lunes, 6 mayo 2024 - 00:57

Mes del Orgullo LGBTIQ+. Orgullo sin patrones

Junio es el mes internacional del orgullo: conmemoramos y recordamos a les compañeres de la rebelión de Stonewall, hecho que marcó a fuego y resistencia la historia de las luchas de la diversidad.

Con junio llegan también nuestras coloridas banderas a las redes sociales, a muchos balcones y casas; y también, en un curioso y oportuno lugar, a los logos y las publicidades de las empresas multinacionales…

¿Se trata de un verdadero intento de visibilizar nuestras luchas y nuestra comunidad? ¿O solo es una campaña de marketing -de las mismas patronales que nos explotan-a fin de incentivar la compra de sus bienes y servicios en el colectivo de la diversidad, pero que finalizará al concluir junio? Hacer la pregunta ya es empezar a contestarla.

De la redada a la rebelión

En el barrio neoyorquino de Greenwich Village, sobre todo en el bar Stonewall Inn, eran comunes las redadas periódicas de las fuerzas policiales para controlar y amedrentar a la diversidad que noche tras noche se congregaba. Entre plumas y brillos, la disidencia local encontraba una forma de expresar su rebeldía contra la cis-heteronorma que a la luz del día no le era posible.

Esto molestaba no solo a la policía, sino también a los gobiernos y a las instituciones del sistema. Es que la disidencia radicalizada representa una amenaza contra el orden patriarcal y también un peligro potencial para el sistema capitalista. Fogoneades por el alza de los movimientos sociales, de liberación de las personas afroamericanas, los movimientos hippies, el pacifismo contra la guerra imperialista en Vietnam, por el reciente Mayo Francés del ’68, el Cordobazo acá,y hartes de la constante persecución y represión, la comunidad disidente con el apoyo de les vecines de la zona se le plantó a las fuerzas policiales.

Las travestis jugaron el rol de vanguardia. Así fue que la redada represiva de la madrugada del 28 de junio de 1969 no salió tal como la policía lo esperaba. Al revés: desató una serie de protestas y manifestaciones con violentos enfrentamientos que mostraron el despertar de una comunidad que siempre vivió escondiéndose. Transformaron la histórica vergüenza en orgullo disidente.

Aunque se ponga glitter, capitalismo queda

Nuestro orgullo tiene una impronta de resistencia y de lucha antipatriarcal, a la vez que de cuestionamiento al sistema capitalista. En su mayoría, les protagonistas de Stonewall provenían de los sectores postergados de los barrios obreros y populares de Nueva York, migrantes. No solo luchaban por su libertad en términos sexo-genéricos, sino también por todos sus derechos, incluyendo los laborales y económicos.

En ese marco el sistema capitalista, siempre hambriento de ganancias, aprovecha nuestra lucha para hacer de las suyas. En junio, las empresas multinacionales tiñen de banderas arcoíris sus logos y campañas, y ponen parejas homosexuales, blancas y de clase media -no vaya a ser que se salgan mucho de la norma-. Es un vago intento de demostrar su “compromiso” con la causa y las demandas de la disidencia. Parece inofensivo y hasta progresivo, pero si analizamos la situación de las disidencias en esas mismas empresas ese “compromiso” son solo palabras. Veamos:

  1. Según un informe de la OIT, el primer obstáculo que enfrentan las disidencias en todo el mundo, en particular las travestis y personas trans, es llegar a una entrevista de trabajo. Y si llegan, debido a su identidad suelen ser rechazades. Quienes acceden a un empleo tampoco la tienen fácil:“Entre los problemas que enfrentan en el lugar de trabajo, cabe citar la imposibilidad de obtener un documento de identidad que refleje su género y su nombre; la reticencia de los/as empleadores/as a aceptar su forma de vestir; la disuasión de utilizar baños acordes con su género; y una mayor vulnerabilidad al hostigamiento y el acoso por parte de sus compañeros y compañeras de trabajo”[1].La mayoría de la comunidad trans se ve excluida del trabajo formal, obligada a acceder a empleos informales, hiper-precarizados y sin derechos: la salida laboral más frecuente es la prostitución o trabajo sexual.
  2. Otro problema es la discriminación en el lugar de trabajo por parte de jefes y/o colegas, a veces ignorada o hasta fomentada por las patronales. “Es común para las personas LGBT enfrentar situaciones de discriminación en el trabajo a causa de su orientación sexual y/o identidad de género. La discriminación y el acoso comienzan en la etapa de escolarización, reduciendo así las perspectivas de empleo. La discriminación continúa en el acceso al empleo y en el ciclo de empleo; en casos extremos, lxs trabajadorxs LGBT pueden llegar a sufrir hostigamiento, acoso, abuso sexual o maltrato físico”.
  3. Además, hay una especie de división sexual del trabajo dentro de la población LGBT. “A menudo, a los trabajadores y las trabajadoras LGBT se les encasilla como aptos para ciertas ocupaciones y no para otras. Por ejemplo, en el caso de la Argentina, los hombres gays dijeron que se les animaba a trabajar en centros de llamadas y servicio al cliente, y que se les desaconsejaba trabajar en la minería. En Tailandia, las mujeres trans dieron cuenta de una mayor aceptación en el mundo del espectáculo o la industria de servicios. Sin embargo, muchas personas LGBT se apartan por completo del empleo formal y optan por el trabajo independiente o informal”.

Si bien en la última década logramos avances en algunos países, en otros hubo retrocesos o estancamiento. En síntesis, la situación laboral de la diversidad lejos está de ser inclusiva. Los logos y campañas publicitarias no generan espacios inclusivos en las empresas que alardean de gayfriendly ni garantizan allí un cupo laboral diverso. Esas mismas patronales, junto con los gobiernos de turno, son responsables de que aún se esté tan lejos de la igualdad social real. El pinkwashing[2] no es más que una táctica de marketing de las empresas que utilizan nuestros símbolos para aumentar sus ventas y sus ganancias.

Disidentes, con les trabajadores y contra los patrones

Con sus matices, este sistema capitalista, sus empresas, instituciones y gobiernos nunca han sostenido un verdadero compromiso con nuestras demandas. Son ellos quienes nos oprimen y explotan. La Iglesia, sostenida por el Estado, enseña que la diversidad está por fuera de la naturaleza divina. Las empresas nos excluyen del empleo o nos precarizan. Los gobiernos aplican planes de ajuste, extractivismo y sometimiento al FMI. La policía y demás fuerzas de seguridad nos reprimen cuando salimos a defender nuestros derechos.

En cuanto a la Argentina, es vanguardia en materia de derechos de la diversidad. No fueron regalos de tal o cual gobierno, sino conquistas de la lucha histórica de nuestro movimiento, que con organización y movilización en unidad presionó a esos gobiernos patronales y así conquistamos nuestros derechos. Pero el derecho escrito, por sí solo, no significa un cambio cualitativo en la vida cotidiana de la población disidente.

Un ejemplo es la reciente media sanción de la ley de cupo laboral travesti-trans: el cupo ya rige en varias provincias y municipios, pero su implementación es siempre muy tardía, recortada e incluso digitada. La deuda del Estado hacia el colectivo trans solo se puede empezar a saldar a partir de una ley mucho más integral para combatir la exclusión.

A 52 años de Stonewall, queremos reafirmar que si no derrotamos a este sistema capitalista y cis-heteropatriarcal no vamos a conquistar la igualdad social real. El capital sostiene al patriarcado por conveniencia económica y para dividir a la clase explotada y los sectores oprimidos. Por eso las disidencias tenemos que tomar en nuestras manos la tarea de arrancar de raíz a este sistema opresor y explotador, y sembrar la semilla de la sociedad que desde niñes soñamos: una sociedad verdaderamente igualitaria y justa, sin explotadores ni opresores, una sociedad socialista.

Guille Barale


[1]wcms_380831.pdf (2012).

[2]Pintar de rosa, en inglés.

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