viernes, 26 abril 2024 - 21:56

Discapacidad. Lucha de (en las) clases

En planteos y consultas sobre “educación inclusiva”, o en instituciones que inician este camino, surge una suerte de duda o desconfianza que se expresa de esta manera: ¿Los apoyos a une niñe en situación de discapacidad y la adecuación de contenidos, actividades, tiempos y dinámicas, no producirá en el resto del grupo una devaluación de sus aprendizajes?

Generalmente se responden solos estos planteos: desde la riqueza experimentada, la flexibilidad lograda en el dispositivo pedagógico, en los procesos colectivos de conocimiento y múltiples beneficios más. Pero me interesa que pensemos de dónde sale este temor. Y no es de otro lugar que de la “compulsión de capacidad”. Esa obligación de pasar por capacitades que el capacitismo presiona sobre todes nosotres. Tal es el peso de esa normatividad que nos cuesta pensar que hay otras formas válidas para aprender. Que todo sea igual y de la misma manera nos seduce tanto que no solo no podemos imaginar otras posibilidades, sino que también nos alarma esa diferencia al punto de creer que un apoyo provocará una devaluación generalizada en el “progreso educativo” de les otres.

¿Se puede politizar esta situación áulica? Obviamente que toda situación humana es política desde su inicio, pero ¿de qué manera una educación inclusiva nos orienta a ponernos en acción con actividades contra-capacitistas, y por lo tanto contra-capitalistas? Elijo algunos puntos fuertes de política y educación para mostrar su interrelación: en el aula se da una lucha de clases pero determinada no por el acceso a los medios de producción sino por la división capacitado/discapacitado. Se impone esta valoración, se privilegia al grupo que se acerque más a les capacitades y se dejan las “adaptaciones, los proyectos de necesidades especiales” para les otres. Así los apoyos, como las políticas sociales para sectores necesitados, son percibidos como un lastre para el resto.

Resulta emulado el posibilismo del actual gobierno en la mirada de algunes docentes.Este régimen de separación por capacidad no está en les niñes, se puede decir que es el resultado de lo que elles interactúan con espacios áulicos que no brindan oportunidades ni tienen en cuenta a les que no se comportan de manera estándar. Como aprendimos de les militantes de la discapacidad, “la discapacidad no está en el cuerpo sino que aparece en contextos con barreras”. Sin embargo, como hacen los Estados no socialistas, le adjudican el déficit de ellos a sus gobernades, o en este caso a les niñes. Barreras culturales y pedagógicas, falta de apoyos y materiales, contextos carentes de los ajustes necesarios serían la imagen paralela de la precarización estatal a los sectores desfavorecidos.

Siguiendo un poco más este juego de micropolítica del capacitismo y macro política del capitalismo, en la escuela encontramos que tanto uno como el otro, capitalismo y capacitismo son el mismo sistema desde puntos de vista distintos.

Hasta aquí se concluye que estudiando uno se empieza a estudiar al otro, que resistiendo a uno se resiste también al otro, que salir de uno implicaría salir del otro, y que también avalar y naturalizar a uno es avalar y naturalizar al otro. Ambos son lo mismo en algunos aspectos, y sus características particulares son los propios puntos de vista de los enfoques elegidos para comprenderlos. Pero implica también que entender uno sin el otro es no entenderlos completamente y que es necesario entender, analizar y comprender uno junto al otro para develarlos y resistirlos.

Para finalizar podemos plantear que un proyecto de educación inclusiva, un planteo institucional que luche por des-aprender y abandonar prácticas capacitistas puede ser una chispa revolucionaria en un proceso real que se aleja de la forma de vida capitalista al proponer actividades que desde el inicio sean tan amplias como para que las trabajen diferentes niñes.

Marcelo Gil

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