lunes, 14 octubre 2024 - 14:59

¡Maestros, feliz día!. No quiero creer, quiero saber

Hoy se celebra el “Día del maestro” en homenaje a la figura de Domingo Faustino Sarmiento. Falleció el 11 de septiembre de 1888. Fue político, filósofo, pedagogo, escritor, docente, periodista, estadista y militar argentino; gobernador de San Juan y presidente de la Nación Argentina. Fue un prócer con luces y sombras. Educar, una tarea que convoca a la reflexión, hoy más que nunca.

11 de septiembre, aunque podría ser otro día

Seguramente muchos de nosotros elegiríamos otra fecha para celebrar nuestro día. Muchos de nosotros nos identificamos mas con Carlos Fuentealba y su lucha por la educación pública que con un prócer con tantas contradicciones.

Seguro se nos ocurrirían muchas otras personas reconocidas y fechas posibles para nuestro día, pero es Sarmiento considerado “el padre del aula”. ¿Por qué? Identificar los motivos resulta reconstruir nuestro propio camino.

Por eso hoy proponemos, además de homenajear a la docencia en su día, rastrear qué cosas iluminan a Sarmiento y lo asocian a la aparición de la escuela pública. Aquello que lo convirtió en el padre del aula.

¿Quién fue Sarmiento?

Sarmiento nace el 15 de febrero 1811, fue periodista, escritor y político, presidente de la Argentina entre 1868 y 1874. Figura clave en la construcción de la Nación Argentina, hoy recordado como el gran promotor de la educación pública.

Décadas antes de ser presidente, ya se había convertido en un intelectual y polemista de renombre, que lo llevó a protagonizar acalorados debates públicos sobre cómo debía ser el proyecto civilizatorio argentino. Por motivos políticos, se exilió a Chile en dos oportunidades.

De formación autodidacta, Sarmiento se crio en el seno de una familia de bajos recursos, condición que no le impidió destacarse y abrirse camino en la vida pública. En Recuerdos de provincia (1850), aparecen registradas sus memorias sanjuaninas, en un escrito que oscila entre la novela y la biografía.

Sarmiento tenía una envidiable capacidad al escribir para transitar géneros muy diversos: desde artículos de prensa, de cuyos medios muchas veces era fundador, pasando por libros o escritos sobre ortografía española, pedagogía, hasta folletines, como es el caso de su obra más destacada, Facundo.

Sus luces

Sarmiento pensaba que el gran problema de la Argentina era el atraso que él sintetizaba con la frase «civilización o barbarie». Como muchos pensadores de su época, entendía que la civilización se identificaba con la ciudad, con lo urbano, lo que estaba en contacto con lo europeo, o sea lo que para ellos era el progreso. La barbarie, por el contrario, era el campo, lo rural, el atraso, el indio y el gaucho. Este dilema, según él, sólo podía resolverse con el triunfo de la «civilización» sobre la «barbarie». Este elemento lo retomaremos luego. Pero en un principio podríamos  decir su obsesión para garantizar la civilización, fue masificar “la educación”.

También ponía en todos sus escritos el acento en el progreso industrial, el avance de las comunicaciones, aunque siempre le daba mayor ponderación a la educación. Para Domingo Faustino Sarmiento, la educación debía ser pública, gratuita y común. Eso en contraposición al formato educativo que existía, individual, particular, católico y para ricos. Algo tan normal hoy en día, que no se termina de comprender lo que fue su cruzada para la época.

Más interesante fue algo novedoso para la época, que fue buscar la misma educación para niñas y niños, algo que no era la norma en el mundo por aquellos tiempos, un mundo en el cual la mujer solía ser relegada en todos los ámbitos de la sociedad. Y por supuesto se enfrentó a la iglesia  quienes tenían el monopolio educativo.

Fundó escuelas para llegar a todos lados y no necesitar de la mano eclesiástica. Pero ese sentido de lo público, el “para todos” tenía un límite: la barbarie.

Sus sombras

El dilema entre civilización y barbarie según él, como vimos,  solo podía resolverse con el triunfo de la «civilización» sobre la «barbarie». Eso implicaba uno sobre otro. No hablaba de civilizar a la barbarie. Y la barbarie, no lo era por elección.  La clasificación de barbarie que realizaba Sarmiento no tenía más fundamentos que el prejuicio, el lugar donde nacían y el color de piel.

Decía: «Quisiéramos apartar de toda cuestión social americana a los salvajes por quienes sentimos sin poderlo remediar, una invencible repugnancia».

En una carta le aconsejaba a Mitre: «no trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes».

Lamentablemente el progreso no llegó para todos y muchos «salvajes y bárbaros» pagaron con su vida o su libertad el «delito» de haber nacido indios o de ser gauchos y no tener un empleo fijo.

La obra literaria de Sarmiento estuvo marcada por su actuación política desde que escribió en 1845:

 «¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! (…) Facundo no ha muerto ¡Vive aún! ; está vivo en las tradiciones populares, en la política y las revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento. (…) Facundo, provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él, (…) tirano sin rival hoy en la tierra».

Estos párrafos del Facundo nos muestran el estilo de Sarmiento. Facundo, a quien odia y admira a la vez, es la excusa para hablar del gaucho, del caudillo, del desierto interminable, en fin, de la Argentina de entonces, de todos los elementos que representan para él el atraso y con los que hay que terminar por las buenas o las malas.

Sin embargo, el discurso de Sarmiento y su legado tienen luces y sombras, ya que se trató de un personaje muy polémico de nuestra historia. Podemos encontrarlo ensalzado, replicado en las figuritas de Billiken, con sus recuadros dorados y sus banderas celestes y blancas. O también, fuertemente atacado.

Uno de los elementos discursivos en educación más atacado es el sujeto en el cual pensaba, un sujeto ideal que se alejaba en mucho al sujeto real de nuestro territorio en esa época. Sarmiento tenía ideas muy progresistas para su tiempo, y otras diametralmente opuestas. La educación debía ser para todos y todas, igualaba de forma completa a mujeres y hombres, algo polémico para la época. Pero a la vez, dejaba fuera a los indígenas, a quienes no consideraba siquiera dignos de ser educados. Y consideraba además que a esos “salvajes” había que terminarlos.

Mantuvo fuertes polémicas con políticos y escritores de su tiempo, como Juan Bautista Alberdi, con quien no coincidía en apoyar a Urquiza. Esta polémica se expresó a través de sus libros. Alberdi escribió Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la República Argentina y Cartas Quillotanas, y Sarmiento le respondió con Las ciento y una y Época preconstitucional y Comentarios a la Constitución de la Nación Argentina.

Sarmiento fue el mayor precursor de esta dicotomía entre la civilización y la barbarie.  Con un encono enorme hacia quienes tenían la desgracia de ser de aquellos que para este personaje, conformaban la barbarie.

Pensar la escuela pública hoy

Sin lugar a dudas los objetivos que movían a Sarmiento en ese momento para masificar la educación no son todos tan nobles. Respondía a su objetivo de civilizar a quienes podían ser civilización, y el interés de responder a una burguesía nacional que tenía intereses contrapuestos con quienes detentaban el poder. Arremetió contra la Iglesia, y le resto muchísimo de su peso en educación. Ahora más allá  de sus objetivos, el pensar que donde había un niño, debía haber una escuela resulto innovador y jugado. De una gran inversión material y política. A igual que pensar en la formación y dar primeros pasos en una pedagogía mas popular aunque con contradicciones . Puso a la educación en la centralidad de la política.

Hoy la escuela pública está atravesando uno de los mas devastadores ajustes, aunque también se habla de la “centralidad de la educación pública”, “la esencialidad“; pero claramente  estos conceptos no buscan dar el desarrollo material y político a la educación pública que pensaba Sarmiento. Esta esencialidad que pretende Finocchiaro no habla de construir más escuelas, de masificar la educación pública, de fortalecer el sentido público y gratuito de la educación.  La esencialidad de la que hablamos hoy ni siquiera busca poner mas recursos o resolver los problemas de infraestructura de las escuelas.  La esencialidad de la educación pretende formalizar el objetivo capitalista de la escuela pública, “es una guardería”, limitar el derecho a la huelga y precarizar el saber en terribles condiciones.  Brindar un todavía más débil presupuesto de la educación pública en favor del sector privado, sector confesional en su mayoría, contra quien se enfrentó Sarmiento  y todo lo contrario a la actualidad debilitó en favor de la escuela pública.

Empezamos esta editorial de nuestro día reflexionando sobre la posibilidad de pensar otra fecha para el Día del maestro. Pensando que podía ser el 4 de abril, una fecha más sentida para la docencia de hoy en día. Pero en el recorrido de la nota, la lucha que dio Sarmiento en favor de la educación pública permitió años un salto de calidad en la educación. Las escuelas construidas en esa época aún son mas que las que hizo cualquier otro gobierno posterior.

Como así también el sentido de la educación pública que Sarmiento hizo bandera en esa época contra lo privado h la iglesia resulta aún hoy un valor que defiende el conjunto de la población. 

El padre del aula tuvo muchas contradicciones, sombras y prejuicios, pero sin lugar a dudas retomar la obsesión por la educación pública y su fortaleciendo es nuestra tarea ahora. Frente a un gobierno que la ataca y la limita constantemente, defender la escuela pública es una misión estratégica para el futuro de nuestro país.  Hoy también nos debatimos contra una barbarie  que toma otros conceptos.  Una barbarie que puede ser la evolución concreta de una sociedad sin educación pública.

Antes civilización o barbarie. Hoy socialismo o barbarie. Educación o barbarie si no queremos caer en una sociedad sin futuro, o en una barbarie asegurada. Al padre del aula, por nosotros mismos; le debemos por lo menos el intentar esa pelea.

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