viernes, 22 noviembre 2024 - 23:45

Reforma universitaria. Historia y vigencia del derecho sagrado a la insurrección

Compartimos a continuación uno de los trabajos realizados para la edición impresa mensual de Alternativa Socialista, que fue editada el día 10 de julio. En este caso damos a conocer el artículo a 106 años de la Reforma Universitaria escrito por Viki Caldera y Nicolás Mileo.

Rebelde, anticlerical, revolucionaria. Con furia y organización, tomando edificios, rompiendo vidrios, tirando estatuas, cortando calles, puteando a los canallas, bancando la cárcel y los palos, conmoviendo al mundo entero. Así se gestó la Reforma Universitaria del 18, cuyas enseñanzas impactan de lleno en el presente y sus tareas están más vigentes que nunca.

Córdoba 1917. Toda revolución parece imposible hasta que se vuelve inevitable

En Córdoba por aquellos años, según los estudios de Juan Carlos Agulla existía una aristocracia doctoral que concentraba los cargos políticos del Estado, de la Justicia y de la Universidad. Muchos de sus integrantes se nucleaban en la Corda Frates, una asociación clerical y muy conservadora de la cual era parte el gobernador, el intendente, el dueño del diario y el candidato a Rector.

Para ese entonces el gobernador era Julio Borda, que había asumido luego de la renuncia del gobernador electo un año antes. La interna radical era feroz entre los azules (más conservadores y ligados a la Corda Frates) y los rojos. Borda era de los azules. Toda su gestión fue muy caótica; la Nación intervino el Senado y los estudiantes revolucionaron todo.

Córdoba tenía algo más de 700 mil habitantes y una de las cinco universidades del país: la Universidad Nacional de Córdoba. Fundada en 1613 por los jesuitas, en 1854 fue nacionalizada por decreto presidencial. Esto decía sobre la UNC Enrique Barros1: “Nacida en el desierto, bajo la penumbra colonial española, fue su misión la enseñanza de aquellos dogmas que no hicieran peligrar el despotismo político y la de proveer de todos los pelucones que fueron el instrumento de la tiranía y de la explotación.”2

Remontémonos a 1917. La UNC tenía 3 facultades: Derecho, Medicina e Ingeniería. Cursan en sus aulas unos 1500 estudiantes, de los cuales sólo 82 eran mujeres. En el país gobernaba Yrigoyen, había ganado en 1916 las primeras elecciones con voto obligatorio, secreto y universal -del universo de los varones, porque nosotras tuvimos que luchar bastante más para conseguirlo-. En el mundo, la Primera Guerra Mundial masacraba seres humanos y destruía países enteros, mostrando que el capitalismo ya no tenía nada progresivo para ofrecer a la humanidad. En Rusia triunfa la primera revolución socialista del planeta. Frente a esa ebullición mundial, la UNC permanecía ajena, inerte, anestesiada, o eso al menos pretendían las élites que la gobernaban… la quietud no duraría mucho tiempo.

Crecen desde el pie

Los estudiantes se organizan para llevar a cabo sus demandas con delegados y conformando Centros de Estudiantes, que durante la Reforma tuvieron una articulación mayor en Federaciones por Universidad, e incluso en una Federación Nacional que se fundó el 11 de abril de 1918.

Decía Deodoro Roca3: “Ir a nuestras universidades a vivir, no a pasar por ellas; ir a formar allí el alma que irradie sobre la nacionalidad: esperar que de la acción recíproca entre la Universidad y el Pueblo, surja nuestra real grandeza”4. Ese era el espíritu, sólo faltaba la chispa para encenderlo.

La chispa

El 1 de diciembre de 1917 las autoridades universitarias anuncian la suspensión del internado del Hospital de Clínicas, dejando sin práctica médica y sin pensión a los estudiantes que no tenían recursos para costearlos. Además, aprueban la “Ordenanza de los Decanos” que modificaba el régimen estudiantil, imponiendo una cierta cantidad de materias rendidas para poder inscribirte al año siguiente.

Los estudiantes se declaran en huelga, las autoridades los suspenden por dos años y esperan que las vacaciones calmen los ánimos y 1918 arranque tranquilo. Spoiler: no fue así.

Marzo arranca crispado. El Consejo Superior aprueba una modificación en el sistema de calificaciones. No sólo no escucharon los reclamos estudiantiles, sino que siguieron recortando derechos. Hubo asambleas en todas las facultades y se define ir a la huelga. El 10 de marzo los estudiantes ocupan las calles y conforman el Comité Pro Reforma con delegados de las tres facultades. Ya no hay vuelta atrás, la revolución empezó, y aunque la llamaran Reforma, iba a transformarlo todo.

Sin pedir permiso

La reforma “se trata no de un hecho, sino de una serie continuada de hechos en los cuales se exterioriza un estado de ánimo: la protesta contra resabios anacrónicos del pasado y el deseo de enaltecer la vida universitaria”5.

Esa serie de hechos se desencadenaron veloz y frenéticamente durante 1918. En una asamblea masiva en el Teatro Rivera Indarte el 31 de marzo se declara la huelga estudiantil para el día siguiente. La adhesión es total y las clases no empiezan. El Consejo Superior resuelve clausurar la Universidad por tiempo indeterminado, permitiendo el ingreso sólo a los “académicos”.

El 11 de abril se funda la Federación Universitaria Argentina y el 16 de mayo la Federación Universitaria de Córdoba. Yrigoyen decide intervenir la UNC y se convoca para el 15 de junio la elección de Rector. Todo parecía indicar que Enrique María Paz, candidato a rector de los reformistas, iba a triunfar sobre Nores, candidato conservador integrante de la Corda Frates y expresión acabada de la vieja Universidad que estaba a punto de morir.

Todo el maldito sistema está mal

El 15 de junio se reúne la Asamblea Universitaria. 42 personas deciden por el conjunto. Contra todo pronóstico gana Nores. Los estudiantes que estaban afuera irrumpen, sacan a la policía y a los profesores y escriben en el libro de actas “La asamblea de todos los estudiantes de la Universidad de Córdoba declara la huelga general”, la firmaron 1000 de los 1500 estudiantes. Rompieron los cuadros de los obispos que habían sido rectores desde 1613. Derribaron las estatuas del Obispo Trejo y del profesor García. Escribieron: “Sobran estatuas, faltan pedestales”.

A Nores no le importa nada y asume el rectorado pretendiendo desalojar por la fuerza a los estudiantes. Bordabehere y Barros, delegados de Ingeniería y Medicina, van a hablar con él para que frene la intervención policial. Nores les dice que si tiene que masacrarlos, va a hacerlo. Arranca una huelga estudiantil nacional y se publica en La Gaceta el Manifiesto Liminar.

El 23 de junio se convoca a un gran mitin en la Plaza General Paz. Entre los oradores está Ofelia Grandoli de la facultad de medicina “yo veo espíritus femeninos que con toda valentía luchan a la par de sus compañeros porque comprendemos el deber moral que existe. Vosotras compañeras, que sé que las hay aquí, no reparéis jamás en vanos prejuicios, avancemos siempre con el paso firme”6. Las mujeres de la reforma existieron y resistieron.

El ejemplo se va extendiendo al resto del país, pero Yrigoyen se niega a recibir a los estudiantes. Las movilizaciones son reprimidas por gendarmería a garrote y latigazo. El Obispo los acusa de sacrílegos y se lee en todas las misas una pastoral crítica de la Reforma.

El 11 de julio Nores renuncia. Marchan 15 mil personas en una ciudad de 150 mil habitantes, siguen reclamando a Yrigoyen que intervenga la Universidad, el presidente lo demora esperando que se desgaste el conflicto.

Pero la cosa no se calma nada y se siguen sumando sectores. Los obreros van a la huelga y la FUC acompaña sus reclamos “La juventud universitaria no puede ser indiferente ni permanecer extraña a las reivindicaciones de los oprimidos ni a las demandas que soportan tiranías y ansían emancipación que ha de libertarlos de una vez por todas del despotismo que ahoga a los desheredados7. Caen presos por movilizarse Enrique Barros y otros estudiantes, los acusan de tirar piedras (cualquier parecido con la actualidad no es pura coincidencia). Esa huelga se gana y anima a los estudiantes que dos días después toman la Universidad para asumir su dirección. Barros, Valdés y Bordabehere quedan a cargo de las facultades de Medicina, Derecho e Ingeniería, “si la juventud ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocerse la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa”,8 exclaman.

Yrigoyen manda al Ejército a desalojar la Universidad y encarcela a 83 reformistas, los acusan de sedición (otra vez, cualquier parecido con la actualidad…). Por fin el 11 de septiembre son liberados y el 12 llega el interventor Salinas, que llama a concurso para cubrir cargos en el Clínicas, pone fecha a los exámenes de diciembre y marzo y realiza reformas a los estatutos que incorporan algunas demandas estudiantiles.

Los reclamos de la Reforma tardan en aplicarse y la reacción se acerca. El 26 de octubre de 1918, mientras hacía guardia en el Hospital de Clínicas, Enrique Barros fue atacado con barras de hierro por un grupo de choque católico, que le causó graves lesiones cerebrales.

Vinimos a revolucionarlo todo

Desde este momento nada vuelve a ser igual en la Universidad, aunque los postulados reformistas no se hayan llevado a cabo por completo. ¿Cuáles eran? Participación estudiantil en el gobierno universitario; asistencia libre; docencia libre; periodicidad de la cátedra; extensión universitaria; ayuda social a los estudiantes; orientación social de la Universidad. Nos toca tomar estas tareas en nuestras manos.

Pensar críticamente la Universidad actual, para construir la que queremos

Es esa misma Universidad la que hoy enfrenta el ataque brutal de Milei, la tendencia es a defenderla y eso está muy bien. Pero esa defensa no puede ser acrítica, al contrario, la única manera de resguardarla de los ataques es luchar para transformarla y para eso tenemos que verla tal cual es: la Universidad es la institución que tiene como función social producir y reproducir conocimiento, teórico, técnico y práctico y la formación de profesionales especializados para incorporarlos al sistema productivo.

Con el advenimiento del capitalismo, la burguesía pasa a detentar el poder en todos los planos, también en las universidades, que se vuelven uno de los resortes principales del aparato ideológico burgués. Pero esto no es un proceso lineal, al interior de las universidades se manifiestan las contradicciones de clase.

Tres campos de disputa para la transformación universitaria

¿Quién decide? El régimen universitario es la forma en la que se distribuye el poder hacia el interior de la Universidad. La Reforma del 18 no logró acabadamente su cometido, sin embargo, se conquistaron modificaciones cualitativas en relación a esto: la autonomía, la autarquía y el cogobierno.

Pero hoy en día el régimen interno está muy lejos de reflejar la composición real de la Universidad: no en todas las Universidades los no-docentes forman parte del cogobierno; en todas tienen representación los graduados que no son parte de la vida cotidiana universitaria; la mayor representación la tienen los docentes mientras que los estudiantes estamos subrepresentados y las autoridades unipersonales son elegidas de manera antidemocrática: o por elección indirecta o por elecciones “directas” ponderadas donde el voto estudiantil vale mucho menos.

Vale aclarar que a lo largo de la historia han existido universidades sin autoridades, sin no-docentes, incluso sin docentes. Lo que no ha existido en ningún momento de la historia es universidades sin estudiantes, porque nuestra existencia es la razón de ser de las mismas. Entonces ¿a qué responde la mayoría docente? A resabios profesorales que protegen privilegios de camarilla, sobre todo académicos, aunque en algunos casos también económicos. ¿Por qué es necesaria la mayoría estudiantil? porque somos la inmensa mayoría de la comunidad universitaria, pero no es sólo un problema cuantitativo, es sobre todo cualitativo: en nuestras preocupaciones, motivaciones y anhelos de conocimiento se encuentra el sentido de la institución misma.

¿Conocimiento para quién? Los planes de estudio son la muestra más acabada de los intereses a los que responden las universidades. A partir de una estructura curricular se define el perfil profesional a formar para el modelo económico, social y político que se pretende llevar a cabo. Si bien se presenta como un contenido imparcial y con intenciones académicas, responde a las necesidades del sistema.

Es un fenómeno que se da en dos bandas, por un lado, manteniendo aislada a la Universidad de los eventos históricos que acontecen “afuera”, por ejemplo, la ola feminista tuvo casi nulo impacto en los planes de estudio universitarios, aunque conmovió a la sociedad. Por el otro, imponiendo contenidos necesarios para “formar las cabezas” que necesita el mercado. Una orientación mercantilista, cuyo fin es responder de manera rápida a las necesidades empresariales, ajenos por completo a las necesidades de su pueblo. Una verdadera ofensa a los Reformistas. Reorganizar este contenido en relación a las necesidades sociales en estrecha vinculación con la extensión universitaria, no sólo como forma de volcar los conocimientos a la sociedad, sino fundamentalmente de aprehender sus saberes a la vez que detectar sus necesidades para que la Universidad responda a ellos cabalmente.

¿Con qué plata? El presupuesto es otra lucha permanente de la comunidad educativa. Gobierno tras gobierno han desfinanciado nuestras universidades. La gratuidad, el ingreso irrestricto, la asistencia que garantice permanencia, fueron banderas del movimiento reformista pero que hoy no pueden realizarse.

El financiamiento estatal es fundamental para la producción independiente de las universidades, para la movilidad social de los sectores populares y en última instancia para un proyecto de país que se proponga actualizar y desarrollar su matriz productiva.

Pero el movimiento se da a la inversa: mientras se desfinancia a las universidades, se ajusta los salarios docentes y se propone un modelo de “voucherización”, crece el presupuesto destinado a organismos internacionales, deuda externa y exenciones impositivas a capitales multinacionales y grandes fortunas.

Educación Pública en la encrucijada

Antes decíamos que la Universidad refleja el modelo de país de la clase dominante, pero ese modelo no siempre es homogéneo, de hecho, a principios de este año vimos el enfrentamiento entre dos facciones burguesas que desencadenó en tensiones significativas. Por un lado, la UCR-PJ quienes son las autoridades universitarias; por el otro, el gobierno nacional encabezado por el ultrarreaccionario Milei.

Ninguno de estos sectores desempeña un papel progresivo ni defiende a la educación como motor de transformación social. Su conflicto surge debido al choque de intereses particulares: Milei intenta construir su “propia” burocracia libertaria y propone la desaparición de las universidades públicas tal como las conocemos, por eso reaccionan rectores, dirigentes sindicales burocráticos, dirigentes conservadores de Federaciones y Centros todos ligados a la UCR y al PJ que ven amenazados sus privilegios y el control sobre la caja universitaria. Sin embargo, ambos proyectos capitalistas tienen en común su confrontación con los principios y el programa que inspiraron la Reforma del 18.

Milei ataca de frente esos principios: cuestiona la gratuidad, abogando por un sistema de arancelamiento, viola el carácter público y masivo, promoviendo un sistema de becas por resultados, se opone a la autonomía universitaria con auditorías gubernamentales y descalifica la libertad de cátedra como adoctrinamiento. Su proyecto, aunque no lo diga explícitamente, apunta a la desaparición de la Universidad pública en favor de un modelo elitizado y privado, donde solo los que puedan pagar accedan a una educación profesionalizada.

Pero quienes desde hace mucho tiempo gobiernan la Universidad, la UCR y el peronismo, están lejos de los principios reformistas. Por el contrario, representan, una camarilla privilegiada dentro de las facultades, precisamente la misma élite contra la cual se gestó la Reforma del 18.

Frente a la amenaza presupuestaria impulsada por Milei, este sector ha reaccionado de manera confrontativa, pero su defensa no se centra en la educación pública, sino en la protección de sus propios privilegios.

Estas direcciones son las responsables de haber atacado cada uno de los postulados de la Reforma del 18 y la consecuencia es la situación actual de nuestras universidades. Ellos saben que avanzar en ataques como el que Milei pretende es muy difícil porque cada vez que lo intentaron se encontraron con un obstáculo infranqueable: el movimiento estudiantil. Frente a la incapacidad de avanzar con mega recortes, han recurrido al desfinanciamiento indirecto para evitar confrontaciones con el movimiento estudiantil y la adhesión social que invoca la defensa de la educación.

En definitiva, frente al gobierno reaccionario de Milei, no se trata de contraponer la defensa conservadora de lo que está, sino apuntalarse en la nueva vanguardia que emerge para organizar un programa alternativo, que piense a la Universidad articulada a un proyecto de país, independiente del imperialismo, del FMI y las necesidades del mercado.

Como hace 106 años, transformarlo todo

La Reforma del 18 sacudió las viejas estructuras heredadas. Combatió el oscurantismo eclesiástico que se paseaba por los pasillos universitarios como celador. Más de un siglo después, vuelve a ser necesario estremecer las viejas estructuras, revolucionar su organización interna, su contenido, su accesibilidad…todo.

Las y los estudiantes tenemos que participar de todas las decisiones que nos afectan, eso vuelve a la institución más permeable a los debates sociales y es la herramienta para lograr una verdadera jerarquización de nuestras carreras de grado con presupuestos acordes y poniendo fin a la privatización (más abierta o más solapada) que intentan permanentemente.

Democratizar no sólo las estructuras de poder, sino fundamentalmente la producción y el acceso al conocimiento. Junto a esto, acrecentar el acceso al crecer la cantidad de profesionales. Al elevar los niveles de formación del cuerpo social, se acelerará la producción. Esta es una política para desarrollar el potencial que tiene la Universidad.

La Reforma demuestra que se puede, pero también enseña que, para hacerlo, hacen falta Centros y Federaciones dispuestos a estar a la cabeza de esa pelea. Hoy las conducciones estudiantiles son lo opuesto a eso, transan con Decanos y Rectores, y combaten cualquier atisbo de organización. Se parecen mucho más a la Corda Frates que a los Reformistas. Superarlos es entonces la tarea de la hora, para poner en pie un movimiento estudiantil que ya no pida, sino que exija el derecho a gobernar su propio destino.

  1. Enrique Barros: dirigente estudiantil de la Reforma, integrante del triunvirato fundacional de la Federación Universitaria de Córdoba (FUC) por la Facultad de Medicina. ↩︎
  2. La Reforma Universitaria. El primer Congreso Nacional de Estudiantes (Córdoba 1918). TOMO III. Gabriel del Mazo ↩︎
  3. Deodoro Roca: dirigente estudiantil, presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho. En 1918 siendo ya abogado, redactó el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria ↩︎
  4. Ídem. ↩︎
  5. Alejandro Korn. Médico, filósofo y maestro. Fue el primer decano electo por el voto estudiantil en toda América Latina ( Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) ↩︎
  6. La Universidad en Clave de Género. A 100 años de la Reforma Universitaria. Laura Pautassi y Lorena Balardini (compiladoras). ↩︎
  7. Comunicado de la Federación Universitaria de Córdoba adhiriendo a la huelga convocada por los obreros del calzado. 6 de septiembre de 1918. ↩︎
  8. Manifiesto Liminar ↩︎

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