martes, 19 noviembre 2024 - 02:15

Alfredo Bravo. Y la lucha por los derechos humanos

Se cumplen 18 años de su muerte. A pesar de las grandes diferencias políticas que tuvimos con él, queremos recordarlo por su lucha incansable por los derechos humanos y por la búsqueda de justicia para los desaparecidos.

A lo largo de la historia, el Partido Socialista de Argentina ha tenido algunos dirigentes que, a pesar de su estrategia reformista dentro de los marcos del capitalismo, han podido destacarse en ámbitos específicos. Es el caso de Alicia Moreau de Justo[1]  y Alfredo Palacios a principios del siglo XX y más recientemente de Alfredo Bravo.

La vida de Bravo comenzó en Concordia, provincia de Entre Ríos el 30 de Abril de 1925. Siendo muy joven, se trasladó a la zona sur del Gran Buenos Aires, donde se recibió de maestro y comenzaría a trabajar en escuelas rurales de la provincia de Chaco. La década del 40, lo encontró ingresando en las filas del Partido Socialista, donde encontraría un lugar de militancia que volcaría en la lucha sindical.  La primer gran prueba política que viviría sería a partir del golpe militar de 1955, donde el PS había sido partícipe del agrupamiento que derrocó a Perón, generando grandes tensiones a su interior, sobre todo en lo que se refería a  la proscripción del peronismo. Bravo, junto a otros dirigentes disidentes, fue expulsado del partido. Tiempo después, Palacios y Moreau de Justo romperían con la dirección de Ghioldi al integrarse el Partido Socialista a la Junta Consultiva del gobierno de Aramburu. Pero a diferencia de los dirigentes, y haciendo pesar su expulsión, Bravo navegaría la lucha durante la siguiente etapa sin partido, aunque se mantuvo reclamándose socialista.

El rol de Bravo en el sindicalismo docente había crecido exponencialmente, siendo uno de los redactores del estatuto docente de 1958, que mantenía el espíritu del de 1954, una de luchas más sentidas por la docencia, colocándolo como un referente importante. Fue uno de los dirigentes de la Confederación Argentina de Maestros y Profesores (CAMyP) que se incorporó al debate sobre la educación “libre o laica” en 1958 defendiendo el espíritu de la laicidad y el monopolio estatal en la educación, aunque su reticencia a impulsar un plan de lucha nacional a fondo permitió finalmente la sanción de la ley que habilitó la creación de universidades privadas y confesionales.

Años más tarde, en 1973, Bravo sería uno de los impulsores y fundadores de la CTERA, la confederación nacional docente, logrando así una representación única y federal frente al gobierno nacional, que en ese entonces todavía administraba la educación de todo el país de forma centralizada, tomando como banderas la defensa de la educación pública, laica y gratuita y el aumento de presupuesto educativo.

Los derechos humanos en primera persona

A pesar de destacarse en algunos aspectos de la lucha sindical, el rol fundamental de Bravo lo podemos encontrar en su aporte a la lucha por los derechos humanos y la búsqueda de justicia.

En 1975, cuando los asesinatos perpetrados por la Triple A de Perón y López Rega todavía eran recientes y cuando el Operativo Independencia, en Tucumán, se llevaba los primeros desaparecidos, Bravo fue uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Esta organización tenía como objetivo recopilar y documentar las violaciones a los derechos humanos y realizar las denuncias pertinentes, tanto en democracia, como durante la dictadura luego del golpe. De hecho sería una herramienta fundamental que le salvaría la vida.

El 8 de Septiembre de 1977, seria secuestrado al salir de la escuela donde trabajaba por un grupo de tareas, bajo la órbita del jefe de la policía bonaerense Ramón Camps.  Durante casi 15 días estuvo en un centro clandestino de detención, donde fue torturado por Miguel Etchecolatz, con quien no sería la última vez que se enfrentaría. Por la presión internacional lograda gracias a las denuncias de la APDH, su detención seria “legalizada” colocándolo a disposición del PEN. Fue liberado en 1979 con graves secuelas físicas por las torturas. A partir de ese momento su vida estuvo signada por la lucha por los derechos humanos.

A donde vayan los iremos a buscar

Con el regreso de la democracia fue parte de la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (CONADEP) aportando su testimonio y también recopilando otros. Fue querellante contra Etchecolatz, quien fue condenado en 1986 pero liberado más tarde al ser beneficiado por los indultos de Menem.

Durante el Gobierno de Alfonsín, Bravo, quien dentro de todo era un político más del régimen burgués, fue designado subsecretario de educación. Pero en un acto de extraña coherencia para la política burguesa, renunció cuando Alfonsín sancionó las leyes de Obediencia Debida y Punto Final en forma de protesta.

En 1991 fue elegido diputado por la “Unidad Socialista” que agrupaba las diversas facciones de la socialdemocracia, y desde su banca batalló contra las reformas neoliberales de Menem, aunque sin ligarse a los movimientos de trabajadores de base que se organizaron en el mismo sentido.

En 1997 fue invitado al programa de Mariano Grondona, un periodista reconocido por su apoyo a los golpes de estado y particularmente a la última dictadura. Allí se enfrentó cara a cara con su torturador en uno de los momentos más tensos de la historia de la televisión argentina, situación en donde Bravo denunció el caso de 91 docentes desaparecidos por la Policía Bonaerense.  Unos meses más tarde impulsaría la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final en el congreso.  Las mismas finalmente fueron anuladas en el 2003 mediante un proyecto de la bancada de Izquierda Unida, frente que integraba el MST, meses después de la muerte de Bravo.

El último personaje del socialismo

Con Alfredo Bravo nos separan diferencias abismales  con respecto a la estrategia política de la lucha de clases y la concepción del socialismo. Sus últimos años, en el FREPASO y luego en el ARI, son muestra cabal de esto. Sin embargo dentro del universo de la politiquería burguesa, Bravo desentonaba con sus contradicciones, que lo alejaban del típico político de carrera que defiende intereses ajenos a la clase obrera y  lo ubicaban en un lugar donde podía ser un compañero de viaje de los trabajadores, aunque no fuera hasta el final. Su lucha consecuente sobre los derechos humanos, fue un aporte importante para lograr la reapertura de los juicios contra los genocidas, la investigación de los centros clandestinos de detención, y la búsqueda de los restos de los compañeros desparecidos. Murió el 26 de mayo de 2003 sin poder atestiguar los resultados de la lucha en la que él, como muchísimos otros compañeros, dejaron sus últimos años de vida. En esta fecha queremos recordarlo por su aporte a la memoria, la verdad y la justicia.

Germán Gómez


[1] https://periodismodeizquierda.com/alicia-moreau-a-35-anos-de-su-muerte-claroscuros-de-una-feminista/

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