Mientras la mayoría de los economistas marcan una caída del salario mínimo vital y móvil (SMVM) frente a la inflación del 14,1%; se anuncia la suba de precios en los productos esenciales de la canasta familiar. Una cuestión que profundiza mucho más la situación de los más vulnerables frente a la canasta de indigencia según los propios parámetros del INDEC. Aumento de emergencia, salarios igual a la canasta familiar, política real sobre los precios.
Si bien los economistas hablan del retroceso del SMVM, es obvio que en el mismo sentido han ido la mayoría de los salarios. La pérdida del poder adquisitivo de las y los trabajadores durante el 2020 ha sido profunda, y en la mayoría de los casos los ingresos, solo logran cubrir los alimentos, cuyo precio en las góndolas aumenta sin parar. Vale aclarar que en términos porcentuales, esta caída real del salario mínimo durante solo el primer año de la gestión de Alberto Fernández, es más de la mitad del retroceso del 24,4% que tuvo durante los 4 años de la gestión Macri. Ahora esa escalada parece no detenerse, después de dar a conocer que la inflación de diciembre fue del 4%, la mayoría de los analistas anticipan que esa tendencia se mantendrá por lo menos los próximos 6 meses. Siendo el rubro alimentos, el rubro que más escalara por mes, provocando un impacto más profundo sobre salarios.
Y en esta balanza de precios que suben y salarios que pierden cada vez más valor, la pandemia y las políticas estatales frente a ella, obligan a los trabajadores, principalmente del sector informal a salir todos los días a buscar cómo parar la olla. En el marco de un presupuesto que no contempla ayudas ni subsidios, en donde el escaso IFE es un recuerdo y asignando cada vez más responsabilidades a los ciudadanos frente el virus. Este panorama, con el aumento del 5% que se prevé para el salario mínimo vital y móvil, seguirá dejándolo por debajo del incremento de los precios que se anticipan, arrastrando a los salarios en general a un retroceso que podría alcanzar más del 20%, desde que asumió Alberto Fernández.
El salario que no alcanza
El salario mínimo, vital y móvil es la menor remuneración que debe percibir en efectivo el trabajador sin cargas de familia por su jornada laboral. Debe asegurarle alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte, esparcimiento, vacaciones y cobertura previsional. Y debe ajustarse periódicamente de acuerdo a las variaciones del costo de vida. Como es obvio el SMVM no alcanza para nada de lo dice aspirar en su concepción, pero además incide en la dinámica de los salarios de trabajadores informales, con salarios bajos, fuera y dentro de convenio, constituyendo cerca del 45% de los trabajadores ocupados. Pero también muestra una tendencia hacia el resto de los ingresos de los trabajos formales. Mostrando el mayor impacto en los ingresos por planes sociales, que según el propio gobierno corresponden a 760 mil beneficiarios que cobran la mitad del SMVM.
Según el INDEC en diciembre, una familia necesitaba $55 mil para acceder a la canasta de pobreza, claramente ningún salario hoy puede cubrir de modo holgado ese requerimiento, pero mucho menos quienes menos tienen, el ingreso mínimo salarial total ronda los 24.000 pesos, con descuentos, lo que explica porque cada vez más argentinos se encuentran por debajo de la línea de pobreza. Todo esto ante la mirada de los sindicatos, que dejan correr, o acompañan este ajuste y recorte salarial. Tanto los sindicatos estatales, como los de sector privado han salido a justificar este retroceso, explicando que frente a la pandemia, no se puede hacer otra cosa. Lo cual no es real, ya que mientras los salarios se mantienen por debajo de la línea de pobreza, crecen las ayudas y subsidios a las empresas. Por eso el problema es de prioridades, y para este gobierno, ni salarios, ni jubilaciones lo son.
Al pan pan…. Y al resto migas.
Si bien según el INDEC la inflación en diciembre fue del 4%, y un total de 36,1% en todo el año pasado, para los alimentos de consumo masivo, la inflación fue superior a la informada. En total el rubro alimentos aumento en el durante el 2020, un 42% con respecto a diciembre del 2019. Y la mayoría de las consultoras prevén que esta alza aumente. Ya se adelantó que el pan y todos sus derivados subirán un aumento no inferior al 10% durante este mes, y que esto se debe al aumento de la carne, y de la nafta, que impacta en la grasa y en el transporte. Lo que además anticipa que la mayoría de alimentos de consumo directo se verán con ese aumento en las góndolas.
Según el gobierno, el programa Precios Cuidados se renovará con un promedio de aumento del 6,5% e incluirá a 800 artículos. Pero mientras desde los consumidores no vemos ningún precio cuidado en la góndola, ya se anunció que varios productos se des enlistaran de los precios máximos, debido a que determinadas cadenas industriales consideran que dichos productos, tienen los precios atrasados. Una calesita con muchas vueltas, pero donde la sortija parece nunca tocarle al trabajador.
Muchas promesas. Pocas heladeras llenas.
Al asumir Alberto Fernández, prometió heladeras llenas, y asados, parece que la heladera de la que hablaba no era la de los trabajadores. Desde el inicio del 2020, y mucho más al comenzar la pandemia, se priorizo a los grupos económicos, y empresas, al pago a los bonistas, y la restructuración de la deuda con el FMI. Las ayudas, beneficios y heladeras cargadas de ganancias han sido para los que más tienen. ¡Pero plata hay! Ni un peso debe ir a las privadas, o a la deuda, la verdadera deuda es con el atraso a los salarios, con la salud y nuestras vidas. Por eso desde el MST creemos que debemos ir por un verdadero impuesto a las ganancias, continuo y progresivo sobre los que más tienen, no basta el aporte solidario y por única vez de un porcentaje mínimo de millonarios; es fundamental el aumento de emergencia inmediato del SMVM; y de todos los planes sociales, por arriba del porcentaje planificado; como así también la re apertura de paritarias con aumentos reales a los salarios, para que le ganen a la inflación; políticas estatales sobre el control de precios con sanciones ante su incumplimiento. Pero además es necesaria una política pública de cuidado frente a la pandemia, que no recaiga en los ciudadanos, que incorpore protocolos, turnos, y rotaciones en los lugares de trabajo, para evitar la concentración y con ayudas económicas e incentivos a quienes ven peligrar sus ingresos mientras dure la pandemia. Que la prioridad sea la vida, la salud, y los ingresos de los trabajadores y el pueblo, y no las ganancias de los de siempre.