Compartimos a continuación uno de los trabajos realizados para la edición impresa mensual de Alternativa Socialista, que fue editada el día 10 de julio. En este caso damos a conocer el artículo escrito por Cele Fierro y Sergio García.
¿Qué izquierda?
Una consideración de importancia es que cuando hablamos de la izquierda organizada de forma independiente a las variantes del peronismo, hacemos referencia a la izquierda anticapitalista y socialista. En nuestro país, por historia y presente, en particular las organizaciones referenciadas en el trotskismo tenemos una ubicación imposible de no tomar en cuenta. Desde ya hay otras fuerzas de izquierda anticapitalistas por fuera del Frente de Izquierda, las hay antiimperialistas, centristas de izquierda. Repetido por los grandes medios a veces se indica como izquierda a un espectro mucho más amplio. Así mismo, hay sectores que se autodefinen de izquierda, sin realmente proponer cambios de fondo antisistema. Hay personas que adhieren al progresismo, al kirchnerismo u otras expresiones más moderadas, que esencialmente reflejan posiciones más hacia la centroizquierda.
Volviendo sobre la izquierda anticapitalista y socialista, otra consideración a tener en cuenta es que tenemos una influencia y peso político que no puede subestimarse. Si bien nuestras ideas no son mayoritarias ni tenemos la dirección política y sindical de nuestra clase, sí contenemos a varios miles de militantes en nuestros partidos, otros tantos organizados en movimientos sociales, agrupamientos sindicales y estudiantiles.
Reflejamos una influencia minoritaria, pero considerable en el movimiento obrero, dirigiendo algunos sindicatos, comisiones internas, cuerpos de delegados, facultades y colegios, presencia en el movimiento de lucha socioambiental, de género y DDHH, más la capacidad de movilizar a decenas de miles en la calle. Consolidamos una base electoral en torno al 5% nacional, que asciende a cerca del 10% en concentraciones obreras del Gran Buenos Aires y en algunas otras ciudades. Una bancada de cinco diputados nacionales y más legisladores provinciales y municipales. Componemos un sector visible políticamente y ampliamente atacado por el gobierno actual.
Estas cuestiones no generan una oportunidad atemporal y sí brindan condiciones que hacen posible enfrentar el complejo desafío que presenta la situación actual y aprovechar la oportunidad. Se ha producido una ruptura masiva con los viejos partidos del régimen burgués, particularmente con el peronismo, que ha contenido al movimiento obrero desde hace varias generaciones. El asalto a todo o nada que ha lanzado Milei contra el conjunto de derechos y conquistas laborales y democráticas, agudiza la polarización y la lucha de clases a un punto de tensión que tiene que quebrar, para un lado o para el otro en el corto o mediano plazo. Esa complejidad, a la vez abre la oportunidad de que la izquierda intente surgir como alternativa viable de poder, especialmente si se produce un estallido social, lo cual no está nada descartado en algún punto del período que viene.
Que tengamos la oportunidad de dar un salto en cantidad y calidad, organizando políticamente a miles e influenciando con nuestras ideas a varios millones, como paso previo a poder disputar el poder en los próximos años depende, en una considerable medida, de lo que hagamos o no. No solo depende de causas objetivas que de por sí son muy necesarias para cualquier cambio de calidad, sino también del aspecto subjetivo, el que tiene que ver con qué hacemos las organizaciones de izquierda. Sobre ese factor indispensable nos referimos en este trabajo.
El peronismo, la izquierda y la pared
La crisis del peronismo se desarrolla hace tiempo y se encuentra en un punto complejo, sin precedentes. No nos referimos solamente a su derrota electoral, sino integralmente al debilitamiento estructural, orgánico, en comparación con su pasado. Lógicamente distintas alas del peronismo quieren reinventarse y ocuparán seguramente un espacio político, sin que eso solucione su crisis de fondo. Ahí radica la posibilidad de que, desde la izquierda, podamos disputar la dirección de franjas importantes del movimiento obrero y popular, como nunca antes.
Haciendo un poco de historia vemos que, tras su debacle en la década menemista, la siguiente oportunidad política del peronismo fue pos 2001, donde aprovechando una crisis general y leyendo mejor la situación política, el kirchnerismo logró cooptar una parte importante de la vanguardia y la base social progresista. Lo pudo hacer con una combinación de viento a favor económico, algunas concesiones sociales y democráticas y un doble discurso. “A mi izquierda está la pared” llegó a decir Cristina Kirchner en 2014.
La relativa debilidad y división de la izquierda en ese momento fue otro factor que permitió al kirchnerismo ocupar ese lugar. Contradictoriamente, el hecho que lograran absorber a sus frentes políticos al conjunto de las fuerzas de centroizquierda, permitió que tiempo después, la izquierda anticapitalista y socialista conquiste el lugar que ocupamos hoy.
Cuando los precios de los commodities que exporta Argentina se desplomaron a partir de 2010 y ya no alcanzaban los fondos para concesiones y ganancias burguesas, comenzaron varios años de ajuste y el inicio de la desilusión de una parte de esa base social trabajadora y progresista del kirchnerismo y de otras franjas que lo acompañaban electoralmente cuando la situación económica era mejor. Esto permitió que el empresario y derechista fundador del PRO, Mauricio Macri, aproveche el descontento y gane la presidencia en 2015.
Peronismo, macrismo e izquierda
El mandato de Macri fue un punto de inflexión para el debilitamiento del peronismo y el fortalecimiento de la izquierda no-kirchnerista en el espectro político. Su primera medida importante, que beneficiaba a los genocidas presos, el llamado 2×1, generó una gran movilización que lo obligó a retirarla. Esa fue la tónica de su mandato, expresado también en las batallas en Plaza Congreso. El protagonismo de la izquierda en esos hechos y la ausencia de las conducciones políticas y sindicales del peronismo, que sólo ofrecían esperar a las elecciones de 2019, fue registrado por medios masivos y por franjas de la población.
Ese diciembre de 2017, la izquierda convocó a movilizar al Congreso cuando iba a votar ataques a derechos obreros y jubilatorios. Leyes que habían sido negociadas con la oposición peronista y los dirigentes de la CGT que la habían respaldado públicamente. La movilización fue masiva y combativa. Detrás de la izquierda, seccionales de varios sindicatos industriales se rebelaron contra sus conducciones y se movilizaron con sus banderas. También estatales y movimientos sociales. Ese hecho, junto a la combatividad de manifestantes que enfrentaron la represión de la policía durante horas, marcó la situación. De manera más o menos clara, se vio que Macri había logrado acordar la pieza central de su plan de gobierno con el peronismo, tenía los votos y el apoyo clave de la CGT, pero una rebelión de la base obrera, en una movilización impulsada por la izquierda, lo derrotó. Si bien votaron la reforma previsional, no pudieron con la reforma laboral. De allí en adelante Macri no pudo avanzar con aspectos importantes de su plan, sí volvió a endeudar al país por décadas con un acuerdo espurio con el FMI, como antesala de su derrota electoral, que a esa altura estaba cantada.
Desde ese momento, el giro a derecha de la dirección del peronismo y la sólida denuncia de la izquierda, fueron una constante. Ordenados por la orientación “con Cristina no alcanza y sin ella no se puede” el kirchnerismo fue incorporando al conjunto del peronismo, incluyendo su ala derecha que se había alejado en sus mandatos “progresistas”, y reteniendo a las fuerzas de centroizquierda que no veían a dónde ir bajo la lógica del mal menor. Así llegó en 2019 el gobierno de Alberto Fernández, de la centroderecha peronista, con Cristina de vice. Un mandato destacado por luchas internas, ajuste, fracaso y la legalización del fraude realizado por Macri con el FMI, sin revertir nada esencial del modelo dejado por el macrismo, mientras la inflación se disparaba y la pobreza llegaba a cerca de la mitad de la población. Así el peronismo desilusionó a su base social. En este marco, la izquierda anticapitalista y socialista avanzó en construir una referencia unificada, especialmente desde que el anterior FIT y el MST conformamos en 2019 el Frente de Izquierda Unidad (FIT-U), y se logró ocupar un poco más del espacio a izquierda mientras el peronismo perdía espacio en esa franja.
La escala de esa desilusión fue mayor a todas las expectativas. Para las elecciones de 2023 postularon a Sergio Massa, de los principales exponentes de la derecha peronista, hombre de la embajada yanqui y enemigo número uno del kirchnerismo. Hasta el anuncio de su candidatura cantaba “todos los traidores se van con Massa”. Nuevamente, las fuerzas de centroizquierda explicaron lo inexplicable, o ni siquiera intentaron explicarlo, y siguieron dentro del frente encabezado por Massa. Cristina, presionada por causas judiciales de corrupción, ni siquiera integró la lista.
La misma visibilidad que tuvo en el enfrentamiento al macrismo, en contraste a la inacción del kirchnerismo y sus aliados, la ganó la izquierda al encabezar movilizaciones contra el acuerdo de Alberto Fernández con el FMI que reconoció la deuda tomada por Macri, denunciada como ilegal en su campaña. La desilusión acumulada con el peronismo, junto a que la derecha no se había recuperado del desastre del gobierno de Macri y llegó dividida a la elección, generó las condiciones que permitieron el surgimiento de Milei.
Peronismo e izquierda en tiempos de Milei
Franjas de la población trabajadora notaron la presencia de la izquierda desde que asumió Milei. Mientras las direcciones peronistas, incluyendo la propia Cristina Kirchner, llamaban a “respetar la voluntad popular” y “dar tiempo” o a no movilizar para cuidarse, como si se hubiera impuesto una dictadura fascista, desde la izquierda convocamos e impulsamos una multisectorial unitaria para coordinar y organizar la lucha contra Milei.
Esta importante política permitió realizar acciones unitarias junto a organizaciones sindicales, sociales, de DDHH, contra el nuevo gobierno y todo su plan, arrancando el 20 de diciembre de 2023, a diez días que asumiera. La marcha derrotó el recién implementado “protocolo antipiquetes” que prometía impedir que las manifestaciones ocupen las calles. Después de la movilización de la multisectorial, el gobierno anunció un Decreto de Necesidad y Urgencia que modifica cientos de leyes y normas, intentando por decreto el avance de su plan de ajuste, saqueo, y el ataque a derechos laborales. Esto provocó una reacción con cacerolazos en barrios y ciudades del país en repudio al DNU. Un hecho reconocido extendidamente fue que la movilización “de la izquierda”, jugó un rol central en apaciguar el miedo y apuntalar la confianza de cientos de miles para salir a las calles esa noche.
El establecimiento de la multisectorial, además, fue cualitativo porque ubicó al Frente de Izquierda a la cabeza de la coordinación de la lucha unificada contra el gobierno de Milei, ubicando al Frente, que tiene un limitado carácter electoral, al menos impulsando esta coordinación progresiva para la lucha de clases. Sostener la coordinación, permitió una intervención común en la primera movilización convocada por la CGT el 27 de diciembre y en los paros nacionales del 24 de enero y del 9 de mayo, como así también las acciones frente al Congreso ante el tratamiento de la Ley Bases desde enero hasta su tratamiento en el mes de junio en diputados. Este espacio también impulsó una unidad más amplia contra las detenciones, unidad antirrepresiva que debe continuar. La izquierda también aparece como actor dirigente de conflictos importantes que han surgido como la lucha de los trabajadores estatales y el sector de la cultura, entre otros.
La intervención política y social en los primeros meses del ultraderechista Milei, sitúa a la izquierda frente a una nueva oportunidad. Sucede en contraste al peronismo que denuncia en el discurso las políticas del gobierno, sin impulsar las acciones que se tendrían que llevar adelante para producir una derrota total al gobierno, le dan tiempo y gobernabilidad.
Mientras los voceros políticos y del bloque de Unión por la Patria denuncian el proyecto, hubo diputados y senadores del PJ que acompañaron en general y en particular puntos claves como el RIGI en la Ley Bases. Si bien se le arrancó a la CGT y el resto de las centrales dos paros generales, no tuvieron continuidad y no convocaron a parar cuando se trató la ley en el Congreso. Muestras de cómo se “oponen” sin hacer lo suficiente para asestar un impacto final, solo pensando en futuras elecciones y mientras tanto todo sigue su marcha, incluido Milei. Esto hace que un sector de su propia base social cuestione y empiece a ver a la izquierda.
Con nuestra estrategia, hacer algo nuevo
El papel que venimos jugando desde la izquierda es importante, aunque dentro del Frente de Izquierda existan limitaciones, que de superarlas nos colocaría en mejores condiciones para el período que viene. La unidad en la calle, motorizada por la coordinación multisectorial, nos otorga mayor presencia y coherencia política contra la avanzada reaccionaria de Milei. Sin embargo, hacer esta lectura política y no tener una visión crítica y autocrítica para cambiar, para superarnos, no ayuda a lograr mejores condiciones para afrontar el próximo período.
El FIT Unidad es la expresión unitaria de izquierda, es opción para cientos de miles en las elecciones, hemos logrado conquistar representación parlamentaria.
Las distintas fuerzas que lo integramos tenemos, con desigualdades, inserción en sindicatos, en el movimiento estudiantil como así también en barrios populares. Y todo este espacio ganado es un punto de partida importante, en un momento donde tenemos que intentar proponerles una salida de fondo a millones, si es que de verdad queremos llegar a ser una fuerza con influencia en el movimiento de masas. Más aún, cuando sectores de activistas y trabajadores dejan de ver como alternativa “progresista” a un sector del peronismo. Tenemos que hablar de igual a igual con esas franjas y abrirles verdaderos canales de participación.
Más de medio año contra Milei también fueron meses de organización por abajo, de surgimiento de coordinaciones, de activismo en diferentes lugares de trabajo, en barrios y en la Universidad. En diversos sitios se expresa una vanguardia que quiere dar pasos en la organización. Mientras impulsamos la más amplia unidad de acción en la lucha contra Milei, con la convicción de que sí podemos frenarlo y derrotarlo, tenemos que responder positivamente a este proceso y elevarlo al terreno político, tenemos que salir de la lógica electoral y disponernos a impulsar una estrategia política que parta de nuestra base social y política conquistada, y se dirija también a franjas decepcionadas de trabajadores y jóvenes, y a nuevas camadas que se suman contra Milei a la lucha social por sus derechos. La mirada estrecha que no busca acercar nuevos sectores ni darles protagonismo político a independientes y referentes sociales, no es una visión revolucionaria, es conformista, rutinaria, amiga de cierto electoralismo que busca conservar lo logrado y no superarlo.
Contrastando con esas visiones, desde el MST en el FIT-U bregamos por un giro positivo en nuestro frente. Por una superación de la unidad solo electoral, por una estrategia de conjunto para disputar la dirección de millones a los viejos aparatos políticos y sindicales interviniendo fuerte y en común en cada sector social en lucha, en forma antiburocrática y alentando procesos de autoorganización. Esta orientación política de hacer que el Frente de Izquierda sea una referencia mayor y pueda crecer al calor de las luchas contra el ultraderechista Milei, como la alternativa de las y los trabajadores y sectores populares, es diferente a posiciones existentes dentro del FIT-U que por la vía de los hechos creen que, así como estamos podemos seguir. Es la lógica de no innovar para salvaguardar posiciones electorales. Ejemplo de esto es la política de los compañeros del PTS quienes consideran que la unidad entre sus figuras políticas partidarias y las fechas electorales resuelve el problema del avance de la izquierda. Partidos como PO e IS se han adaptado por años a esa lógica. Cuando en realidad la experiencia histórica y actual demuestra que priorizar lo electoral y recurrir a supuestos hegemonismos fuera de la realidad, no contribuye a dar saltos cualitativos hacia adelante. Por esa vía se podrá mantener lo conquistado, incluso tal vez avanzar algo más electoralmente. Pero, ¿solo eso queremos en la izquierda anticapitalista y socialista? Por supuesto que no. Entonces no podemos seguir haciendo lo mismo. Es hora de construir algo nuevo partiendo del FIT-U y transformándolo positivamente, con el objetivo de prepararnos para ser opción de poder contra todas las variantes del sistema, hacia el objetivo del gobierno de los trabajadores y el socialismo. ¿Es difícil de lograr? Sí, pero no imposible. Lo utópico es creer que a través de diseños parciales y electorales tomaremos el cielo por asalto.
Cuando proponemos la convocatoria a un Gran Congreso Abierto del Frente de Izquierda intentamos generar una instancia potente y participativa de toda nuestra militancia y el activismo que apoya a la izquierda. Una instancia que convoque también a quienes rompen con las viejas estructuras del peronismo y el progresismo. La política socialista es tan concreta como la clase obrera.
Y así como ningún trabajador se va de su casa, aunque esté deteriorada, si no tiene otra casa mejor donde ir, no podemos pretender que miles se vayan de otras opciones políticas ligadas a la historia popular de nuestro país, si no abrimos las compuertas de nuestra casa-frente para que se sientan parte y no meros invitados cada dos años, a la hora de votar.
De eso estamos hablando cuando decimos convoquemos, abramos canales, hagamos un gran Congreso, foros, asambleas de la militancia. Tenemos un programa anticapitalista y socialista muy fuerte, que es la base de esa enorme convocatoria política. Y cuantos más trabajadores, jóvenes, sectores, referentes, intelectuales se acerquen y se sumen, más se fortalece la lucha por ese programa. Las visiones sectarias que impiden este camino, parten como siempre de la unilateralidad y de cierto temor a opiniones diferentes.
También de un dejo de pesimismo sobre su propia política. Quienes construimos nuestro frente, garantizamos la defensa de su programa y ponemos en movimiento miles de militantes, tenemos que convocar sin temor a que nuevos miles se organicen políticamente junto a nosotros, en un gran movimiento político viendo que hacemos algo nuevo y los consideramos. Queremos que nos escuchen decir a la vez que las estructuras dirigentes del peronismo no van más y que nosotros en la izquierda sí les abrimos nuestras estructuras para militar y ser protagonistas.
Vamos a meses de confrontación social, con polarización política, nuevos intentos represivos, ajuste y desafíos para la izquierda. Con la responsabilidad que asumimos cada día, invitamos a fortalecer -dentro de la izquierda estas ideas que estamos convencidas y convencidos se harán cada vez más necesarias. Cuanta más fuerza ganen estas propuestas, más cerca estaremos de lograr que se lleven a la práctica.
A quienes, dentro de nuestro frente, tengan la voluntad política de generar espacios asamblearios y masivos de participación, los invitamos a trabajar en común. A quienes no son parte del frente y quieren acercarse a este proyecto los invitamos a intercambiar opiniones y propuestas y hacer cosas en unidad. Y a quienes en forma independiente luchan y se plantean organizarse políticamente, los invitamos a solidificar esa positiva decisión y a trabajar junto al MST, en una organización revolucionaria, por una mejor estrategia en la izquierda, por la construcción política que hace falta hoy y mañana.