miércoles, 18 diciembre 2024 - 23:22

19 de diciembre de 2001. El día que estalló la bronca y cambió la historia

Pasaron 22 años del levantamiento popular, una verdadera revolución contra el viejo régimen político que había empobrecido y entregado al país, cuyas lecciones y consecuencias se siguen discutiendo. En momentos en que el pago de una pesada deuda externa lleva al gobierno a lanzar un durísimo ajuste de hambre y miseria para millones con la complicidad explícita o implícita del grueso del sistema político, vale la pena volver sobre esa gesta popular, y más cuando vuelven a aparecer espectros de aquel pasado que parecían superados.

El 19 de diciembre fue el primer día de aquella histórica pueblada que terminó al día siguiente con la renuncia del expresidente de la Alianza, Fernando De la Rúa, que diera origen a una crisis en el poder que necesitó de cuatro presidentes más, Ramón Puerta, Rodriguez Saa, Camaño y Duhalde para cerrarse provisoriamente, inaugurando un enorme periodo de inestabilidad política y de grandes luchas y movilizaciones populares, que tuvieron como emblema la consigna, ahora fraudulentamente utilizada por Milei “que se vayan todos”.

Una olla a presión que estalló

Para comprender el estallido de aquellos días es necesario repasar la situación social y política del país de aquellos años, la experiencia de la década del 90. El plan de convertibilidad de Menem-Cavallo (un peso valía un dólar) constituyó un salto en la entrega del país y en el cambio de la tradicional estructura económica del mismo, el más importante desde la gestión de Martínez de Hoz en el gobierno del dictador Videla.

Para implementarlo se sometió al país a una pérdida importante de su soberanía, se privatizaron las empresas públicas dilapidando el capital social acumulado por generaciones y se las canjeó por papeles devaluados de una importante y fraudulenta deuda externa. Se desreguló la economía, realizando una total apertura a las importaciones que liquidó gran parte de la industria local, se atacaron derechos básicos de los trabajadores privatizando las jubilaciones y emprendiendo normas flexibilizadoras del mercado laboral. Se generó una desocupación récord y para mantener artificialmente sobrevaluado el peso se aumentó enormemente el endeudamiento externo del país.

El plan de Menem y Cavallo, que se montó sobre una expropiación inicial por 10 años de los depósitos de los ahorristas llamado plan Bonex tuvo un relativo éxito inicial, que lo llevó a lograr la reelección presidencial, ya que después de varios meses pudo frenar la enorme inflación – recordemos que el país había atravesado en esos años por varias híper- y producto de la sobrevaluación del peso permitió a la clase media viajar al exterior y mejorar sus niveles de consumo en forma provisoria.

Pero la falta de trabajo, la carestía de la vida y la pérdida de derechos laborales no tardó en hacerse sentir. Primero estalló en el interior: el Santiagueñazo en diciembre de 1993, luego dos Cutralcazos (1996 y 1997), el Tartagalazo, el Jujeñazo y de la periferia al centro de Buenos Aires las protestas fueron enfrentando y deteriorando a un Menem que soñaba con la re-reelección. Su delfín Eduardo Duhalde es derrotado por De la Rúa en las presidenciales de 1999.

La Alianza continuó el modelo

La Alianza, conjunción electoral de la vieja UCR con el Frepaso del Chacho Álvarez, defraudó desde un comienzo las esperanzas de cambio de los millones que lo votaron. Mantuvo la convertibilidad y un durísimo plan de ajuste para pagar los compromisos externos que la abultada deuda externa exigía.

Sus ministros de Economía, Machinea, López Murphy y Cavallo implementaron acuerdos con el FMI que implicaban durísimas condiciones de ajuste para el país. El primero pactó el conocido “Blindaje”, por este crédito de U$S 40.000 millones el país se comprometía a pagar de inmediato todas las deudas, con lo que según el Fondo nos convertiríamos en un país súper confiable y volverían las inversiones extranjeras. Nada de eso sucedió. A cambio del préstamo, el país debía reformar el sistema previsional, achicar el Estado nacional y los Estados provinciales, recortar brutalmente el déficit fiscal, las prestaciones de ANSES y PAMI. Se agravó la crisis y Machinea renunció.

Lopez Murphy dura lo que un suspiro, ya que su violento plan de ajuste para achicar el déficit fue enfrentado por una enorme movilización universitaria, que junto a otras protestas le impidieron seguir. Volvió entonces el Mingo (Domingo Cavallo), el padre de la criatura.

A propuesta del exsecretario del Tesoro norteamericano David Mulford, que en ese entonces trabajaba para el banco Credit Suisse First Boston, se diseña el llamado Mega Canje. Por ese programa se emitían nuevos bonos de la deuda para aliviar los pagos de intereses y capital de la deuda externa argentina. El plan fue acogido con gran entusiasmo por Cavallo y su secretario de Política Económica, Federico Sturzenegger, hoy diseñador en jefe de la reestructuración del Estado que pretende Milei.

El gran problema de este acuerdo es que los montos de los nuevos bonos significaban una usura completa y una gran estafa para el país. El país sufrió un perjuicio por U$S 55.000 millones y siete grandes bancos participaron cobrando altísimas comisiones. Cavallo, Sturzenegger y varios altos funcionarios estuvieron procesados junto a los banqueros por este desfalco, y como es costumbre en la justicia argentina terminaron zafando.

“La deuda pública total pasaría de los 124.400 millones de dólares a los 126.600 millones de dólares. Por su parte, los intereses de la deuda treparían de los ya impagables 82.300 millones de dólares hasta los 120.700 millones de dólares. En diciembre de 2001 estalló la crisis más grande de nuestra historia, dejando en claro que lógica del sobrendeudamiento neoliberal sólo trajo a nuestro pueblo miseria, desempleo, desindustrialización, estancamiento y exclusión social”.[i]

Las consecuencias de esta entrega del país fueron tremendas. La enorme desocupación trepó a cifras récords de más del 15%, los planes constantes de ajuste llevaron a rebajar jubilaciones y sueldos estatales en un 13%, en épocas en que la “Piba” Bullrich era ministra de Trabajo. La crisis política del gobierno llevó a la renuncia del vicepresidente Álvarez, luego que se destapara una grave crisis de corrupción de pagos para obtener una flexibilizadora reforma laboral, conocida como la ley Banelco. Con posterioridad todo el Frepaso se retirará de la administración.

Sobre fines del 2001 el ritmo del deterioro se acelera. El FMI y los grandes bancos retiran su apoyo al gobierno, conscientes de su inutilidad para resolver la crisis. El riesgo país se dispara a 3.450 puntos. La caída del PBI per cápita se ubicaba en un 10%, se contrajo la actividad industrial un 11% y la construcción en un 20%, la impagable deuda trepaba a los U$S 160.000 millones.

Las elecciones de octubre de 2001 son otro golpe duro para la Alianza, el PJ los derrota ampliamente en las legislativas, en una elección donde se registraron cifras históricas de abstención, voto blanco y nulo. La izquierda crece también en su representación parlamentaria.

La crisis escaló y a fines de noviembre una importante fuga de capitales llevó al gobierno a decretar el célebre “corralito” por el cual los ahorristas -en ese momento un peso valía un dólar- solo podían retirar 250 pesos de sus cuentas semanalmente. Esto sacudió enormemente al conjunto de la población trabajadora, en particular a las clases medias y a los enormes sectores de trabajadores informales.[ii]

El 13 de diciembre la CGT y la CTA llaman a un paro general que tuvo un alto acatamiento, un parazo. El 14 empiezan a producirse saqueos en Rosario que se extienden por todo el interior del país y el Gran Buenos Aires en los días siguientes. Se calcula que fueron alrededor de 600.

El día del estallido

El 19 encontró al país con la ola de saqueos llegando a la Capital, con duros enfrentamientos con la policía o en algunos casos con los comerciantes.

 Las crónicas de la época reflejan la situación de ese día: “El 19 de diciembre todo se desmadró. Los comerciantes en los shoppings más exclusivos de la capital estaban desesperados por las noticias que presagiaban la llegada de las caravanas de los contornos hambrientos de la Ciudad. En medio de saqueos, protestas y represión en los alrededores de la plaza, Cavallo presentaba su renuncia. Se consumaban los saqueos a comercios en Capital, GBA y diez provincias. El derrumbe se convertía en tragedia: ese día hubo 7 muertos y 138 detenidos, con pronósticos nefastos para las horas siguientes, como efectivamente ocurriría. Se sumaba un gigantesco cacerolazo de la clase media, marchas de protestas en barrios acomodados de la Ciudad y los principales centros urbanos. Sin embargo, asesorado por su hijo Antonito y su círculo de efímeros iluminados, de la Rúa aparecería a la noche en las cámaras de TV para decretar el Estado de sitio. Nafta al fuego. Estallaba la rebelión final.”[iii]

El gobierno de De la Rúa estaba en el aire, totalmente debilitado y aislado. A las 11 horas de la mañana el presidente había intentado ampliar su base de sustentación. Con el auspicio de la Iglesia, se realizó una reunión de máximo nivel. Con Monseñor Casaretto como anfitrión, se reunieron con el mandatario, su jefe de Gabinete Chrystian Colombo, su ministro del Interior Ramón Mestre, el jefe del gobierno porteño Aníbal Ibarra del Frepaso, el líder del PJ Eduardo Duhalde, el senador y expresidente Alfonsín, los líderes de las dos CGTs, Daher y Moyano, y representantes de los empresarios como Cornide de CAME o Crotto de la Sociedad Rural. La reunión fracasó.

El anuncio de la implantación del Estado de sitio de un gobierno ultra débil, acorralado por la movilización popular fue la gota que rebalso el vaso, la que marcó el camino de no retorno. Miles de personas salieron a las calles y se encolumnaron hacia la Plaza de Mayo, también rodearon la Quinta de Olivos.

Miles y miles salieron con cacerolas, espumaderas y tapas desde Belgrano, Caballito, Palermo, Parque Chacabuco, Villa Crespo, Almagro y las localidades del Gran Buenos Aires. Una verdadera marea humana ingresó varias veces a Plaza de Mayo por Diagonal Norte y Sur y por la avenida de Mayo. Coreaban “que se vayan todos y no quede ni uno solo”, “Que boludo, que boludo, al Estado de sitio se lo meten en el c*lo”. Donde hubo retenes policiales fueron desbordados. Distintas movilizaciones se producían también en las principales ciudades del interior del país.

El Argentinazo culminaba su primer día. La suerte del gobierno de De la Rúa estaba echada y el régimen político que dominaba el país recibirá una durísima estocada a manos de una verdadera insurrección popular.

La participación de nuestro MST

Habíamos estado toda la tarde en la plaza. Luego nos manifestamos por las calles céntricas convocando a la población a movilizarse para derrotar al Estado de sitio y al gobierno. Desde el interior llegan informes de los compañeros y especialmente desde los distintos puntos de la Ciudad y del conurbano que venían marchando con sus respectivas columnas de vecinos los compañeros del lugar.

Nuestra política fue distinta de las otras corrientes de izquierda y centro izquierda, como la conducción de la CTA o de la CCC en aquel día de diciembre. Así lo relata Correspondencia Internacional N° 17:“En el año de mayor conflictividad, sus dirigentes (de la CTA) fueron parte de la tregua junto a las CGTs para sostener a De la Rúa e impulsaron un nuevo engendro político: el Frenapo (…) La realidad los encontró armando las urnas de esa consulta (qué no sirvió de nada) cuando el pueblo ya empezaba a ganar las calles para echar al gobierno y hacer estallar el modelo al que ellos solo veían posible ‘ponerle límites’. Se negaron a convocar a Plaza de Mayo el día 19, para ‘no favorecer a la derecha’, mientras irrumpía la revolución de las cacerolas. Mientras su dirigente D’Elía colaboraba con la CCC en suspender la marcha piquetera”.

Hasta acá la historia. La enorme crisis que atraviesa el país más temprano que tarde nos va a colocar frente a situaciones similares. Es una gran responsabilidad de la izquierda, en particular de los que integramos su núcleo más importante, el Frente de Izquierda Unidad, la que nos deparan las enormes peleas por venir. Esperemos que las lecciones de esta historia reciente, nuestra historia, nos sirvan de guía para corregir errores, postularnos para dirigir la lucha de los trabajadores y el pueblo, constituyéndonos en la tan necesaria alternativa política que la hora reclama.


[i]Blindaje y Megacanje, la mayor estafa de la historia”, EN ORSAI, 17/06/2014.

[ii]“19 de diciembre de 2001. El día que estalló la Argentina”, Periodismo de Izquierda 19/12/2002.

[iii]La ley Banelco, el corralito y el presidente empastillado”, Clarín 19/12/2021.

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