El 18 de mayo de 1781 era ejecutado el cacique Túpac Amaru II, responsable de una de las rebeliones más importantes de la América colonial y la que más se extendió a lo largo del continente, siendo un antecedente para la liberación americana.
Durante la conquista de América, a lo largo del siglo XVI, los españoles tomaron por la fuerza las tierras de los pueblos originarios a sangre y fuego. En algunos casos los pueblos dominados fueron subyugados a partir del miedo que infundían los conquistadores, y en otros casos por la derrota y aniquilación en la guerra. El pueblo incaico fue uno de los que más resistió a las fuerzas invasoras, pero sería finalmente controlado a partir de la ejecución del último emperador de sangre completamente originaria, el inca Túpac Amaru I en 1572.
A partir de ese punto, los distintos pueblos originarios sufrieron la opresión colonial de los vencedores europeos, quienes los explotaban como mano de obra reducida a la servidumbre y el vasallaje. Pero también siendo víctimas de un proceso de aculturación, despojándolos de sus religiones y costumbres milenarias, para obligarlos a servir al ideario y la moral cristiana y ser parte de un proceso de mestizaje que garantizase la extinción de la cultura incaica y la sumisión al orden de la realeza europea.
Del linaje del gran inca Túpac, en 1738 nació el mestizo José Gabriel Condorcanqui, quien más tarde se convertiría en Túpac Amaru II.
De la nobleza a la rebelión
La familia Condorcanqui era una de las familias nobles del Cuzco. Por el proceso de mestizaje y aculturación del que hablábamos antes, los descendientes de los caciques habían recibido el tratamiento de nobleza real del sistema medieval, como una forma de generar legitimidad para garantizar obediencia del pueblo incaico, quienes eran conocidos con el nombre de Curacas. Por esta razón, el joven Gabriel fue educado por diversos curas y párrocos y asistió a las escuelas dirigidas por la orden de los jesuitas. Al crecer tenía asegurada la posesión y control de grandes territorios, donde su labor era la de mediar entre los poderes coloniales y las encomiendas de trabajadores originarios. Al mismo tiempo había logrado establecer un exitoso negocio con la venta y alquiler de mulas que se utilizaban para transportar los bienes y los metales con los que comerciaba el Alto Perú.
Desde siempre, Gabriel había tenido interés en reivindicar su linaje inca, incluso habiendo pedido permiso real para portar el nombre de Túpac Amaru, quien había sido su tatarabuelo, siendo rechazado por la audiencia de Lima. Para 1780 el comercio cuzqueño estaba en crisis a causa de la división producida por las reformas borbónicas de 1776 que beneficiaban a Buenos Aires. La situación había generado un salto en la explotación de la mita minera[1], lo cual generó ciertos conflictos que llevaron a Gabriel Condorcanqui a romper con su formación pro-hispana y volcarse a ser el líder de la rebelión incaica bajo el nombre de Túpac Amaru II.
La rebelión que inició todo
El 4 de noviembre de 1780, Túpac II detiene y juzga al corregidor[2] español Antonio de Arriaga, quien era el máximo responsable del orden en el distrito de Tinta. La sentencia es a muerte y quienes ejecutan la pena son los mismos originarios que habían sido explotados por él. La noticia de su muerte y del accionar de Túpac se esparcieron como un reguero de pólvora, produciendo que la rebelión creciera en cantidad pero también se hiciera más ambiciosa en sus objetivos.
Originalmente, Túpac planteaba una oposición que no iba contra el poder monárquico, sino contra el “mal gobierno”, pero la extensión de la misma lo llevó a posiciones aún más radicales; creando un ejército compuesto por incas, mestizos y criollos, levantando una proclama que incluía la abolición de la mita y todo tipo de esclavitud, atacando el corazón del modo de producción colonial. Para esta tarea se valió de un poderoso ejército conformado por los oprimidos a los cuales daba como tarea su propia liberación, al mismo tiempo que incentivaba a los levantamientos contra los españoles en las unidades de explotación a las cuales pertenecían, dividiendo la atención colonial entre la persecución a Túpac II y los levantamientos en sus propias unidades productivas. La misma táctica que utilizaría 40 años más tarde San Martín contra la aristocracia conservadora y realista del Alto Perú.
Mención aparte merece el rol de Micaela Bastidas, su esposa, que codirigió el ejército junto a él siendo una avanzada en romper con los roles de género y sirviendo de inspiración para muchas mujeres que tuvieron roles destacados en las guerras de la independencia, siendo la más famosa la generala Juana Azurduy.
Del final al principio de algo nuevo
Tal vez el más grave error de Túpac Amaru II estuvo en el exceso de prudencia con respecto a la extensión de su movimiento, negándose a avanzar sobre las demás provincias, calculando que su ejército no estaba listo para un enfrentamiento directo con las fuerzas coloniales. Esta demora y la relajación de sus fuerzas, permitió que la expedición realista proveniente de Lima derrotara a las fuerzas rebeldes en la batalla de Checacupey posteriormente capturaran a Túpac y a toda su familia. Luego de ser torturado, sería ejecutado en la plaza de armas de Cuzco como una forma de escarmiento público, su cuerpo desmembrado y sus restos expuestos en los cuatro puntos cardinales de la geográfica cuzqueña, esperando sofocar todo intento de rebelión por parte de los mestizos. Pero su muerte generó el efecto contrario.
Luego de ser ejecutados el líder inca y su esposa, las rebeliones crecieron en intensidad y dieron un giro en su carácter; el pueblo mestizo comenzó a organizarse y rebelarse ya no solo contra los funcionarios coloniales, sino también contra los criollos y todo símbolo del dominio español. En una matanza similar al gran terror de la revolución francesa, se calcula que alrededor de 50.000 a 80.000 personas fueron muertas por las fuerzas tupamaras – que se reclamaban seguidoras de Túpac – que ya no tenían un solo líder, sino varios, y que se extendió a las zonas de la actual Bolivia. Las revueltas fueron sofocadas por acción del virrey Jáuregui, a partir de la promesa de reformas en el orden social y el aislamiento de los diversos grupos debilitándolos y retomando el control. Sin embargo la semilla de la revolución americana había sido implantada.
La figura de Túpac Amaru II y su rebelión son hitos importantes de la historia latinoamericana. Su enfrentamiento al poder colonial y su antiimperialismo, su defensa de la soberanía nacional y de los pueblos oprimidos, su reivindicación de la cultura americana y de los vínculos con la tierra. La independencia americana se hizo en nombre de la labor del último gran Inca, quien es el precursor espiritual de la misma. Alguien que revalorizaba una cultura ancestral pero al mismo tiempo tomaba tareas políticas que se adelantaban a su tiempo.
Germán Gómez
[1] La mita minera era el nombre que tenía la forma de explotación esclavista en la cual los originarios eran forzados a trabajar en las minas de Plata de Potosí.
[2] Corregidor, era el nombre de un cargo colonial, equivalente actualmente a una especia de comisario general, aunque también tenia obligaciones de hacienda e impuestos.