lunes, 25 noviembre 2024 - 00:30

Fallo inédito. El trabajo en el hogar es trabajo

El Juzgado Civil y Comercial 14 de Rosario sentó un importante precedente: el juez Marcelo Quaglia ordenó a un hombre indemnizar a su ex mujer en reconocimiento a las tareas del hogar que ella realizó durante los siete años en que convivieron.

La sentencia reconoce que la organización del hogar por parte de la mujer le permitía a este hombre trabajar con tranquilidad y aumentar su patrimonio, ya que llegaba a su casa después de una jornada de trabajo y encontraba la casa limpia y las compras hechas, todo lo cual contribuía a su bienestar. Además, durante el tiempo de relación, la pareja compró una casa y renovó el auto, que fueron registrados a nombre del hombre.

Si bien la demanda fue por división de bienes, compensación económica y/o enriquecimiento sin causa, el juez rechazó la división de bienes en un 50% porque el Código Civil y Comercial sólo la contempla para el matrimonio, pero no para la unión convivencial. No obstante, el magistrado sí aceptó el enriquecimiento sin causa del hombre y fijó para ella una reparación del 25% del valor del automóvil y del inmueble en el que convivieron.

La división sexual del trabajo

Esta sentencia, descripta como algo inédito en los medios de comunicación, refleja de alguna manera un debate que desde hace muchos años venimos dando las feministas socialistas sobre la división sexual del trabajo y la explotación de las mujeres en las tareas de reproducción social que el sistema capitalista necesita para sostenerse. Habitualmente, esas tareas se vinculan al afecto, a la abnegación y se atribuyen a la biología femenina y a un supuesto instinto maternal, pero sin embargo no reciben reconocimiento social ni monetario.

Ya en 1884 Engels afirmaba: “La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos. El primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases con la del sexo femenino por el masculino”[i].

Esa opresión tiene una incidencia económica directa. La burguesía se beneficia del trabajo doméstico no remunerado que recae mayormente sobre las espaldas de las mujeres y femineidades. Son tareas gratuitas de reproducción y cuidado de la mano de obra trabajadora, encarnada hoy en el marido y los hijos en un futuro. Los capitalistas se ahorran de pagarlas, pero esa mano de obra cuidada por la mujer es la que les rinde ganancias. Si la mujer además trabaja afuera del hogar, sufre una doble carga.

En ese sentido, no es casual que trabajos como los de la docencia y la salud sean altamente feminizados y con bajos salarios, bajo la excusa intencional de “la vocación”. Peor aún es la situación de las trabajadoras de casas particulares, que están entre las más precarizadas y peor remuneradas.

Actualmente, la economía feminista incluye dentro de las tareas de cuidado a todas las actividades y prácticas necesarias para la supervivencia cotidiana de las personas en la sociedad en que viven. Incluyen el autocuidado, el cuidado de niñes, personas mayores, enfermas o con alguna discapacidad, de las mascotas, tareas de limpieza de la casa, de la ropa, compra y preparación de alimentos, coordinación de horarios, controles de salud, traslados a escuela y a otras actividades extraescolares, supervisión del trabajo de cuidadoras remuneradas, entre otras muchas actividades[ii].

Algunos datos

Según el informe Las brechas de género en la Argentina. Estado de situación y desafíos, de la Dirección Nacional Economía Igualdad y Género del año 2020, las mujeres realizan más del 75% de las tareas domésticas no remuneradas. El 88,9% de las mujeres participan de estas tareas y les dedican en promedio 6,4 horas diarias. Mientras tanto, sólo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas diarias. Las tareas de cuidado no remuneradas representan un 15,9% del PBI, aunque puede ser más, y es el principal aporte a toda la economía, seguido por la industria (13,2%) y el comercio (13,0%).

Asociar la idea de cuidado a la economía implica enfatizar el valor económico de estas tareas en el marco del sistema capitalista y las desigualdades que esto implica para la vida de las mujeres. La asignación por esposa e hijos –salario familiar– y la jubilación para el ama de casa, ambas muy magras por cierto, son un reconocimiento indirecto de que las tareas de cuidado tienen valor económico y social. Desde ya, no resuelven ni de lejos la injusticia de fondo.

Nuestra propuesta es muy distinta. Con gran claridad, Trotsky se refería en 1923 al nuevo orden familiar y la igualdad entre hombres y mujeres trabajadores tras la Revolución Rusa que él y Lenin lideraron: “Hasta tanto la mujer esté atada a los trabajos de la casa, el cuidado de la familia, la cocina y la costura, permanecerán cerradas totalmente todas sus posibilidades de participación en la vida política y social”[iii]. Por eso el Estado dirigido por los bolcheviques buscó alivianar la pesada carga doméstica femenina abriendo cientos de guarderías, cafeterías, comedores y lavanderías comunitarias. Todo ese sistema público de cuidados retrocedió bajo Stalin, que volvió al modelo familiar tradicional.

Reforzando al patriarcado

Aunque el presidente Alberto Fernández se atribuya el “fin del patriarcado” e intente maquillar de violeta a su gobierno, las políticas públicas en nuestro país siguen enmarcadas en el modelo familiarista, como por ejemplo la AUH o la Tarjeta Alimentaria. Más allá de su rol paliativo, refuerzan la ideología patriarcal de que las mujeres son cuidadoras por naturaleza, ya que el ingreso o subsidio que reciben no les reconoce su condición de trabajadora desocupada o precarizada: las reduce a madre de un niño o niña, titular de asignación, siempre bajo control del Estado burgués. Y debe rendir cuentas de su desempeño en ese rol para no perder el subsidio, bajo el eufemismo de condicionalidades.

De esta manera, las intervenciones del Estado siguen reproduciendo el mito mujer = madre = familia, pilar fundamental de las relaciones heteropatriarcales capitalistas, que sostienen que las mujeres son ante todo madres y su principal interés son sus hijos e hijas[iv].

Es urgente una mirada crítica que desnaturalice la actual división sexual del trabajo y las tareas de cuidado, y permita visibilizar las condiciones sociales, éticas y políticas que hacen que “una vida sea digna de ser vivida”[v]. A la vez, cuestionar el paradigma capitalista de cuidados en torno a una maternidad idealizada, en el seno de una familia heterosexual nuclear, bajo un criterio binario de mujer cuidadora/hombre trabajador como único modelo familiar posible.

Nuestras propuestas

El Estado debe destinar un presupuesto real para poner en pie un verdadero sistema público e integral de cuidados, única forma concreta de revertir la desigualdad estructural que perjudica a las mujeres y disidencias. Ese sistema debería incluir, entre otras, las siguientes medidas:

  • Apertura de guarderías, jardines de primera infancia, comedores comunitarios, lavaderos y hogares para adultes mayores, de calidad, con vacantes suficientes y personal especializado, en todos los barrios.
  • Extensión generalizada de la escolaridad de doble jornada.
  • Aumento salarial significativo para todos los trabajos feminizados: docencia, salud, trabajo en casas particulares, etc.
  • Centros de día para jóvenes y personas con discapacidad.

Te invitamos a organizarte con nosotres en Juntas y a la Izquierda, Libre Diversidad y el MST en el FIT Unidad para pelear por estos derechos en el camino de derrotar este sistema capitalista y patriarcal para reemplazarlo por una sociedad igualitaria, socialista. ¡Al patriarcado lo tiraremos junto con el capital!


[i] Engels, Federico; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Acercándonos Editorial. 2006.

[ii] Vega, Cristina, y Gutiérrez Rodríguez, Encarnación; Nuevas aproximaciones a la organización social del cuidado. Debates latinoamericanos en Revista de Ciencias Sociales. Iconos, 2014.

[iii] Trotsky, León; Problemas de la vida cotidiana, de 1923, citado en Mujeres en revolución: la nueva ola feminista mundial. Ed. La Montaña, 2019.

[iv] Anzorena, Claudia; Un análisis feminista de las políticas sociales y de igualdad en Argentina. Oxímora. Revista Internacional de Ética y Política, 2015.

[v] Butler, Judith; Cuerpos que importan. Editorial Paidós, 2010.

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