LENIN HA MUERTO
Lenin ya no existe. Hemos perdido a Lenin. Las leyes oscuras que gobiernan el trabajo de la circulación arterial pusieron fin a esta existencia. La medicina se ha manifestado impotente para operar el milagro que se esperaba de ella, que millones de corazones exigían.
¡Cuántos, sin vacilar, hubieran sacrificado su propia sangre hasta la última gota, para hacer vivir, para renovar el trabajo de las arterias del gran jefe, Lenin Ilich, único, inimitable! Pero no ocurrió ningún milagro cuando la ciencia empezó a mostrarse impotente. Y ahora Lenin ya no existe. Estas palabras caen sobre nuestro pensamiento como rocas gigantes que cayesen en el mar. Es increíble. ¿Puede alguien creerlo?
La conciencia de los obreros de todo el mundo no podrá admitir este hecho; porque el enemigo es muy fuerte aún, el camino es largo, y la enorme tarea, la más enorme de la historia, está aún inacabada; porque la clase obrera mundial necesita a Lenin como quizá no se ha necesitado a nadie en la historia del mundo.
El segundo ataque de la enfermedad, que fue más grave que el primero, duró más de diez meses. El sistema arterial, según la amarga expresión de los doctores, no ha dejado de “jugar” durante ese tiempo. Terrible juego en el que se debatía la vida de Ilich. Podía esperarse una mejoría, casi una curación completa pero también podía llegar una catástrofe. Todos esperábamos la curación, pero llegó la catástrofe. El regulador cerebral de la respiración se negó a funcionar y ahogó aquella inteligencia genial.
Y ahora Vladimir Ilich ya no existe. El partido está huérfano, la clase obrera está huérfana. Este es el sentimiento verdadero que provoca la noticia de la muerte de nuestro maestro y jefe.
¿Cómo iremos adelante, cómo encontraremos el camino? ¿Nos extraviaremos? ¡Porque Lenin, camaradas, ya no está entre nosotros!
Lenin ya no existe, pero el leninismo perdura. Lo inmortal en Lenin, su doctrina, su trabajo, su método, su ejemplo, vive en nosotros, vive en el partido que él fundó, vive en el primer Estado proletario del que fue cabeza y guía.
Nuestro corazón está tan sumido en la pena porque todos nosotros somos los contemporáneos de Lenin, trabajamos a su lado, y aprendimos de él. Nuestro partido es el leninismo en acción, nuestro partido es el jefe colectivo de los obreros. En cada uno de nosotros vive una partícula de Lenin, que es lo mejor de nosotros.
¿Cómo continuaremos? Con la antorcha del leninismo en nuestras manos. ¿Encontraremos el camino? ¡Con el pensamiento colectivo, con la voluntad colectiva del partido, lo encontraremos!
Y mañana, y pasado mañana, durante una semana, y un mes, nos preguntaremos: “¿Es que Lenin está realmente muerto?” Porque su muerte nos parecerá por mucho tiempo un capricho increíble, imposible, monstruoso de la naturaleza.
La pena que sentimos, que nos anuda el corazón cada vez que pensamos que Lenin ya no existe, puede ser para cada uno de nosotros una advertencia, una lección, una llamada: nuestra responsabilidad ha crecido. Seamos dignos del jefe que nos dirigía.
En el dolor, en la pena y en la aflicción, uniremos nuestras filas y nuestros corazones; nos uniremos más firmemente para nuevas luchas.
¡Camaradas, hermanos, Lenin ya no estará jamás entre nosotros! ¡Adiós, Ilich! ¡Adiós, jefe!
Estación de Tiflis, 22 de enero de 1924
Textos extraídos del libro Lenin de León Trotsky