Se cumplen 106 años del Manifiesto liminar de la Federación Universitaria de Córdoba, uno de los emblemas de la gesta por la reforma universitaria.
La chispa que encendió todo
Todo comenzó en 1917. La dirección de la universidad de Córdoba decidió cambiar el régimen de cursada y cerrar el internado del hospital de clínicas, lugar donde sobrevivían los alumnos con peores condiciones económicas. Ese hecho fue la gota que rebalsó el vaso, la chispa que incendió la pradera seca. Esas decisiones pusieron en evidencia la decisión de acotar aún más las posibilidades de los estudiantes de los sectores medios y restringirles el acceso por medio de mecanismos económicos: si tu familia no te puede sostener, abandoná la carrera. Así, como una de las tantas paradojas que tiene la acción humana en la historia, quisieron cerrarles la puerta a los sectores medios emergentes y generaron las condiciones para que entren, no sólo los sectores medios, sino también los plebeyos hijos de los obreros.
Cuando surgió el movimiento reformista cordobés, estuvo en sincronía en ese mismo tiempo y espacio con: la Primera Guerra Mundial (la gran guerra según sus contemporáneos), la Revolución Rusa de 1917, la Revolución Mexicana y la crisis del orden conservador que había llevado a Yrigoyen a la presidencia en 1916. Asimismo, a bordo de las almas de los inmigrantes obreros que huían de la pobreza en Europa, viajaban también las ideas anarquistas y socialistas que comenzaban a penetrar en la clase trabajadora y en las clases medias de esa sociedad en plena transformación. Añadamos a esto que, en esos precisos años, Einstein había escrito la teoría de la relatividad y había surgido la física cuántica, dos nuevos descubrimientos científicos que habían dado vuelta como un guante nuestra noción del mundo y del universo en el que vivimos. En ese contexto, en la universidad de Córdoba fundada en 1613, todas esas enormes transformaciones sociales, culturales y científicas estaban sepultadas bajo el pesado manto del control clerical.
En ese mundo de enormes mutaciones, la Universidad de Córdoba tenía cargos vitalicios, programas obsoletos en términos científicos, y retrógrados y clasistas en términos sociales. Un ejemplo de esto es el programa de filosofía de la cátedra del profesor Garsón en cuya bolilla 16 uno debía explayarse en los “deberes para con los siervos”. Además, cuando uno se recibía, debía jurar, por obligación, sobre los evangelios. De ese modo, estudiantes y graduados, hartos de ese modelo elitista, volaron por los aires a esa vieja universidad oligárquica. En una de las más conservadoras provincias de nuestra nación, esos jóvenes dieron vuelta todo. En medio de esa atmósfera tradicionalista, conservadora y religiosa, la reacción desde abajo ante la negativa a sostener el internado para estudiantes explotó como una olla a presión.
Desde que comenzaron a constituirse los delegados en 1917 que organizaron la primera huelga en marzo de 1918, que luego hicieron la toma del 15 de junio contra la elección fraudulenta del decano que provocó, además, la segunda huelga estudiantil que duró hasta septiembre, donde terminaron echando finalmente al decano Nores, los estudiantes universitarios cordobeses dieron un salto de 40 años ¿Por qué? Porque el poder clerical había sido el principal opositor, incluso, a las reformas educativas y civiles en las que había avanzado el conservador Gobierno de Roca desde 1880 y esos estudiantes, con su lucha profundamente democrática, estaban llevando las demandas mucho más allá de su tiempo presente, hacia un futuro y hacia todo Latinoamérica.
El 21 de junio de ese año, la revuelta estudiantil cordobesa tuvo su expresión más memorable en el célebre Manifiesto liminar de la Federación Universitaria de Córdoba, redactado por Deodoro Roca, llamado “La Juventud argentina de Córdoba a los Hombres Libres de Sudamérica”, que finaliza con estas palabras:
“La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa.”
Manifiesto liminar, 21 de junio de 1918
La palabra reforma para la enorme lucha dada por los estudiantes de universidad de córdoba, no parece dar cuenta de la enorme profundidad de aquel hito histórico de nuestro movimiento estudiantil allá en 1918.
Las palabras y las cosas
Cuando Copérnico terminó de escribir en 1531 De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de los orbes celestes) nunca supo que esa palabra que acuñó (revolución), que refería simplemente al ciclo orbital de un planeta o cualquier cuerpo celeste, como podía ser la vuelta que la tierra da alrededor del sol, iba a terminar siendo una de las palabras más importantes en la sociedad contemporánea. En el MST usamos la expresión dar vuelta todo, y hoy podría decirse que, para el lenguaje político, una revolución consiste en eso, en dar vuelta todo y poner patas arriba todo lo que existe. Es que el lenguaje se apropia de los conceptos para poder dar cuenta de lo que existe, y claro, el gran Copérnico mismo había hecho una gran revolución (la famosa revolución copernicana) pues había dado por tierra con dos milenios de una teoría donde el centro de todo el universo era la tierra y ahora éramos un planeta más orbitando alrededor del sol como el resto de los planetas del sistema solar.
Reforma y revolución
Luego de la revolución francesa, la revolución de esclavos de Haití y las revoluciones de independencia, las clases dominantes aterradas comenzaron a construir ideas para generar cambios graduales sin transformar radicalmente la sociedad, sin dar vuelta todo. El caso más paradigmático fue la socialdemocracia alemana que planteó abiertamente la transición al socialismo sin mediar la violencia, a través del número de bancas que iría obteniendo la mayoría obrera identificada con las ideas del socialismo. Ya no se trataba de dar vuelta todo sino sólo algunas cosas, pero dejando intocada desigualdad estructural del capitalismo. Entonces, en esta simplificada genealogía de palabras e ideas ¿Puede asignarse a la lucha de 1918 el carácter de reforma? ¿O acaso es una reforma con rasgos profundamente revolucionarios, transformadores, que trascienden de manera significativa los límites del reformismo como estrategia de gatopardista de cambiar todo para que nada cambie?
Hitos de la reforma
Autonomía universitaria: Las universidades obtuvieron la capacidad de gobernarse a sí mismas, sin interferencia del gobierno o de otras entidades externas. Cogobierno: Se estableció un sistema de cogobierno universitario, donde estudiantes, profesores y graduados participaban en la toma de decisiones. Libertad de cátedra: Los profesores ganaron el derecho a enseñar sin restricciones ideológicas o religiosas. Extensión universitaria: Se promovió la idea de que las universidades deberían estar comprometidas con la comunidad y contribuir al desarrollo social y cultural del país. Ingreso libre y regularización de exámenes: Se buscó eliminar barreras económicas para el acceso a la educación superior y mejorar la transparencia y equidad en la evaluación académica.
Por otro lado, la reforma no solo transformó la Universidad de Córdoba, sino que también influyó en otras universidades argentinas y de América Latina, inspirando movimientos estudiantiles y reformas similares en países como Perú, México y Chile. Además, el modelo universitario argentino, aún con la presencia de las camarillas a las que denunciamos arduamente, es uno de los más democráticos del mundo y sobrevivió a embates de dictaduras y ataques de los diferentes gobiernos democráticos.
Pasado y presente
Hoy, 106 años después, los ecos de ese hito llegan hasta nosotros. La irrupción de un ataque siniestro comandado por Milei y su gobierno tuvo como respuesta una de las movilizaciones más grandes de la historia de nuestro país. Un millón de personas salieron a la calle contra el ataque reaccionario y privatizador dando cuenta de las enormes reservas democráticas y de los profundos hilos democráticos que forman parte importantísima en la trama de nuestra sociedad. Esos hilos, claro, llegan hasta 1918 y las voces de esos jóvenes nos hablan como si fuera ayer. Por eso, es imprescindible recordar esa lucha, su profundidad transformadora, en este presente de ataque sistemático hacia la educación pública. Hagamos como nuestros antepasados cordobeses y pongamos en pie de lucha al movimiento estudiantil contra los mismos oscurantistas de ayer y de hoy que quieren mantener sus privilegios de clase a costa de un pueblo hambreado e ignorante.
Por Nazareno Mujica