viernes, 22 noviembre 2024 - 00:41

Reinaldo Arenas. La creación disidente bajo el formato estalinista.

Reinaldo Arenas nació en la zona rural de Aguas Claras, Cuba, un 16 de julio de 1943. Escribió hasta su muerte fuera de su país. Disidente por partida doble, crítico del régimen castrista y homosexual, en su figura se despliegan las contradicciones que el estalinismo y sus formas adaptadas le imprimieron a toda una época de traiciones y renuncias al movimiento de masas.

El arte debe gozar de total libertad. Cuando los marxistas entendemos y explicamos la alienación de las y los trabajadores bajo el sistema capitalista, afirmamos que éstos necesitan de tiempo libre para crear, pensar, reflexionar y dirigir democráticamente su sociedad. Sabemos también que en él, hasta ahora, único lugar del mundo donde se pudo comprobar algo de lo que decimos, la Rusia revolucionaria, la experiencia duró poco. A la muerte de Lenin y en pleno proceso de transformación, un grupo de oportunistas tomó el mando y la dirección de aquella poderosa y desafiante nación obrera. De esta manera se engendraba el peor virus contra las y los revolucionarios del mundo.  Un sector privilegiado dentro del régimen, esa casta se fue consolidando a fuerza de persecuciones, asesinatos, encarcelamientos y todo tipo de propaganda nefasta contra los críticos. Un totalitarismo criminal y cada vez más poderoso, que además de traicionar la revolución le dio formas teóricas, culturales y de negociación con el enemigo con tal de no perder aquellos privilegios del que gozaba. Hablamos del estalinismo. Su mote se lo debemos a quien encarnara todas estas desviaciones, Joseph Stalin.

Y esta tremenda contradicción orientó y dirigió partidos mundiales, revueltas y hasta revoluciones, que por ello quedaron a medio camino. El caso cubano, por ejemplo. Un estalinismo sui géneris, que al correr del tiempo se cristalizó como la burocracia de los hermanos Castro, Fidel y Raúl.

Corre el año 58 y la sublevación contra el dictador Batista es ya un hecho. Los “Rebeldes” son un polo de atracción para adolescentes y jóvenes. Reinaldo Arenas es uno de ellos. En su textos autobiográficos relata que de pequeño siempre se sintió “invisible”, criado más por su abuela y sus tías que por su madre, bajo la custodia de la moral campesina, pasaba largos ratos cerca de las arboledas en medio de la naturaleza. Sentía de niño y adolescente que era distinto. En principio gustaba de escribir poesías, lo que le valió la reprimenda de sus mayores. Luego en el despertar sexo amoroso, fue evidente su elección. Era un joven que no encajaba en aquel entorno, de modo que con quince años una mañana decidió unirse a los revolucionarios. La radio Rebelde le hacía oir que su lugar estaba en las sierras junto con las y los que querían cambiar las cosas. Y tal vez al mundo.

Como todas las experiencias de la vida personal y social, nada es lineal ni binario. Esta concepción favorece a las polarizaciones desmontando toda la gama de expresiones que existen en la realidad. Cabe aquí el interrogante acerca de qué hubiese ocurrido si el autor no se hubiese acercado a ser parte de esa epopeya del pueblo cubano. Porque en toda su obra, incluso en su nota final carga las tintas sobre Fidel, acusándolo de criminal, responsabilizándolo de todos sus males y muerte, y deseando que ese mismo pueblo que condujo a la revolución,  lo derrote.

Siendo parte de las juventudes rebeldes estudia de modo sistemático, tiene libertad para escribir y aún algún intelectual funcionario de esos días le ofrece un trabajo acorde con su inclinación literaria: estar a cargo de la biblioteca Nacional José Martí. Un concurso donde Eliseo Diego era jurado lo acerca a esta labor. En este contexto se relaciona con grandes escritores como Virgilio Piñerira y José Lezama Lima. Pero la falta de libertades en aquel régimen empieza a censurar no solo sus escritos que reflejaban su orientación sexual y amorosa, sino que despliega una persecución hacia su persona y su entorno. El poeta y novelista le hace frente como puede a semejantes peligros, sin embargo conocerá la cárcel, los abusos, el desprecio. La cancelación como castigo, una vara moral tan alta: un depravado abusador. Esa es la causa por la cual luego de 1973 es arrestado y llevado a El Morro, prisión de seguridad de grandes criminales. Al recordar aquel lugar, el poeta relata que pronto se hizo popular entre los presos, no por sus libros, sino porque se encargaba de escribir las cartas a las mujeres y familiares de los reos. Eso le salvó el pellejo en varias oportunidades.  Pero no soportaba la injusticia a la que era sometido. Se escapó, intentó huir y esconderse pero no lo logró y durante el nuevo ingreso se lo conminó a retractarse de su “conducta” y a autocensurarse. Era la llave para salir de la jaula y no lo dudó. Se había humillado pero nada ya le importaba más que poder irse de la isla. No soportaba ya aquella persecución permanente.

De su obra sólo algunos poemas y la primera de sus novelas, un corpus de cinco escritos que cubren el recorrido de sus días de modo ficcional en aquellas tierras verán la luz en Cuba. La única que se publicó allí “Celestino antes del Alba” en 1962

 Una vez fuera de la cárcel logra sacar otro de sus escritos que será publicado en Francia y que al enterarse el ejecutivo lo vuelve a enfrentar. Se trata de El mundo alucinante. A estas alturas ya el autor tiene decidido irse de alguna manera, escapar en balsa o como sea. Aprovechará lo que se dio en conocer como la crisis del Mariel.

Recordados como los “marielitos” por haberse ido por el puerto Mariel, más de 120000 cubanos se embarcaron rumbo a EEUU en un episodio que conmovió a la opinión pública pero sobre todo al mismo Fidel Castro. El episodio pareció anticipar lo que en los 90 se vería con el muro de Berlín. El régimen se tornaba insoportable para la mayoría de la población, pero en especial para aquellos que levantaban su voz crítica. Eran los 80 y en esta migración logra llegar hasta Miami.

 El autor usa su pluma y carga no solamente contra el régimen y sus adalides, sino contra aquellos intelectuales que lo apoyaban desde otros países. En un material que se reeditó hace unos años en España, “Necesidad de libertad”, una especie de compendio de relatos, cartas, en particular las que enviaba a sus amigos Jorge Camacho y Margarita, poemas, ensayos.

En el país del norte Reinaldo Arenas tampoco se encuentra muy a gusto. Vivía humildemente y se había contagiado de VIH. Sin seguro de salud pero con alguna complicidad de amigos de amigos, logra ir llevando su condición cada vez más deteriorada. Su obra es extensa. En una entrevista para la televisión ante la pregunta de cuál era su incentivo para escribir, él contesta que lo hacía por venganza. Venganza contra la humanidad. También el régimen capitalista estadounidense se aprovecha de los disidentes de la isla para armar toda la parafernalia y propaganda anti castrista. Trampa mortal si las hay. Nuevamente lo binario pero es que en esta reducción la contraparte del capitalismo no era socialismo sino una deformación carente de libertades y democracia.

Arenas nos dejó textos como El mundo Alucinante, El palacio de las blanquísimas mofetas, Otra vez el mar, Viaje a La Habana, El portero, El asalto. Su último texto convertido en guión de cine, Antes que anochezca donde un Javier Bardén le da vida al escritor con una maestría que le mereció varios premios permite recorrer bajo otro formato algo de esta vida dolorosa plasmada en textos. Reinaldo Arenas decidió quitarse la vida un 7 de diciembre de 1990 estando ya en la fase terminal de la enfermedad.

Diana Thom

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