A lo largo y ancho del mundo las redes son una herramienta que atraviesa todas las aristas de la vida cotidiana. En el mes de agosto, en diversos países del globo se dieron discusiones que tensan la regulación con la libre expresión.
La mosca en la sopa brasileña
Durante estas semanas en Brasil se esta desarrollando una polémica, que incluye al poder judicial, los magnates tecnológicos y hasta al propio presidente Lula Da Silva.
Resulta que Alexandre De Moraes, Juez de la Corte Suprema de Brasil le solicitó a principio de año a X, red de propiedad de Elon Musk, que bloquee determinadas cuentas que difundían Fake News y mensajes de odio durante la presidencia de Bolsonaro, a las que denominó “milicias digitales”. Estas milicias cumplieron un rol en la intentona de golpe de Bolsonaro luego de perder las elecciones.
La empresa respondió embanderándose en la libre expresión y ante nuevos pedidos de la justicia salieron a decir que sacarían las oficinas de X del país. Desde el lado de Elon Musk denuncian censura y desde la justicia brasilera exigen que cumpla las normas del país.
Mientras se desarrollaba esta disputa, el Supremo Tribunal Federal firmaba un acuerdo para combatir la desinformación con otras plataformas como YouTube, Google, Meta, TikTok, Microsoft y Kwai.
“Las redes sociales son un muy buen instrumento, pero han sido utilizadas para atacar la democracia, el Estado de derecho y para amplificar los discursos de odio, misóginos, racistas y nazis”, afirmo De Moraes. Además, agregó que “No es posible permitir que un grupo extremista se apodere de las redes sociales en un momento histórico determinado, bajo el falso argumento de la libertad de expresión ilimitada, atacando las instituciones democráticas y los derechos fundamentales de los demás”.
La justicia avanzó con los requerimientos, uno de ellos era poner un responsable legal en Brasil, ya que X retiró al anterior. El plazo para nombrar un nuevo representante legal vencía este viernes y al no haber respuesta favorable de la empresa digital, la situación dio un salto involucrando al propio presidente Lula que declaró: “No es porque el tipo tenga mucho dinero que puede faltar al respeto. Es un ciudadano americano, no un ciudadano del mundo. No puede ir por ahí ofendiendo presidentes. Ofende a los congresistas, al Senado, a la Cámara, al Tribunal Supremo. ¿Qué se cree que es? Tiene que respetar la decisión del Tribunal Supremo de Brasil”.
A consecuencia de no respetar los plazos judiciales, la red fue dada de baja de Brasil y todo aquel que se encuentre utilizando VPNs para saltear el bloqueo será multado con 50.000 reales (9.000 dólares). El magnate Elon Musk no se quedó callado y en una catarata de tuits criticó duramente a las autoridades brasileñas, llegando incluso a llamar “Voldemort dictador” a De Moraes.
Dictator de Voldemort is absolutely trying to destroy democracy in Brazil https://t.co/WHatCUNYbE
— Elon Musk (@elonmusk) August 30, 2024
Telegrama francés
Brasil no es el único lugar en el mundo donde las redes sociales conforman espectros de vacío y se genera debate que tensa censura y regulación. Durante las ultimas semanas también se desarrollo debate por el arresto del Director Ejecutivo de Telegram.
Pavel Durov, fue arrestado en Francia, estuvo detenido cuatro días y el pasado miércoles recupero su libertad bajo las condiciones de pagar una fianza de 5 millones de euros, presentarse dos veces por semana a la comisaria y no abandonar el país.
Se lo acusa no actuar contra la difusión de contenidos delictivos en su servicio de mensajería cifrada y que su plataforma está siendo utilizada para material de abuso sexual infantil y tráfico de drogas, fraude y complicidad en transacciones del crimen organizado. Asimismo, Telegram se negó a compartir información o documentos con los investigadores cuando lo exigía la ley.
La polémica en este caso, también involucro al presidente francés. Macron tuvo que salir a responder que “las libertades se defienden dentro de un marco legal, tanto en las redes sociales como en la vida real, para proteger a los ciudadanos y respetar sus derechos fundamentales”.
Del mismo modo, aclaró que era una investigación independiente para distanciarse del tema. Como también actuó la Comisión Europea que limitó el problema a las fronteras francesas, mostrando el cuidado que poseen al intervenir con una aplicación que utilizan 900 millones de usuarios.
Digitalidad británica
Del otro lado del canal de la mancha, en Reino Unido, luego de disturbios racistas provocados por sectores de ultraderecha, también se esta discutiendo cambiar la ley de Seguridad En Línea para establecer una mayor regulación con las empresas de redes sociales.
El suceso que motivó este debate fueron los desmanes que ocurrieron a consecuencia de que se difunda malintencionadamente que el responsable del asesinato de tres niñas era un inmigrante musulmán. Mientras se producían los alborotos, Elon Musk publicaba que la guerra civil era “inevitable”.
La ley sancionada en octubre establecía multas de hasta un 10% de su facturación global para las empresas que no supervisen y denuncien el contenido ilegal. Lo que propone la Oficina de Comunicación es que las empresas también regulen las expresiones “legales pero perjudiciales” como, por ejemplo, la desinformación.
Las redes sociales
La configuración de discursos de odio, desinformación, fake news son moneda corriente en el ámbito de las redes sociales. Pero ¿Qué significan estos términos? Veamos algunas de las definiciones que nos aporta el “Breve Diccionario Psicológico-político de redes sociales y era digital” (coord. Raúl Ángel Gómez).
- La desinformación: “Es una práctica que existe y convive entre las personas desde larga data. Pero, sin duda alguna, el escenario de las tecnologías actuales facilita que la desinformación sea más oportuna que nunca —durante la última semana de un proceso electoral, por ejemplo—, más dirigida, en tanto permite identificar y agrupar a aquellos que posiblemente sean más proclives a creerla y/o difundirla, y más accesible económicamente, ya que las redes son masivas, internacionales y virtuales, y acceder a ellas tiene costos muy bajos. En la misma línea, también debe atenderse a que el término fake news o incluso el término desinformación carecen, hasta el momento, de definición legal. Por el contrario, bajo el paraguas de fake news suele incluirse a las calumnias e injurias, propaganda política, nacional y extranjera, estafa, y desinformación, entendida esta como la difusión de información a sabiendas de su falsedad con fines de manipulación (del Campo, 2017)”. 1
- Fake news: “Se trata de un contenido pseudoperiodístico difundido a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y, fundamentalmente, redes sociales, cuyo objetivo es la desinformación. Las noticias falsas tienen la intención deliberada de engañar, inducir a error, manipular decisiones personales, desprestigiar o enaltecer a una institución, entidad o persona, obtener ganancias económicas o rédito político (Valero y Oliveira, 2018). Algunos analistas afirman que, en Brasil, por ejemplo, la difusión de noticias falsas a través de grupos de WhatsApp fue una herramienta fundamental para el triunfo electoral del ultraderechista Jair Bolsonaro (Mariano y Gerardi, 2019)”.2
- La posverdad: “Es un concepto que indica que entre la verdad y la mentira hay un territorio difuso que escapa a esas dos categorías. La palabra posverdad sirve para señalar una tendencia a la hora de crear argumentos y discursos en la que la veracidad no importa y el objetivo es que el mensaje refuerce el sistema de creencias y valores preexistente apelando más a la emoción que al razonamiento (Pérez García, 2018). La posverdad apunta a la fabricación inventada de una verdad configurada al gusto de un segmento de la población, determinada por la postura social o política y aceptada como la propia verdad de los hechos (Keyes, 2004)”.3
- El discurso de odio: “es la acción de comunicación que tiene como objetivo promover y alimentar una creencia dogmática y de hostilidad. Se presenta con referencias o connotaciones discriminatorias y su contenido atenta contra la dignidad de una persona o de un colectivo. Dicho discurso (en inglés, hate speech) es propagado con intención de daño, para incitar al interlocutor o lector a que lleve a cabo acciones agresivas en contra de un grupo, por lo general, históricamente discriminado y/o perseguido (Cabo Isasi y García Juanatey, 2017). Los discursos de odio suelen ser agresiones coordinadas contra las voces disidentes, contra minorías o grupos en situación de debilidad. Esta característica los liga al fenómeno de los trolls (Galup, 2019). Los ataques organizados persiguen cuatro objetivos: la autocensura disciplinadora, romper el debate, motivar a otros odiantes e instalar agenda (Galup, 2019). De esta manera, se ha popularizado la expresión hater (“odiador”) para designar a aquellos individuos que, para expresarse sobre cualquier tema, recurren a los denominados discursos de odio (Gámez Guadix et al., 2020)”.4
En este sentido, también se podría señalar, que bajo la administración capitalista se utilizan algunos de estos términos para perseguir a quienes plantean una sociedad distinta. Para dar un ejemplo, podemos mencionar la utilización del término de “discurso de odio” por parte de la DAIA para censurar y perseguir política y judicialmente a Alejandro Bodart. En este hecho, no había ninguna clase de discurso de odio, sino que se quería censurar al dirigente político por denunciar el genocidio que perpetua diariamente Israel por sobre Palestina.
Por otro lado, ese mismo diccionario nos aporta la definición de capitalismo de plataformas en la que sostiene: “El punto de partida de su análisis es que los datos generados en la actualidad por los usuarios en internet constituyen una materia prima y que las plataformas son las que extraen la plusvalía de esta (Escobedo, 7 de septiembre de 2020). El planteamiento intenta desentrañar los mecanismos del capitalismo en el siglo XXI, fundamentalmente después de la crisis financiera del 2008, y se propone contribuir a la comprensión del funcionamiento del mundo virtual en tanto este impregna casi todos los aspectos del mundo actual.
El punto central de la acumulación del capitalismo de plataformas es el incremento de usuarios y, por ende, la producción masiva de datos. Cuanto mayor sea el número de personas en una plataforma, proporcionalmente aumentará el prestigio, reconocimiento y ganancias de esta. Es así que las plataformas funcionan a partir del aprovechamiento de los datos de los cuales obtienen utilidad (Escobedo, 7 de septiembre de 2020).”5
En el nombre de la libertad
Embanderados en la libertad, las distintas expresiones de la ultraderecha tienden a compartir los elementos de desinformación, fake news, discursos de odio y posverdad en su desenvolvimiento en las redes sociales.
Lo que ocultan quienes sostienen estos discursos, es que ya se ha demostrado que el propio algoritmo de Twitter beneficiaba la propagación de los discursos de ultraderechas. Así también, con la compra de Elon Musk de la empresa, esto no se ha modificado sino intensificado.
Teniendo el algoritmo y bases trolls de su lado, se inclina el supuesto falsamente libre campo de las redes sociales y se imponen determinados mensajes en nombre de “la libre expresión”.
No estamos hablando de mensajes que se limiten a opiniones triviales, son mensajes dirigidos a la discriminación de minorías sociales o colectivos vulnerables, o en algunos casos, incluso fueron la herramienta para llevar adelante intentonas golpistas de la ultraderecha.
Atrapados en la red
Las redes sociales terminan siendo un espacio de desarrollo ya no anexado sino incorporado y con bastante arraigo en las sociedades modernas. Este arraigo tiene una dimensión de constante expansion, ya que cada vez es más relevante la digitalidad en nuestra vida cotidiana.
Como todo elemento en donde interactúa nuestra sociedad, también reproduce tendencias sociales y sistemas imperantes. En un mundo capitalista, patriarcal, racista, es difícil pensar a las redes en una clave distinta. Por lo menos su rol hegemónico.
Más aún, pensando en los magnates tecnológicos que las controlan, ellos son un sector burgués que disputa terreno en su propia clase. La rentabilidad de las empresas tecnológicas tiende a superar al viejo capital industrial y mucho más al agroexportador.
Ese elemento transformó a espacios que se venden hacia afuera como reinos de la libertad, en enclaves donde el autoritarismo también se desarrolla. Elon Musk, denunciaba a Twitter de usar algoritmos tendenciosos que manipulaba a los usuarios, antes de comprarlo. Con el multimillonario excéntrico como dueño y ahora con el nombre de X, se demostró que se siguen utilizando algoritmos tendenciosos.
En otros casos, como el de la empresa Meta, de Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, Instagram y WhatsApp, se dispusieron trabas para la visualización de las publicaciones consideradas “políticas”.
Argentina y las redes sociales
En Argentina las redes cada vez se entrelazan más con la política. El gobierno de Milei explotó este ámbito como ninguno lo había hecho antes.
Detrás de su estrategia digital están Fernando Cerimedo y Santiago Caputo, quien es parte del triángulo de hierro junto a su hermana, Karina.
Uno de los elementos más destacados de la estrategia digital que llevan adelante, es la inversión en ejércitos de Trolls que difunden y defienden sus ideas, como así también viralizan Fake news constantemente. Varios de esos trolls están designados orgánicamente con cargos en el gobierno.
En nuestro país, Milei cuenta con una ciberpatrulla que acosa a opositores y propios. El tendal de economistas afines y funcionarios expulsados a través de esta patrulla cada vez es más grande. El propio presidente los republica, cuando no está publicando él, durante sus sanas sesiones de dos horas diarias de X.
La disputa política, se torna indiscutiblemente necesaria también en las redes sociales, donde los mismos que querían la libertad de “vender órganos”, ahora disfrazan racismo, discursos de odio y fake news bajo el nombre de la “libre expresión”.
Así como estamos en contra de las fake news y a la ciberpatrulla de Milei, también defendemos la libertad de expresión, la real, la que no está maniatada y direccionada por un pequeño grupo de grandes capitalistas dueños, como es el caso de las redes sociales.
Ese pequeño grupo decide que se puede subir o no y ejecuta una censura direccionada. La única forma de que el espacio digital sea realmente libre es con la administración y conducción de las redes por sus usuarios a través de mecanismos democráticos. Garantizando las posibilidades para un uso masivo de las redes sociales, eliminar la “mano invisible” y controladora de la concentración capitalista y convirtiéndolas, de este modo, en verdaderas usinas digitales de la libre opinión.
1 Breve Diccionario Psicológico-político de redes sociales y era digital, Marilyn Alaniz.
2Breve Diccionario Psicológico-político de redes sociales y era digital, Raúl Ángel Gómez/Marilyn Alaniz.
3Breve Diccionario Psicológico-político de redes sociales y era digital, Raúl Ángel Gómez.
4Breve Diccionario Psicológico-político de redes sociales y era digital, Raúl Ángel Gómez.
5Breve Diccionario Psicológico-político de redes sociales y era digital, Raúl Ángel Gómez.