Este 4 de marzo se cumple un nuevo aniversario de la muerte, en extrañas circunstancias, de Mariano Moreno, un líder emblemático que podría haber cambiado la historia. Sus contradicciones y su corta vida lo convierten en una figura enigmática. En estas líneas, su historia.
En 1778, nuestro territorio – entonces Virreinato del Río de la Plata- hacia muy poco tiempo que gozaba de las reformas borbónicas, las cuales establecían una organización de importancia a las colonias del extremo sur que poseía España en América y le daba relevancia al puerto de Buenos Aires que hasta entonces no había tenido peso político, permitiendo un moderado libre comercio fuera de las colonias.
Al mismo tiempo, el 23 de septiembre nacía Mariano Moreno, el primero de 14 hijes que tendría una pareja de cántabros que habían llegado al país unos años antes junto a las reformas borbónicas.
Moreno estudiaría en la prestigiosa universidad de Chuquisaca, logrando el título de abogado. Pero también aprendería el oficio de periodista entrando en contacto por primera vez con las ideas de la Revolución Francesa, contemporánea de su época de estudio, especialmente con Voltaire y Rousseau. Este último, con El contrato social tuvo un gran impacto en el joven Moreno, que tomaría como idea rectora de toda su obra la noción del poder del pueblo y la ruptura con el orden feudal y colonial. Tal es así, que en un tiempo donde aun se debatía sobre la condición humana de los pueblos originarios, fue uno de los primeros en condenar tanto la mita como el yanaconazgo, oponiéndose así a una de las condiciones centrales de la explotación colonial y del poder español, reconociendo como “hombres libres” a los pueblos originarios.
La representación de los hacendados
Al regreso de su etapa formadora, cobró cierta relevancia al aceptar un cargo en la Real Audiencia de Buenos Aires, siendo una pequeña voz crítica dentro del sistema judicial colonial. Moreno condenó las invasiones inglesas, aunque no se opuso muy aireadamente. Dentro de toda la presión británica, empezó a tomar con fuerza las ideas del liberalismo económico de Adam Smith y la necesidad de barrer con el orden colonial en función de mejorar la producción, especializándose en la producción de la tierra y la participación en el mercado mundial.
Cuando en 1809 los comerciantes ingleses Dillon y Thwaites pidieron permiso al virrey Cisneros para atracar en el puerto y descargar mercadería, comenzó un debate legal en donde Moreno participó defendiendo las posturas del libre comercio. Sus posiciones se expresaron en un libro conocido como La representación de los hacendados del virreinato del Río de la Plata, el cual es una declaración de principios económicos de quienes un año más tarde impulsarían la Revolución de Mayo y la independencia.
En el mismo, planteaba la necesidad de derribar el monopolio español pero al mismo tiempo establecer algunas medidas proteccionistas -dando por tierra con el mito sobre el liberalismo acérrimo de Moreno- que encarnaba las contradicciones de la burguesía terrateniente. Por ejemplo, dentro de las conclusiones planteaba que quienes importaban bienes también debían exportar en igual cantidad, no rigiéndose exclusivamente por la oferta y la demanda. O que los productos que pudieran entorpecer la producción interna, como por ejemplo los telares de algodón, debían gravarse con impuestos más elevados para así proteger la producción interna. El pragmatismo de Moreno fue clave para el desarrollo de la primera etapa de la independencia.
De la Revolución de Mayo al plan de operaciones
Moreno no tuvo un rol destacado durante la semana de mayo, pero fue designado secretario de la Primera Junta de Gobierno y desde su lugar comenzó a impulsar las ideas librecambistas, y al mismo tiempo -junto a Manuel Belgrano- la necesidad de una ruptura total con España y un gobierno propio que defendiera los intereses nacionales.
Creó el periódico La Gaceta de Buenos Aires con el cual impulsaba la propaganda a favor de sus ideas, al mismo tiempo que permitía la libertad de prensa “siempre que no se atacara a la Revolución de Mayo”. Como parte del gobierno fue uno de los más grandes impulsores de las campañas independentistas, sobre todo la llevada a cabo por su amigo Belgrano, y comenzó a tomar posiciones consideradas “jacobinas”[i] con respecto al orden social y político.
A finales del siglo XIX apareció un documento conocido como Plan de operaciones el cual, no sin mucha polémica, se le adjudica a Moreno. En este documento se detallaban las acciones a llevar adelante por el nuevo gobierno patrio entre las que se incluían el control estatal de la organización económica de las Provincias Unidas, una contradicción que marcaba las necesidades de la burguesía criolla con respecto a la revolución. El pragmatismo de Moreno se adecuaba a las necesidades de la Revolución, al contrario de la mayoría de los miembros de la Primera Junta que utilizaban el gobierno para adecuarlos a sus propios intereses personales o sectoriales. Moreno hacia chocar los intereses de los viejos sectores de la producción virreinal con el nuevo modelo productivo exportador, así se convirtió en un problema incómodo para los sectores más conservadores.
Muerte y legado
Cornelio Saavedra, viejo amigo de Moreno, era el más importante representante de los “girondinos”[ii] criollos y con la formación de la nueva Junta Grande, también de la salida de Moreno del gobierno. A este se le encomendó una serie de misiones diplomáticas en busca de apoyo y reconocimiento en Brasil. Una vez en camino, Moreno exigió que el buque se dirigiera directamente a Gran Bretaña, para buscar el apoyo inglés. Jamás llegó.
El 4 de marzo de 1811 fallecería en alta mar luego de tomar una sobredosis de un medicamento provisto por el capitán del barco. Existen varias teorías sobre su muerte, si fue un mero accidente o una sobredosis deliberada. Lo cierto es que la muerte de Moreno no detuvo la marcha de la Revolución, aunque retrasó casi 70 años la formación del Estado-nación que había desarrollado en La representación de los hacendados y el Plan de Operaciones, en otra etapa distinta del capitalismo mundial, donde el país no pudo lograr desarrollar el potencial que sus textos vaticinaban. Moreno fue el dirigente político que mayor claridad tuvo a la hora de pensar un Estado que pudiera desarrollar las fuerzas productivas y dejar el sistema colonial atrás para formar una nación moderna. Pero no le pudo escapar al brazo de las antinomias argentinas. Justamente él, quien intentó tomar un camino propio para pensar un futuro mejor.
Germán Gómez
[i] Jacobinos era el nombre con el que se conocía comúnmente al ala más progresista de la Revolución Francesa.
[ii] Girondinos era el nombre con el que se conocía comúnmente al ala más conservadora de la Revolución Francesa.