martes, 14 mayo 2024 - 23:00

Haití. Crisis social y violencia extrema

El Estado semicolonial de Haití está entrando ahora en su fase más decadente con situaciones cada vez más extremas de violencia. En las últimas semanas hubo un aumento de secuestros y asesinatos en manos de bandas criminales armadas, ligadas al gobierno de Jovenel Moïse.

Entre intervenciones y revoluciones

Haití es un país asediado por la intervención imperialista, un pueblo que paga el castigo de haber sido el primero en Latinoamérica en levantarse contra la esclavitud y el colonialismo francés, y que tiene encima 200 años de saqueo y explotación capitalista. Una historia de intervenciones y ocupaciones, de revueltas y revoluciones.

En abril de 2004 la ONU creó la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (MINUSTAH) en Haití, luego de un intento de golpe para derrocar al entonces presidente Jean-Betrand Aristide, que duró hasta el 2017. En ese año, el entonces presidente argentino Néstor Kirchner, aceptó el envío de tropas, junto con efectivos de Bolivia, Chile, Ecuador y Perú, entre otros países latinoamericanos. Esta misión, que se presentó hacia el mundo como humanitaria, no fue más que una intervención militar directa del imperialismo norteamericano y europeo. Ésta le costó al pueblo haitiano años de represión y violencia sistemática, masacre a los campesinos, persecución y asesinato a dirigentes de la oposición, violación a los derechos humanos y hasta la introducción de la epidemia del cólera por las tropas de Nepal, que afectó a un millón de haitianos. La ocupación permitió el avance de las empresas yanquis, canadienses, francesas y hasta brasileras sobre el oro haitiano, también significó un aumento de los niveles de explotación de la clase trabajadora como mano de obra cuasi esclava en la industria textil y electrónica. Pero, además, fue una respuesta al acercamiento del presidente Aristide a partir del siglo XXI a Venezuela y Cuba.

Esta misión militar, fue cuestionada internacionalmente y dada de baja en 2017. La reemplazó una nueva misión de la ONU, la MINUJUSTH, que se formó con efectivos de la policía y retiró las tropas militares. Su objetivo fue no solo de estabilizar el gobierno de Jovenel, que llegó al poder en unas elecciones fraudulentas, sino también “controlar y vigilar” el respeto de los derechos humanos. Una burla para el pueblo haitiano que sufrió por 13 años la violenta intervención de los cascos azules y sus tropas aliadas.

A finales del año pasado se vivieron enormes movilizaciones contra el presidente Jovenel acusado de corrupción, asesinatos, masacres y relaciones con bandas criminales. Las acciones de masas comenzaron con el intento de aumento del combustible, se tiraron ministros, se puso a la MINUJUSTH como responsable de las miserias; sin embargo, no se logró la consigna más sentida por el pueblo: la renuncia del presidente, que se sostuvo en el poder gracias al apoyo de las principales potencias capitalistas. Ese mismo año la ONU tuvo que anunciar la cancelación de esta misión para ser reemplazada por la oficina conocida como BINUH, un órgano mucho más débil y sin fuerzas policiales.

Si algo queda claro, es que el imperialismo es completamente incapaz de estabilizar Haití, se valió de las peores herramientas para poder calmar la resistencia del pueblo trabajador y los sectores populares. Intervenciones, ocupaciones, golpes de Estado, masacres; pero no pudo en estos dos siglos conseguir instalar un régimen capitalista normalizado. Esto, claro, se pagó con sangre y sufrimiento del pueblo.

Todo sigue igual para los sectores populares

Hoy el presidente vuelve a estar entre las cuerdas, esta vez por el incremento de secuestros y asesinatos perpetrados por bandas criminales, pandillas ligadas al Estado haitiano que le provee armamento. Estas bandas armadas secuestran principalmente jóvenes, piden rescate a sus familias y asesinan brutalmente a quienes no pueden pagar la suma que piden. La pandemia de Covid-19 le puso un freno al número de casos, pero este mes volvió a repuntar. El modus operandi se repite, los secuestradores llevan uniforme de la Policía Nacional de Haití y los cuerpos encontrados presentan marcas de violencia, tortura y violación.  Hubo casos en que las víctimas fueron asesinadas, aunque el pago del rescate se haya realizado. Los últimos dos casos que conmueven el país son, por un lado, el de Évelyne Sincére, una joven de 22 años asesinada por los bandidos del gobierno, y el asesinato de Gregory Saint-Hilaire en el marco de una represión policial dentro de la Escuela Normal Superior de Haití.

Por otra parte, hay cientos de haitianos de los sectores más vulnerables que tuvieron que dejar sus barrios por estar asediados por enfrentamientos entre bandas, y sus casas fueron prendidas fuegos. Muchos de ellos están viviendo en refugios. A esta situación se le suma la masacre de campesinos en el nordeste del país y la brutal represión en los barrios populares en Puerto Príncipe.

Estas bandas armadas son moneda corriente en la vida política de Haití y son utilizadas por el imperialismo como excusa para enviar tropas a “controlar” la situación, tal como sucedió en el año 2010 con 10.000 soldados que llegaron de Estados Unidos al país caribeño.

La intervención extranjera en Haití debe ser rechazada, sea cual sea la razón o el fin que busque justificarla, Las garras del imperialismo solo traen a los pueblos más miseria y violencia, porque la paz que dicen defender es solo para los ricos.

Estos hechos sistemáticos de inseguridad son la cara más dura de la voracidad de la crisis capitalista, en un país asechado por el imperialismo y los organismos internacionales, saqueado por grandes empresas extranjeras que condenan al pueblo a la miseria y a los peores crímenes. Más que nunca hay que organizar la bronca contra este sistema que hunde en la barbarie a la mayoría de la población, que nos condena a situaciones inhumanas y nos lleva a una vida donde lo único que podemos hacer es intentar sobrevivir.  La única forma de conseguir justicia para todas las víctimas en manos de las bandas criminales, en las masacres perpetradas por el gobierno y los cascos azules, es que de una vez por todas seamos los trabajadores y sectores populares los que gobernemos nuestro propio destino.

Nickson Pierre-Louis y Gina Turtula

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