Cuando se cumplen los 100 días de la gestión del súper ministro Sergio Massa, los dólares financieros se dispararon y la brecha cambiaria volvió a ampliarse. El dólar contado con liquidación (CCL) subió en noviembre un 10%. Los capitales privados aminoraron sus posiciones en deuda en pesos y dolarizaron sus carteras. Los que entraron en los canjes de deuda exigieron más tasas y menos plazos de vencimientos. La agencia Moody’s alertó sobre las posibilidades de que el país entre en default. Pese a los U$S 5.000 millones de swaps chinos de libre disponibilidad que había conseguido Massa y el inminente lanzamiento del “dólar soja 2”, los dólares no alcanzarían para llegar a marzo. A 100 días de su nombramiento, el súper ministro parece hacer equilibrio en la cubierta del Titanic.
El dólar que utiliza centralmente la burguesía cuando no puede obtener los dólares oficiales es el llamado contado con liquidación (CCL); este dólar cerró el viernes con una cotización de $ 337, fines de octubre estaba a $ 305. Subió en 20 días un 10%. La brecha cambiaria se amplió al 104%. El blue -que mueve un volumen muy chico- superó la barrera de $300 cerrando en $306 y el llamado dólar bolsa – el MEP- cerró a $ 218.
Las medidas de Massa para frenar la corrida tras la caída de Guzmán y Batakis combinaron el “dólar soja” a $ 200 –una enorme concesión a los empresarios sojeros para acumular reservas- con el aumento del ritmo de devaluación –el llamado crawling peg- con un aumento muy importante de las tasas de interés. Así se logró el financiamiento para los gastos del Estado y planchar el dólar que acumula un retraso adicional, ya que no alcanzó los 20 puntos de inflación de estos meses, favoreciendo las operaciones de carry trade.
Distintas medidas excepcionales acompañaron al dólar soja para intentar cuidar las reservas obtenidas, un desdoblamiento parcial del mercado cambiario y la aparición de 14 o 15 tipos de dólar (dólar Coldplay, Qatar, para las tecnológicas, para el turismo extranjero, etc.), mientras ejercía un importante cepo a la demanda de dólares para importaciones y se gestionaban créditos ante los organismos internacionales.
La sequía, sus consecuencias nefastas sobre la entrada de exportaciones por la cosecha fina, sumado a los gastos imprescindibles para cubrir deudas con el extranjero y contener la presión sobre la cotización del dólar oficial hicieron que en pocas semanas el Banco Central tuviera que desprenderse de U$S 1.400 millones y el stock de reservas netas actuales ronde unos U$S 5.000 millones. Un monto que no alcanzará para cubrir U$S 8.000 millones de deudas comerciales que vencen en estos meses y mucho menos para cumplir la meta de reservas netas exigidas por el Fondo para fin de año.
La crisis de la deuda en pesos
Sin los dólares necesarios, la presión de los especuladores financieros vuelva a hacerse sentir. Las renovaciones de una pantagruélica deuda en pesos que estriba en los 9 billones –más de dos bases monetarias-, cuya relación con el PBI hace recordar a los economistas la situación financiera que desató la hiper inflación de los ’80 son cada vez más complicadas. Este gigantesco endeudamiento en pesos que se calcula en un valor equivalente a U$S 60.000 millones, con vencimientos a plazos muy cortos se ha convertido según varios economistas en el principal problema a afrontar.
La retirada del fondo Templeton, el mayor fondo de inversión “buitre” que operaba en la plaza local de sus posiciones en el país es parte de un proceso en el cual la refinanciación de 1,5 billones de pesos que vencían en estos meses no pudo completarse. Solo se pudieron refinanciar $ 900.000 millones y son los organismos oficiales los que intervienen fundamentalmente en los canjes, frente a una baja sensible de la inversión privada.
Fondos especulativos que, a través de los bancos, vinieron disfrutando de altísimas tasas de interés (tasa efectiva anual del 107% para las Leliqs y pases del Banco Central y del 116% para los bonos del Tesoro) que ahora tienden a refugiarse en el dólar frente a la incertidumbre de que, si pese a las declaraciones de Massa de evitar a toda costa una devaluación brusca, las cuentas terminan siendo adversas y el “mercado” termine imponiendola.
Fue en este marco que Massa anunció los U$S 5.000 millones de dólares de libre disponibilidad que aportarían a las reservas netas el reciente acuerdo sobre parte de los swaps chinos que están en las reservas brutas. El editorial de Marcelo Bonelli de este jueves 17[i] apunta sobre la desconfianza que existe sobre este anuncio y relata que muchos inversores dicen que, dada la falta de dólares, el plan económico no cierra sin una devaluación brusca. Subraya también que de no realizarse, el mercado va a terminar imponiendola.
De nuevo el “dólar soja”
Los funcionarios de Economía están negociando con los sojeros el inminente lanzamiento del plan “dólar soja 2”, con un precio que oscilaría entre $ 215 a $ 225 para intentar obtener los dólares necesarios para zafar de esta encerrona, a costa de un enorme gasto fiscal extra y una gran transferencia de recursos a los sectores más concentrados de la economía: a los pulpos que más se han beneficiado con esta crisis. Además, como consecuencia de esta nueva concesión, entre otras cosas, se presionará sobre el ya desbocado índice inflacionario.
¿Protestará Máximo en esta ocasión cuando se implemente la medida?, ¿o hará como la última vez que se acordó de reclamar contra la concesión a los empresarios del campo después de que terminara su aplicación? Cristina ni la mencionó en su reciente discurso en La Plata.
Un panorama sombrío
Devaluación brusca, hiperinflación y default son los nombres de las catástrofes que podrían desatarse según el análisis de los especialistas sobre el curso de la economía capitalista argentina y el “plan aguantar” del súper ministro. Moody’s explica –siguiendo las recomendaciones del Fondo en torno a la deuda en pesos, para aumentar la inversión empresarial subiendo más las tasas- que esta deuda creció de representar el 5% del PBI en el 2020 a constituir el 10% actualmente.
Otros analistas, hablando de la “fatiga” de los inversores señalan que si el gobierno no logra reprogramar los vencimientos a más largo plazo –una gran parte se producen en agosto y setiembre, en la época de las PASO- pueden verse obligados a recurrir a un plan como fue el BONEX, que en la primera parte del mandato de Menem confiscó todos los depósitos bancarios y los reprogramó a 10 años. Los funcionarios y analistas “serios” de la burguesía descartan públicamente esta posibilidad, pero las menciones de las discusiones en torno a esto expresan la gravedad de la situación.
Los nubarrones de la crisis de la economía capitalista mundial ya se sienten sobre la Argentina. Las dificultades para importar y las altas tasas de interés que en medio de un enfriamiento de la economía desalientan otras inversiones “productivas” se suman a una creciente migración de los capitales hacia los centros, alentados por el aumento de las tasas de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos. La crisis recesiva en ciernes afecta a todas las economías del planeta.
Por ejemplo Florencia Donovan, en su reciente editorial para La Nación[ii] señala que “hace tiempo que las inversiones que China había prometido para la Argentina están paralizadas. Hasta su incursión en el negocio del litio viene a los ponchazos, pese a haber sido anunciado en reiteradas ocasiones”. La analista relata el cambio abrupto de la política del gigante asiático en torno a las inversiones en infraestructura prometidas. De hecho, en este viaje Fernández y Massa solo obtuvieron U$S 200 millones de Xi Jinping para que la construcción de las represas de Santa Cruz no se paralice. Lo cual hace dudar de la “generosidad” del gigante asiático y en qué consiste el acuerdo real sobre los U$S 5.000 millones de swaps de libre disponibilidad que Massa afirma haber obtenido.
En este marco, la posibilidad de un nuevo “plan platita” en un año electoral, de miras a aliviar un poco los castigados ingresos populares, salarios, jubilaciones y planes sociales que se degradan frente a una inflación que ronda el 100% anual aparece como un tema de crisis, frente a un Fondo que exige sostener y profundizar el ritmo del ajuste y, pese al relato demagógico, frente a la falta de un plan alternativo de cualquiera de las variantes de las coaliciones electorales en disputa.
Hasta el flamante acuerdo de congelamiento de precios de 1.800 productos y de 30.000 más, al 4% de aumento mensual, aparece con muchas dificultades de pasar de un anuncio de propaganda, ya que pese a que los empresarios ya se cubrieron con fuertes aumentos en las primera semana de noviembre y de que el programa no llega a los negocios de cercanía (que cubren el 70% de la oferta), la falta de dólares hace dudar a los grandes empresarios si el gobierno va a cumplir con liberarles los dólares oficiales comprometidos para sus importaciones.
Muchos economistas liberales afirman que las medidas paliativas del ministro estarían perdiendo su efecto y que no se va a evitar un estallido sin un fuerte “shock normalizador”. El “boca floja” vice ministro Rubinstein afirmó en un foro empresario que estamos coqueteando con la híper y que no se puede sino apelar a la actual devaluación gradual, porque una de shock para achicar la brecha cambiaría podría desatar un Rodrigazo. Atravesamos momentos en que la inestabilidad económica y política llenan los pronósticos de incertidumbre y preanuncian un probable desenlace brusco de la situación.
Para parar el desastre hace falta un plan contra el Fondo y los grandes empresarios
En el año 2021, que marcó la recuperación de la caída de los meses de pandemia en el 2020, con un rebote del PBI del 10%, los salarios e ingresos populares siguieron cayendo frente a un avance de varios puntos de los empresarios en la distribución del valor agregado de la economía. Este año 2022 va a cerrar como un año récord en exportaciones. Sin embargo, la voracidad empresaria y los pagos a los buitres acreedores de la fraudulenta deuda encuentran a la economía sin reservas, a merced de la especulación financiera y a los ingresos populares totalmente en crisis frente a una inflación sin freno.
Al revés de lo que defienden los grandes empresarios, los economistas y propagandistas de la derecha, Massa y sus funcionarios -avalados por Cristina y por Alberto-, plata para cubrir las necesidades populares y relanzar nuestra economía sobra en el país. Hay que parar el constante drenaje del esfuerzo de nuestros trabajadores y el saqueo de nuestros recursos, que los grandes empresarios y los buitres financieros del imperialismo le han impuesto al país.
Mientras, los analistas liberales -y también reservadamente en el seno del equipo económico, como demuestran las “inoportunas” declaraciones de Rubinstein- discuten la posibilidad de un nuevo shock contra los trabajadores y sectores populares, porque ese es el contenido de la “normalización” que están discutiendo. Mientras, los sectores más lúcidos de los que detentan el poder en nuestro país, como el embajador Stanley, la propia Cristina o Wado de Pedro hablan de un gran acuerdo nacional para enfrentar la crisis, o “acuerdo democrático” en la versión cristinista, que no son otra cosa que intentar actuar juntos frente a la creciente reacción popular a este tremendo ajuste, las luchas y reclamos populares necesitan imponer otro plan de shock totalmente opuesto.
Un shock que empiece por congelar efectivamente todos los precios de los artículos de la canasta familiar, aplicando la ley de abastecimiento a los que especulen. Por decretar un aumento general de salarios, jubilaciones y planes sociales para cubrir el costo de la canasta familiar total, que ha sido fijada por los trabajadores del INDEC en $ 204.924-, con cláusulas de actualización automática mensual.
Un plan que, para obtener las divisas que necesita el país, empiece por romper con el FMI, los organismos internacionales de crédito y los pagos a los acreedores buitres de la deuda privada. Un plan que nacionalice la banca y el comercio exterior; que imponga un cambio total en el sistema tributario, descargando fuerte impuestos sobre los grandes empresarios y multinacionales. Un programa que reforme la estructura extractivista de nuestra economía, con una fuerte y radical reforma agraria y la recuperación de nuestra soberanía sobre el manejo de nuestros recursos energéticos y mineros.
Ese es el shock, la “normalización” que necesitamos. En un país en el que sobra derecha, hace falta construir una izquierda de masas para acaudillar las crecientes luchas de nuestro pueblo y generar una alternativa política para gobernar la Argentina. Al servicio de estas tareas te invitamos a acompañar al MST en el FIT Unidad.
[i] El duro diálogo entre Alberto Fernández y Kristalina Georgieva, y Sergio Massa en llamas con su vice. Clarín (17/11/2022).
[ii] El peor enemigo de Cristina volverá a salvar a Massa. La Nación (18/11/2022).