Artículo extraído del sitio web de la Liga Internacional Socialista.
En enero de 2015 en Grecia llegó al poder la coalición de izquierda Syriza y por primera vez en Europa había un gobierno que proponia rechazar los planes de austeridad de la troika (Comisión de la Unión Europea, Banco Central Europeo, FMI). El entusiasmo que generó el espacio encabezado por Alexis Tsipras creció tan rápido como decayó, ya que la dirección de Syriza terminó dandole la espalda a la voluntad popular que rechazaba el ajuste y cedió finalmente a las presiones del imperialismo, frustrando una de las más grandes oportunidades para la izquierda en la historia reciente.
Casi diez años después, una de las figuras principales del gabinete de Tsipras, recuperó popularidad. El ex ministro de finanzas, Yanis Varoufakis[1], logró reflotar un concepto llamativo: tecnofeudalismo. Con una serie de afirmaciones extravagantes propone que (aunque nos cueste aceptarlo) ya no vivimos en una sociedad dominada por la clásica burguesía capitalista. Estamos frente a un nuevo sistema dominado por “nubelistas”, que serían versiones contemporáneas de los señores feudales pero que obtienen su poder del control de datos y de las big techs.
No alcanzan los neologismos como hipercapitalismo, capitalismo de plataformas o capitalismo rentista para describir el presente fenómeno, según Varoufakis. Los cambios que presenciamos son tan drásticos que sólo podrían ser entendidos aceptando que en el presente rige un nuevo modo de producción.
Sin dudas, las últimas décadas fueron de profundos cambios. Desde la crisis de 2008, el capitalismo mutó profundizando sus rasgos más reaccionarios, pero provocando al mismo tiempo movilizaciones masivas en todo el planeta. Frente a todo esto es válido preguntarse, ¿qué lugar ocupa la tecnología actual en la dominación de clase? ¿cómo entender los tiempos modernos desde el marxismo? ¿Varoufakis acierta con su respuesta a todos estos debates?
¿Qué es tecnofeudalismo?
Más de uno coincidirá con que estamos encerrados en una distopía, donde las nuevas tecnologías nos apresan cada vez más. Desde tiempos de Marx hay claridad sobre el efecto paradójico por el cual “las máquinas adquieren características humanas y los humanos características de máquina”. Sin embargo, nos equivocaríamos de lleno si creyéramos que nada cambió desde ese entonces. Pero cuánto hay de innovación en nuestros tiempos y cuánto de copia de lo antiguo.
El razonamiento de Varoufakis se inclina por la segunda opción, ve al futuro repetir el pasado, pero en un grado terriblemente drástico y a la vez desconcertante. El economista va a fondo postulando la hipótesis de que “el capitalismo está desapareciendo”, a pesar de que muchos se aferren al ya caduco término, tal como ocurría con el feudalismo en los tiempos de ascenso del capitalismo.
Continúa explicando que, así como la burguesía emergente supo convivir con los señores feudales, en la actualidad una nueva clase en ascenso se distingue de la tradicional burguesía capitalista. Los que denomina “nubelistas”, ya que lograron consolidar su poder y someter tanto a sus rezagados competidores, los capitalistas, como a la nueva mano de obra, el proletariado nubelista, a través del manejo de las nuevas tecnologías y de datos almacenados en “nube”.
Al principio de su texto nos propone una primera definición: “Los dos pilares en los que se asentaba el capitalismo han sido reemplazados: los mercados, por plataformas digitales que son auténticos feudos de las big tech; el beneficio, por la pura extracción de rentas[2]”.
El error inicial es que el economista considera un nuevo modo de producción a lo que en realidad es el capitalismo en su fase más reaccionaria. Elon Musk, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg representan al capital concentrado potenciado por los nuevos mecanismos de superexplotación y de depredación ambiental. Si bien, logran ventaja en relación a sus competidores burgueses tradicionales, no dejan de tener presencia en rubros clásicos de la industria como la fabricación de autos, en el caso de Musk con Tesla, o la producción de indumentaria alimentos o artículos de cuidado personal, en el caso Bezos con las marcas propias de Amazon.

¿Nuevas tecnologías, nueva explotación?
Para el ex ministro Varoufakis, la reconfiguración económica mencionada abre paso a una reconfiguración social. Del nuevo modo de producción devienen nuevas clases sociales. Los proletarios de la nube serían la continuación del proletariado clásico, pero ya no sometidos por la organización taylorista del trabajo sino por el “capital en la nube”, que acelera el ritmo de producción. Los siervos de la nube serían una categoría aún más distinta a las clases precedentes. Según el autor, los siervos serían una clase que “elige la opresión” ya que se trata de aquellos sectores de usuarios de las redes sociales que “producen” contenido para las plataformas sin una remuneración de por medio.
El problema aquí es que Varoufakis no distingue con precisión qué es lo que diferencia al “proletariado de la nube” con el proletariado clásico. Hoy vemos recrudecida la explotación laboral sobre los trabajadores de plataformas, pero hay una continuidad en la dependencia a las corporaciones, que eufemísticamente llaman “pago de servicios” al salario como ocurre en las aplicaciones. Por su parte, los “siervos de la nube” no dejan de ser trabajadores que consumen un servicio de entretenimiento y cuya subsistencia sigue dependiendo de su trabajo, por lo que no podemos afirmar que escapen a la definición de clase trabajadora.
Internet: la promesa que no fue
Es interesante la recapitulación sobre la historia del internet que comenta Varoufakis. En el contexto de la Guerra Fría, el internet surge como una antinomia por tratarse de “una red informática no comercial, construida por el gobierno estadounidense y de su propiedad, que estaba al margen de los mercados y los imperativos capitalistas, pero cuyo objetivo era la defensa del mundo capitalista[3]”.
Como consecuencia del curioso evento, aparece “Internet Uno” (el internet “original”) del cual con los años solamente quedaron vestigios. A partir de 1970 los capitales financieros fijaron su interés en las nuevas tecnologías con el fin de maximizar sus ganancias. La fusión de finanzas y la web escaló a tal punto que para 1980 los algoritmos eran tan confusos que escapaban al entendimiento de sus propios creadores.
Tras la caída del Muro de Berlín, Estados Unidos avanzó en la consolidación de su hegemonía mundial propagandizando que el “socialismo” había fracasado. El imperialismo prometió un nuevo orden democrático, en ese marco internet se mostraba como una herramienta para conectar al mundo y posibilitar el intercambio de conocimiento en tiempo récord.
Sin embargo, dando un salto al presente, el análisis de Varoufakis destaca el modo en el que internet y las nuevas tecnologías terminaron por reforzar los mecanismos de opresión de las mayorías. ¿Qué pasó en medio? Se podrá enlistar diferentes motivos, pero uno de los destacados por el autor es el fenómeno de cercamiento [enclosures]. Tomando el ejemplo de la privatización de las tierras en Europa durante la “acumulación originaria” capitalista, el autor se refiere a la apropiación por parte de los empresarios de los “bienes comunales” de internet que terminó por dar forma al modelo actual en el que hoy navegamos.
Describir brevemente este recorrido permite ver que las nuevas tecnologías, actualmente en manos de las principales corporaciones capitalistas, deben su origen a la planificación estatal y significaron muchas veces una oportunidad para democratizar la información y las comunicaciones. Sin embargo, la colaboración libre entre usuarios fue progresivamente reemplazada por la mercantilización de un servicio en manos privadas, dando paso al escenario que actualmente vemos.
Renta y beneficio
Está claro que los grandes cambios sucedidos después de la crisis de 2008 dejaron un mundo muy distinto. Varoufakis insiste con la necesidad de un “nuevo relato” que explique nuestra realidad. Afirma que el resurgimiento de los aspectos económicos característicos del feudalismo implicó el desplazamiento de la ganancia por el “beneficio” o la renta. Al igual que los señores feudales de antaño, la clase dominante nubelista ya no persigue la innovación tecnológica ni la inversión con el objetivo de competir con sus pares. Ahora el libre mercado pasa a ser una vieja fantasía y su lugar es ocupado por los “feudos en la nube”. En su planteo, otro de los puntos de quiebre en la transición de un sistema al otro fue la pandemia, cuando los bancos centrales de los estados nacionales inyectaron grandes sumas de dinero para salvar a las empresas, pero éstas lejos de invertir en más producción continuaron financiando a la nube. El resultado sería el comienzo de la “era del capital en la nube”.
Así explicado, haya sentido el planteo sobre “el fin del capitalismo”, al que Varoufakis suscribe. Pero hay que pensar la renta en su vínculo con la acumulación capitalista para determinar su carácter feudal o capitalista.
Es Duncan Foley quien, siguiendo a Marx, explica que “Estas rentas forman parte del conjunto del plusvalor generado en la producción capitalista, aunque en sí mismas no guardan relación directa con la explotación del trabajo productivo” (Foley, 2013, como se citó en Morozov, 2022). Además, considerando el vínculo de los “nubelistas” con las industrias productivas tradicionales queda en evidencia la relevancia del trabajo humano en condiciones de explotación, por ser la única fuente de extracción de plusvalor, de lo que se desprende el carácter capitalista de la renta.
Aun así, no se termina de responder el planteo de Varoufakis en cuanto a la comodidad ociosa en la que viven los nubelistas, sin necesidad de realizar mayores inversiones ni de “mover un dedo”. Pero la realidad contradice al economista, hay una serie de ejemplos que demuestran la preocupación de los grandes empresarios de las nuevas tecnologías por sostener la inversión. Por ejemplo, Alphabet gastó desde 2017 a 2020 91,5 millones de dólares en I+D, Amazon hizo lo propio en 2020 gastando 42,7 millones de dólares en investigación y desarrollo (Morozov, 2022).
“Servilismo ante la burguesía disfrazado de ‘análisis económico’”
La reconfiguración del panorama mundial tras la primera guerra mundial y la revolución rusa abrió un período de intensos debates en el marxismo. En ese marco, en 1918 Lenín le recriminó a Kautsky que “(…) da marcha atrás y, aparentando hacer un ‘análisis económico’, propugna ahora, con frases altaneras sobre el ‘materialismo histórico’, la subordinación de los obreros a la burguesía, al repetir machaconamente, respaldándose en citas del menchevique Máslov, las viejas concepciones liberales de los mencheviques”. (Lenín, 2007, p. 81)
Cualquier parecido con la actualidad no es pura coincidencia. Partíamos de comentar el papel traidor de las direcciones de la centro-izquierda europea en años recientes. Sin dudas, fueron los responsables de la frustración que anticipó el ascenso de la ultra-derecha, que hoy se respalda en el poder del gran capital tecnológico. Varoufakis, en tanto analiza, justifica su crónico “servilismo con la burguesía” y sugiere diferentes mecanismos y medidas reformistas de democratización institucional pero sin mencionar la palabra revolución.
Con nostalgia keynesiana por el Estado de Bienestar, sobre el final confiesa su propuesta interclasista afirmando que “Para tener alguna posibilidad de derrocar al tecnofeudalismo y de que el demos vuelva a la democracia, es necesario reunir no solo al proletariado tradicional y al de la nube, sino a los siervos de la nube y, además, al menos a algunos capitalistas vasallos[4]”.
Esta alianza con los “capitalistas vasallos” desempolva viejas fórmulas caducas de subordinación a la burguesía. Es otra cara del renovado ensayo de la socialdemocracia por conformar “frentes populares” y variantes para detener a la ultraderecha, a la cual lejos de combatir terminan por fortalecer.
A pesar de la popularidad del texto de Varoufakis hay que preguntarse en qué medida su difusión responde a un fenómeno editorial y en qué medida a la claridad de sus conceptos. El ex ministro de Economía es consciente de la polémica de sus afirmaciones, sin embargo, tampoco se molesta por dar explicaciones muy profundas. Podemos pensar que de fondo lo que busca es postular conceptos disruptivos, pero sin fundamentos sólidos.
Aunque es innegable que el capitalismo ya no es como lo conocieron las generaciones anteriores y la tecnología cumple un papel relevante en la actual mutación, el impresionismo de la pequeña burguesía intelectual no logra una verdadera actualización de la teoría marxista. Al contrario, retrocede casilleros en las conclusiones fundamentales. Desde tiempos de Marx está claro que el problema no son las máquinas en sí, sino en manos de qué clase se encuentre el control de las mismas.
Es tarea de todos los revolucionarios analizar y debatir con rigor y paciencia los nuevos fenómenos tecnológicos. Tenemos que entenderlos como campos de disputa complementarios a la pelea estratégica, que es la lucha de clases y la construcción de partido revolucionario, para intervenir en la batalla de ideas y la pelea por el socialismo.
Por Martín Fuentes
Referencias bibliográficas
Morozov, E. (2022). Crítica de la razón tecnofeudal. New Left Review 133/134, pp. 99-142.
Lenín, V. I. (2007). La revolución proletaria y el renegado Kautsky. Fundación Federico Engels.
Varoufakis dimite para “facilitar la negociación” con la UE. El País (06/07/2015).
Varoufakis, Y. (2024). Tecno-feudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo. Deusto.
[1] Varoufakis renuncia poco después de que el parlamento rechace el referéndum donde gana el “NO” a los planes de la troika. Sin embargo, su posición no contribuyó a fortalecer la lucha por los reclamos del pueblo griego. Al contrario, renunció afirmando que dimitía para “facilitar la negociación” con la UE (El País, 06/07/2015).
[2] Tecnofeudalismo, Varoufakis, 2024, p. 6).
[3] Ibíd., p. 69.
[4] Tecnofeudalismo, Varoufakis, 2024, p. 189.