domingo, 25 agosto 2024 - 20:53

Francia. La toma de la Bastilla, importancia y tareas

Algunos acontecimientos históricos son hitos en la historia de la humanidad, marcan nuevos momentos y desafíos, abren etapas y pueden dar lugar a desarrollos de nuevo tipo. La toma de la Bastilla además de ser un hito en la historia es un elemento clave en la historia de la lucha de clases.

Desde diferentes perspectivas

Como dice la letra del tango cristal, de Contursi, “después de todo el color, es del cristal con que se mira”. Si uno mira la revolución francesa de muy lejos, en un análisis de las estructuras económicas, verá que al igual que en toda Europa, el inicio de la modernidad fue una larga marcha de la burguesía para ir colonizando el poder político, luego de haber ido colonizando el poder económico. En Holanda, Inglaterra e incluso los EEUU, la violencia fue un hecho innegable, pero en ninguna de estas revoluciones, la violencia fue motorizada por una encarnizada lucha de clases que puso en jaque el propio dominio burgués y el contenido mismo de esa nueva sociedad parida en el fuego purificador de una revolución. Si acercamos, aunque sea un poco, para ver la lente, veremos que, en Inglaterra y Holanda, por ejemplo, la revolución concluyó más como una alianza entre los viejos poderes feudales y las élites burguesas emergentes, poseedoras de enormes fortunas y saberes que le permitían organizarse y tomar el control del Estado. Por esa razón, aún hoy, vemos reyes en Europa, una vieja reminiscencia de esos poderes que nunca se fueron del todo. En Francia, en cambio, la monarquía fue arrasada y la república será el símbolo de esa sociedad nueva que emergió del fuego purificador de la revolución.

Las contradicciones motorizan cambios

Las propias contradicciones que tenía la sociedad francesa antes de la revolución y una particular configuración de causalidades, hicieron que esta revolución burguesa llevara el péndulo de sus demandas y luchas mucho más allá de lo que el moderado equilibrio burgués hubiera deseado. Esta red causal fue eso, una red de hechos interconectados que intentaremos ver de forma breve para comprender mejor la razón de por qué esa revolución fue tan profunda y radical, tan radical que inició la era moderna y todo el lenguaje político que aún hoy usamos surgen de esa enorme fragua que significó la enorme revolución francesa.

Lo más importante para comprender la revolución francesa, con toda su compleja trama de acontecimientos, es analizar la forma en que distintos componentes, que por sí solos generaban crisis, no daban como resultado una absoluta destrucción de lo instituido, en este caso, del Ancién Regime (antiguo régimen), que era el nombre que se le dio a la sociedad absolutista que existió hasta 1789.

Las guerras

El siglo XVIII fue el siglo de guerras imperialistas encarnizadas entre las potencias inglesas, españolas, holandesas y francesas. El reparto del mundo estaba todo en disputa y la forma de adquirir nuevos mercados de donde extraer esclavos, metales, especias, se hizo a cañonazo limpio. De este modo, la guerra fue un elemento central en el desgaste de las arcas de todos los imperios. Ese aspecto fue el que llevó a aumentar impuestos en las colonias de Norteamérica en el imperio británico y terminó en el inicio de todo el proceso de Independencia de los Estados unidos de América. Fue el mismo aspecto, la falta de recursos, lo que llevó a España a avanzar en las reformas borbónicas y el mismo que generó tal crisis de recursos a Luis XVI que intentó avanzar con ciertas imposiciones a la aristocracia para compensar esa falta absoluta de recursos generado por las constantes guerras a las que todos estos imperios se veían compelidos a participar. Retirarse de las guerras era perder, directamente, colonias y rutas comerciales. Aquello que los yanquis llaman Catch-22, un problema del que las salidas posibles son todas poco beneficiosas.

El hambre

Como sostiene Eric Hobsbawm, Inglaterra tuvo su revolución agrícola hacia el siglo XVIII. La derrota enorme del campesinado inglés había redundado en un progresivo avance de los arrendatarios burgueses en esas nuevas tierras expropiadas al campesino. La producción agrícola se hacía en una mayor escala y para el mercado. Los descendientes de esos campesinos expulsados fueron los proletarios que se hacinaban en Manchester y en las grandes ciudades y la Yeomen, esa burguesía rural, aumentó la productividad de forma tal que el hambre, en Inglaterra, era mucho menos por malas cosechas que por la enorme desigualdad.

En Francia, en cambio, el campesinado resistió a los despojos, configurando una sociedad totalmente diferente. A diferencia de Inglaterra, donde el poder político (Rey), los terratenientes y la burguesía (Yeomen), se pusieron de acuerdo para aplastar al campesinado (y lo lograron). En Francia gran parte de la producción seguía en manos de campesinos pequeños y medianos con formas tradicionales de producción y en escalas más pequeñas. Lo cual daba como resultado una menor productividad agraria que redundaba en períodos de malas cosechas que generaban enormes crisis sociales y políticas. Los estallidos de hambre no eran extraños en la Francia del siglo XVIII. De hecho, en 1775 hubo una enorme crisis de hambre por malas cosechas y hubo una enorme crisis social y política. Sin embargo, esos períodos de crisis no habían generado una revolución como sí ocurrió en 1789.

La burguesía

En el antiguo régimen, en Francia, la burguesía que amasaba sus fortunas en el comercio o mediante su profesión, culminaba su ciclo comprando un título de nobleza que le de el status y el poder para consolidar el ascenso social. Es decir que, el poder político e ideológico seguía en manos de la nobleza tradicional que, si bien ya no tenía el poder económico que supo tener en otras etapas, seguía siendo la clase hegemónica en términos del manejo del poder político, influencia y en términos de propiedad de la tierra, seguía siendo la mayor propietaria junto a la nobleza eclesiástica. Por otro lado, la burguesía parisina tenía grandes fortunas, prestigiosos profesionales, inversiones productivas, pero esa enorme riqueza y poder económico no podía traducirse en poder político. Las revoluciones burguesas anteriormente nombradas, que precedieron a la revolución francesa, implicaron alianzas entre la vieja clase feudal y la nueva clase burguesa emergente que vehiculizaron las demandas de la burguesía. La Francia del Antiguo Régimen tenía bloqueada esa posibilidad. El mayor peso relativo de los viejos poderes feudales los hizo considerar que eran más poderosos, como mostraron los acontecimientos, de lo que realmente eran. 

La reacción nobiliaria

En la Francia del siglo XVIII, el poder feudal intentó recuperar espacios de poder económico y político, intentando frenar el ascenso de la burguesía, por un lado y por el otro, intentando recuperar poder sobre el mundo rural. Eso significó un aumento de distintas imposiciones económicas sobre el campesinado pero también esas cargas nuevas eran percibidas como ataques a las “costumbres” que eran sentidas por los campesinos como acciones humillantes. Eso, sumado a crisis de cosechas y falta de alimentos, era un componente que generaba un descontento enorme y en contextos de inestabilidad política, ya sabemos como puede terminar.

A fines de la década de 1780, las arcas del Estado estaban quebradas. Un intento de aplicar algunas reformas promovidas por Luis XVI y los ministros liberales Calonne y Necker, que intentaban aplicar algunas reformas en el sistema de jurisdicciones judiciales para aumentar el control (y el poder económico) del Rey y aplicar un impuesto a todos los propietarios, incluidos los nobles, generó una violenta reacción de la Asamblea de Notables. Los nobles organizados en los primeros dos Estados estaban exentos de impuestos. Para frenar las reformas y hacer retroceder a Luis XVI, piden que se convoque a los Estados generales que no eran convocados hacía más de un siglo. En estos Estados Generales, una especie de parlamento con tres órdenes o Estados, la nobleza tenía la mayoría asegurada pues cada “Estado” tenía un voto. El resto de la sociedad, burgueses, campesinos, artesanos, plebeyos urbanos, en fin, los no nobles, estaban todos en el Tercer Estado. La nobleza avanzó en esa jugada pensando que frenaba al rey y consolidaba su poder, pero la historia, y el bajo pueblo francés, tenían otras intenciones.

Ese proceso abierto por la rebelión nobiliaria abrió una enorme crisis política y la presión popular desde abajo comenzó a ser un hervidero. En primer lugar, una mala cosecha fue el dinamizador de los conflictos del campesinado contra los señores y la antesala de la toma de la bastilla fue sobre un enorme levantamiento campesino: EL Gran Miedo. Fue allí cuando los campesinos atacaron los símbolos de los señores y a los señores mismos. En las ciudades los conflictos por el precio del pan no eran menos importantes.

De este modo, en un proceso de meses, la sociedad francesa avanzó hacia la absoluta destrucción del Antiguo Régimen, a la destrucción de todo atavismo ligado al poder feudal o eclesiástico, hasta destruir, definitivamente, la imagen divinizada del Rey.

Ideas

No podemos comprender la revolución francesa sin la ilustración. Las nociones totalmente novedosas de igualdad, libertad y fraternidad, en lugar de una sociedad de estamentos donde cada uno tenía un estatus social irrompible asignado por nacimiento, penetraron a una enorme velocidad en el conjunto de la sociedad francesa. Las ideas de Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Diderot, y otros, fueron herramientas nuevas para repensar un mundo que se tornaba intolerable.

La Bastilla

El gobierno de Luis XVI intentó por todos los medios contener la crisis y encauzar los conflictos, pero todo el proceso parecía irrefrenable. Los cuadernos de quejas (cahiers de doleances) lanzados en marzo de 1789, pretendieron ser un instrumento para contener el descontento en el pueblo bajo en el campo y en la ciudad, pero al fin, fueron un instrumento de politización y articulación de demandas populares.

En mayo de 1789 Luis XVI convoca finalmente a los Estados generales. El debate de los votos por Estado, como era antes, o por cabeza (un hombre un voto), llevó a que el Tercer Estado disuelva los Estados Generales y convoque a la Asamblea Nacional. Era el principio del fin del Rey, pero también de los privilegios de la nobleza, porque esa asamblea unicameral representaba simbólicamente los intereses de la nación en su conjunto. La asamblea se comprometió, en junio de 1789, a no disolverse hasta redactar una constitución.

Podemos decir que Luis XVI no estaba preparado para afrontar semejante crisis. Por eso, cuando el Rey destituyó al ministro Necker que tenía el apoyo de la Asamblea Nacional y movilizó tropas en parís, es evidente que no estaba apto para comprender que estaba tirando leña al fuego. Los sectores movilizados interpretaron, acertadamente, que buscaba disolver la asamblea y la revolución comenzó.

Ese 14 de Julio de hace 235 años es el símbolo de la revolución y de la caída del antiguo régimen. Aunque la Bastilla sólo albergaba a unos pocos prisioneros, era un símbolo del absolutismo y la represión real. Era vista como un emblema del poder tiránico de la monarquía. Además, era el almacén del armamento de las tropas del rey. Ante la amenaza de represión, los ciudadanos de París se armaron y formaron una milicia, la Guardia Nacional, para defender la Revolución. Los insurgentes buscaban pólvora y municiones, que se almacenaban en la Bastilla.

Rápidamente, miles de parisinos marcharon hacia la Bastilla. Después de varias horas de asedio y enfrentamientos, los defensores de la prisión se rindieron. Los revolucionarios liberaron a los prisioneros y tomaron las armas y la pólvora. La toma de la Bastilla se convirtió en un símbolo de la lucha contra la opresión y el despotismo. Marca el inicio efectivo de la Revolución Francesa. Este evento fortaleció la posición de la Asamblea Nacional y mostró que el pueblo estaba dispuesto a luchar por sus derechos. También llevó a la formación de más milicias revolucionarias y a la caída de varios funcionarios reales, de forma tal que las horas Luis XVI (y del Antiguo Régimen) estaban contadas.

Etapas de la revolución

Hasta 1795, la Revolución Francesa no hizo más que radicalizarse. Desde 1789 hasta 1791 fue el período del dominio más moderado de la burguesía que planteaba la necesidad de redactar una constitución a medida de las demandas de la burguesía: eliminar barreras comerciales, monopolios, privilegios feudales y el cobro de aduanas internas que imposibilitaban la creación de un verdadero mercado nacional. Brissot y los Girondinos son el nombre de este sector. A partir de 1792 emerge la figura de los Jacobinos, que son el sector más radical. Se proclama el fin de la monarquía, el principio de la república y se encarcela y asesina al rey a principios de 1793. La figura de Robespierre y el terror revolucionario estuvieron signados por medidas que trascendieron por mucho las necesidades de la burguesía. Los precios máximos, por ejemplo, son una clara medida anti liberal que expresaba la enorme movilización popular de los sans culottes, pequeños artesanos, trabajadores y pequeños comerciantes urbanos que eran claramente el sector más movilizado, radical y dinámico. La derrota del jacobinismo significó ya el reflujo de la revolución. Sin embargo, la transformación había sido tan profunda que ni en el directorio de 1795, ni en el golpe de Estado de Napoleón en 1799, se pudo desarmar el avance del poder burgués. Desgastado, el movimiento de masas que era inmaduro históricamente para ir más allá, llegó heroicamente hasta donde pudo.

Importancia histórica de la revolución francesa

En su interesante obra “El huracán rojo”, Alejandro Horowicz plantea que el origen histórico del doble poder que significó la lucha y el triunfo bolchevique en octubre de 1917 puede rastrearse hasta la Revolución Francesa. No había aún en la Francia de 1789, un sujeto histórico capaz de ejercer la acción permanentista de realizar las tareas democráticas en una revolución socialista. Sin embargo, lo asombroso es lo lejos que llegaron esas demandas populares, la profundísima radicalidad de las ideas que penetraron y se reorganizaron en las mentes de ese pueblo bajo francés. Tal es así que todo el lenguaje político revolucionario y republicano tiene origen en la revolución francesa. Las nociones de Izquierda y derecha como polos opuestos en la lucha de clases, la noción de socialismo, anarquismo, de igualdad, fraternidad y libertad, el metro patrón como forma de medida unificada, todo tiene su origen en el magma revolucionario de la Francia de fines del siglo XVIII.

Tan importante ha sido la Revolución Francesa, que historiadores y pensadores conservadores han intentado minimizarla, limar sus aristas radicales y transformadoras y colocarlas en el mismo pasillo del museo de las revoluciones burguesas, debido a sus limitaciones, no termina con un gobierno de trabajadores, en principio por la génesis de los acontecimientos, pero es necesario rescatar lo que si logro.

Los revolucionarios debemos hacer exactamente lo contrario. Rescatarla de ese museo muerto y ponerlo en su lugar histórico de pasado vivo y actuante para nuestro presente. Ver que en la voluntad de dar vuelta todo y la construcción de un partido revolucionario están las claves de aquello que esas mujeres y esos hombres intentaron, aún cuando las “condiciones objetivas no estaban dadas”. Esa es la principal lección de esos antepasados heroicos: no se puede esperar para terminar con este presente, organizar el descontento para dar vuelta todo es una misión ineludible que los revolucionarios ya no podemos retrasar.

Por Nazareno Mujica

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