Yo soy como la loba. Ando sola y me río
del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
donde quiera que sea, que yo tengo una mano
que sabe trabajar y un cerebro que es sano.
La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
la vida, y no temo su arrebato fatal
porque tengo en la mano siempre pronto un puñal…
La loba
El alcance popular que tiene la música gestiona sentidos acerca de lo que cuentan sus letras. Que Alfonsina y el mar de Ariel Ramírez se haya convertido en una especie de himno en los encuentros de amigos, peñas, fogones, no es una novedad.
Que de esa hermosa zamba se haya ido tejiendo el imaginario colectivo de su protagonista es parte de la circulación por abajo de lo que otros espacios, conscientes e interesados, han permitido que circule, llámense éstos editoriales, medios de comunicación, ámbito académico.
Que en las escuelas hayamos leído Tú me quieres blanca casi como su única obra, y que según se hacían los análisis en link con su biografía, esos versos venían a mostrar el resentimiento de una madre soltera con libertad sexual signada por el escándalo, habla de cierto lugar común en el que sigue pesando el lente patriarcal.
Finalmente, que su suicidio la unió a la galería de desdichados y pesimistas bajo cierto halo del malditismo exacerba sólo un aspecto de su obra. Como si nuestra poeta fuese únicamente un personaje de la tragedia clásica.
Escritora y pensadora, veremos, en un ambiente poco favorable para la conquista intelectual y económica de las mujeres, la injusticia a su figura empieza a desmontarse bajo los aires del actual feminismo.
Claro que todas aquellas circunstancias son ciertas, pero lo interesante es ir un poco más allá. Por ejemplo, cómo construyó una voz propia en medios de comunicación, bastante conservadores, por cierto, para poner en debate el estereotipo femenino, su carácter de clase, de una manera literaria y sutilmente ácida.
Desde 1919 a 1921 en la revista La Nota y el diario La Nación llevó adelante una serie de crónicas que muestran su pelea feminista en el marco de la segunda ola, pero no totalmente ajustada a ella sino con cierto atisbo personal.
Era de esperarse que una mujer que se hizo a sí misma, eligiendo un camino de autonomía, se sintiese libre para, incluso, exigir a las congéneres que se corriesen del lugar de sometimiento, silencio y comodidad en que la manutención marital funcionaba como única salida.
En un trabajo de recopilación de estos escritos, las autoras Mariela Méndez, Graciela Queirolo y Alicia Salomone actualizan esa voz, corrida ya del desengaño y el dolor en la que se ha insistido en ubicarla, mostrando alegatos potentes que, en principio, desarticulan en tono irónico los lugares comunes y mandatos tanto de la mujer como del varón en los espacios públicos y, he aquí cierta innovación de la poeta, en los privados.
Producto de esa investigación surgen dos volúmenes, Nosotras y la piel, selección de ensayos de Alfonsina Storni, y Un libro quemado, una reedición más elaborada donde los capítulos se integran por temáticas.
En una de sus crónicas, por ejemplo en marzo de 1919,se refiere a la huelga de las telefonistas. En ella y a pesar de ubicarlas como explotadas y sometidas, hace un guiño alrededor de la manera en que las trabajadoras atendían de manera diferencial a hombres y mujeres, deslizando, como quien no quiere la cosa, la rivalidad por la conquista del sexo opuesto. En este juego de ida y vuelta, no deja de remarcar:“Estas pobres muchachas ganan una miseria y tienen un trabajo antipático…”
Sólo diremos que el régimen de las telefonistas era de lo más exigente, sin respiro, con altas multas si se las descubría en conversaciones amistosas o si se dañaban los equipos. Las empresas se habían informado muy bien respecto de las leyes: en los contratos ellas aparecían bajo el rubro de comercio en vez de obreras, lo que facultaba a la patronal a extenderles la jornada laboral toda vez que fuese “necesario”. Y el otro “detalle” es que no podían casarse: sólo ingresaban y permanecían las solteras.Recién en 1935 las cosas van a modificarse.
Ya en el diario La Nación, en junio de 1920 Alfonsina le dedica unas líneas a las “mujeres que trabajan”, desglosando las diferentes áreas donde se concentran. La más numerosa, el servicio doméstico; luego las educadoras donde destaca que el porcentaje mayor se encuentra en la base del sistema educativo; dentro del ámbito industrial están los oficios de costureras, cigarrería, calzado, empaquetadoras, hiladoras, telaristas, planchadoras y lavanderas. Es en el espacio intelectual donde marca la gran diferencia. Dice la autora: “de cada 300 mujeres que trabajan con profesión determinada, una se ocupa de ciencias y letras, representando así un tres y fracción por mil en esta actividad”. En estas crónicas firma como Tao Lao.
Trazos biográficos
Alfonsina Storni nació en el pueblito de Sala Capriasca, Suiza, un 29 de mayo en 1892. Sus padres emigraron después hacia la provincia de San Juan, en Argentina, para probar suerte con una empresa familiar de cerveza artesanal. Luego de dos hijos, deciden regresar por un tiempo a su suelo natal, y en este lapso nacerá la poeta.
En 1896 regresan a San Juan y en 1901 pasan a Rosario. La inestabilidad económica de la familia, un tanto provocada por un padre depresivo y entregado a la bebida, hace que sean las mujeres quienes consigan el sustento. Su madre, Paulina, abre una pequeña escuela domiciliaria e intentan una especie de cantina en la estación donde una Alfonsina de diez años lavaba los enseres imaginando otra vida.
En la adolescencia trabaja en una fábrica de gorras, incursiona como actriz en la compañía de Manuel Cordero, con la que recorre algunas provincias del norte, participando en obras de Ibsen, Pérez Galdós y Florencio Sánchez. Deja el ambiente y al regreso a Rosario ingresa al instituto de Coronda para hacer el magisterio. Al recibirse empieza a trabajar como maestra y se liga a las revistas literarias Mundo Rosarino y Monos y monadas.Ya tenía varios escritos poesías y obras de teatro. Era una gran admiradora de Rubén Darío y los modernistas.
En 1911 será Buenos Aires su siguiente destino, donde trabajará como docente y se relaciona con círculos literarios de época. En 1912 nace su hijo Alejandro y ella decide criarlo como madre soltera. Esta actitud la irá forjando en su autonomía a pesar de las penurias. Publica en 1916 La inquietud del rosal.Colabora con varias revistas: Caras y Caretas, Nosotros, Atlántida. Comparte la vida artística y cultural del círculo Anaconda, junto a Horacio Quiroga y Enrique Amorín. Conoce a su admirado Amado Nervo.
En 1920 sale su obra Languidez y recibe por ella el primer premio municipal de poesía y segundo premio nacional de literatura. En 1925 publica Ocre. De sus viajes al Uruguay conserva la amistad de poetisas como Juana de Ibarbouru; conoce a Gabriela Mistral. Viaja a España donde también se relaciona con el ámbito de la literatura.Fue una de las impulsoras de la creación de la Sociedad Argentina de Escritores.
En 1932, publicó sus “dos farsas pirotécnicas”: Cimbelina, y Polixene y la cocinerita.
En la Peña del Café Tortoni conoció a Federico García Lorca, durante la permanencia del poeta en Buenos Aires entre octubre de 1933 y febrero de 1934. Le dedicó un poema, Retrato de García Lorca, publicado luego en Mundo de siete pozos (1934). Allí dice: Irrumpe un griego/ por sus ojos distantes…Salta su garganta/ hacia afuera/ pidiendo/ la navaja lunada/ aguas filosas…Dejad volar la cabeza,/ la cabeza sola/ herida de hondas marinas/ negras…
En 1935 la operan de un cáncer de mamas. En 1937 se suicida su querido Horacio Quiroga con el que había tenido una relación. Cierta desazón y oscuridad se apoderan de Alfonsina. Había recorrido un camino de asperezas y desafíos a los que enfrentó con altos costos. No era bien vista por fuera de su círculo, como suele ocurrirles a los espíritus impulsivos y francos. El 25 de octubre de 1938, en la ciudad de Mar del Plata, luego de dejar una nota se arroja al mar y nace la Alfonsina leyenda.
Palabras que resisten el tiempo
El link que su palabra hace con la cultura actual propició que figuras como la trapera Cazzu haya editado su último disco inspirado en sus crónicas: Diario de una niña inútil. Más allá de gustos musicales, lo interesante es cómo desde un siglo atrás la poeta tiene todavía mucho para decirnos. La propia Cazzu dijo al respecto de la aparente distancia entre estilos y época, que esperaba “dejar aunque sea de manera tácita, un canal que invite a les jóvenes de esta generación a interesarse por la literatura y sobre todo, en las bases de un movimiento indispensable para la evolución humana”.
Desde otro lugar, la banda neuquina de rock alternativo Iterbio le dedica un tema: Storni.
Alfonsina nos espera en algún rincón de la biblioteca, o a un click de pantalla. Vale la pena no dejarla pasar.