viernes, 26 abril 2024 - 15:17

VIH/sida. Una lucha que continúa

Hoy, 1º de diciembre, se conmemora el Día Internacional de lucha contra el VIH/sida. En medio de la actual pandemia hay que tenerlo más presente que nunca, no sólo por la gran cantidad de gente infectada por VIH como grupo de alto riesgo al Covid-19, sino también porque su historia muestra las limitaciones y los negociados del sistema capitalista a la hora de enfrentar pandemias.

Si bien el origen del contagio con VIH puede remontarse a 1930, no fue hasta la década del ’80 en que se empezaron a reconocer los primeros casos, constituyendo un verdadero síndrome o enfermedad en el oeste de EE.UU. Como los primeros casos se registraron en homosexuales varones, la estigmatización no se hizo esperar y a cargo de las Iglesias y sectores de derecha homofóbicos surgieron motes como peste rosa y tildar de sidosos a quienes la padecían. La mortalidad por entonces, sin vacuna ni tratamientos, era altísima y la falta de inversión en investigación fue un primer obstáculo. Con el paso del tiempo y el mayor conocimiento de la enfermedad se hizo evidente que el problema no se restringía a tal o cual conducta sexual, sino que su trasmisión era horizontal, abarcando todos los géneros y condiciones sociales, y vertical, hacia lxs hijxs de madres infectadas. Esto potenció las investigaciones y la inversión.

Cuatro años después de la descripción cabal de la enfermedad, en 1987, apareció el AZT: el primer antirretroviral del mundo. La historia natural de la enfermedad empezaría a cambiar notoriamente y la mortalidad bajó en forma sensible. En pocos años aparecieron nuevas drogas antirretrovirales (ARV) efectivas y su combinación en los llamados cócteles significó otro avance, no en la cura definitiva pero sí en la supervivencia de las personas afectadas, que hoy es de unos 30 años más. Lejos quedó la percepción que todo infectado tenía la muerte asegurada.

La enfermedad hoy

Pese a estos datos alentadores aún hay planteada una lucha que llevan adelante muchas organizaciones y activistas. Y es que el VIH/sida sigue contagiando a unos dos millones de personas y causando la muerte a más de 800.000 cada año en el mundo. En nuestro país afecta a más de 130 mil personas, con entre 1.400 a 2.000 muertes anuales por las enfermedades asociadas.

El otro problema que enfrentamos es que la curva de la enfermedad se ha amesetado en un nivel alto y del cual no baja por motivos económicos, culturales y también por falta de responsabilidad de los Estados. A su vez, la pandemia actual conlleva un claro riesgo de elevar la mortalidad ya que por su inmunodepresión, o sea su bajo nivel de defensas, las personas que viven con VIH son un grupo de alto riesgo si contraen Covid-19.

VIH y sida no es lo mismo

Como ya es sabido, el VIH se transmite a través de la sangre y los fluidos sexuales. Por eso las transfusiones y las relaciones sexuales sin protección pueden ser el origen del contagio. Una vez adquirido el virus, la persona puede permanecer asintomática de 3 a 15 años. Si no hay un diagnóstico o tratamiento, se terminan afectando las defensas de esa persona huésped, sobre todo un tipo de linfocitos (glóbulos blancos). Entonces se pasa al estadio de sida, que ya implica tener la enfermedad al estar clínicamente inmunodeprimido y por ende susceptible de otras infecciones.

Si bien los tratamientos ARV cambiaron mucho aquel antiguo mal pronóstico de la enfermedad, lejos se está aún de controlarla, superarla ni menos aún curarla. Y esto es en gran parte debido al propio sistema capitalista, a sus gobiernos y a las corporaciones farmacéuticas privadas, que no priorizan el interés social sino sus ganancias.

La estigmatización sigue operando y los grupos con mayor porcentaje de infección están entre la comunidad trans y las prostitutas, siempre marginados y criminalizados por este sistema patriarcal e hipócrita que los cuestiona a la vez que les restringe el acceso a la salud. Entre las personas jóvenes, de menos de 35 años, operan otras causas como la falta de inversión en programas y planes de prevención y concientización. Tuvieron más efectividad en la década pasada porque los Estados han recortado los presupuestos de salud pública. La no aplicación de la Ley de ESI también influye, ya que es decisivo promover desde la niñez la importancia de las relaciones sexuales protegidas. La falta de testeos masivos en grupos de riesgo es otro factor, ya que con la excusa de preservar la privacidad no se testea lo suficiente. En cambio, cuando hay detección precoz del VIH, con los tratamientos ARV se puede prevenir el sida en más del 96% de los casos.

Por una nueva ley de VIH

En nuestro país existe la Ley de Sida 23.798, que en teoría cubre los medicamentos u obliga a las obras sociales y prepagas a cubrirlos. Este avance, logrado a fuerza de lucha de las entidades de pacientes y dedicadas al tema, en tiempos de crisis no se cumple: faltan medicamentos o no se dispone de tratamientos de segunda o tercera línea cuando se requiere un cambio de medicación. Además la ley ya tiene 30 años y hay cuestiones a incorporar y actualizar. Por eso hace falta una nueva ley de VIH, hepatitis virales, Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y tuberculosis que garantice realmente el acceso a la prevención, tratamientos en tiempo y forma y controles de carga viral, y que promueva los factores sociales de la salud, proteja los derechos humanos y penalice toda forma de discriminación.

Si ya bajo el gobierno de Macri varias veces hubo faltantes de medicamentos, bajo este gobierno en octubre pasado renunció Sergio Maulen, importante funcionario del Ministerio de Salud de Nación, que conducía la Dirección de VIH/sida, ante la falta de presupuesto y de previsión en las compras de ARV. Y para no depender de las compras a los laboratorios multinacionales y además abaratar los altos costos, nuestro país debería avanzar en la producción pública de ARV, como lo ha hecho por ejemplo Brasil hace ya muchos años. Si no se avanza es para no chocar ni afectar los intereses del sector privado.

Es que el capitalismo funciona así, bajo la batuta del lucro privado. A 40 años de conocida la enfermedad aún no se dispone de una vacuna efectiva. El Estado no invierte lo necesario para investigar y además hay presión de las multinacionales farmacéuticas, cuyo interés es fabricar y seguir vendiendo ARV eternamente pero no lograr la cura definitiva que les privaría de su negocio.

El día internacional del VIH/sida debe significar un día para redoblar la lucha por una nueva ley, por la producción pública de medicamentos y por mayor inversión estatal en investigación.

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