viernes, 19 abril 2024 - 14:14

Desde Alfonsín hasta los Fernández. Desmalvinizar: una política de Estado 

La desmalvinización nació de la propia dictadura que llevó a la derrota y siguió con los gobiernos de la democracia para ricos. Buscan circunscribir la guerra a un episodio aislado y descontextualizarla de sus antecedentes, del reclamo de soberanía y de la lucha antiimperialista. Y, sobre todo, demostrar que es imposible enfrentar al imperio. 

La guerra de 1982 sacudió tanto la matriz de dominación imperial en la región que no solo preocupó en su momento a los piratas ingleses, el presidente yanqui Reagan y el Papa, la ONU, la OEA y los gobiernos cipayos que se sucedieron hasta hoy trataron de desmontar la energía antiimperialista. 

Para desmalvinizar utilizaron varios argumentos, como apelar a la condena social a la dictadura genocida (homologándola al combate contra el enclave inglés) o difundir que «gracias a la derrota se fueron los militares». Pero la verdad es otra: las libertades democráticas conquistadas con la caída de la dictadura no vinieron de la mano de Thatcher y su ejército gurka. Fue la movilización de los trabajadores y el pueblo la que volteó a Galtieri e hirió de muerte al régimen del «proceso». 

Se podía haber derrotado a los piratas 

La política de desmalvinizar supone varios objetivos. El principal incluye desde desterrar la premisa de que es posible enfrentar militarmente al imperialismo, hasta convencer de que nunca más debemos intentar acciones contra la dominación imperialista. El informe Rattenbach (1) y los documentos desclasificados luego son categóricos: la guerra se podía haber ganado. La derrota no fue una profecía autocumplida emanada de enfrentar al imperio. La guerra se perdió a consecuencia de una conducción desastrosa que actuó como un ejército de ocupación y represión y no de defensa nacional a lo que se sumaron groseros errores de estrategia militar. No hubo comando único, cada fuerza actuó por su lado manteniendo el feudalismo militar que sostuvieron durante toda la dictadura: cada fuerza armada manejaba una parte del país como si fuera de su propiedad y esto siguió durante la guerra. 

Se invadió en el momento militar equivocado y se confió en el apoyo de EEUU que no dudó en apoyar a su socio pirata. Y se creyó que los ingleses no iban a atacar y por ende no se organizó la defensa de las islas recuperadas. La investigación ratifica que no se prepararon para la guerra. La junta estaba convencida de que no habría guerra. El documento dice «Menéndez (el gobernador militar enviado por Galtieri) otorgó una mayor importancia a las tareas de gobierno que a la conducción militar, no previó un dispositivo de defensa, ni régimen logístico, no ensayó acciones conjuntas, no agrupó a todos los medios aéreos bajo un comando único». 

Hasta tal punto que, teniendo todo el tiempo necesario para hacerlo, no extendieron ni mejoraron las instalaciones y la pista del aeropuerto de las Malvinas. Por eso no pudieron operar los aviones desde las islas. Un desastre. Y, por supuesto, Galtieri intentó manipular al pueblo que comenzó a movilizarse, en lugar de sumar esa energía desplegada para fortalecer el combate. 

Los pilotos de los Pucará no contaron con apoyo terrestre.

Anestesiar la conciencia antiimperialista al servicio de la entrega 

Desmalvinizar significa también preservar la estructura fundamental de las FF.AA. pese a la ineptitud demostrada en la guerra, reforzando su carácter de fuerza represiva y debilitando -según las órdenes imperialistas- toda política de defensa nacional. El desmanelamiento del misil Cóndor o de empresas de producción militar en tiempos de Menem y por expresa orden del imperialismo yanqui, son evidencias claras de esta política. 

Desmalvinizar implica también ratificar el Sistema Interamericano de Defensa, la OEA, el TIAR y demás pactos políticos, militares y económicos que nos atan a los yanquis y demás expresiones imperialistas. En plena eclosión de la lucha por los derechos humanos, Alfonsín mandó generales argentinos a la Conferencia de Ejércitos Americanos en 1985. En el ’86, la Conferencia Naval Interamericana se reunió en Mar del Plata y empujó a que Argentina vuelva a participar de los ejercicios conjuntos con la armada yanqui UNITAS, o sea junto a quienes ayudaron a hundir el Crucero General Belgrano. Menem, con las «relaciones carnales», profundizó la desmalvinización y ratificó los tratados de desarme y liquidación de la defensa nacional. Los K, con su barniz nac&pop avanzaron en la entrega del petróleo y la plataforma submarina. Macri volvió a las relaciones carnales etrechó lazos con el gobierno inglés y realizó todo tipo de concesiones. Durante el gobierno de Alberto y CFK se realizaron actos, homenajes, hasta retórica de «malvinizar», pero nunca se superó el doble discurso. 

Porque sin dudas la otra cara de la desmalvinización es la entrega, línea seguida por los gobiernos de la UCR, el PJ, la Alianza, los K, Macri y los Fernández. Macri firmó el pacto de coloniaje más cipayo con el FMI. Y este gobierno lo convalidó, aumentó la hipoteca del país y el Fondo cogobierna de hecho. Todos pagaron deuda externa fraudulenta, mantuvieron las privatizaciones y preservaron las ganancias de los dueños de decenas de «malvinas» enclavadas en el territorio continental: estancias, pools de siembra, fábricas, bancos. 

Miles y miles de hectáreas de tierras compradas por capitales piratas, empresas como British Petroleum, propietaria del 60% de Pan American Energy la principal operadora del yacimiento Cerro Dragón (el mayor del país), Shell (angloholandesa), Cadbury, Unilever o el banco HSBC entre otras, se llenan los bolsillos desde hace años girando sus multimillonarias ganancias a sus casas matrices, fortaleciendo de esta forma las posiciones económicas y políticas de los capitalistas ingleses y sus socios. 

Todos los gobiernos aseguraron que por «medios diplomáticos» se lograría todo, mientras seguían con la entrega. En realidad, el país sólo cosecha desastres. Cuando la Thatcher volvió a extender el dominio británico sobre aguas argentinas, los supuestos «países amigos» demostraron ser amigos de los piratas. 

Y también desmalvinizar significa no reconocer los derechos de los ex combatientes y mandarlos al olvido. 

Remalvinizar y luchar por la segunda independencia 

No debemos darles ninguna garantía a los piratas ni renunciar a priori a ninguna medida soberana, sea militar, económica o política. Las Malvinas fueron usurpadas y mantenidas como enclave imperialista. Los «éxitos» diplomáticos sólo consiguieron extender el control sobre aguas territoriales y mayor saqueo de recursos naturales. La expropiación de los bienes ingleses y la suspensión del pago de deuda a la banca británica y a sus socios, son un paso necesario en la pelea antiimperialista. Remalvinizar es mantener la memoria, difundir la verdad y el reclamo de justicia. Y redoblar la lucha por la soberanía argentina en Malvinas como parte de la pelea por la segunda y definitiva independencia de nuestro país y de Latinoamérica en marcha hacia el socialismo. 

(1) La crisis tremenda de la dictadura producida luego de la derrota y por la movilización popular llevó a la conformación de la «Comisión de Análisis y Evaluación de las responsabilidades en la Guerra del Atlántico Sur». La misma produjo un despacho conocido como «Informe Rattenbach» por el nombre del general retirado que presidió la comisión. 

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