras de sus funcionarios, avaladas por los principales medios de comunicación, de que la masacre había sido responsabilidad de distintos grupos de piqueteros enfrentados. Pronto la verdad salió a la luz, y enormes movilizaciones cuestionaron su gobierno, obligándolo a abandonar su proyecto personal y preparar una pronta salida electoral, para abril del 2003. Será el gobierno de Néstor Kirchner el encargado de encaminar, el proceso abierto y reconstruir al menos parcialmente el cuestionado régimen político.
Lo que faltó
El Argentinazo fue el proceso revolucionario más profundo de la historia argentina contemporánea. A diferencia de 1982 cuando lo que estuvo cuestionado fue el régimen militar, o del ’89 cuando el proceso de los saqueos contra el hambre derribó al gobierno de Alfonsín pero aun el régimen se sostenía, en el 2001 estuvo cuestionado todo el régimen político. El “que se vayan todos” no encontró una dirección revolucionaria de masas capaz de conducirlo a la toma del poder y la creación de un gobierno de los trabajadores y de las asambleas vecinales. Conscientes de esa necesidad y de esa limitación nuestro MST planteó la necesidad de unir a los revolucionarios para generar esa alternativa. El llamado dirigido a la izquierda hacia hincapié centralmente en Luis Zamora, el referente con más peso de aquel entonces. Zamora se negó en una concepción equivocada que lo llevó luego, siendo uno de los posibles candidatos con más prestigio en ese entonces, a no presentarse a las elecciones del 2003.
Las enseñanzas y dificultades planteadas por esa gran revolución que fue el Argentinazo, nos deben llevar a reflexionar en torno a los desafíos que la enorme crisis que atraviesa el mundo y nuestro país, nos va a plantear nuevamente más temprano que tarde.