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El 30 de abril se estrenó en Netflix, luego de varios años de producción, El Eternauta, una historieta gráfica de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López que marcó a generaciones en la Argentina y que hoy es una de las series más vistas en todo el mundo, alcanzando el puesto número 1 en 20 países.
La historia es ampliamente conocida: Juan Salvo se reúne con sus amigos a jugar al truco, y en medio de esa situación alegre de un viernes por la noche, una nevada mortal se apodera de Buenos Aires. Es una historia de ciencia ficción que, tanto en los años 50 como hoy, encuentra su explicación en ensayos atómicos, una crisis latente desde la Segunda Guerra Mundial.
Las diferencias y similitudes
La adaptación de una obra —y más aún una tan referenciada— siempre trae conflictos: ¿hacer una copia fiel del original?, ¿qué elementos se pueden traer a la actualidad si no se hace así? Y en este caso, tratándose de una serie de Netflix: ¿cómo hacer mundialmente rentable una historia tan argentina? (porque no olvidemos que el negocio siempre forma parte del cálculo).
La decisión artística fue hacerla en Argentina —una exigencia de Martín, nieto de Oesterheld y uno de los productores— y traerla a la actualidad. Esto genera, de base, una serie de cambios imposibles de ocultar que la serie utiliza de forma acertada.
Primero, nuestra realidad de crisis casi cotidiana: piquetes por cortes de luz, balances sobre las participaciones en 2001, gente que emigró producto de la crisis y vuelve después de años para ver a su familia, y una visión mucho más individualista de la humanidad, que contrasta con la visión solidaria del personaje principal.
La dependencia actual de los dispositivos electrónicos y la transformación de un apagón en un pulso electromagnético que deja funcionando solo el equipamiento viejo es otro reflejo de la diferencia de época.
También se destaca el rol de la familia y de las mujeres, condicionado por los contextos históricos en que se produjeron ambas versiones. Juan Salvo está felizmente casado con Elena y vive con su hija Martita. Son personajes que vuelven todo el tiempo a la mente del protagonista, pero no tienen un rol tan activo en su desarrollo como sí sucede en la serie. Elena intenta sacar a Juan de su individualismo; Clara, ya adolescente, lo enfrenta varias veces; e Inga, la repartidora venezolana, tiene un peso importante en distintos momentos de la trama. El rol de las mujeres en la historieta original se limita a acompañar y ser protegidas, un estereotipo típico de la época. La serie actualiza esa dimensión con un enfoque más acorde con estos tiempos y con el feminismo.
Otro punto con muchas diferencias —y mal entendido por los sectores libertarios— es el rol del ejército. En el cómic, son parte central de la resistencia; Juan Salvo acepta ser carne de cañón porque comprende su importancia. En la serie, en cambio, el ejército tiene otro tratamiento: la Guerra de Malvinas y la última dictadura cívico-militar hacen que el personaje de Darín actúe con cautela y recelo ante ellos. Expresa su disgusto por estar en Campo de Mayo, y las secuelas del conflicto bélico son un elemento central de la trama. En el plano estético, la toma de Favalli hablando con el conjunto mayor los presenta más como posibles villanos que como aliados, gracias al uso de luces y puesta en escena.

El espíritu intacto
La serie conserva los elementos que hicieron que tantos argentinos se identificaran con la historia: paisajes reconocibles de la zona norte del conurbano y de la Ciudad de Buenos Aires, una aventura que recorre exteriores que vemos cotidianamente, como si la situación pudiera sucedernos en cualquier momento. Y es que, sin la parafernalia de la invasión extraterrestre, en cierto modo ya sucede.
La historieta original fue un desafío a la imaginación, y cambió el escenario típico de la aventura. Para la época, fue toda una innovación. La serie conserva esa idea: escenarios comunes y conocidos.
A la vez, el concepto que todos conocemos del Eternauta —el del héroe colectivo, que nadie se salva solo, que el pueblo siempre salva al pueblo— es la base de toda la serie, obviamente traída al presente. Por eso hay reuniones de consorcio, grupos de vecinos organizados y sistemas cooperativos asamblearios. Organización para distribuir comida, o para tomarla, y para enfrentar al enemigo desconocido.
La historieta fue un puntapié para mostrar la calidad de los artistas argentinos en ese plano, y la serie parece lograr lo mismo en el espacio audiovisual.
La serie y las herramientas de la industria del streaming
La serie es indudablemente hija de la industria audiovisual. Requiere de dos nombres fuertes como protagonistas —Ricardo Darín y Carla Peterson— y construye el inicio de la historia como la búsqueda de una hija desaparecida, en lugar de presentar directamente la historia de un viajero en el espacio-tiempo.
También están los discursos políticos, fuertemente marcados en el cómic: desde que se descubre rápidamente que es una invasión/colonización, pasando por la resistencia como alegoría del peronismo de los 50, hasta la mirada colectiva por encima del individualismo.
En la serie, la construcción del arco del personaje permite traer a Juan Salvo a esta realidad, marcada por años de “sálvese quien pueda”. El personaje de Darín va lentamente deshaciendo el ovillo del individualismo impulsado por el neoliberalismo, tan fuerte en la pequeña burguesía argentina, para darse cuenta de que la salida está en el trabajo grupal y en confiar en el otro; que los de abajo siempre nos damos una mano.
Por otro lado, esta serie no sería posible sin el financiamiento de cuatro entidades estatales de diferentes países, reflejo de que sin apoyo estatal hasta una megaproducción como esta es económicamente inviable. Los apoyos provienen del programa “BA Producciones Internacionales” del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el Refundable Québec Tax Credit canadiense, el Programa Uruguay Audiovisual y el India Cine Hub.
Es difícil no pensar en el daño que se produce con el ajuste y desmantelamiento del INCAA, y en las capacidades de nuestra industria audiovisual cuando se la impulsa. Esta serie podría haber sido tranquilamente producida desde los medios públicos, garantizando que las ganancias por venta de reproducción quedaran en nuestro país.
A la vez, refleja el gran nivel técnico que tenemos en mano de obra especializada, que hoy, producto del ataque a la cultura, no tiene trabajo o se ve obligada a emigrar, desperdiciando años de educación y entrenamiento en el país.
El Eternauta en la era de la ultraderecha
La realidad y la ficción se cruzan en este punto. Pensar que Oesterheld y cuatro de sus hijas fueron desaparecidos por la última dictadura militar, y que dos nietos de esa familia aún no recuperaron su identidad, es una herida abierta en nuestra sociedad, especialmente con un gobierno negacionista como el de Milei.

Que el personaje de Darín muestre tanto rechazo hacia los militares me parece un homenaje necesario a esa familia que buscó, como El Eternauta, enfrentarse a los poderosos que nos matan a base de nieve en el cómic y de explotación laboral en la realidad.
También es un golpe para Milei y sus secuaces, que desprecian el arte y la educación argentina. La creación de la serie —mayormente en manos nacionales— y su música homenajean años de nuestra cultura, así como la formación de técnicos que hacen posible esta obra.
Por eso, dale una oportunidad a la serie, leé la historieta y sacá tus propias conclusiones. Disfrutá de buenas obras de nuestros artistas. Y, como circuló en las redes: si te gustó, sumate a los “miércoles de jubilados” y a todas las luchas contra el gobierno hambreador de Milei, porque tanto el héroe como la salida son colectivos.