Este 21 de enero se cumplen cien años de la muerte de Vladimir Ilích Uliánov, conocido popularmente como Lenin, tras una larga enfermedad, cuando tan solo tenía 53 años. Se apagaba así, a inicios de 1924, la vida del principal estratega de la Revolución Rusa y del Partido Bolchevique que la condujo. En este artículo rescatamos la relación entre tan brillante personalidad, y su clara estrategia política y de organización revolucionaria.
Nadie puede negar que en la larga historia de la humanidad, el peso específico de las grandes personalidades juegan un rol protagónico y fundamental en el desarrollo de procesos históricos y, como en este caso, de revoluciones triunfantes. Siempre del seno de las clases oprimidas han salido líderes, cada cual en su contexto y con las características del momento dado y de la clase que representaban.
A la vez los grandes cambios revolucionarios producidos a lo largo de la historia siempre fueron llevados adelante por gestas colectivas como elemento decisivo para ser logrados. Las experiencias revolucionarias imprimieron una relación dialéctica entre las masas movilizadas hacia un objetivo y sus líderes o dirigentes. Porque sin la intervención revolucionaria de millones no puede haber revolución triunfante, pero sin una organización y dirección política con una estrategia definida tampoco.
Lenin fue gestor de la primera expresión victoriosa de la revolución socialista del siglo XX, abriendo por entonces una época diferente en la historia de la humanidad. Fue el líder y arquitecto indiscutido del partido revolucionario bolchevique que encabezó a las masas obreras y campesinas insurrectas hacia la toma del poder político en octubre de 1917. Condiciones objetivas maduras lograron al estar enraizadas con la organización revolucionaria que él encabezaba, objetivos que en otra situación anterior del siglo XIX Marx y Engels, los padres del socialismo científico, no tuvieron posibilidad de lograr. Ellos sentaron las bases teóricas y políticas indispensables que Lenin junto a Trotsky y sus contemporáneos recogieron luego, en un contexto apropiado que les permitió entrar en la historia junto al pueblo ruso.
El partido, como teoría política y practica revolucionaria
Como decíamos, Marx, trabajando en equipo con Engels sentaron las bases científicas y teóricas del socialismo revolucionario en el siglo XIX y se nutrieron para su elaboración de la experiencia de la Comuna de París y de los primeros pasos de huelgas y organización sindical de la clase obrera europea. Manteniendo el hilo rojo del marxismo, a inicios del siglo XX Lenin le incorporó al mismo un aspecto crucial para el desarrollo de entonces y del futuro de la revolución; la necesidad de un partido revolucionario organizado.
Esta cuestión, que a la luz de la historia se transformó en una contribución esencial, fue un aporte magistral de Lenin. No lo decimos para pretender ignorar otros aportes que exceden este artículo, como sus trabajos sobre el naciente imperialismo, o la política de los revolucionarios ante la Primera Guerra Mundial, sus famosas Tesis de Abril que provocaron un giro en la política bolchevique después de la revolución de febrero de 1917 o su rol en los primeros años de la revolución rusa en materia económica y política. Solo que su aporte teórico y político sobre qué tipo de partido necesitaba la clase obrera para triunfar, fue decisivo para esa victoria. Sin el Partido Bolchevique no hubiera habido revolución rusa triunfante. Y sin la teoría de Lenin acerca de qué partido construir no hubiera existido el tipo de partido bolchevique tal como la revolución necesitaba.
Tuvo que dar Lenin una pelea política clave desde inicio del siglo XX contra otras tendencias del movimiento revolucionario que no veían la necesidad de un partido revolucionario organizado y centralizado, y se justificaban entre otras cosas en falta de condiciones objetivas. Así en 1901 en su texto ¿Por dónde empezar? Lenin les decía: “En 24 horas se puede modificar la táctica de agitación en algún problema especial, se puede modificar la táctica de realización de algún detalle de organización del partido, pero cambiar, no digamos en 24 horas, sino incluso en 24 meses, el punto de vista que se tenga sobre problema de si hace falta en general, siempre y absolutamente, la organización de combate y la agitación política entre las masas, es cosa que sólo pueden hacer personas sin principios. Es ridículo hablar de situación distinta, de una alternación de periodos: el trabajar para que se cree una organización de combate y se lleve a cabo una agitación política es obligatorio en cualesquiera circunstancias “grises y pacíficas”, en cualquier período de “decaimiento del espíritu revolucionario”. Y más aún: precisamente en tales circunstancias y en tales periodos es especialmente necesario el trabajo indicado, porque en los momentos de explosiones y estallidos es ya tarde para crear una organización; la organización tiene que estar preparada, para desarrollar inmediatamente su actividad”.
Avanzando aún más en esa lucha política, al interior de la por entonces llamada socialdemocracia, fue precisando el tipo de organización que hacia falta, su programa, sus métodos, la forma de construcción y formación de sus cuadros y dirigentes. Sobre el tema, en su reconocido trabajo ¿Qué hacer? de 1902, incorporaba lo siguiente: “yo afirmo: 1) que no puede haber un movimiento revolucionario sólido sin una organización de dirigentes estable que guarde la continuidad; 2) que cuanto más vasta sea la masa que se incorpore espontáneamente a la lucha – y que constituye la base del movimiento y participa en él -, tanto más imperiosa será la necesidad de semejante organización y tanto más sólida deberá ser ésta (pues con tanta mayor facilidad podrán los demagogos de toda laya arrastrar a los sectores atrasados de la masa); 3) que dicha organización debe estar formada, en lo fundamental, por hombres que hagan de las actividades revolucionarias su profesión…tenemos el deber de ayudar a todo obrero que se distinga por su capacidad para convertirse en un agitador, organizador, propagandista, distribuidor, profesional…Un agitador obrero que tenga algún talento y “prometa” no debe trabajar once horas en la fábrica. Debemos arreglarlo de manera que viva de los fondos del partido, que pueda pasar a la clandestinidad en el momento preciso, que cambie de lugar de acción, pues de otro modo no adquirirá gran experiencia, no ampliará su horizonte, no podrá sostenerse siquiera varios años en la lucha contra los gendarmes. Cuanto más amplio y profundo es el movimiento espontáneo de las masas obreras, tantos más agitadores de talento descuellan, y no sólo agitadores, sino organizadores, propagandistas y militantes prácticos de talento”.
No podemos por ser este un artículo específico y no un largo trabajo, seguir citando a Lenin en otros planos del tipo de partido que propuso y construyó. Pero sí podemos decir que el mismo se fue forjando durante esos y que la llegada del ascenso revolucionario de 1917 lo encontró con la herramienta política revolucionaria para intervenir activamente, tal cual lo había previsto. Allí radica la base esencial de su aporte a la causa socialista.
Rescatando el legado internacionalista
Paralelamente a su teoría y práctica de construcción de partido revolucionario y empujado por el avance de la Revolución Rusa, Lenin jugó también otro rol trascendente en el plano estratégico; dedicar tiempo y esfuerzo para la fundación de la Tercera Internacional, trabajando para esto en equipo con Trotsky, Zinoviev y otros dirigentes de primera línea.
Ninguna de las corrientes nacionalistas, reformistas, posibilistas ni menos aún las stalinistas, pueden si quiera comprender como los jefes políticos de la revolución, de un país asediado por ejércitos capitalistas, pudieron destinar tiempo y esfuerzo en fundar la Tercera Internacional en medio de esa situación. Y además realizar cuatro Congresos internacionalistas trascendentes entre 1919 y 1922.
Sin embargo, lo hicieron siguiendo su estrategia, la cual indicaba que sin el avance del proceso de revolución hacia otros países y en particular hacia países centrales como Alemania, la Revolución Rusa estaba destinada a retroceder. Por eso invirtieron dirigentes y cuadros para esa tarea, viajes, congresos, dinero y esfuerzo militante. Alentaron la fundación de partidos revolucionarios en todo país donde pudieron hacerlo y pusieron la rica experiencia de la rusia revolucionaria a disposición de todos. Dieron desde la Tercera Internacional también fuertes batallas políticas contra corrientes sectarias y oportunistas, durante Congresos que tuvieron momentos de mayor ascenso revolucionario en 1919 y 1920 y de mayores dificultades en 1921 y 1922, abriendo la necesidad de nuevas tareas políticas para insertar fuertes partidos en la clase obrera y prepararlos realmente frente a la resistencia burguesa, también nuevas líneas políticas necesarias como el Frente Único.
Desde esa experiencia Trotsky escribiría en su valioso texto “Una escuela de estrategia revolucionaria” en 1921 lo siguiente: “La tarea de la clase obrera, tanto en Europa como en el mundo entero, consiste en oponer a la estrategia contrarrevolucionaria burguesa, acentuadísima, su propia estrategia revolucionaria, llevándola al último extremo. A este fin, es preciso darse perfecta cuenta de que no se conseguirá nunca abatir a la burguesía automática, mecánicamente, por la única razón que esté sentenciada por la historia. Sobre el áspero campo de la batalla política vemos, a un lado, la burguesía con todo su poder y facilidades, y al otro, la clase obrera con sus fracciones, sus sentimientos, sus, niveles de progreso distintos, y con su partido comunista que lucha con otros partidos y organizadores para lograr la influencia sobre las masas trabajadoras. El partido comunista, que cada día crece más, y mejor, se sitúa a la cabeza de la clase obrera europea, debe maniobrar en la lucha avanzando y retrocediendo, reafirmando su influencia y conquistando nuevas posiciones, hasta que se ofrezca el momento favorable para derrotar a la burguesía. Lo repito: este es un complejo problema de estrategia, como ya dije ampliamente en el congreso anterior. Podemos decir que el Tercer Congreso de la Internacional Comunista fue una alta escuela de estrategia revolucionaria”.
Lo que vino después, tras la muerte de Lenin, la persecución a Trotsky y la consolidación de la burocracia stalinista, fue la destrucción de este legado político revolucionario e internacionalista, disolviendo finalmente la tercera Internacional años después.
El Estado, la revolución y la estrategia
Sería una obviedad afirmar que Lenin luchaba por el gobierno obrero y el triunfo de la revolución socialista mundial. Esa era su estrategia y todo lo que hizo, incluyendo de manera decisiva la construcción de un partido revolucionario y de la Tercera Internacional, eran instrumentos para esa estrategia. Y a la vez sabía perfectamente que llegado al poder tenían por delante el desafío de la toma del poder político y del aparato de Estado proveniente del régimen burgués que caía.
No fue entonces por casualidad sino por necesidad y visión estratégica, que Lenin escribió “El Estado y la revolución” en pleno 1917 desde su exilio previo al regreso a Rusia. Porque consideraba un tema esencial definir qué hacer. Escribe entonces un profundo trabajo recogiendo los estudios de Marx y Engels sobre el Estado, a quien ellos definen no como algo neutral ubicado por encima de las clases, sino como un instrumento de una clase que oprime a otra. Y si bien el marxismo discrepaba del anarquismo que rechazaba toda forma de Estado y de disputa política por el poder, Lenin profundiza sobre el tema también explicando que llegado al poder, no se trataba de administrar el Estado burgués preexistente sino de demolerlo para construir nuevas instituciones de un Estado Obrero y transicional, funcional a las necesidades nacionales e internacionales de la revolución y solo después de esto el Estado, como instrumento de una clase sobre otra, dejaría de ser necesario.
En esto coloca su ideas y escritos condensados en esta obra magnifica que precisamente al ser elaborada en medio de los meses revolucionarios, tiene un enorme valor político e histórico. Un trabajo al servicio de las tareas revolucionarias de la clase obrera que debía hacerse con el poder del Estado hasta liquidar toda la resistencia capitalista. Como escribiría Lenin, hay una fase de lucha implacable y solo después de eso se abriría otra fase y situación; “la esencia de la teoría de Marx sobre el Estado sólo la asimila quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria, no sólo para toda sociedad de clases en general, no sólo para el proletariado después de derrocar a la burguesía, sino también para todo el período histórico que separa al capitalismo de la “sociedad sin clases”, del comunismo…En Marx no hay ni rastro de utopismo, pues no inventa ni saca de su fantasía una “nueva” sociedad. No, Marx estudia, como un proceso histórico-natural, cómo nace la nueva sociedad de la vieja, estudia las formas de transición de la segunda a la primera. Toma la experiencia real del movimiento proletario de masas y se esfuerza por sacar las enseñanzas prácticas de ella. “Aprende” de la Comuna como no temieron aprender todos los grandes pensadores revolucionarios de la experiencia de los grandes movimientos de la clase oprimida ni les dirigieron nunca “sermones” pedantescos. No cabe hablar de la abolición de la burocracia de golpe, en todas partes y hasta sus últimas raíces. Esto es una utopía. Pero destruir de golpe la vieja máquina burocrática y comenzar acto seguido a construir otra nueva, que permita ir reduciendo gradualmente a la nada toda burocracia, no es una utopía; es la experiencia de la Comuna, es la tarea directa, inmediata, del proletariado revolucionario…A partir del momento en que todos los miembros de la sociedad, o por lo menos la inmensa mayoría de ellos, hayan aprendido a dirigir por sí mismos el Estado, hayan tomado este asunto en sus propias manos, hayan “puesto a punto” el control sobre la insignificante minoría de capitalistas, sobre los señoritos que quieren seguir conservando sus hábitos capitalistas y sobre obreros profundamente corrompidos por el capitalismo; a partir de este momento comenzará a desaparecer la necesidad de toda administración en general. Cuanto más completa sea la democracia más cercana estará el momento en que deje de ser necesaria. Cuanto más democrático sea el “Estado”, constituido por los obreros armados y que “no será ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra”, más rápidamente comenzará a extinguirse todo Estado”.
Volver a Lenin
A lo largo de los cien años transcurridos desde su muerte, la humanidad y la clase obrera en particular, tuvieron un largo recorrido de cambios, avances, traiciones y retrocesos. En el siglo XX la principal traba fue el proceso de burocratización de la ex URSS a manos del stalinismo, que liquidó la Revolución Rusa y generó desmoralización en sectores y el surgimiento de nuevas teorías contra la estrategia leninista, elaboradas en base a un falaz emparentamiento entre el leninismo como teoría y práctica y la posterior degeneración contrarrevolucionaria que significó el stalinismo.
Así fueron surgiendo entre la última década del siglo pasado y la primera de este siglo XXI posiciones políticas y estrategias equivocadas desde el seno de una parte de la izquierda y la intelectualidad, las cuales han jugado un rol regresivo en todo este tiempo al pretender negar todo el legado leninista. Por dar solo un ejemplo, en un prólogo de un libro compilado hace algo más de dos décadas por Werner Bonefeld y Sergio Tischler, se escribe lo siguiente: “Entonces, ¿Qué hacer? hay que olvidarse de la idea del partido revolucionario como la forma de organización de la revolución. Dicha forma contradice el contenido de la revolución, y por tanto de la emancipación humana porque solo las propias masas dependientes pueden lograr su emancipación. La noción de la forma del Estado como un instrumento de la revolución tiene que desaparecer. La idea de la toma del poder a favor de las masas dependientes debe ponerse en evidencia tal cual es: la negación de la autonomía social como fuerza productiva de la revolución”.
Los hacedores de estas teorías y tantos otros similares, lógicamente no tuvieron a la hora de escribir ni tienen tampoco hoy mismo, como mostrarnos un solo lugar del planeta donde en base a sus teorías antileninistas de no pelear por el poder y no construir organizaciones revolucionarias, la humanidad haya logrados cambios positivos. Ningún cambio profundo, ninguna revolución ni proceso histórico pudo ni podrá en el futuro avanzar sin organización política y militante y sin una dirección revolucionaria que tenga claro sus objetivos estratégicos. Esa sí es una verdad histórica que no puede tergiversarse ni reemplazarse por teorías que, hablando de la emancipación humana, buscan desorganizar políticamente a quienes luchan precisamente por cambios cualitativos y socialistas a favor de la humanidad. Porque el marxismo y leninismo que nosotros reivindicamos y defendemos es crítico, autocrítico, con elaboración permanente y actualizaciones necesarias. Y construido sobre la base de mantener la esencia de sus cimientos revolucionarios y de su legado teórico y político, que lejos de estar perimido se vuelven más necesarios todavía.
Desde la profunda crisis capitalista de 2008 en adelante, el mundo ha vivido enormes luchas sociales, rebeliones, revoluciones, polarización social y política. Avances y también retrocesos. Surgimiento de nuevas derechas y ultraderechas y fuertes resistencias a esos fenómenos. De ahí que seguimos convencidos que todas las luchas actuales que recorren el mundo, necesitan no solo apoyo e impulso, también necesitan más que nunca de un partido leninista en todo sentido y no teorías reaccionarias que retrasan las tareas verdaderas que la clase obrera, los sectores populares y la juventud tienen por delante. Cuando hoy vemos la heroica resistencia palestina, las luchas obreras en Europa, las movilizaciones y asambleas en Argentina contra Milei entre otros procesos en curso, nos afianzamos en la tarea estratégica de construir organizaciones y partidos revolucionarios en cada país y una internacional revolucionaria que unifique toda esa militancia para un mismo objetivo estratégico. Para eso construimos el MST en el Frente de Izquierda Unidad y por eso somos parte también de la construcción de la Liga Internacional Socialista (LIS).
A cien años de la muerte de Lenin queremos reivindicar una vez más la esencia de su legado. La crisis capitalista internacional actual, la destrucción y desastre ambiental provocado por los gobiernos y grandes corporaciones capitalistas, las guerras, la miseria de millones, los fracasos de los progresismos reformistas y el surgimiento de nuevas fuerzas de derecha y ultraderecha, son de conjunto la constatación de la necesidad presente e histórica de fortalecer una estrategia leninista internacional y nacional. El desafío que tenemos por delante es avanzar en base a su auténtico legado revolucionario. Porque Lenin murió físicamente hace cien años, pero sus ideas y enseñanzas, no paran de nacer.