viernes, 19 abril 2024 - 10:47

La Vuelta de Obligado. Una de piratas y saladeros

Hoy se conmemoran 175 años de la batalla de la Vuelta de Obligado, incorporada como feriado nacional en 2010 bajo la denominación de “Día de la soberanía nacional.” Si bien fue un hecho importante de nuestra historia, ese nombre es al menos capcioso. En la nota nuestro análisis.

En 1845 el mundo era muy distinto al actual. No existía Internet, ni siquiera la electricidad hogareña, la comunicación solo era posible por carta, se tomaban varios días para recorrer algunos cientos de kilómetros y una simple infección de una lastimadura común podía ser mortal. La segunda revolución industrial aún estaba en pañales y la vida cotidiana era mucho más simple, pero a la vez dificultosa. Lo que no era distinto a hoy, era la puja de poder y dominación entre los países más desarrollados y los países que estaban naciendo en Latinoamérica. En ese contexto Inglaterra y Francia, siendo las dos potencias más importantes de Europa y al mismo tiempo los dos países con un capitalismo más desarrollado, tenían un claro interés en las materias primas americanas y en tener cautivos a los mercados para poder colocar su producción industrial.

En ese marco, cuando Juan Manuel de Rosas -gobernador de Buenos Aires y representante de las Provincias Unidas en el exterior- intervino en la disputa por el gobierno de Uruguay entre Manuel Oribe y Fructuoso Rivera, apoyando a Oribe con dinero y tropas, sentó las condiciones para que Francia e Inglaterra –que apoyaban a Fructuoso Rivera, que tenía grandes acuerdos económicos con estos países-  tuvieran una excusa perfecta para enviar tropas y flotas al Río de la Plata, en clara actitud de amedrentamiento. Sin embargo, los planes de las superpotencias europeas, no eran únicamente demostrar su poderío en los asuntos de las nuevas repúblicas, sino también aprovechar la situación para sacar una ventaja económica, negociando directamente con las Provincias Unidas sin pasar por el puerto de Buenos Aires, estableciendo una vía directa con Paraguay, país que hasta la guerra de la Triple Alianza, fue una pequeña potencia dentro de Sudamérica y de gran interés para Inglaterra.

Para lograr este cometido, una parte de la flota invasora bloqueó el puerto bonaerense para evitar la salida de barcos de guerra, y otra parte emprendió un viaje río arriba por el cauce del Paraná. Rosas, viendo que se pasaba por arriba del poder porteño y que la llave de la economía de las Provincias Unidas se veía vulnerada, le encargo a Lucio Mansilla detener a la flota enemiga. Éste colocó una serie de cadenas en una curva del río Paraná conocida como Vuelta de Obligado -que se encuentra en la actual localidad de San Pedro- y baterías de cañones a lo largo de los márgenes del río. Al cruzarse con los barcos ingleses abrió fuego.

Sin entrar en los aspectos técnicos de la batalla, la misma fue una victoria de la flota inglesa (recordemos que la flota inglesa fue las mas importante del mundo hasta la Segunda Guerra Mundial, 100 años después) Las cadenas fueron vencidas por los barcos ingleses acorazados y movidos por motores a vapor, pero las baterías porteñas aun con muchos problemas técnicos lograron generarle mucho daño a la flota británica. Prácticamente todos los historiadores, tanto argentinos como ingleses, aceptan que la batalla terminó con una victoria pírrica[i] de Inglaterra.

Las contradicciones

Como dijimos antes, este hecho de nuestra historia es visto desde el lugar de una defensa de la soberanía nacional sobre la navegación de los ríos del interior de nuestro país por potencias extranjeras, lo cual no es objetable. Lo que sí empieza a ser objetable son las razones por las cuales fue vital esta batalla. Principalmente para una provincia en particular y una clase social determinada.

Buenos Aires había desarrollado desde unos años antes, en consonancia con el gobierno de Rosas, un impulso a la industria saladera[ii], que era la producción más relevante que pasaba por el puerto, y que tenía como destino privilegiado el imperio británico y sus colonias. Este sector terrateniente fue quien le dio el gran impulso a la producción capitalista. El problema surgía en que para sostener este desarrollo debía debilitar las economías similares, especialmente la del litoral, utilizando como herramienta el gravamen de las exportaciones que pasaban por el puerto.  Por eso, la batalla era fundamentalmente para evitar que la corona británica navegara por el Paraná comerciando directamente con los puertos de Entre Ríos y Corrientes, ya que le significaría perder el control con respecto al orden político y económico.

Explicaba Nahuel Moreno, fundador de nuestra corriente: “La correcta y valerosa defensa de la soberanía nacional en esa oportunidad estaba emparentada, asimismo, con los intereses de clase del rosismo”[iii] y esto en un sentido es la base de la contradicción. Mientras Rosas defendía el monopolio de la navegación contra la potencia extranjera, también y más concretamente lo hacía en función de los propios intereses de la clase terrateniente porteña, a costa de seguir controlando la economía regional, hundiendo a las provincias que competían con Buenos Aires. El mismo principio explica la intervención porteña en las disputas internas de Uruguay -un potencial competidor- que sirvieron como excusa para la aventura británica.

Ahora bien, decíamos que los ingleses tuvieron una victoria pírrica en batalla y podemos hacer un equivalente con el gobierno de Rosas. A partir de este evento, el litoral que aún conservaba modos de producción precapitalistas, artesanales, y que chocaban con el poder y la opresión de Buenos Aires,va a comenzar a construir lo que, a la postre, sería el “ejército grande” de Urquiza, que derrotaría al rosismo en la batalla de Caseros.  Uno de los puntos centrales de este enfrentamiento sería la libre navegación de los ríos, el cual pondría en pie de igualdad a los puertos interiores con respecto a Buenos Aires. Y es tan vital, que una vez sancionada la Constitución de 1853, Buenos Aires la rechazaría y se constituiría como un Estado aparte, justamente por su negativa a aceptar perder el monopolio de la navegación y federalizar su puerto.  Pero esto permitió que las provincias desarrollaran una acumulación primitiva capitalista, que sentaría las bases para el nacimiento de la Argentina moderna en 1882.

La soberanía hoy

Decíamos que el mundo era muy distinto en aquel entonces, pero hay cosas que se mantienen inalteradas. La intención de esta nota es reflexionar sobre el sentido de lo que llamamos soberanía, un término relativo con respecto a qué significa considerarnos soberanos. En nuestro país -en 2020- se habla de distintos tipos de soberanías -energética, alimenticia, económica-, pero la realidad es que en ninguno de esos aspectos somos soberanos. Así como en la época de Rosas la soberanía era un disfraz de los sectores de poder, esto se mantiene inalterable en la actualidad. Hoy los poderes económicos de las potencias mundiales y organismos de crédito internacionales, son los que determinan nuestras políticas, y la soberanía está supeditada a sus intereses, a lo que nos permiten.

Mientras en los papeles y los discursos sobrevuela la palabra soberanía, nuestros bienes naturales y la tierra fértil están en manos de multinacionales extranjeras que explotan tanto los minerales como la producción para la exportación y no para abastecer al pueblo, siempre privilegiando el mercado y la tasa de ganancia capitalista. Los planes económicos del gobierno – tanto el de Alberto Fernández, como antes el de Mauricio Macri- basaron los presupuestos anuales en los acuerdos con el FMI y el Banco Mundial en lugar de las necesidades de los sectores populares, esto se expresa en las partidas que se destinan a pagar la deuda externa y los bonos de los fondos buitre, montos muy por encima de las partidas para salud, educación, vivienda y trabajo.

Por eso, la soberanía que hace falta solo es posible recuperando todos los resortes económicos de nuestro país y rompiendo con las imposiciones de los organismos internacionales. Para eso es necesaria la soberanía política de la clase trabajadora, que permita construir una sociedad para las mayorías, siendo un reflejo de los intereses de nuestra clase. La historia nos demuestra que siempre que se habla de soberanía, se nos incluye a todos en su importancia, pero se nos excluye en sus beneficios, por lo tanto, creemos importante cuestionar esta idea para construir una nueva idea de soberanía, que solo los trabajadores podemos llevar a cabo.

Germán Gómez


[i] Victoria Pírrica, se refiere a la obtención de una victoria, donde el esfuerzo para lograrla es mayor que el beneficio obtenido. Se basa en la victoria del rey Pirro, sobre los romanos.

[ii] Los saladeros eran establecimientos fabriles destinados a producir carne salada y seca conocida como tasajo o charqui

[iii] Moreno, Nahuel. Método de interpretación de la historia argentina.

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