lunes, 14 octubre 2024 - 06:26

Día de la militancia. Debates sobre el regreso de Perón y sus objetivos

17 de noviembre. Día de la militancia. Cuando Perón regresó para cerrar la brecha que abrió el Cordobazo

Perón vuelve fue la pintada más repetida por miles de trabajadores peronistas en las paredes de “la resistencia y la lucha contra la proscripción del General por parte de los sucesivos gobiernos tras el golpe gorila de 1955. Diecisiete años después, el 17 de noviembre de 1972, el ex presidente volvía al país en un vuelo chárter rodeado de una extensa comitiva, entre los que se contaban los principales dirigentes del PJ de ese entonces y distintas personalidades.

Hoy muchas agrupaciones del arco variopinto del Frente de Todos se han volcado a las calles rememorando ese día, que quedó consagrado como el Día de la militancia para los peronistas, para apoyar el impuesto a la riqueza” y a la gestión del presidente Fernández. Hoy como ayer, el peronismo lleva a sus militantes a la misma trampa, amaga combatividad para encubrir una política totalmente ajena a los trabajadores y el pueblo.

Del Cordobazo al Gran Acuerdo Nacional

Esas semi insurrecciones obreras y populares que significaron el Cordobazo y el Rosariazo de 1969 y posteriomente el Vivorazo en 1971, terminaron con las aspiraciones y el proyecto de la llamada Revolución Argentina. Los dos primeros levantamientos liquidaron las aspiraciones del ex dictador militar Juan Carlos Onganía y la tercera con el breve mandato de su sucesor, el general Marcelo Levingston.

El tercer y último presidente militar de esta dictadura, el general Alejandro Agustín Lanusse, admitiendo de hecho el fracaso de la gestión militar para frenar una situación de grandes luchas obreras, radicalización de la clase media y división de la clase dominante que estas insurrecciones dejaron, tuvo que lanzarse a acordar con el peronismo una salida política para frenar semejante crisis, así nació su llamado a constituir un Gran Acuerdo Nacional (GAN).

El GAN fue una salida de los militares pactada fundamentalmente con el peronismo y el radicalismo, a través de La hora del pueblo, destinada a encaminar esa situación que en su momento nuestra corriente denominó como pre revolucionaria, que abrieron el Cordobazo y muchos otros “azos” que le sucedieron.

Producto de ese acuerdo y de múltiples negociaciones secretas, el gobierno militar de Lanusse legaliza los partidos políticos, encamina el proceso hacia la salida electoral, les devuelve a los sindicalistas -activos negociadores de esos años- fondos de las obras sociales, y permite la vuelta de Perón a Argentina.

Lanusse intenta candidatearse como el arquitecto de esta salida y proscribe la postulación de Perón con una cláusula que lo obliga a volver al país antes del 25 de agosto de 1972. Pese a su declarada oposición a esta proscripción, Perón termina aceptándola hablando de su “renunciamiento histórico”, pero fundamentalmente negándose a utilizar el inmenso poder de movilización de los trabajadores argentinos en pleno ascenso para derrotarla.

El primer regreso de Perón

Ese 17 de noviembre tiene un carácter contradictorio. Por un lado, la vuelta de Perón es producto de años de luchas de los trabajadores peronistas exigiendo el fin de la proscripción de su líder y movimiento. Una reivindicación democrática que desde nuestra corriente apoyamos con todas nuestras fuerzas. Perón regresa gracias a la derrota del proyecto de la dictadura militar a manos de las luchas y levantamientos de los trabajadores y el pueblo argentino.

Por otro lado, Perón no vuelve al país como el líder antiimperialista que era recordado, o como el primer trabajador”. Vuelve como la única salida que tenía la burguesía argentina para calmar el proceso de luchas y levantamientos abierto en el país. Vuelve como parte de una gran maniobra política para evitar que se siguiera desarrollando al calor de esas peleas, una nueva y combativa vanguardia obrera, que rompía con la vieja y traidora burocracia sindical de Rucci, Lorenzo Miguel o Coria.

Así, mientras el peronismo combativo de aquel entonces soñaba con que el General volvía para apuntalar la “Patria socialista”, sus discursos hacia la “juventud maravillosa” a la que utilizó para presionar y negociar con Lanusse, darían lugar, con Perón ya en el gobierno luego de las elecciones de septiembre de 1973, a los defensores de la Patria peronista”, esto es a los representantes de la burguesía, los burócratas sindicales y la triple A del “brujo” López Rega.

Ese 17 expresó estas contradicciones. El chárter que los traía tenía una nutrida y mezclada delegación de 153 pasajeros: junto a Perón y su esposa y luego candidata de fórmula Isabel, estaban Lorenzo Miguel; Casildo Herreras; Deolindo Bittel; Oscar Bidegain y Ricardo Obregón Cano, con el cura tercermundista Jorge Vernazza. Varios futuros ministros de Economía como Alfredo Gómez Morales; Pedro Bonani; Antonio Cafiero; Emilio Mignone (que luego, tras la desaparición de su hija, se convertirá en un reconocido referente de Derechos Humanos) y el periodista Jorge Conti, luego convertido al lopezrreguismo. Estaban todos los presidentes peronistas del último cuarto del siglo XX: junto a Perón viajaban Cámpora, Lastiri, Isabel y Menem. Viajaba también el abogado de Derechos Humanos Eduardo Duhalde, que militaba junto al dirigente del peronismo de base, asesinado posteriormente por la Triple A, Rodolfo Ortega Peña.

En la cancha estaban los trabajadores y el pueblo peronista intentando recibir al General contra viento y marea. La CGT había decretado un paro pasivo de 16 horas e invitó a acercase a los trabajadores a recibir al General sin garantizar ninguna medida para superar el cerco policial-militar impuesto por Lanusse. El presidente militar había declarado que “no quería otro 17 de octubre” y Perón que “volvía en paz” para unir a los argentinos.

Sin embargo, miles de trabajadores salieron e intentaron llegar. Así relata el compañero cronista de Avanzada Socialista (1) que emprendió, junto a los trabajadores de FOETRA, la marcha para reflejar el intento de muchos trabajadores por llegar a Ezeiza ese día lluvioso: “pasados por agua, finalmente llegamos a los puentes de Gral. Paz y autopista. Y unos 400 compañeros hormigueaban en el lugar, cuando lamentablemente resuelven ‘incorporarse a la concentración’ algunos patrulleros y motociclistas que empiezan a gasear a diestra y siniestra. De nuestra parte no hay nadie que dirija y nos desbandamos sin saber qué hacer. Corriendo a campo traviesa, para escaparle a los patrulleros, nos embarramos hasta las narices”.

El relato continúa describiendo cómo los intentos de volver al asfalto eran reprimidos por la policía, para concluir que: “De vuelta al campo, porque el asfalto lo tiene la cana, noto que cada paso que dan mis compañeros se les hace más pesado. Y me parece que, más que el barro de los zapatos, les pesa el ánimo. Los que caminan a mi lado a lo mejor se jugaron durante años por ‘el retorno’. Y hoy que Perón vuelve, no son ellos quienes lo reciben. Pasó tranquilamente Frondizi, que encarceló y torturó a miles de peronistas cuando el ‘Plan Conintes’. Pasó Solano Lima, el viejo conservador de la era del fraude. Pasó Mario Amadeo, que el 16 de junio de 1955 dirigía los ‘comandos civiles’, que coordinados con el bombardeo de la Marina se preparaban para masacrar al pueblo reunido en la Plaza de Mayo. Pasaron los burócratas sindicales que son carne y uña con los militares. Pero los trabajadores no pasaron. Ya de vuelta, en una pared, vemos una pintada que los hechos transformaron en una ‘cargada’ siniestra: ‘Perón vuelve en los brazos de su pueblo’”.

La historia confirmó el relato del cronista

Perón pasó un día retenido “por seguridad” en un alojamiento en Ezeiza y al otro día pudo viajar a la célebre residencia de Gaspar Campos en Vicente López. Una residencia a la cual se movilizaron miles de jóvenes entusiastas de la JP para “cuidaral General y en la que se hicieron muchas reuniones secretas, como las que se repitieron en la confitería Nino. No acudían a esas reuniones ni los obreros en lucha, ni los que encabezaban las peleas contra la dictadura, lo hacían burócratas sindicales, empresarios, políticos de distinto signo. Perón no llamó desde el balcón de Gaspar Campos a luchar contra la miseria, contra la represión de la dictadura, para defender su derecho a ser candidato, para terminar con los burócratas sindicales. Al contrario, luego se ufanaría de haber logrado alinear a las distintas fuerzas del país en veinticuatro horas, cuando Lanusse había fracasado en el intento.

Nuestro partido de aquellos años, fruto de la unión del trotskista PRT La Verdad y del PSA Sec. Coral, luego llamado PST, no concurrió a esas reuniones secretas, las denunció y exigía que se hicieran públicos sus acuerdos. Reclamaba que se echara a la burocracia sindical y se lanzara un plan de lucha contra el hambre, la miseria, la represión y las proscripciones. Frente al proceso electoral que se abría en el país, como forma de desenmascarar al General y dialogar con la base obrera combativa, levantaba la exigencia de que este pusiera el 80% de candidaturas obreras en su lista, una política de independencia de clase, que luego se concretaría en el llamado a constituir un polo obrero y socialista a la vanguardia obrera de esos años.

Perón estuvo un mes en el país en aquella oportunidad. Luego volvería de la mano del presidente Héctor Cámpora el 20 de junio de 1973, en la jornada que se conoció como la Masacre de Ezeiza, cuando la derecha peronista emboscó y asesinó a decenas de jóvenes y militantes del peronismo combativo.

Vino a imponer un pacto social de los trabajadores con la burguesía argentina. Lo hizo con el inestimable auxilio de la burocracia sindical, echando a los “imberbes” montoneros que habían osado cuestionarlo en el acto del 1 de mayo de 1974, e intentando derrotar a las luchas de los sectores más combativos del movimiento obrero. Organizó con el “brujo” López Rega, su ministro de Bienestar Social, la asesina Triple A, que tuvo al activismo fabril y de los trabajadores, así como en los dirigentes combativos y la izquierda, entre sus principales blancos, calculadas en alrededor de 1.500 víctimas.

Falleció el 1 de julio de ese año, sin poder derrotar al proceso que abrió el Cordobazo. Un año después, miles y miles de trabajadores se movilizaban y paraban contra el Plan Rodrigo, desbordando a la conducción de la CGT, obligando al brujo” a renunciar, metiendo en crisis al gobierno. La falta de una alternativa revolucionaria de masas impidió que el proceso abierto diera origen a un gobierno de trabajadores. Isabel no pudo con las peleas de los trabajadores y el pueblo, la burguesía la uso “como a un limón exprimido” y cuando no sirvió para más, vino la asesina dictadura del Proceso militar.

  • Avanzada Socialista n° 39, 22/11/1972. Órgano del PSA Sec. Coral, luego Partido Socialista de los Trabajadores (PST).

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