lunes, 29 abril 2024 - 19:54

Néstor Kirchner. Opiniones a 10 años de su muerte

El pasado 27 de octubre se cumplieron diez años de la muerte de Néstor Kirchner. Editoriales a favor y en contra, un acto del presidente al que no concurrió Cristina, junto a muchos otros homenajes del kirchnerismo, fueron noticia en esta oportunidad, que coincidió además con el primer aniversario del triunfo electoral del Frente de Todos. Pasados ya unos días del evento y señalando que respetamos los sentimientos de aquellos que consideran al ex presidente su mentor político, queremos expresar nuestra opinión política sobre su trayectoria y legado.

Nacido en el seno del viejo peronismo, el movimiento que Kirchner fundó intentó desde un principio despegarse del viejo aparato político y aparecer como algo nuevo, que venía a renovar la política en el país en contraste con el menemismo liberal y de las relaciones carnales, que explícitamente había cambiado el discurso tradicional del peronismo. Habló de la renovación de la política, de la transversalidad, de los derechos humanos, de la inclusión social, de la soberanía nacional. Su discurso cautivó a miles de jóvenes y a un sector progresista del electorado que vio en él y su movimiento una posibilidad real de cambio, ante las dificultades de la izquierda argentina para construir una herramienta de masas que lograra ocupar el enorme espacio político que el Argentinazo produjo en el país.

Solo una crisis y un quiebre tan grande del régimen político argentino como fueron las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001 explican que un ignoto caudillo provincial, de una de las provincias más australes y menos pobladas de la Argentina pudiera ocupar la presidencia de la Nación. El último exponente en ese entonces del viejo PJ, que controlaba el aparato de la provincia de Buenos Aires, el ex presidente Duhalde, tuvo que resignar sus aspiraciones luego de intentar sofocar a sangre y fuego, a una de las expresiones sociales más importantes de la Argentina de esos tiempos -el movimiento piquetero- en la violenta represión a la jornada del 26 de junio de 2002 en el Puente Pueyrredón.

La crisis del viejo bipartidismo y del viejo sistema institucional no soportaba la irrupción de miles y miles en las calles que repetían en cada movilización el “que se vayan todos”. Los radicales se habían hundido históricamente como opción de gobierno con la caída de De la Rúa y su recambio posible, el PJ, veía a la figura de Duhalde, que le había permito emerger del pico de la crisis en el que se turnaron cinco presidentes en pocos días, naufragar por la reacción a la represión y los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kostequi.

Basta recordar que las figuras políticas emergentes en aquella enorme crisis de 2001 eran Carrió como ruptura y renovación centro izquierdista y progre de un radicalismo hundido, el propio Kirchner lanzado al ruedo por Duhalde como figura de recambio y Luis Zamora, como el referente más conocido de la izquierda, para tener una imagen de aquellos tiempos. Zamora figuraba además ¡primero! en las encuestas que circularon cuando se anunció la salida electoral.

En el terreno electoral varios caudillos del tronco peronista tradicional fueron tentados antes de llegar a Kirchner. Primero fue el ofrecimiento a Reutemann, que no quiso aceptar el desafió de montar la crisis desatada y encaminarla hacia un régimen burgués clásico, luego le tocó al turno a De la Sota, que no superaba un 3 o 4% de aceptación. Hacía falta una cara nueva, poco conocida en el orden nacional, que planteara un discurso de renovación.

Esa fue la apuesta y no fue algo que salió por un tubo. El resultado electoral así lo confirmó. El peronismo presentó tres candidaturas: la de Néstor, la de Menem y la de Rodríguez Saa, expresando la fragmentación de la principal fuerza política argentina y su debilidad. Y ganó Menem con el 24 % de los votos contra el 22% del segundo, Néstor Kirchner. Nuestro partido a través de la alianza electoral  Izquierda Unida apareció primero en la votación de la izquierda, pero muy lejos de la primera tanda, reflejando la incapacidad de un sector de la izquierda de unirse para presentar una opción competitiva, empezando por la defección de Zamora que directamente no se presentó.

Menem tuvo que retirarse cuatro días antes de la fecha de la segunda vuelta. No soportaba que toda la votación de los otros candidatos se concentrará contra él y la aplastante derrota que esto significaba. Así Kirchner fue proclamado con apenas un quinto del electorado a su favor. Tiempos difíciles… para el sistema político tradicional de la Argentina.

El relato kirchnerista tuvo cosas a favor durante esos años y surfeó sobre las olas de movilizaciones y reclamos que seguían agitando el panorama post Argentinazo con distintos resultados. En el terreno económico vivió una relativa reactivación luego de una economía que había tocado fondo dos años atrás y su discurso de mejoras se apoyaba en compararse con los momentos del pozo de la crisis. Frente a la enorme desocupación, ya que la recuperación no alcanzaba para cubrir el enorme agujero de la crisis estructural del país, continuando la política de Duhalde, mantuvo un importante aparato asistencial, que no fue gratuito, sino producto de una larga y dura lucha de las organizaciones de desocupados y copto para su gobierno a una parte de ellas.

Pese a su discurso pro derechos humanos, que tiene un hito simbólico en el acto en el que mandó a descolgar el cuadro de Videla, se negaba a ir hasta el final y derogar las leyes de impunidad. La movilización de nuestro pueblo y de los organismos de Derechos Humanos, le impuso a su bancada la derogación de las leyes del Punto Final y Obediencia Debida, que amparaban a la mayoría de los genocidas, lográndose así que se aprobara el proyecto que desde nuestra corriente empujamos. La crisis lo obligó a cambiar su proyecto de ley original que además intentaba evitar que los militares cuestionados fueran extraditados. Así se pudieron juzgar a cientos de asesinos, torturadores y apropiadores de bebés. Su número,  siendo importante, es pequeño si se tiene en cuenta que significan  dos procesados por campo de concentración cuando estos se calculan en unos  600. La mayoría esta impune.

Pero uno de los daños más grandes en este terreno lo constituyó su política de coptación de los organismos más importantes de DDHH, fundamentalmente de Madres de Plaza de Mayo y de las Abuelas. Estos organismos que tenían una inmensa autoridad moral y política por ser los emergentes más visibles de esa enorme pelea contra la dictadura y la impunidad, terminaron siendo cuestionados por importantes sectores de la población al perder su carácter independiente, avalar las políticas de un gobierno burgués y en ese camino defender a genocidas probados como Milani al frente del ejército.

Un ejemplo en el cual se hizo presente el “doble discurso” fue en la segunda desaparición de Julio López. En un primer momento el gobierno K hizo campaña política por su aparición con vida, mientras que desde los resortes del poder hacía todo lo contrario que exigiría una investigación seria para dar con su paradero, como lo denunciaron en su momento los organismos de derechos humanos nucleados en el Encuentro Memoria Verdad y Justicia y sus compañeros de La Plata. La maldita policía bonaerense, el aparato armado más numeroso del país, podía así marcar un mensaje intimidatorio contra los que osaron denunciar sus crímenes.

Aparatos represivos que si bien sufrieron distintas purgas nunca fueron desmantelados. Los necesitaban para enfrentar las luchas en curso, por eso existió un proyecto X de la Gendarmería, por eso se mantuvo un aparato de espías heredado de la Dictadura, por eso catapultaron a su última versión, la del capitán Berni, transformando de negociador de planes sociales con las organizaciones piqueteras en represor custodio de la “ley y el orden” y “la propiedad privada” contra las protestas populares.

¿Y la soberanía y transversalidad?

Fueron otras víctimas del doble discurso y el relato kirchnerista. Así, Kirchner recibió a Chávez y Lula en Mar del Plata y se opuso al proyecto del ALCA de Bush, reflejando no solo la presión del espíritu anti imperialista de esos años, sino también las resistencias de sectores burgueses que veían afectados sus negocios si se imponía un acuerdo de libre comercio como el que los yanquis pretendían. Pero quizás esta fue su disidencia más importante –o la única- ya que  durante el gobierno de Néstor como durante los dos de Cristina, el anti imperialismo no pasó del discurso.

La deuda externa -ese robo al pueblo argentino tal cual lo demostró el fallo del juez Ballesteros- que se encontraba en un default parcial, fue renegociada y pagada en su totalidad al FMI bajo el discurso del desendeudamiento. Cristina luego se ufanaría de ser pagadores seriales y haber abonado 195.000 millones de dólares.

Las empresas privatizadas continuaron privatizadas. Pese al enorme déficit energético las petroleras extranjeras se llenaron de plata y hasta la renacionalización de YPF  –concretada bajo el gobierno de Cristina- fue trucha, ya que se adquirieron el 51% de acciones de una sociedad anónima luego de pagar una escandalosa indemnización a Repsol. De la declamación sobre la soberanía energética se pasó sin escalas al acuerdo secreto y leonino con Chevron en Vaca Muerta, que introdujo el fracking en nuestro país.

Lamentablemente, lejos de su discurso seudo industrialista y modernizador, la estructura económica del país no logró superar su matriz extractivista. La producción sojera a costa de agroquímicos, pesticidas y fertilizantes prohibidos en muchos lugares del mundo, la mega minería contaminante del suelo y las napas de agua más pura, el fracking y la extracción petrolera siguieron siendo los fuertes de una economía primarizada y un manejo de los negocios desde el aparato estatal que siguió y perfecciono la utilización de la coima en los contratos estatales al servicio de mantener el aparato político.

Se desperdiciaban así los años en que más afluencia de capitales llegaron al país producto del boom de los comodities. Esa inmensa masa de capitales, única por su magnitud en la histórica económica del país, no fue utilizada al servicio de desarrollar un proceso de industrialización, de las obras de infraestructura necesarias, de mejorar el nivel de vida de la población, más allá de algún fomento momentáneo al consumo en los años más prósperos. Al contrario, no solo se mantuvo la matriz de país productor de materias primas y poca industria, sino que la brecha entre ricos y pobres se desarrolló en términos históricos, producto del enriquecimiento de las clases poseedoras y la pobreza estructural, solo atemperada por mezquinos planes asistenciales. Conquistas históricas de nuestro pueblo como la salud y la educación públicas no hicieron sino seguir su largo y paulatino deterioro.

La renovación política tan mentada nunca ocurrió. Al contrario, una necesidad de la gobernabilidad kirchnerista fue el pactar con los caudillos del PJ del interior. Algunos que dirigen verdaderos feudos provinciales como Gildo Insfrán de Formosa por mencionar uno de los casos más notorios, de una larga lista, que incluye hasta Menem, como aliado político.

Y un fuerte acuerdo con ese factor imprescindible de poder de nuestro país, la vieja, corrupta, enriquecida y traidora burocracia sindical. Pieza clave para contener las luchas de los trabajadores en los momentos más graves de crisis de nuestro país. Justamente el asesinato del joven militante Mariano Ferreyra a manos de la patota de la burocracia de Pedraza, uno los firmes aliados del gobierno, se dio pocos días antes de la muerte de Néstor Kirchner.  Tan fuerte ha sido y es esta alianza, que más allá de algún chisporroteo de Cristina con Moyano, hombres como Gerardo Martínez, denunciado por pertenecer a la lista de espías del batallón 601 de la dictadura, conservaron su rol central entre los sostenes sindicales del gobierno kirchnerista.

Kirchner presidente y el Kirchner gobernador

Cuando Kirchner llegó a la presidencia y se convirtió en una figura de la política nacional lo hizo con un discurso renovador. Sin embargo, no nacía de un repollo, había sido intendente de Río Gallegos y gobernador de Santa Cruz. En su trayectoria política nunca recibió a las Madres u otro organismo de Derechos Humanos, al contrario, siempre fue un ferviente hombre del aparato justicialista, menemista entusiasta, que nunca crítico sus indultos a los genocidas en su momento y que luego como presidente nunca los derogó. Estadista que negociaba amablemente con las compañías petroleras extranjeras que funcionaban en su provincia y jugador clave para garantizar la aprobación de la privatización de YPF en la década del ´90.

En realidad, no hay dos Kirchner. Pese a las críticas de la oposición burguesa que tanto lo denostó, el kirchnerismo prestó un servicio muy grande al conjunto de la burguesía argentina, el  de reconstruir parcialmente el sistema político que las luchas del pueblo argentino destrozó en diciembre del 2001.

Para ello contó con algunas ventajas, un nivel de explotación de los trabajadores muy grande logrado por la crisis y la pesificación asimétrica que heredó de la administración duhaldista, una gran entrada de capitales con la soja a 600 dólares la tonelada como nunca hubo en el país. La complicidad de la burocracia sindical que en medio de la crisis más grave de nuestra historia evitó realizar medidas de fuerza en defensa de los trabajadores, y el apoyo de la mayoría del arco político para que saque del naufragio a un sistema político en crisis y totalmente desprestigiado ante los ojos del pueblo argentino. También, de la inhabilidad de la izquierda política y social -una parte de la cual fue coptada por el kirchnerismo-  para poder construir una alternativa de masas en aquellos cruciales años.

Es ilustrativo transcribir los conceptos de un órgano que escribe para la gran burguesía del país, en el marco de señalar sus errores y perjuicios, así describió La Nación sobre sus logros, años atrás: “Es probable que a Néstor Kirchner se le deba buena parte del proceso de reconstrucción de la autoridad presidencial, socavada por la gravedad de la crisis política y socioeconómica que signó los últimos días de Fernando de la Rúa en la Casa Rosada, hacia fines de 2001. También podría destacarse su afán inicial por poner en orden una economía desquiciada y por arribar a un acuerdo con los tenedores de bonos impagos del Estado argentino” (1)

Los herederos y la táctica de “lo posible”: unirse a la derecha del PJ para derrotar a la derecha de Macri

Hay millones que votaron creyendo que apostar a la táctica de Cristina de unirse con los barones del PJ para derrotar a Macri era lo mejor para superar las calamidades que este descagó sobre los trabajadores y el pueblo. Esa era la táctica de “lo posible” frente a la “utopía” que proponíamos desde el MST y el FITU.

Alberto comenzó con un ajuste fuertísimo sobre los jubilados. A los pocos meses la pandemia se extendió en nuestro país. Rodeado de infectólogos se ufanaba de que la cuarentena temprana nos colocaba entre los mejores países del mundo, luego mientras polemizaba contra los anti-cuarentena de la derecha abrió la economía y hoy somos uno de los “peores” países del mundo en el ranking de infectados y muertos. En el medio la tragicomedia de Vicentín mostró los límites que este gobierno no puede ni quiere franquear en su afán de reconstruir los negocios capitalistas, mientras mezquina el IFE, se acuerdan paritarias a la baja o nunca se vota el ya devaluado impuesto a los ricos. Finalmente, luego de hablar de que los primeros deben ser los excluidos y los pobres, acaba de reprimir y expulsar con la bonaerense a cientos de familias que no tienen donde refugiarse en Guernica.

El relato o doble discurso ha durado poco. Es que la gravedad de la crisis del capitalismo mundial y argentino no da grandes márgenes. O se está con los trabajadores y el pueblo pobre o con los intereses de los grandes capitalistas y su propiedad privada.

Lo posible se ha tornado en imposible. A  los honestos trabajadores y jóvenes kirchneristas con quienes nos cruzamos y nos hemos cruzado en luchas obreras y populares les proponemos una reflexión y un desafío. La enorme crisis que atraviesa nuestro país es también una oportunidad. Una oportunidad para construir algo nuevo y distinto al viejo establishment político que gobierna y ha gobernado este país a favor de los grandes capitalistas. Desde el MST en el FITU llamamos a constituir una salida anti imperialista y socialista, un gran movimiento de izquierdas o partido de tendencias, en el que tengan cabida los activistas sindicales, sociales, ambientales, feministas, los jóvenes, que quieran enfrentar este ajuste capitalista salvaje y construir una sociedad sin opresión y explotación, una sociedad socialista. Los invitamos a sumarse a este desafío.

Gustavo Giménez

  • Artículo Editorial “La muerte de Néstor Kirchner” https://www.lanacion.com.ar/editoriales/la-muerte-de-nestor-kirchner-nid1319198/

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