viernes, 26 abril 2024 - 17:23

Cumbre climática. Es el capitalismo, no el clima

Del 31 de octubre al 12 de noviembre se desarrollará la vigésima sexta cumbre del clima convocada por la ONU. La sede es la escocesa de ciudad de Glasgow y en la misma se espera el arribo de los principales líderes políticos de numerosos países y representantes establishment mundial.

La cumbre del clima 2021, también conocida como COP26, dará comienzo al mismo tiempo que la pandemia vuelve a tomar fuerza en Europa y otras partes del mundo, con una ola de calor que afecta gran parte de nuestro de país; inundaciones extremas y repentinas en Italia y alrededores; ascenso de la migración; sequía e incendios forestales. Se trata de fenómenos climáticos que son cada vez más recurrentes y que según la Organización Climática Mundial se han quintuplicado en los últimos 50 años, dejando a su paso un desastre ecológico incalculable.

De modo que la COP26 se realiza en el escenario mundial y climático más crítico. La ausencia de Xi Ping y Putin ya dan aviso de que ambas potencias seguirán su propio juego. Mientras que los acuerdos climáticos de la reciente cumbre del G20, realizada en la ciudad de Roma, no tendrán el futuro esperable por miles de jóvenes que los últimos días se movilizan rumbo a Escocia para dejarle bien en claro a los líderes mundiales que los están mirando y saben de sus acciones.

La situación se vuelve compleja, la falta de cumplimiento de los acuerdos anteriormente firmados hace suponer que el punto de no retorno está a la vuelta de la esquina. Atrás quedaron las promesas de la COP21 -Acuerdo de París- en la que la mayoría de los países, con excepciones claves como China, Rusia e India, firmaron un acuerdo para “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5°C, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático”.

De esta forma, la cumbre tiende a convertirse en rotundo fracaso antes de iniciar y nuevamente no habrá acciones concretas para avanzar en una transición productiva más armoniosa con el ambiente y que tienda a disminuir de manera significativa los gases que generan el efecto invernadero.

Datos alarmantes

El reciente informe dado a conocer por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) señala que la temperatura ya ha aumentado un 1,1ºC en comparación con la época preindustrial. Datos que hacen encender todas las alarmas.

En ese sentido, la doctora Alison Ming, coordinadora del Centro de Cambridge para las Ciencias Climática, señaló que «los niveles de dióxido de carbono están en un nivel récord», es decir, el famoso freno por el efecto de la pandemia no fue real. Las industrias dependientes de los hidrocarburos se mantuvieron en marcha y apenas el descenso de contagios lo permitió pusieron a todo maquina los motores y con ello la expulsión de gases nocivos al ambiente.

De modo que las olas de calor cada vez más recurrentes, las sequías extendidas, los incendios forestales intencionales, las migraciones por efecto del clima y tormentas de gran intensidad son los síntomas del cambio climático que, desde hace ya tiempo, un sector cada vez más amplio de la comunidad científica viene señalando los gobiernos vienen negando y ocultando.

Ahora que el cambio climático no se puede negar, las principales potencias económicas Estados Unidos, la Unión Europea y otros países piden esfuerzos al establishment mundial para que pongan en marcha el uso de tecnologías más amigables con el ambiente. Para eso proponen destinar enormes fortunas para subsidiar ese cambio. Pero en definitiva se trata de una política de parches técnicos y no de reconversión de toda la matriz capitalista extractivista que nos trajo hasta esta situación crítica.

El reciente pedido de informe exigido por Joe Biden al Departamento de Defensa de los EE.UU. sobre la migración por efectos del cambio climático dan cuenta de que la principal potencia imperialista y mayor responsable en la emisión de gases tóxicos comienza a diseñar políticas para contener las enormes movilizaciones que se multiplicarán en los próximos años en búsqueda de mejores condiciones es de vida.

Ecosocialismo como punto de salida

La realidad es que este tipo de cumbre climáticas no nos salvarán, desde hace tiempo vienen despilfarrando falsas promesas. Su principal objetivo no parece ser generar soluciones concretas, siempre estuvieron ligadas a un lavado de cara del establishment mundial, presentándolos como parte de la solución, una dinámica que comienza a desintegrarse a pesar de los esfuerzos mediáticos y de las enormes cifras destinadas en la propaganda comercial.

De esta forma, las metas de emisión 0 para el 2050 que se van a pronunciar una y otra vez en los próximos días y años parecen ser una misión imposible de conseguir si dejamos ese desafío en manos de los gobiernos de turno y la clase capitalista extractivista.

El cuidado del ambiente es parte de la lucha clases y es probable que se generen revueltas y revoluciones a futuro. Evitar el colapso ambiental significa revolucionar el mundo entero, dejar atrás el capitalismo. Y ello implica tener una certeza: la única fuerza capaz de hacer esto es la clase trabajadora.

De este modo, una de las principales tareas que el conjunto del movimiento ambiental tiene por delante es aumentar las demandas ambientales, incluyendo que la ansiada reconversión tecnológica se haga y exigiendo que las y los trabajadores que actualmente se desempeñan en ramas industriales como la industria de combustibles fósiles sean capacitados para otras áreas laborales.

Debemos articular políticas y discursos alrededor de que los cambios tenderán a mejorar las condiciones de vida de la población mundial en general y no a empeorarla.

Solo un movimiento ambiental con conciencia de clase, anclado en revolucionar todo y poner en marcha la producción de bienes socialmente necesarios puede realmente lograr lo que necesitamos y lo que las futuras generaciones demandan: un mundo de iguales y de plenos derechos. Los ecologistas debemos acercarnos cada vez más a las y los trabajadores, los desafíos son enormes y tenemos que ganar.

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