viernes, 19 abril 2024 - 02:59

Crisis hídrica en Córdoba. Aporte del biólogo Raúl Montenegro

Con este artículo escrito por el biólogo, Profesor y Doctor Raúl A. Montenegro -a quien agradecemos- para Periodismo de Izquierda iniciamos una serie de publicaciones en el marco del Día Mundial del Agua.

Mientras Córdoba tiene sus cuencas hídricas en estado de coma el gobierno provincial agrava las crisis con autovías y pretende traer agua del río Paraná

Por: Prof. Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo*

El agua que sale de las canillas hogareñas llega desde las cuencas hídricas serranas. Esto tan simple y elemental pasa desapercibido para el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, y para la mayoría de sus ministros. Pasa también desapercibido para sectores muy importantes de la sociedad. Esto explica porqué ante los síntomas de colapso hídrico que sufrieron localidades de las sierras chicas, primero por sequías y luego por crecientes, el gobierno, en lugar de iniciar una política de manejo de las cuencas –solo existentes en papel- optó por un canal que pudiese traer agua desde el río Paraná. En lugar de mirar hacia las sierras, maltratadas y desmanejadas, prefirieron dirigir sus miradas hacia Santa Fé y la cuenca del Plata. Esto no parece casual. Peor aún, elaboraron un plan de construcción de canales serranos alimentados mediante fuentes locales de agua con estudios incompletos y dudosos procesos de Evaluación de Impacto Ambiental. El manejo de las cuencas hídricas no requiere ni de consultoras ni de empresas constructoras, algo que sí demandan los canales. Hay siempre más negocios en obras faraónicas que en manejos integrados de cuencas.

Sobre este desmadre ambiental el gobierno de Juan Schiaretti superpuso otras dos obras a pleno cemento que también alterarán profundamente dos sistemas hídricos claves y vulnerables: la autovía de Punilla, paralela a la ruta 38, y la autovía de Paravachasca.

Desde hace años el gobernador viene implementando una política típica de gestiones autoritarias e insustentables: primero se toman las decisiones de obras con búsqueda de financiamiento incluido, y después se las «legaliza» con parodias de Evaluación de Impacto Ambiental. Las Audiencias Públicas no son vinculantes, y ahora se hacen virtuales y bajo condiciones que dificultan aún más la participación. Para las corporaciones Córdoba es un paraíso. Aunque las fuertes protestas sociales contra la autovía de montaña en Punilla frenaron por dos años el proyecto, el gobierno vuelve a la carga con ese y otros proyectos faraónicos en un contexto de pandemia pues consideran –equivocadamente- que habrá menos protestas y que las audiencias públicas a distancia son más «manejables» que las presenciales.

Para cuando los lentos y mayoritariamente sesgados sistemas judiciales de la provincia investiguen las irregularidades e ilegalidades de todas estas obras faraónicas, la mayoría ya estarán en marcha o construidas. Y el gobernador ya habrá dejado seguramente su cargo.

Juan Schiaretti pasará a la historia como el gobernador que más destrozó los ambientes nativos, biodiversidad y cuencas hídricas de la provincia. Quedan para atestiguarlo las heridas groseras en las sierras (sector del Camino del Cuadrado), menos de un 3% de bosque nativo cerrado y una franca ineptitud para controlar incendios. Recordemos que junto al abogado Juan Smith lo denunciamos penalmente en la Justicia de la provincia por haber demorado el pedido de auxilio a bomberos de otras jurisdicciones. Solamente en 2020 el fuego arrasó más de 350.000 hectáreas, 55.000 de ellas en el valle de Punilla donde el gobierno quiere «imponer» la autovía nueva traza a cualquier precio ambiental y social. No les importa si esa ruta destruye bosques con protección roja, o que permita la depredación de zonas que tenían una cierta protección (por los nuevos caminos que se desprenderían de esa vía, lo que nosotros llamamos «efecto peine»). Más grave aún en lo social, los consultores ni siquiera evaluaron que la autovía de Punilla competirá con la paralela y tradicional ruta 38 disminuyendo dramáticamente el «turismo de contacto» en decenas de localidades serranas.

Las sierras y su biodiversidad como fábricas de agua

Desde hace miles de años los principales ríos de Córdoba obtienen su agua de las serranías. Antes de que comenzasen los incendios y desmontes a gran escala, el buen funcionamiento del ecosistema nativo garantizaba la provisión de agua, incluso en inviernos de años muy secos.

Cuando las sierras conservan condiciones ecológicas óptimas con altos valores de diversidad biológica, su vegetación intercepta las gotas de las lluvias de verano, impidiendo que golpeen el suelo y lo dañen. El agua circula entonces por las hojas y tallos de las plantas, y alcanza el suelo, donde su permeabilidad facilita la infiltración. Esta «esponja blanda», edáfica, funciona bien mientras tenga vegetación nativa, ya sea un bosque de coco y molle, un matorral de romerillos, o un pastizal de altura. El agua infiltrada penetra luego en las rocas subyacentes, muy fracturadas, y se mueve lentamente hasta volcarse como vertiente. Esta «esponja rígida», rocosa, hace más lento el flujo de agua y permite que aún en temporadas más secas, como el invierno, las vertientes sigan descargando agua.

Todo cambia cuando el desmonte, los incendios, los cultivos de papa y la expansión urbana sobre faldeos impactan la zona serrana. Sus suelos quedan sometidos a los efectos erosivos del agua y del viento, y a la insolación. La impermeabilidad de los suelos quemados y sin vegetación facilita la circulación del agua en superficie (escorrentía), y reduce la infiltración. La fuerte pendiente de las sierras hace que el agua corra con violencia y arrastre consigo suelo y organismos vivos. Como la «esponja blanda» del suelo no funciona, el agua deja de llegar a la «esponja dura» de las rocas, y las vertientes desprovistas de su fuente de alimentación merman el caudal o se secan. En verano la mayor parte del agua de lluvia alimenta los cursos de agua, que tienen crecientes cada vez más importantes y letales. Es lo que sucedió en sierras chicas en 2015. Transportan además una mayor cantidad de sedimentos que colmatan más rápidamente los embalses artificiales, y la vida acuática pierde biodiversidad. Su mayor aporte de fósforo y nitrógeno a los lagos aumenta la eutroficación, como ocurre en el emblemático lago San Roque. Hay floraciones de bacterias tóxicas, y su tratamiento se torna más complejo y costoso. La presencia visible de excrementos humanos en la superficie del lago no solo delató la grave contaminación microbiológica del San Roque (febrero-marzo de 2021) sino que contribuyó a ahuyentar al turismo.

Las porciones altas de las cuencas hídricas «fabrican» agua a partir de las lluvias estivales que recibe el sistema serrano (geomorfológicamente macizo antiguo), y los sectores de llanura de esas cuencas –donde circulan los ríos y se mueven las masas de aguas subterráneas con origen serrano- actúan como zonas de «conservación» hídrica. En estos sistemas el mantenimiento de la cobertura vegetal nativa y de los suelos asociados es fundamental para la disponibilidad sostenida de agua. Cuando los desmontes, los incendios y la destrucción de la biodiversidad ocurren «arriba» en las sierras y «abajo» en la llanura, el colapso hídrico es solo cuestión de tiempo.

En Córdoba la producción agrícola industrial nunca quiso compartir espacio con el bosque y los pastizales nativos. En consecuencia, al colapso de las fábricas serranas de agua se suma la incapacidad de las llanuras desmontadas para conservar el agua y la humedad. También se dificulta la alimentación de los acuíferos subterráneos. Esta situación ya de por sí crítica se agrava con la expansión masiva de soja transgénica, porque para producir un kilogramo de porotos de soja deben circular por la planta unos 2.000 litros de agua, que pasa del suelo a la atmósfera. Pero claro, el gobernador no solo ama las grandes obras viales y de conducción de agua (también amadas por las empresas constructoras) sino que privilegia la agricultura industrial con transgénicos y alto uso de plaguicidas y la ganadería en bosques nativos simplificados.

En la provincia de Córdoba tanto la alarmante reducción de la superficie de ecosistemas de alta biodiversidad como la biodiversidad misma no solo se debe a desmonte, incendios e inundaciones sino también a la aplicación masiva de herbicidas, insecticidas y funguicidas por aire y por tierra. Una de sus modalidades de aplicación –la pulverización aérea- es un agente masivo de reducción y destrucción de la biodiversidad que debería ser prohibido en todo el territorio, como ya lo hizo la Comunidad Europea en 2009. Dado que en Córdoba no hay mapa de la biodiversidad, y no se conoce la biodiversidad remanente actual (que comprende desde virus, bacterias y hongos a insectos, vertebrados y plantas verdes) tampoco puede determinarse la reducción crítica de poblaciones de especies nativas, ni la desaparición local y provincial de especies. En este vacío de monitoreo la responsabilidad principal recae en la Secretaría de Ambiente de la provincia y las municipalidades, pero también en las universidades. La mayor parte del esfuerzo de investigación se concentra por ejemplo en especies vegetales y vertebrados. De allí que en Córdoba vaya desapareciendo incluso aquello que no conocemos.

Desde FUNAM y desde el Campus Córdoba del Colegio de los Premiados con el Nobel Alternativo (Right Livelihood College) –este último con sede en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba- se vienen proponiendo una serie de medidas urgentes que tanto el gobierno provincial como nacional ignoran: relevamiento continuo, cuali-cuantitativo, de la biodiversidad total (que incluya el uso de indicadores de biodiversidad como el de Shannon-Wiener); elaboración de los mapas de biodiversidad y ecodiversidad; elaboración del «Libro Rojo» provincial y nacional de especies amenazadas, extinguidas a niveles locales y extinguidas provincial y nacionalmente; monitoreo continuo de contaminantes químicos en aire, suelo, agua, sedimentos y alimentos; monitoreo continuo en personas de contenido de residuos químicos en sangre, orina y demás indicadores biológicos; catastro epidemiológico continuo de morbilidad y mortalidad por todas las causas y para cada lugar, y sobre todo, prohibición de la pulverización aérea de plaguicidas y revisión participativa desde el SENASA y CONABIA de todos los plaguicidas y eventos transgénicos aprobados. Urge además que Córdoba –verdadero basural abierto de Argentina- prohíba el ingreso de residuos peligrosos procedentes de cualquier otra provincia. Somos una de las únicas cinco provincias que se ofrecen para recibir los descartes peligrosos de todo el país. Al igual que el resto de la propuesta, el proyecto de ley elaborado por FUNAM para que no seamos el patio de atrás de los residuos de Argentina duerme apacible en la Legislatura. 

Alguna vez los libros de historia juzgarán duramente el precio que pagamos y deberán pagar las futuras generaciones de cordobeses porque el gobernador Juan Schiaretti nunca entendió lo que era la biodiversidad, las cuencas hídricas y los servicios ecosistémicos. Después de los catastróficos incendios de 2020 su gestión sigue impulsando la forestación con plantines desarrollados en Misiones como si la biodiversidad destruida por incendios y desmontes pudiera ser plantada. No le han explicado que solamente la biodiversidad nativa remanente puede reconstruir la biodiversidad destruida, y que para ello es necesario favorecer la ecosucesión secundaria mediante clausuras efectivas de vastas superficies. El nuevo escudo de la provincia debería tener como dudosos emblemas las topadoras, las máquinas mosquito, los aviones aeroaplicadores y el cemento.

Dos siglos atrás existían en la provincia unos 12 millones de hectáreas de bosque nativo. Hoy queda menos del 3% de bosque nativo cerrado, y tanto los fuegos como el desmonte y la expansión urbana aceleran su destrucción. En lo que hace a pastizales nativos de llanura, el ecosistema entero –parte de la Provincia Biogeográfica Pampeana que se extendía sobre varias provincias- ha sido prácticamente extinguido. En la provincia de Córdoba de los tres ecosistemas naturales que la caracterizaban, los ambientes chaqueños, los bosques del espinal y los pastizales pampeanos, solo sobreviven y con grandes problemas, como sistema, los chaqueños. 

Córdoba tuvo una de las tasas de deforestación más altas de Argentina: -2,93% anual para 1998-2002, superior incluso a las tasas de la provincia de Santiago del Estero

(-1,18%), de Salta (-0,69%), de Tucumán (-0,68), de Chaco (-0,57%) y de Jujuy

(-0,16%). La tasa cordobesa de deforestación supera además la tasa mundial, que es de -0,23% anual, y la de África, -0,78% anual (1999-2000). En 5 años, entre 1998 y 2002, se desmontó en Córdoba el equivalente a 67 canchas de fútbol por día, una cifra aterradora. Frente a esta tragedia silenciosa, en lugar de aprobar una ley protectora de bosques y cuencas hídricas la gestión de Juan Schiaretti impulsó –infructuosamente- un proyecto de ley que favorecía la tarea de desmontadores y sojeros. 

Muchos creen que la mayor parte de la superficie de la provincia puede dedicarse a la agricultura, la ganadería y la plantación de árboles exóticos, y que los diminutos parques y reservas creados por los gobiernos son suficientes para conservar nuestros ambientes nativos. Esto es dramáticamente falso. No hay futuro ni estabilidad ambiental sin la coexistencia equilibrada de ambientes naturales y productivos.

Sin embargo, funcionarios e incluso ciudadanos parecen no darse cuenta que los desmontes, los incendios y la expansión urbana sobre faldeos, combinados, están comprometiendo nuestra seguridad hídrica, la supervivencia de los frágiles suelos serranos y hasta el perfil turístico de Córdoba. Todo ello nos vuelve más vulnerables al cambio Climático Global.    

En el caso particular de Córdoba la totalidad del ambiente serrano que nos atraviesa de norte a sur debería haber sido protegido con más sensatez.

Olvidamos que los suelos serranos fueron producidos durante miles de años por ambientes naturales de bosque, matorrales y pastizales de altura. Los sucesivos gobiernos provinciales y la propia sociedad no han asumido aún que las actividades humanas y las serranías solo pueden coexistir si conservamos los ambientes naturales y no rompemos el delicado mecanismo de las sierras. Durante demasiado tiempo olvidamos que los ambientes nativos son nuestras únicas fábricas naturales de suelo serrano, de agua, y de estabilidad climática.

Los fuegos dejan marcas que perduran por décadas. Sin embargo, creemos que las sierras empiezan de cero cada año, como si todos los efectos de incendios pasados ya hubieran sido cicatrizados ecológicamente. Esto no es cierto. Los impactos se acumulan. No es lo mismo que 100 hectáreas de bosque se quemen una vez cada 30 años que veinte veces en esos 30 años. Entre 1988 y 1994 se quemaron en Córdoba 869.430 hectáreas, a un promedio de 144.905 hectáreas por año. En 1995 se incendiaron unas 255.900 hectáreas. Entre 1988 y 2005 el total sumado de área quemada supera las 2.200.000 hectáreas. En los incendios de agosto-septiembre de 2009 se quemaron más de 100.000 hectáreas de ambiente nativo y 350.000 hectáreas en 2020. ¿Cómo puede esperarse que las sierras se recuperen, si continúan además los desmontes y la aplicación de plaguicidas que van dejando acumulaciones de residuos tóxicos en suelos, aguas y sedimentos de ríos?

Desmonte, fuego, caza (incluida la aberrante práctica del turismo cinegético), expansión urbana en zona de faldeos urbanos y uso masivo e indiscriminado de plaguicidas se combinan así en Córdoba para destruir el funcionamiento de nuestras principales cuencas hídricas. Ya no hay margen para nuevos desmontes y mayores incendios. Lo que necesitamos es manejo gubernamental, comunitario y participativo de todas las cuencas hídricas que –irónicamente- ya han sido creadas por leyes. Pero los funcionarios deslumbrados por el cemento y las obras faraónicas, incapaces de comprender ambientalmente la provincia que gobiernan, solo atinan a imaginar grandes autovias y canales que trasvasan agua entre cuencas. Semejante miopía e ignorancia es letal en una región semiárida que sufre además cambio climático global. Pero claro, cuando las canillas ya no traigan agua porque las cuencas hídricas colapsaron, los ex gobernadores y los ex ministros ya no gobernarán. Ellos disfrutaran de sus elevadas e injustificadas jubilaciones y nosotros, el resto de la sociedad, nos quedaremos sin agua.  

Los bosques no son solamente árboles

Un bosque no tiene solamente árboles, reptiles, aves y mamíferos, sino un complejo entramado de seres vivos. En un metro cuadrado de suelo y hasta los 30 centímetros de profundidad pueden vivir unos 1.500 millones de protozoarios (microorganismos), 120 millones de nematodos (gusanos), 440.000 colémbolos (insectos), 400.000 ácaros, 3.000 ciempiés y milpiés, 500 hormigas, y muchas poblaciones de organismos. El fuego los golpeó duramente. Sin la vegetación nativa y con la biodiversidad muy afectada el ambiente deja de fabricar suelo. En ambientes tropicales y templados se requiere de 220 a 1.100 años para regenerar 25 milímetros de suelo. En sitios con rocas duras, como los granitos serranos, el suelo tarda más tiempo en formarse. Los desmontes y el fuego rompen dramáticamente esa biodiversidad, y las interrelaciones entre bosques, suelo y rocas. El resultado es dramático. Desprovistas de ambiente nativo, las sierras ya no actúan como fábricas de suelo. Ni como fábricas de agua. 

*Prof. Dr. Raúl A. Montenegro es biólogo. Profesor Titular Plenario de Biología Evolutiva Humana en la Facultad de Psicología (Universidad Nacional de Córdoba). Presidente de FUNAM. Premio Nóbel Alternativo 2004 y Director del Campus Córdoba del Right Livelihood College (RLC). Los restantes Campus del RLC están localizados en universidades de Lund (Suecia), Santa Cruz en California (Estados Unidos), Addis Ababa (Etiopía), Port Harcourt (Nigeria), Valdivia (Chile), Bangkok (Tailandia) y el Instituto Tata de Ciencias Sociales en Mumbay (India).

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