domingo, 22 diciembre 2024 - 14:39

Los crímenes de Stalin. A 65 años del informe secreto de Kruschev

El 25 de febrero de 1956, en el marco del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), se realizó una sesión cerrada, sin invitados, donde el secretario general Nikita Kruschev brindó un informe a los delegados denunciando el culto a la personalidad de Stalin y las atrocidades cometidas por este. En realidad, el proceso de “desestalinización” no fue más que una política destinada a buscar la unidad de la cúpula burocrática y responder a un reanimamiento de la lucha de clases.

Tras la muerte de Stalin el 5 de marzo de 1953, se desató en la cúpula del PCUS una batalla por la sucesión entre distintas alas de la burocracia. El sector encabezado por Kruschev salió victorioso de la contienda, siendo este nombrado como secretario general del partido. En el camino había liquidado a sus opositores con los clásicos métodos stalinistas, incluyendo el fusilamiento de Beria, jefe de la KGB.  La disputa se daba en un contexto de resurgimiento de la lucha de clases, tanto en la Europa del Este bajo control de la URSS como al interior del propio Estado Soviético.

En junio de 1953 se había producido la insurrección de Berlín contra el gobierno de Alemania Oriental -controlado por Moscú- la cual terminó aplastada por el Ejército Rojo. En la Unión Soviética se había producido ese mismo año una huelga de trescientos mil trabajadores en el campo de concentración de Vorkuta y otra en los campos de concentración de Karaganda.  El XX Congreso venía a consolidar la posición del nuevo grupo dirigente y unificar a la burocracia para hacer frente a la nueva situación.

Stalin, cocinado en su propia salsa

Con ese objetivo se apeló al mismo método aplicado por el líder fallecido durante décadas al frente del partido y el Estado: la búsqueda de un chivo expiatorio a quien hacer responsable de todos los males, liberando al resto de las responsabilidades. El informe causó gran conmoción al hacer un recuento detallado de los métodos, las políticas y el abuso de poder de Stalin. Se desempolvó el testamento de Lenin que se había mantenido oculto por décadas, en el cual sugería remover a Stalin del cargo de secretario general y también cartas desconocidas hasta entonces de Lenin – en las que declara su ruptura personal con Stalin- y de su esposa Nadejda Krupskaya que denunciaban las brutalidades del líder georgiano. El informe borró también el mito de Stalin como gran estratega durante la Segunda Guerra Mundial, dando cuenta de cómo sus decisiones permitieron el avance de las tropas nazis al interior de la URSS sin encontrar prácticamente resistencia. Y al mismo tiempo criticaba la eliminación de la democracia al interior del partido, expresando que “el culto a la persona de Stalin creció gradualmente, culto que en un momento dado se transformó en la fuente de una serie de perversiones excesivamente serias de los principios del Partido, de la democracia del Partido y de la legalidad revolucionaria”. (1)

Confirmación de las denuncias del trotskismo

El informe, además de la importancia de haber sido realizado por la propia burocracia, vino a confirmar gran parte de las denuncias que el trotskismo había realizado en soledad. Incluso en el informe se destaca el rol secundario de Stalin durante la Revolución de octubre de 1917 y la falsificación histórica. “Cada vez que se hablaba de los episodios de la Revolución de octubre y acerca de la Guerra Civil, se daba la impresión de que Stalin había desempeñado el papel principal, como si en cada ocasión y en todos los casos Stalin le hubiese sugerido a Lenin lo que debía hacer y cómo lo debía hacer […] No creo que pecaré contra la verdad al decir que el 99% de los presentes sabía poco y había oído hablar poco de Stalin antes de 1924, mientras que a Lenin lo conocían todos lo conocía toda la nación, todo el Partido y también todos los niños y aún los ancianos”. (2) Krushchev detalló el método sistemático de persecución y aniquilamiento de opositores con el argumento de ser “enemigos del pueblo”, condenándolos al exilio, los campos de concentración o la muerte. Confirmó las denuncias que Trotsky y la Oposición de Izquierda realizaron sobre la farsa de los procesos de Moscú. Al respecto dijo que “en general y en realidad, la única prueba de culpabilidad valedera era la confesión y ella se usaba contra todas las normas de la legalidad, por cuanto se ha podido demostrar posteriormente que esas confesiones se obtenían presionando por medios físicos al acusado”. (3)

Sin embargo el secretario general reivindicó la lucha contra el trotskismo y el rol jugado por Stalin en ella, criticando solo que se utilizase la acusación de trotskista contra toda persona que tuviera alguna crítica a las políticas oficiales. “Debemos atestiguar que el Partido ha tenido que reñir serias luchas contra los trotskistas, derechistas y nacionalistas burgueses, y que desarmó ideológicamente a los enemigos de Lenin. Esta guerra ideológica se llevó a cabo con éxito y, como resultado de ello, el Partido se templó y se fortaleció. En todo esto Stalin desempeñó un papel positivo”. (4)  

Además, como señala el historiador Pierre Broué, “aquellos que a partir de 1956 denuncian los asesinatos masivos, bautizados como ‘violaciones de la legalidad’, han sido durante un buen número de años ‘fieles discípulos’ y ‘compañeros’ de armas de Stalin. Han compartido con él las responsabilidades del poder, han ejecutado sus órdenes y oficiado en su culto”. Y agrega: “Los crímenes de Stalin se imputan a su personalidad, a sus ansias de poder, a su morbosa desconfianza y a su crueldad; no obstante, su actividad política en el período de lucha contra la oposición es justificada e incluso engrandecida […] (La dictadura de Stalin) no había sido más que la primera forma histórica adoptada por la dictadura de la burocracia y, gracias a ella, por el aparato del partido comunista. Por tanto, analizar sus verdaderos orígenes históricos equivaldría para los dirigentes a poner en cuestión no solo su propia existencia, sino los fundamentos mismos del régimen”. (5)

Stalinismo sin Stalin

En última instancia se trataba de buscar un chivo expiatorio y no de revertir la política stalinista ni su teoría reaccionaria del socialismo en un solo país y coexistencia pacífica con el imperialismo. De hecho, en la actualidad los Partidos Comunistas y las corrientes afines siguen defendiendo e implementando las políticas frentepopulistas y la teoría de los campos progresivos engendradas por Stalin. Por otro lado, aunque la presión de las masas en el marco del ascenso mundial de posguerra logró cierta apertura legal y el cese de las deportaciones masivas, la represión a los opositores del régimen no terminó. Pese a las referencias a “restablecer completamente los principios de la democracia soviética, tal cual se enuncian en la constitución de la Unión Soviética y que son contrarios al abuso caprichoso, por parte de un individuo, del poder” (6) la dictadura de partido único continuó; así como los privilegios de casta y la planificación burocrática de la economía, que terminaría provocando una importante crisis económica y social en las siguientes décadas. La demostración de que el congreso no significaba ningún cambio sustancial vino pocos meses después cuando el Ejército Rojo aplastó la revolución húngara.

La caída del aparato stalinista

El XX Congreso y los acontecimientos posteriores reafirmaron los análisis de Trotsky de que la única manera de terminar con la burocracia era mediante una nueva revolución de la clase obrera y el campesinado para derribar el régimen y (manteniendo las bases económicas del Estado obrero) volver a implantar la democracia soviética. No era con reformas y menos desde el interior mismo de la cúpula del Partido como se podría cumplir ese objetivo.

En su análisis Trotsky planteaba que de no derribarse a la burocracia, esta se haría restauracionista. La realidad confirmó sus previsiones, la propia dirección del PCUS comenzó las reformas pro capitalistas y sectores de la burocracia comenzaron a apropiarse de bienes del Estado para realizar negocios privados.  Las movilizaciones y revoluciones de fines de la década del ´80 y principios del ‘90 terminaron con el aparato stalinista en la URSS y el resto de Europa del Este, pero la falta de una dirección revolucionaria posibilitó que la burocracia restauracionista, aliada al imperialismo, dirigiera ese proceso hacia la restauración capitalista, transformándose ella misma en una nueva clase burguesa. En la Rusia actual, así como en muchas de las repúblicas que fueron parte de URSS, la clase obrera vuelve a movilizarse contra las consecuencias del capitalismo y los regímenes políticos autoritarios que encabezan los herederos del stalinismo, convertidos ahora en nueva burguesía. La tarea de imponer a través de la movilización revolucionaria de las masas explotadas el socialismo con democracia obrera sigue vigente.

Notas

  1. Nikita Khrushchev. Informe Secreto al XX Congreso del PCUS en www.marxists.org
  2. Idem
  3. Idem
  4. Idem
  5. Pierre Broué. El Partido Bolchevique
  6. N.K. Informe Secreto al XX Congreso del PCUS

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