jueves, 28 marzo 2024 - 11:12

Hace 90 años. Hitler asumía como canciller alemán

En estos días se cumplió un nuevo aniversario de una fecha de gran importancia para la historia de la lucha contra el capitalismo mundial. Un 30 de enero de 1933, Hitler subía al gobierno alemán, designado como canciller por el presidente de derecha Hindenburg. Recordar aquella terrible derrota de la clase obrera alemana y sus consecuencias sobre la lucha de clases, puede ser útil, escapando a toda comparación mecánica, para reflexionar sobre los desafíos que la agudización de la lucha entre la revolución y contrarrevolución mundial nos plantean.

Aquellos que equivocadamente creen que el más grande genocida de la época moderna, el dirigente nazi Adolf Hitler, subió al poder de la mano de un golpe militar como los que vivimos en LA de la mano de un Videla o Pinochet, se equivoca. El que luego ostentaría el título de führer (presidente) subió a la cancillería alemana por mecanismos constitucionales, a tal punto que el enterrador de la revolución alemana, mayoritario en la clase obrera, el SPD, rechazó los pedidos de sus bases de movilizar, argumentando que nuevo canciller, asumía respetando los mecanismos constitucionales.

Tampoco asumió porque ganó las elecciones. El partido Nacional Socialista Obrero Alemán, que había ganado las legislativas de julio de 1932 con un 37%, aunque sin obtener la mayoría parlamentaria, venía de perder dos millones de votos en las elecciones al Reichstag (parlamento) de noviembre de ese año. En estas últimas elecciones, el voto combinado del SPD (Partido Socialdemócrata) y del KPD (Partido Comunista) superaban los votos de los nazis.

Lo cierto es que los nazis llegaron al poder de la mano de los partidos conservadores, representantes de la gran burguesía imperialista alemana, luego de la traición de la dirección de la enorme y culta clase obrera de ese país, educada en los principios del marxismo, el Partido Socialdemócrata y de los desastres del P. Comunista (KPD) -ya copado por la dirección estalinista-, cuya política desarmo a la vanguardia obrera abriéndole paso a la bestia fascista. La derrota fue de las peores, porque se dio sin luchar.

Ese 30 de enero de 1933, la capital alemana se llenó de nazis. Marchaban con sus atuendos negros o sus camisas pardas blandiendo antorchas que iluminaban a la multitud en horas de la noche. Festejaban la llegada de su líder al poder. Los festejos anunciaban la llegada del autoritarismo y del horror que se desataría sobre el pueblo alemán y anunciaría una próxima guerra inter imperialista, la Segunda Guerra Mundial, y la invasión alemana a la URSS.

Luego de esa derrota los acontecimientos se precipitaron. El 27 de febrero los nazis incendian el edificio del Reichstag y les echan la culpa a los comunistas. Con esa excusa proscriben al P. Comunista (KPD) y empiezan a restringir las libertades políticas y civiles. En unas nuevas elecciones legislativas realizadas el 5 de marzo, el partido nazi vuelve a ganar, pero necesita del apoyo de las otras formaciones conservadoras para obtener sus objetivos.  El 24 de marzo logra la “ley habilitante” que le permite gobernar por decreto durante cuatro años.

Con esos poderes va contra los estados federados, las organizaciones del movimiento obrero y proscribe a todos los partidos (menos al P. Nazi). Recién puede reemplazar al presidente Hindenburg cuando este anciano político conservador fallece en agosto de 1934. Se había desatado el terror fascista. Se imponía una táctica defensiva. Algo que el desubicado P. Comunista no terminaba de comprender, asesorado por la Conmitern estalinista, cuando llamaba infructuosamente a huelgas nacionales.

¿Se podía haber evitado el triunfo de Hitler?

Esta primera oleada de la revolución alemana, que derribó al régimen de los Honhenzollern y abrió paso a la República de Weimar, se perdió por la traición de su partido mayoritario, el Partido Socialdemócrata (PSD) y la debilidad del nuevo partido revolucionario, la Liga Espartaquista de Karl Liebneck y Rosa Luxemburgo, luego Partido Comunista. Estos grandes dirigentes fueron asesinados por las bandas de Noske (socialdemócrata).

En 1921, como una reacción ultraizquierdista de la inexperta dirección alemana, el PC empuja un putch, cuando no estaban dadas las condiciones, que es derrotado. Con este antecedente, dos años después, en 1923, cuando las condiciones sociales llegaron a ser insoportables para las masas alemanas, grave crisis económica, hiperinflación, invasión francesa del Ruhr exigiendo el pago de las onerosas compensaciones de guerra de la Alemania derrotada, enormes huelgas y protestas obreras, se les planteó a los revolucionarios alemanes la oportunidad de hacerse del poder. Con los nefastos consejos de la dirección de la Internacional, la dirección alemana del PC dejó pasar la oportunidad.

Los años que siguieron, en particular a partir de 1925, abren un periodo de relativa estabilidad, como reflejo en Alemania de una recomposición del capitalismo mundial luego de la guerra. Durante estos años el PC avanza consolidándose como un gran partido de la clase obrera alemana y su vanguardia, aunque su mayoría es conservada por el viejo SPD.

La crisis del 29. Se abre un nuevo periodo revolucionario

La crisis mundial que desato la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929, repercutió con fuerza en Alemania cortando de cuajo el periodo de prosperidad anterior. Los prestamos yanquis dejaron de llegar. Millones de personas quedaron desempleadas -en 1931 los desocupados llegaban a cuatro millones-, miles de negocios cerraron, la producción cayó a la mitad en tres años. La crisis social volvió a convulsionar la política alemana. Se agudizó la pelea entre la revolución y la contrarrevolución.

En estos años el Partido Comunista cosecha cada vez más voluntades entre la clase trabajadora y se ubica como la tercera fuerza electoral. Pero a diferencia del proceso anterior, ahora en la otra punta crecía el fenómeno fascista de la mano del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán.

En 1930 cae el gobierno de coalición encabezado por el canciller Hermann Mueller del SPD –que incluye al P. Popular y al P. Católico de Centro-. Heinrich Bruening del Partido del Centro es designado por el presidente Hindenburg como nuevo canciller y debe gobernar en minoría por decreto. Bruening aplica un brutal ajuste, reduce los gastos del seguro social, despide empleados estatales, rebaja los salarios y eleva los impuestos.

Las elecciones de setiembre reflejaron el gran descontento social. El SPD baja su votación y aumentan enormemente los polos del espectro político. El P. Comunista aumenta un 40% su votación, pero en la otra punta los nazis multiplican por siete sus votos de 1928, llegando a 6,4 millones. Las tropas de asalto nazis ya suman 100.000 hombres. Lo socialdemócratas con la excusa de frenar el avance fascista terminan apoyando al gobierno de derecha de Bruening que dura 26 meses.

El proyecto fascista se apoya en las clases medias desesperadas, arruinadas por la crisis, que no son acaudilladas por los trabajadores. Son usadas contra ellos, manipuladas por los agentes del gran capital imperialista. Su lucha contra los obreros y su vanguardia se hace utilizando métodos de guerra civil. Esa es la tarea de las SA (tropas de asalto) creadas por Hitler. Los choques contra las organizaciones y acciones de los trabajadores son cotidianos.

La política del “tercer periodo”

La contracara de la crisis capitalista mundial en la Unión Soviética, lo constituyó el fracaso completo de la política de Stalin para alentar a los campesinos ricos a incrementar la producción. Una crisis brutal expresada en la negativa de estos de comercializar sus productos con las ciudades, donde todavía la industria no levantaba el vuelo suficiente como para que estos sectores realicen las ganancias de su producción, llevó a la URSS al borde de la guerra civil y a una grave crisis social.

Esta situación, más las derrotas de la política del PC de colaboración con Chaing Kai-shek en China o la caída del Comité Anglo – Ruso, entre otros factores, llevaron a la dirección estalinista de la Conmitern a dar un giro de 180 grados. Este cambio de características ultra izquierdistas tomó el nombre de política del “tercer periodo”.

En Alemania se expresó en la caracterización de la socialdemocracia, como un enemigo peor que el fascismo, al que había que combatir aún más. La pelea contra los “socialfacistas” va a dividir al proletariado alemán en vez de unirlo para resistir los avances del monstruo imperialista y de paso le iba a dar la mejor excusa a la dirección del SPD para no movilizar en conjunto contra el ascenso de los nazis.

Trotsky en cambio, planteaba una política de Frente Único Obrero para enfrentar al fascismo al que calificaba como “una navaja en manos de los enemigos de clase”. Para el revolucionario ruso había que “estrechar filas con la mayoría de la clase obrera alemana y formar un frente único con la socialdemocracia y los obreros apartidistas en contra de la amenaza fascista”. Esto era decisivo para el futuro de la clase obrera: “negar esta amenaza, darle poca importancia, no tomarla en serio, es el mayor crimen que se puede cometer hoy contra la revolución proletaria en Alemania”[i]

Para Trotsky, al negarse a canalizar el justo odio de las masas contra los gobiernos de la República de Weimar, los dirigentes del SPD, el mayor partido obrero de Alemania, le hacían el juego al ascenso de Hitler. La nefasta política sectaria y ultraizquierdista del Partido Comunista, que por ejemplo fundaba “sindicatos rojos”, era incapaz de tender puentes hacia los obreros socialdemócratas para presentar una batalla unida contra el avance fascista, completaba el cuadro de desastre.

La pelea se radicalizaba constantemente. A fines de 1931 el SPD crea el Frente de Hierro para la Resistencia Contra el Fascismo que agrupa a las juventudes socialdemócratas, a grupos obreros y liberales. Se realizan grandes manifestaciones, hay luchas contra los fascistas en las calles, se arman. Los trabajadores y la juventud socialdemócratas se hacen cada vez más revolucionarios contra los deseos de la dirección de su partido. El PC no aprovecha este fenómeno, su política lo impedía.

Durante todo el año 1932 Hitler aprovecha la crisis y la falta de respuesta de la izquierda a la misma para ir desarrollando su movimiento y prepararse, ante el deterioro del régimen político, para gobernar. Cae el gobierno de Bruening. Hindenburg designa canciller a otro dirigente del Partido de Centro, Franz von Papen, quien profundiza el giro a la derecha. El nuevo funcionario interviene el gobierno de Prusia, realiza un verdadero golpe de estado sin obtener ninguna respuesta del SPD más que una denuncia judicial.

Von Papen intenta detener a los nazis, que continúan con sus masacres. Cae por un voto de censura del Reichstag impulsado por los nazis y es reemplazado por Shleicher, que dura pocos meses y es a su vez reemplazado por un nuevo voto de censura. Esta vez Von Papen se alía con su anterior adversario, Adolf Hitler, y con esa alianza, el líder de los nazis asume como canciller de Alemania, con Papen como vice, el 30 de enero de 1933.

Los doce años del Tercer Reich

La consolidación del fascismo en Alemania, trajo la derrota histórica de la clase obrera más avanzada de Europa, el desmantelamiento de sus organizaciones y la persecución de su vanguardia. Provocó y reforzó el aislamiento del Estado obrero soviético, contribuyendo a soldar la degeneración estaliniana al interior de Rusia soviética como en el seno de la III Internacional, terminando de convertirla en una herramienta inútil para la revolución. Tuvo como resultado el genocidio de 6 millones de judíos, gitanos, discapacitados, a manos de los asesinos de la “raza superior” y desató la matanza más grande que vivió hasta nuestros días la humanidad, la Segunda Guerra Mundial que, soló a la URSS le costó 20 millones de muertos.

El balance político del triunfo de Hitler en Alemania y el nefasto rol jugado por el Partido Comunista llevó a Trotsky a cambiar su política y pasó de ser Oposición de Izquierda al interior del PC de la URSS y de la III Internacional, a plantear que estos eran completamente irrecuperables, inservibles para la revolución. Planteará, a partir de allí, la necesidad de construir otro partido revolucionario en Alemania y otra Internacional revolucionaria, la que años después, en 1938, fundará como IV Internacional.

Diez años después de haber asumido, Hitler recibirá un golpe mortal contra sus ambiciones, cuando un 2 de febrero de 1943, la Wehrmacht firmaba la rendición en la batalla de Stalingrado, derrotada por la resistencia del pueblo soviético. Había empezado el principio del fin del monstruo nazi fascista… Pero ese es otro capítulo.


[i]El giro de la Internacional Comunista”

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