La expulsión de militantes de La Libertad Avanza (LLA) de distintas Universidades Públicas abrió debates sobre los límites de la libertad de expresión y los alcances de la autodefensa, en el combate ideológico y práctico de agrupaciones estudiantiles de ultraderecha. Compartimos nuestras posiciones para profundizar este debate con el activismo.
¿Tolerancia a la intolerancia?
La conocida reflexión de Karl Popper[1], quien sugiere que una tolerancia ilimitada podría permitir que la intolerancia se extienda y eventualmente socave la tolerancia misma, adquiere gran utilidad en estos tiempos donde la defensa de las libertades democráticas es abandonada por las fuerzas políticas tradicionales y los Estados, quienes hasta hace poco afirmaban ser los más bélicos custodios de la democracia liberal.
Con su reflexión se nos plantean algunos temas a resolver: ¿cuáles deben ser los límites de la tolerancia?, ¿cómo evitar que las ideas intolerantes se conviertan en ideas dominantes?, ¿cuáles son los medios válidos para establecer límites?
Previo a desarrollar el tema, vale una aclaración: para el marxismo, las formaciones ideológicas, incluidas la moral y la ética, no son universales ni ahistóricas; por el contrario, expresan las relaciones concretas entre las clases sociales. Por lo tanto, la “tolerancia” a secas no existe, éste, como cualquier otro valor, tiene una dimensión de clase.
La actual intolerancia burguesa a las ideas fascistas o neofascistas parece estar cada vez más relajada. En los principales monopolios mediáticos se repite el mantra que reclama “libertad de expresión” para agrupaciones fachas y denuncia de fascistas a quienes defendemos la Universidad Pública, a los jubilados y los derechos sociales.
Si bien las y los socialistas utilizamos los márgenes de “tolerancia” conquistados dentro de la sociedad burguesa, lo hacemos sin jamás renunciar a la indispensable intolerancia que necesitaremos para abolir la explotación y opresión. A su vez, militamos para evitar que se amplíen las fronteras de la tolerancia a favor de las ideas más reaccionarias, como las que sostienen las agrupaciones de LLA.
Asimismo, buscamos desenmascarar la inconsistencia de los progresistas que dicen combatir las ideas fachas pero no quieren modificar las relaciones socioeconómicas que les dan sustento.
¿A partir de qué punto debemos actuar como si fueran fascistas?
¿Las agrupaciones que responden a LLA son fascistas o no? Y ¿Con qué política debemos actuar sobre ellas? Para abordar este asunto se recurre habitualmente a comparar el discurso y accionar de estos grupos con el fascismo de las décadas del 20-30 del siglo pasado[2].
Aunque se presentan como una alternativa “antisistema”, el accionar y la retórica de las agrupaciones de LLA reflejan una lógica profundamente autoritaria. Analicemos sus características y discursos:
- Son negacionistas de la última dictadura, de los derechos LGBT y de la crisis climática
- Militan el ajuste y la represión de la protesta social
- Son abiertamente macartistas, fomentando el odio contra la izquierda y aplican la persecución política también al periodismo
- Atacan al pensamiento científico-crítico: hablan de adoctrinamiento y libertad de expresión invirtiendo los conceptos.
- Buscan desmontar la institucionalidad democrática-liberal que hasta ayer toleraban.
Estas agrupaciones no solo reproducen el discurso oficial de un gobierno que ataca a la educación y ciencia públicas. Su presencia en las universidades representa un intento por colonizar este espacio con su visión reaccionaria que se disfraza de libertad.

Batalla ideológica: de las redes sociales a las universidades públicas
La batalla ideológica que libran en las redes sociales busca aterrizar en las universidades públicas. Tras el frenazo impuesto a la movilización por las conducciones burocráticas de los gremios universitarios y las federaciones estudiantiles vinculadas al PJ-UCR, los fachos ven condiciones para atacar “desde adentro”. Veamos cómo actúan:
- Asisten a protestas para provocar
- Acosan en las redes sociales a quienes se les oponen
- Durante las tomas de facultades en el conflicto universitario de 2024 se infiltraron en varias asambleas y, particularmente en la Universidad Nacional de Quilmes atacaron a estudiantes con gas pimienta
- Han realizado campañas ineficaces a favor del desalojo y supuesta ilegalidad de la toma de facultades, un método histórico de lucha estudiantil
- En la UNLP organizaron el acoso a docentes e investigadores del CONICET por su activismo gremial, sus posiciones políticas, por el contenido de su trabajo científico y hasta por su orientación sexual, como los casos de Facundo Saxe, investigadorx de la FAHCE[3], o Patricio Zain, astrónomo de la FCAGLP[4]
- Recientemente, en su intento de montar una mesa de agitación militante en la FAHCE agredieron por su condición de género a dos estudiantes trans y golpearon a otro.
Su arribo a las universidades públicas en Argentina busca reclutar a los futuros cuadros[5] de un movimiento político en consolidación y que no ha conseguido estructurar una fuerza callejera todavía. Además, la elección de la universidades públicas como ámbito de disputa militante refuerza la narrativa épica belicista de limpieza ideológica en estas instituciones, supuestas usinas del wokismo.
Por ahora existe una distancia entre el accionar coordinado de haters libertarios en redes sociales y la débil o inexistente intervención de grupos callejeros organizados. Si bien han existido acciones claramente fascistas[6], todavía la fuerza de choque físico privilegiada por la ultraderecha sigue siendo el aparato represivo estatal.
No hay que minimizar el riesgo que representan
Para algunos la ausencia de tal o cual rasgo característico del fascismo clásico es suficiente para habilitar la libre militancia de estas agrupaciones. Pero cometen el error de analizar el fenómeno de manera aislada, sin historia, ni contexto.
Como lo demuestra la historia de la Concentración Nacionalista Universitaria[7] (CNU), los grupos fascistas no despliegan todas sus características de la definición clásica en simultáneo y desde el inicio de su actividad. Por esto mismo, debemos darle un peso cualitativo en la caracterización a sus objetivos y símbolos confesos: por ejemplo, la reivindicación de la dictadura es un rasgo claramente identitario para las agrupaciones de LLA.
Si bien es cierto que el gobierno nacional no ha logrado imponer un régimen fascista, es igualmente cierto que existen elementos fascistas en el gobierno[8]. Asimismo, es evidente que el ejecutivo nacional ha logrado sumar más elementos autoritarios al régimen político con su represión, criminalización y macartismo.
La razón de ser de estas agrupaciones es avivar “por abajo” esa orientación, recurriendo a una militancia primeramente ideológica y, cuando logren la confianza y relación de fuerza suficiente, podrían también actuar como grupos de choque.
Trebucq recibe a los bbs de Videla. Todo el año amenazan con el falcón verde, aplauden la represión a jubilados, el ajuste a las universidades públicas y el acoso al periodismo crítico.
— Leonel Acosta (@LeonelAcostaMst) May 21, 2025
Hablan de libertad de expresión pero buscan impunidad para sus acciones fachas #FueraFachos pic.twitter.com/24a5mezFTO
¿La libertad de expresión dejó de ser progresista?
En un artículo de 2023[9] Sebastien Broca plantea que la ultraderecha se ha apropiado de la bandera de la libertad de expresión, entre otros motivos, porque los pasados gobiernos neoliberales progresistas han concesionado la vigilancia de la libertad de expresión, a través de una serie de herramientas legales y en nombre de la defensa de colectivos vulnerables, a las plataformas digitales que hoy contraatacan a estos colectivos, en sintonía con la agenda ultraderechista[10].
En paralelo, esos gobiernos progresistas han pretendido quitar la capacidad de respuesta independiente del Estado a los colectivos oprimidos, al intentar estatizar sus reclamos y cooptando líderes/as para así neutralizarlos, reducir los reclamos genuinos al marketing y embellecer a los empresarios con campañas de “lavado” que separan las reivindicaciones antirracistas, socioambientales y feministas de la dimensión de la clase social.
Desenmascarar la inconsecuencia de estos sectores en su lucha contra la ultraderecha es clave para no alimentar falsas soluciones, mientras se los emplaza para actuar en unidad en las calles contra el enemigo facho.
Una cuestión de principios
Quienes militamos en el MST consideramos que impedir la militancia de ideas fascistas es una cuestión innegociable. El cómo impedirla es un asunto táctico, pudiendo valernos de distintos medios para conseguirlo.
No reproducimos discursos de remake de la teoría de los dos demonios planteando equivocadamente que el autoritarismo de LLA sería equivalente a las acciones que buscan impedir su militancia en la universidad. Mucho menos consideramos que cualquier militancia estudiantil y la militancia facha sean análogas. Tampoco caemos en posiciones pacifistas despolitizantes.
Impulsamos la participación estudiantil, en unidad con docentes, no-docentes e investigadorxs en la lucha por presupuesto y democratización de las universidades, entendiendo que el ascenso de la autoorganización y la lucha callejera son el remedio infalible contra los fachos.
Por una Red Antifascista
Contra el intento de la ultraderecha de colonizar las universidades públicas, hace falta una férrea y amplia unidad en la acción, sin sectarismos, buscando superar la inconsistencia e inacción que pretende imprimir el peronismo. La izquierda no puede responder con oscilaciones o confusiones, es necesaria claridad de pensamiento y accionar valiente. La combatividad no se puede agotar en la intervención digital, como hacen algunos grupos.
Por todo esto, desde la militancia del MST y activistas independientes, venimos impulsando la construcción de una Red Antifascista, que está dando sus primeros pasos con grupos de estudio sobre el fascismo del siglo pasado y la ultraderecha de hoy, al que te invitamos a sumarte. Porque para defender la Universidad Pública hay que echar a sus enemigos declarados, los fachos.
[1] “La sociedad abierta y sus enemigos”, Karl Popper (1945).
[2] En el texto “¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán” (1932), León Trotsky realizó grandes aportes para construir una definición clásica de fascismo. Podemos afirmar que es un régimen político al que apela la clase capitalista desesperada ante el creciente cuestionamiento a su dominación. Se apoya en la clase media en ruinas y sectores desclasados para exterminar, con métodos de guerra civil, toda libertad obrera y popular, para así mantener a la sociedad en estado de atomización. Es un régimen que busca evitar un estallido revolucionario y, a la vez, asegurar estabilidad capitalista a largo plazo, con la imposición de una superior tasa de explotación.
[3] Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP.
[4] Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP.
[5] El control del aparato estatal le demanda a esta fuerza política cientos de cuadros técnicos y políticos. En un primer momento han absorbido dirigentes de otras fuerzas políticas, pero la búsqueda de homogeneidad ideológica -tarea fundamental para avanzar en la disputa de la base social de la derecha tradicional- incentiva una política de reclutamiento de capas juveniles, principalmente en las universidades.
[6] Podemos mencionar al triple lesbicidio de Barracas, el de Chascomús y otros ataques similares. Estos aún se caracterizan por ser acciones ejecutadas por fachos aislados, sin autoría reivindicada por colectivos organizados.
[7] En “Nacionalistas, católicos y peronistas. Auge, afianzamiento y reconfiguración de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) La Plata, 1955- 1974” el profesor Juan Carnagui (2016) reconstruye el surgimiento, en el seno de la UNLP, de la CNU, grupo fascista que luego integraría la Triple A en el prefacio de la dictadura cívico-militar. En sus comienzos la agenda de este grupo se limitaba a la realización de conferencias y otras actividades de agitación política. Pero a medida que fueron ganando confianza y contaron con el aval estatal, se lanzaron a incorporar en su modus operandi los atentados, secuestros y asesinatos de activistas.
[8] Desde los negacionistas Milei/Villarruel, los diputados que visitaron genocidas, Santiago Caputo con su llamado permanente a exterminar a los zurdos, entre otros personajes.
[9] “Cuando la derecha hace suya la libertad de expresión” Sebastien Broca (2023).
[10] Así, por ejemplo, la compra de Twitter (hoy, X) por el magnate Elon Musk pretende ser convertida en un emblema “de la recuperación por parte de la extrema derecha estadounidense de la utopía de Internet, en tanto espacio donde triunfaría la libertad de expresión absoluta”.